sábado, 25 de abril de 2020

La cosmogonía

1. Introducción
Una de las partes fundamentales en la mitología la constituye la cosmogonía, que intenta explicar cómo surgió el mundo y cómo nacieron los dioses, es decir, nos cuenta la evolución desde el Caos, que significa "vacío", al Cosmos, que representa el "orden" y simboliza todo lo existente.
La cosmogonía griega nos presenta un relato en el que se suceden tres mundos, cada uno de ellos simbolizado por el dios más poderoso en ese momento.
En el origen, solo existía el Caos. De él fueron engendrados el infierno y la noche, que alumbraron a Eros, dios del amor. Y fue Eros precisamente quien engendró la luz y el día, que son las fuerzas que llegaron a vencer y dominar al Caos.

2. La primera generación de dioses
Una vez el orden se había impuesto en el vacío, surgieron de forma espontánea la Tierra y el Cielo, representados en los dioses Gea y Urano, que constituyen el primer mundo creado en ese trayecto hacia el orden definitivo. De la unión de Gea y Urano nacieron los hecatónquiros, con cien brazos cada uno; tres cíclopes, que cuentan con un solo ojo en medio de la frente, y seis titanes, fuertes y poderosos. 
Gea y Urano representan las dos fuerzas más primitivas en el origen mítico del Universo. Gea simboliza la morada de los dioses, ya que, en la religión griega, éstos habitan en la Tierra o dentro de ella. Por esta razón, los dioses griegos están tan cerca de los humanos.
La fortaleza de los titanes provocaba recelo y temor a su padre Urano, quien temía que le quitaran el poder y ocuparan su lugar. Así que, para protegerse de ellos, según nacían les obligaba a vivir en las entrañas de su madre, Gea.
Escandalizada y aterrada ante semejante acción, Gea pidió ayuda a sus hijos para que vengaran la malvada acción de su padre. Cronos, uno de los titanes, prometió ayudarla.
Cogió una guadaña y con ella cortó el miembro viril de su padre. El trozo seccionado cayó al suelo, derramando sangre, con la que Gea fue fecundada. Nacieron así los gigantes, las furias vengadoras que persiguen a los criminales y las ninfas. Todos los personajes nacidos de la sangre de Urano simbolizan la muerte violenta, la venganza sangrienta y la soberbia guerrera.
Cronos tiró el miembro viril al mar, y de la espuma que se formó nació Afrodita, diosa del amor y del placer. Con su nacimiento termina la primera generación de dioses.

El nacimiento de Afrodita es recreado en este relieve con una gran tensión, y a su vez, con sensualidad (siglo V a.C.)
3. La segunda generación de dioses
Cronos sucedió a su padre Urano y se unió a su hermana Rea. Así nació la segunda generación de dioses. Como Cronos había aprendido la lección de su padre, supo que él también sería destruido por sus propios hijos; así que los devoró según iban naciendo.
Pero ocurrió que Rea, a punto de dar a luz a Zeus, su hijo más pequeño, se fue a la isla de Creta para parirlo a escondidas. Recién nacido Zeus, su madre lo entregó a las ninfas para que lo alimentasen con la leche de la cabra Amaltea.
Entonces Rea, para que Cronos siguiera devorando al próximo hijo, le dio una piedra envuelta en un paño, y se la tragó como si fuese su hijo recién nacido.

 La venganza de Zeus  
Zeus decidió vengarse de su padre Cronos. Le dio un brebaje que le obligó a vomitar, en primer lugar, la piedra que le había dado su madre Rea y, después, los cinco hijos que se había tragado y que aún seguían vivos en su estómago: Deméter, Hades, Hera, Hestia y Poseidón.
Salidos ya del estómago de su padre, estos cinco hermanos de Zeus le ayudaron a luchar contra Cronos y los hermanos de éste, los titanes. El mayor de ellos, Atlas, recibió como castilo, por su apoyo a Cronos, sostener el cielo sobre sus hombros; de ahí viene nuestra vértebra llamada atlas, igual que se le llama atlas al libro que contiene los mapas de todo el mundo.


Atlas sostiene el cielo sobre sus hombros. Tejados de la Biblioteca Nacional de Austria (Viena)
Zeus y sus hermanos vencieron a los titanes. Pero luego empezó la lucha por el poder entre ellos. Todos querían dominar el mundo. Este pasaje de la mitología no pretende describir tanto una lucha por la conquista del poder como representar la pelea como sustitución de la armonía, la violencia como elemento presente en nuestros actos. Recordemos que las furias y los gigantes nacen de un acto cruento, la sangre derramada sobre Gea.
Los dioses masculinos decidieron repartirse el mundo: Hades se convirtió en rey de los infiernos; Poseidón, en rey de los mares; y Zeus, en rey de todos los dioses del Olimpo. El Olimpo era la residencia de los dioses, el monte más alto de Grecia y el punto de encuentro entre la Tierra y el Cielo.   

jueves, 23 de abril de 2020

La teoría pedagógica de Platón: Política y educación


Las relaciones entre educación y política representan uno de los aspectos más importantes de la paideia platónica. Para aclarar dichas relaciones, La República caracteriza las distintas formas de gobierno.
La República comienza tratando de esclarecer la naturaleza de la justicia. Pero muy pronto la aguda dialéctica de Sócrates conduce al terreno político la discusión. Desde este instante, el tema único de la justicia se discutirá en dos planos, el individual y el político. El recurso de Sócrates consiste en abordar antes el tema en su contexto político y ayudarse luego de las claridades aquí obtenidas para iluminar el plano personal.

Hemos comenzado a examinar las costumbres del Estado antes de pasar a las de los individuos porque hemos creído que este método era más claro; mas ahora, ¿qué será más conveniente, que continuemos de la misma forma y que después de haber considerado el gobierno, pasemos en seguida al hombre que se le parece? La República, Libro VIII

Pero este plano individual acabará prevaleciendo sobre el político, y de esta forma, aunque La República parezca una obra política, es ante todo pedagógica. El individuo se construye un Estado a su imagen y semejanza, y el Estado, a su vez, proporciona al individuo la paideia que conviene a su estilo, la única que puede darle. Acentúa Platón pues la importancia del hombre y reivindica la responsabilidad individual.
El Estado es el medio de transmisión de la moral a los ciudadanos; Platón admite que los ciudadanos pueden influir sobre el Estado, pero otorga siempre mucha mayor importancia a éste que a los individuos. Su estructura y funcionamiento son vitales para todos los asuntos humanos; por otra parte, el Estado debe tomar en consideración las diferencias de aptitudes y de intereses de los hombres. El Estado ideal es aquel en que los hombres deben actuar conjunta y armoniosamente, de acuerdo con sus respectivas dotes naturales. Cada individuo debiera formarse y tener una ocupación que estuviera en consonancia con sus capacidades y con su función social.

Cada individuo sólo debe de aplicarse a una cosa, aquella para la que ha nacido, a fin de que cada particular, ajustándose a la profesión que le conviene, sea uno. La República, Libro IV

Para la conservación del Estado es necesario que exista siempre en él un guía que posea la mejor educación y el arte de gobernar.

Una ciencia […] sobre el Estado todo y sobre su gobierno […] es lo que tiene por objeto la conservación del Estado, y reside en aquellos magistrados que están encargados de su guarda. La República, Libro IV

Platón no se interesa por el Estado como un problema técnico o psicológico, sino que lo aborda simplemente como marco y como fondo de un sistema perfecto de educación. Los fines a que el Estado ideal aspira no son el poder, la prosperidad económica ni la acumulación ilimitada de riquezas; su ambición de riqueza y de poder termina allí donde estos bienes materiales dejan de servir al postulado de la unidad social interior. Para Platón, el verdadero problema es el de la paideia. Ésta es, a su modo de ver, la solución de todos los problemas insolubles. Una buena educación es la condición en la que se basa el Estado ideal de Platón.

En un Estado todo depende de los principios. Si ha comenzado bien, va siempre agrandando como el círculo. Una buena educación forma un buen carácter. La República, Libro IV

Su regente es el producto supremo de la educación, y la misión que se le asigna es la de ser el educador supremo de toda la ciudad.

Los que hayan de estar a la cabeza de nuestro Estado vigilarán especialmente para que la educación se mantenga pura. La República, Libro IV

Sólo por medio de la educación, de la formación del hombre, es posible alcanzar la finalidad perseguida por el legislador, y cuando aquélla es verdaderamente eficaz, huelgan las leyes. Para Platón, toda la estructura del Estado descansa sobre la verdadera educación o, mejor dicho, se identifica con ella. De ser cierta esta conclusión, resultaría que al alcanzar la meta de la verdadera educación habremos realizado también la verdadera justicia.
La justicia consiste en la conformación interior del alma con arreglo a la cual cada una de sus partes hace lo que le corresponde y el hombre es capaz de dominarse y enlazar en una unidad la variedad contradictoria de sus fuerzas interiores. La justicia es la salud del alma, siempre y cuando concibamos ésta como el valor moral de la personalidad. Así como la salud es el bien supremo del cuerpo, la justicia es el bien supremo del alma. La vida sin justicia no es digna de ser vivida, lo mismo que no merece la pena de vivirse una vida sin salud física.

La virtud […] es, si puedo decirlo así, la salud, la belleza, la buena disposición del alma; el vicio, por el contrario, es la enfermedad, la deformidad y la flaqueza. La República, Libro IV

Sin embargo, cualquier estado real es una degeneración. El estado ideal es el único en que tiene realidad la justicia absoluta. Los demás no pueden constituir más que otras tantas desviaciones de la norma, apartados de ella de muchísimas formas. Platón reduce esta casi infinita variedad a cuatro tipos fundamentales, que vienen a ser otras tantas enfermedades del Estado.
El desorden inicial es, según Platón, el de los hombres que perdieron la armonía o salud del alma. Pero al desorden personal le sucede el desorden político. De entre los estados enfermos, Platón critica el estado espartano con gran objetividad, y lo designa con la palabra “timocracia” (o timarquía). La paideia de Esparta inculca fuertes deberes y austeridades, educa para la guerra y para el servicio a la comunidad, pero no forma auténticos músicos, porque descuida la cultura del ánimo. Sus hombres carecen de convicciones arraigadas o las tienen muy débiles; por eso, cuando les falta la vigilancia de sus conciudadanos sucumben a las pasiones. Del hombre entregado, sin íntima cultura espiritual, al servicio de la comunidad, como el espartano, nacerá un hijo menos justo, dominado por la ambición.

En la timarquía, los ciudadanos, de ambiciosos e intrigantes que eran, concluyen por hacerse avaros y codiciosos. Reservan todos sus elogios y toda su admiración para los ricos; los empleos son para ellos solos, y basta ser pobre para verse despreciado. La República, Libro VIII

El segundo tipo de gobierno es el oligárquico.

- ¿Qué entiendes tú por oligarquía?
- Entiendo una forma de gobierno donde el censo decide de la condición de cada ciudadano; donde los ricos, por consiguiente, ejercen el mando sin que los pobres participen de él. La República, Libro VIII

Los ciudadanos se precipitaban cada vez más por el camino de las riquezas, por lo que mientras aumenta el aprecio de éstas, disminuye el de las virtudes. El hombre oligárquico se dibuja en La República como industrioso, ahorrador, sin atenciones a las necesidades más elevadas de su ser, con aspiraciones de zángano y actitudes de mendigo o malhechor; con apariencias honradas, pero siempre cuidadoso de las formas externas y de su buena reputación.

Se le parece por el espíritu de ahorro y por la industria; no concede a la naturaleza más que la satisfacción de los deseos necesarios; se priva de todo otro gasto, y domina todos los demás deseos considerándolos como insensatos. La República, Libro VIII

Platón desnuda a este hombre eficaz y correcto y denuncia su falso equilibrio, descubriendo su falta de afán a educarse:

Sin duda que este hombre apenas si ha pensado en instruirse. La República, Libro VIII

La democracia nace cuando los pobres oprimidos toman conciencia de su fuerza y de lo fácil que les sería acabar con un orden establecido sobre la injusticia. El nuevo régimen, instaurado generalmente por la fuerza de la revolución, erige la libertad en norma suprema. La justicia se ve desterrada por la tolerancia, y la libertad viene a ser el consentimiento de muchas cosas que debieran estar prohibidas.

Todo el mundo es libre en este Estado; en él se respira la libertad y se ve libre de toda traba; cada uno es dueño de hacer lo que más le agrada. La República, Libro VIII

La vida del ciudadano demócrata se desliza imprevisiblemente, libre y feliz, tan variada de ocupaciones e intereses diversos.
Mas de la extrema libertad sólo puede seguirse la extrema esclavitud. Es el caso del tipo de hombre tiránico. El hombre se hace tiránico cuando, ya sea por imposición de su constitución natural, ya por defecto de una depravada educación, o bien por las dos cosas, cae indefenso bajo la tiranía del desorden o se somete al imperio del deseo.
Tras estas conclusiones, Platón plantea las características de un Estado ideal, fruto de una paideia regida por la justicia. Pero este Estado está apartado de la órbita puramente terrenal; la ruta hacia ese Estado perfecto, hacia esa ciudad armónica, se rige por la norma divina.

Quizá hay en el cielo un modelo para los que quieren consultarle y arreglar por él la conducta de su alma. Por lo demás, poco importa que tal estado exista o haya de existir algún día; lo cierto es que el sabio no consentirá jamás gobernar otro que no sea éste. La República, Libro IX

sábado, 18 de abril de 2020

La nueva política de los siglos XVII y XVIII

En los siglos XVII y XVIII pueden distinguirse políticamente dos grandes períodos: el correspondiente a las monarquías absolutas y el despotismo ilustrado y el de las revoluciones liberales.

1. Absolutismo y despotismo ilustrado
En toda Europa, desde la monarquía y la corte, se favoreció el proyecto ilustrado y se impulsó la investigación científica y el desarrollo técnico y económico, creando mercados nacionales y fomentando políticas mercantilistas. Se unificaron los mercados interiores y se fomentó la industria de los grandes talleres artesanos. Se favoreció la creación de caminos y canales navegables que hicieron más fácil el desarrollo del comercio interior y exterior, que se vio impulsado por una intensa actividad debida a la expansión colonial.
El absolutismo consagró políticas intervencionistas que crearon las condiciones necesarias para el posterior desarrollo de la industrialización y la expansión de los mercados.

2. Las revoluciones liberales
Las ideas liberales legitimaron la transformación radical de las condiciones de vida y de trabajo que se desarrollaron a mediados del siglo XVIII y durante el XIX. Fueron también el origen de las revoluciones liberales inglesa y francesa.
Desde el punto de vista político se distinguieron por la defensa del individuo y de los derechos individuales. La sociedad era el resultado de un pacto entre individuos, mediante el cual cada uno renunciaba al ejercicio de la violencia a favor de la Monarquía o del Estado que encarnaba la soberanía. El individuo debía protegerse frente al poder mediante un juego de contrapesos o lo que se ha llamado la división de poderes, de tal forma que unos poderes limitaban y controlaban a los otros.
Desde el punto de vista económico destacan algunas de sus ideas:

La defensa del individualismo y la libre iniciativa individual.
Su visión del hombre como homo oeconomicus (hombre económico). Esta expresión latina se usa para indicar una concepción del hombre cuyos rasgos son el individualismo, el egoísmo y la racionalidad. El hombre es un individuo calculador, racional y egoísta y sólo desde ahí orienta su comportamiento, calculando fríamente costes y beneficios para sí.
La separación entre el espacio público, ámbito de la política y sometido a la ley, y el espacio privado, ámbito de la intimidad e inviolable.
La idea de que el bien general se sigue como consecuencia no querida de la búsqueda del bien y del interés individual. Por ello, el Estado debe abstenerse de intervenir en la economía y dejarla en manos de la iniciativa individual y privada. La intervención del Estado distorsiona la economía e introduce desorden en el sistema económico. El mercado es el gran instrumento que regula automáticamente las relaciones entre los individuos y las cosas. Si se deja el mercado a sí mismo, el mecanismo de la oferta y la demanda establecerá automáticamente los precios justos y el equilibrio entre las partes. El mercado es capaz de resolver satisfactoriamente todas las demandas y necesidades de los individuos.
El único papel del Estado es garantizar la seguridad exterior, el orden público y el respeto a los pactos entre particulares, así como la persecución de todo lo que vaya en contra de la libre competencia. Los sindicatos, los gremios, las antiguas estructuras corporativas, etc., son elementos que distorsionan el juego del libre mercado. Se impone la política del laisez faire.

Laissez faire, laissez passer, le monde va de lui même.
Dejar hacer, dejar pasar, el mundo va por sí mismo.

Esta frase expresa la doctrina de que hay un orden natural de las cosas, regido por sus propias leyes, y que lo mejor es dejar que funcionen por sí mismas sin intervención de ningún tipo. Se convirtió en el lema del primer liberalismo económico.

Los pioneros del absolutismo económico soñaron con una sociedad sin trabas para el comercio, de modo que viviese al ritmo marcado por el desarrollo de un mercado autorregulador. Pero este pilar central del credo liberal -que proporciona refuerzo y sentido a otras piezas fundamentales del sistema de mercado del siglo XX, tales como el patrón oro, el equilibrio entre las potencias y el propio Estado liberal-, dejó a las sociedades a mercer de los vaivenes imprevisibles provocados por la especulación, el afán de lucro y la libre competencia de los negocios. Por primera vez en la historia de la humanidad, la sociedad se convertía en una simple función del sistema económico y flotaba sin rumbo en un mar agitado por las pasiones y los intereses, como un corcho en medio del océano. La tierra, los hombres y el dinero se vieron fagocitados por el mercado y convertidos en simples mercancias para ser compradas y vendidas. La naturaleza y los hombres, como cualquier otro objeto de compraventa, sometido a la ley de la oferta y de la demanda, quedaron al arbitrio de un sistema caótico que ni tan siquiera conspicuos industriales, hábiles políticos y sagaces financieros acertaban a gobernar. Las viejas formas de sociabilidad fueron sacrificadas al nuevo ídolo del mercado autorregulador.
F. Álvarez-Uría y J. Varela, Economía y sociedad

viernes, 17 de abril de 2020

"La República" de Platón: Teoría educativa


El problema hacia el que se orienta desde el primer momento el pensamiento de Platón es el problema del Estado. El propio Platón califica La República como su obra central, en la que convergen todas las líneas de sus escritos anteriores. En esta obra, el autor elige como unidad suprema de exposición no la forma lógica abstracta del sistema, sino la imagen plástica del Estado, enmarcando en ella todo el ámbito de sus problemas éticos y sociales.

La República no es una obra de derecho político o administrativo, de legislación o de política en un sentido actual. Platón no parte de un pueblo histórico existente, no se siente vinculado a un determinado suelo ni a una ciudad determinada. La gran masa de la población, sus costumbres y su nivel de vida quedan al margen del estudio platónico. Quedan eliminados como cosas accesorias.

Es conveniente precisar, antes de nada, en qué consiste su método educativo: la dialéctica. En La República, la dialéctica es presentada como la forma suprema de la actividad pedagógica. En su sentido más amplio, la dialéctica incluye todo aquello que generalmente se designa con los nombres de discusión, discurso, debate y argumentación. Para Platón la dialéctica constituye el más importante y profundo de los métodos educativos: es aquello que capacita a una persona a responder a las preguntas de la forma más adecuada y científica.


“La dialéctica es, por decirlo así, el coronamiento y el colmo de las demás ciencias; que no hay ninguna que pueda colocarse por encima de ella (…). El que se dedica a la dialéctica, renunciando en absoluto al uso de los sentidos, se eleva, sólo mediante la razón, hasta la esencia de las cosas.” La República, Libro VII


Todos los diálogos se refieren de alguna manera a la dialéctica, y por otra parte, muchos de ellos tratan de la educación y algunos –especialmente, La República- se ocupan explícitamente de la educación en tanto que actividad dialéctica. En La República, Platón afirma que es peligroso enseñar a los jóvenes las técnicas de la argumentación dialéctica porque es muy probable que abusen de ellas y que se pierdan en meras querellas verbales o erísticas. Insiste Platón en La República, en que no debe enseñarse la dialéctica a personas de menos de treinta años:


“¿No es una excelente precaución prohibirles la dialéctica cuando son demasiado jóvenes? No ignoras, sin duda, que los jóvenes, cuando han recibido las primeras lecciones de dialéctica, se sirven de ella como de un pasatiempo, y tienen fruición en provocar controversias sin cesar.” La República, Libro VII


Los debates sobre la poesía y la música ocupan los libros II, III y IV; el problema del valor de las ciencias abstractas se coloca en lugar central en los libros V, VI y VII; y el libro X vuelve a examinar desde nuevos puntos de vista el problema de la poesía. En los libros VIII y IX investiga las formas de gobierno, y en el libro I expone el problema de la justicia.

Para comprender el punto de arranque de la obra de Platón debemos tener presentes en nuestro espíritu las luchas libradas en torno al ideal de la justicia en los siglos anteriores a Platón. La justicia era la virtud política por antonomasia, la que resumía a las demás. Ahora cobra un sentido distinto, más interior. Para el discípulo de Sócrates no puede significar ya la simple obediencia a las leyes del Estado, la nueva legalidad, que fuera en otro tiempo baluarte protector del estado de derecho frente a un mundo de anárquicos poderes feudales o revolucionarios. El concepto platónico de lo justo está por encima de todas las normas humanas y se remonta a su origen en el alma misma. Es en la naturaleza más íntima de ésta donde debe tener su fundamento lo que el filósofo llama lo justo.

El sentido del Estado, tal como lo revela Platón, es, si nos fijamos en su superior esencia, educación. De este modo, la política y la educación se convierten en los puntos cardinales de la obra de Platón.


Séneca

Lucio Anneo Séneca (4. a.C. - 65 d.C.), hijo de una familia romana instalada en la Bética (Andalucía), nació en Córdoba; siendo niño su familia se trasladó a Roma. En la capital recibió una formación humanística en la que predominaron las enseñanzas y las influencias de los filósofos estoicos. Después de una estancia en Egipto y de sufrir un destierro en Córcega, volvió a Roma, en donde fue preceptor de Nerón y tras ser éste nombrado emperador se convirtió en su principal consejero (o ministro) y en uno de los personajes más influyentes de la administración romana. Pero tras un tiempo, no muy largo, de armonía casi perfecta, poco a poco fueron surgiendo diferencias entre uno y otro debido al progresivo endurecimiento de la política de Nerón. Con el fin de atenuar los excesos del emperador, Séneca escribió De clemencia, en el que le pide que sea razonable y prudente de acuerdo con las virtudes naturales; pero nada consiguió. Fue entonces cuando Séneca, casi retirado de la vida política, escribió sus obras principales, entre las que podemos destacar las siguientes: Cartas a Lucilio (su hijo), Sobre la amistad, Exhortación a la filosofía, Filosofía moral, etc. Otras obras dignas de mención son: De consolación, Sobre la brevedad de la vida o Sobre la tranquilidad del alma.
Tras su retirada de la vida política se convirtió en blanco de las miradas de quienes pretendían poner freno a los desmanes de Nerón y, en ese sentido, junto con algunos senadores y otros personajes ilustres cercanos al poder, participó en la conspiración de Cayo Calpurnio Pisón (quien pretendía el entorchado imperial) y fue condenado a muerte, cumpliendo la condena por su propia mano.
En cuanto a los contenidos de sus obras, se encuentran dirigidos a poner de relieve la existencia de una razón universal, rectora del cosmos, que somete todas las cosas y de la cual deben participar la razón de todos y cada uno de los seres humanos; en este sentido, las personas, por una parte, han de procurar actuar de modo racional en todas sus actividades y, por otra, en tanto en cuanto todos los acontecimientos son manifestaciones de un orden o de una razón superior, han de conformarse con su suerte, han de aceptar las consecuencias positivas o negativas que les depare su destino.
De acuerdo con estas líneas, Séneca enseña la prudencia en la conducta: no dejarse arrastrar por las pasiones o, lo que es igual, anteponer siempre la razón a las pasiones; la conquista de la paz interior, la tranquilidad del alma, la preocupación por nuestros semejantes y por las cuestiones sociales y, en último término, como aspecto más destacado de la doctrina estoica, la indiferencia (apatía) y la autonomía interior ante los males y las asechanzas externas. La persona íntegra sabe superar y sufrir, impertérrito, todas las suertes y las desgracias.

lunes, 13 de abril de 2020

Las circunstancias políticas y filosóficas de la Atenas de Platón


La caída de Atenas en el año 404 a.C., después de una guerra sostenida por los estados griegos de casi treinta años, supuso el fin de un siglo de gran florecimiento de la cultura griega. El perfecto equilibrio conseguido entre el espíritu y el poder en ese estado armonioso, que parecía sólido, no pudo ser mantenido. Pareció como si el progreso hubiese dado un salto atrás de un siglo hasta la época de las primitivas polis aisladas de la antigua Grecia.
Las consecuencias de la catástrofe no pudieron ser meramente políticas, ya que desde el primer momento de la vida de Atenas, la cultura fue inseparable de la política. Tuvo necesariamente que repercutir sobre la moral y la religión de la existencia humana. La población ateniense se concienció de que sólo sus bases espirituales podían salvar su ciudad. Esta conciencia se abrió paso tanto en la filosofía como en la vida práctica. De este modo, el siglo IV se convirtió en un período de reconstrucción interior y exterior.
Es asombrosa la rapidez con que el estado ateniense se repuso de su derrota y supo encontrar nuevas fuentes de energía material y espiritual. Quedó así claro que la verdadera fuerza de Atenas era, incluyendo la del estado, su cultura espiritual. Todos los esfuerzos se concentraron en la misión que a la nueva generación le planteaba la historia: reconstruir el estado y la vida de la polis.
El problema hace que el impulso pedagógico se fortalezca en enormes proporciones, se haga apremiante y adquiera un profundo afán por despertar un nuevo ideal de educación y de cultura.
El siglo V había discurrido bajo la realización plena de la democracia. La victoria espartana hizo sucumbir el ideal democrático del siglo anterior. La primera reacción ante la derrota fue la de reformar las instituciones libres del estado ateniense y capitular sobre la cultura espartana, pero esta idea no tardó en ser contrarrestada un año después. Se restauró la constitución democrática y la amnistía general.
Pero el problema no se solucionó. Tan sólo se desplazó de la actuación política práctica a la pugna espiritual. Se abrió paso al enfrentamiento entre la disciplina rigurosa de Esparta y la libre democracia de Atenas.
Los nuevos sistemas de educación creados en el siglo IV partían de un libre pensamiento, pero no similar al de la democracia del siglo V. Sus nuevas ideas políticas y pedagógicas, religiosas y éticas, se desarrollaron libremente en busca de un ideal nuevo y más alto de estado y de sociedad, y culminó con la búsqueda de un nuevo Dios. El pensamiento del siglo IV trascendió el mundo terrenal, estableciéndose en un plano celestial.
Este desplazamiento del punto de enfoque de la cultura distingue el nuevo siglo del anterior. Las nuevas ideas acabaron siendo las bases de la ciencia y la filosofía occidentales y los principios de la religión universal del cristianismo.