miércoles, 31 de marzo de 2021

La Atlántida

El mito de la Atlántida es uno de los más discutidos y más populares de la historia, ya que el relato se centra en la vieja aspiración de la humanidad de una tierra más feliz. Posiblemente no exista una leyenda más misteriosa y romántica y que haya seducido la imaginación de tantas generaciones como la de la Atlántida. Es una historia que cuenta con veinticinco siglos de existencia, dado que las primeras noticias sobre ella nos las ofrece Platón en sus diálogos Timeo y Critias. En ellos se nos habla de una gran isla llamada Atlántida, más grande que Asia y Libia juntas, situada al otro lado de las Columnas de Hércules y habitada por un pueblo guerrero y poderoso. La isla desapareció violentamente debido a un gran seísmo y fue tragada por el mar.

A partir del relato de Platón se han sucedido miles de hipótesis acerca de si la Atlántida es una mera ficción o si verdaderamente existió. En cualquier caso, no existe ninguna prueba que confirme esto último. Puede ser que Platón intentase describir un lugar ideal, tanto geográfico como social, es decir, un lugar perfecto para vivir en comunidad, lejos de la corrupción, sin preocupaciones económicas ni desigualdades sociales, sin injusticias ni ambiciones. En resumen, una utopía basada en la felicidad colectiva.

Los que creen en la realidad de la Atlántida han sostenido las opiniones más insólitas para poder encontrar su ubicación en este mundo. Desde una Atlántida hiperbórea, situada en los países nórdicos, hasta una Atlántida antártica, pasando por una Atlántida oriental, cerca de Persia, o una occidental, alrededor de las Baleares o en el sur de España.

Sin embargo, Platón la sitúa en el océano Atlántico. Por esta razón, reclaman para sí la Atlántida varias islas, como las Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde.

Vista del Teide, volcán emblemático del archipiélago canario, recurrentemente identificado con el mito del Atlas.

sábado, 27 de marzo de 2021

El ideal educativo según los pitagóricos

La primera sistematización filosófica del ideal educativo helénico fue intentada por Pitágoras alrededor del año 500 a.C., o mejor aún por los pitagóricos. A decir verdad, la filosofía de los pitagóricos, como la de muchos presocráticos, es a un tiempo especulación y disciplina, iniciación y purificación, doctrina de la salvación y de la sabiduría práctica para conquistar la perfección y la beatitud. Su actividad especulativa se ejercía a lo largo de las directrices de los grandes temas místicos del orfismo anterior, y la iniciación se efectuaba todavía por medio de ritos ascéticos que permitían la entrada en las escuelas, las cuales eran también sectas religiosas y se parecían a las residencias de los antiguos magos. Esto los ponía al alcance de la mentalidad de los primitivos. Pero los pitagóricos, hombres y mujeres, en cuyos cenáculos se les forzaba a liberar el alma del ciclo fatal de los nacimientos y de las muertes (metempsicosis), no se limitaban a prescribir la vida en común, el alimento frugal (vegetariano), los estudios, las lecciones y las discusiones sabiamente alternadas con los silencios de solitarios y pensativos paseos; resolvían ya el problema de la educación según el criterio propio del genio específico de los griegos.

lunes, 1 de marzo de 2021

Finalidades y defectos de la educación ateniense

La educación ateniense, puesta en práctica en la escuela y en la ciudad, tenía dos finalidades precisas: el desarrollo del ciudadano fiel al Estado y también la formación del hombre como persona que ha adquirido plena armonía y dominio de las propias actividades. No hay nada en ella que tenga en cuenta la preparación técnica y profesional del educando, ni aun siquiera una cultura especializada y con miras utilitarias. Los artesanos y los comerciantes aprendían sus oficios esencialmente fuera de la escuela. Pero en ella los atenienses se hacía hombre en el más amplio sentido de la palabra, con la más amplia variedad de intereses culturales, con el más amplio desarrollo del sentido innato de la belleza, con la celebración constante de ese ideas de armonía y gracia que era su característica. A este ideal se supeditaba también la enseñanza de la gimnasia, que ciertamente tenía como finalidad la salud, la fuerza y la belleza del cuerpo, pero sobre todo era apreciada también, como la música, por el benéfico influjo que ejercía sobre la formación espiritual. Por esto, más que con miras al deporte profesional, los atenienses trataban de dar al cuerpo esa salud equilibrada, elegante y agradable, que entonaba muy bien con el florecimiento de las actividades del espíritu y más bien las promovía. En la otra finalidad figuraban el dibujo, el canto y la danza: estas actividades eran cultivadas por motivos puramente estéticos y morales. En las ceremonias religiosas y civiles y durante las representaciones dramáticas, la danza era un elemento decorativo esencial y, junto con la gimnasia y la música, contribuía a la educación del gusto por la belleza y a la formación de la armonía interior, en la que se resumía la vida moral.