domingo, 26 de mayo de 2013

Las distintas condiciones de humedad de la Península Ibérica

La Península, por su situación, es mediterránea. No obstante existe una Iberia húmeda que la dota de gran personalidad.

1. La Iberia húmeda
Se extiende por el norte de Portugal, el noroeste de la Península, costa cantábrica, Pirineos y algunas montañas interiores. Se caracteriza por no tener ningún mes seco (menos de 30mm); por un elevado número de días con precipitaciones (150-175); por índices elevados (más de 800 mm); y por la distribución regular de las precipitaciones (Gijón en verano recibe el 17% de las precipitaciones; Sevilla sólo el 2,5%).
Se explica el régimen y el elevado índice por la dinámica atmosférica y por la disposición del relieve: el Frente Polar afecta a este dominio incluso en verano; las cordilleras, por otra parte, son pantallas de condensación. Al sur existen estaciones, con uno o dos meses secos, semihúmedas.



2. La Iberia de veranos secos
En ella podemos distinguir tres subconjuntos:
a) Dominio de precipitaciones equinocciales separadas por dos mínimos. Comprende las dos Castillas, el sector central del Sistema Ibérico y el Valle del Ebro. En este dominio las precipitaciones se reciben en otoño y sobre todo en primavera. El verano (tres meses) y el invierno (dos meses) constituyen dos mínimos pronunciados. El número de días de precipitaciones oscila de 60 a 100. Y el total de precipitaciones entre 300 y 500 mm.
Estas condiciones se explican por la dinámica atmosférica y el relieve: el mínimo de verano está determinado por la influencia del anticiclón de las Azores; el de invierno por la persistencia anticiclonal; el otoño y la primavera están libres para el paso del Frente Polar. Estas situaciones explican el escaso número de días de precipitación. La ausencia de pantallas condensadoras en las amplias llanuras explica los bajos índices.
b) El dominio de lluvias de otoño. Comprende la costa mediterránea, desde Gerona a Murcia, incluyendo Baleares. Presenta un régimen de dos máximos equinocciales, muy destacado el otoño, y los mínimos de verano e invierno, como el conjunto anterior. En el otoño se reciben abundantes precipitaciones (45% del total anual en Valencia, 42% en Murcia, 38% en Tarragona) y de gran intensidad horaria (en Valencia 630 mm en un día, en 1957; en Esparraguera, en Cataluña, 285 mm en un día), de tal manera que pueden llegar a recibir el 29% de las precipitaciones anuales en un sólo día de otoño o casi la mitad en un sólo mes. Se explican tan irregulares y abundantes precipitaciones por la influencia del Frente Polar, pero sobre todo por la del Frente Mediterráneo y activas gotas frías, en los mismos meses. Por lo demás, el número de días de precipitaciones es de 60 a 75 y las precipitaciones globales oscilan entre 400 y 500 mm.
c) El dominio de precipitaciones de otoño-invierno. Se extiende por Extremadura, sur de Portugal y Andalucía. Presenta un mínimo estival muy acusado de 4 ó 5 meses secos. El número de días de precipitación oscila entre 80 y 120, y el índice global, de 450 a 650 mm. La prolongada sequía estival se explica por la persistencia del anticiclón de las Azores; y las precipitaciones de invierno por el paso de las borrascas suratlánticas del Frente Polar, el Frente Sahariano y las gotas frías de penetración suroeste.

Aridez en el sureste español
Se refleja en la ausencia de manto vegetal.
3. La Iberia siempre seca
Corresponde al sureste de la Península, desde el golfo de Almería hasta el cabo de Palos, pudiendo también incluir, aunque no tan claramente, a Murcia y Alicante. Es un dominio original en Europa, caracterizado por su acentuada aridez. A lo largo del año tan sólo llueve unos 40 días; las precipitaciones, concentradas en pocas horas, son muy irregulares. Por ello 9 ó 10 meses son secos (Almería, Cartagena) y tan sólo se reciben lluvias en otoño y alguna en invierno. El volumen global de precipitaciones es escaso, inferior a los 350 mm e incluso a los 250 mm. Es un dominio subárido.
La dinámica atmosférica explica una parte de esta aridez: en primavera y otoño el Frente Polar circula algo más al norte; las gotas frías del otoño le afectan en el área de subsidencia. Pero la responsabilidad mayor se encuentra en el relieve: la Penibética actúa de pantalla de sombra frente a las borrascas suratlánticas de otoño y de invierno, dejando al sureste libre de precipitaciones. La explotación agrícola ha tenido que adaptarse.

En definitiva, dos dominios claramente definidos, la Iberia húmeda y la seca. En la segunda la irregularidad de índices entre unos años y otros, la irregularidad en la distribución anual, la fuerte intensidad horaria de los aguaceros y la acusada aridez estival, son aspectos que la convierten en península mediterránea. La diferencia con Europa Occidental no consiste tanto en los índices (Barcelona con 594 mm es tan lluviosa como París o Londres) sino en la distribución anual. En gran parte de la Península no coinciden elevadas temperaturas y precipitaciones. Aplicando distintos métodos para calcular la aridez, la Península se presenta como semiárida en un 60-75%.

jueves, 23 de mayo de 2013

Grecia: las letras y las ciencias

Los griegos cultivaron las artes y las ciencias, y su legado cultural sigue vigente en nuestros días. Ellos establecieron los conocimientos básicos de la civilización occidental.

1. La filosofía
Surgió en Grecia cuando varios pensadores intentaron explicar el origen y la naturaleza del ser humano y de todo lo que le rodea. Los filósofos más importantes fueron Sócrates, Platón y Aristóteles.

2. La literatura
Además de cultivar la poesía, los griegos inventaron el teatro (tragedia y comedia). Los primeros poemas épicos, género de poesía que narra hazañas guerreras o hechos admirables de héroes individuales o de pueblos enteros, que se conocen son la Ilíada y la Odisea; escritos por Homero, estaban pensados para ser recitados o cantados y sirvieron para unificar la lengua griega. En cuanto al teatro, sus máximos representantes fueron Esquilo, Sófocles y Eurípides. Los griegos también fueron los primeros que relataron el pasado. El primer historiador, considerado padre de la historia, fue Heródoto, aunque también destaca Tucídides por ser el primero que pretendió relatar los acontecimientos históricos de una forma objetiva.

Anaxágoras, pintado
 por José de Ribera (1636)
3. Las ciencias
Tuvieron un gran desarrollo. En matemáticas destacaron Pitágoras, con su famoso teorema, y Euclides; en física, Arquímedes; en medicina, Hipócrates y Galeno, y la astronomía recibió un gran impulso con Aristarco, Eratóstenes y Anaxágoras.

En la Grecia antigua, Aristarco de Samos defendió que la Tierra era redonda y que giraba alrededor del Sol.

Eratóstenes calculó el volumen y el diámetro de la Tierra, el Sol y la Luna, así como las distancias entre estos astros.

Anaxágoras (500-428 a.C.) afirmó que la Luna recibía la luz del Sol y explicó sus fases; interpretó correctamente los eclipses y mantuvo que en el universo había otros mundos habitados

sábado, 11 de mayo de 2013

Los núcleos cristianos del norte

Toda la zona montañosa del norte de la Península, desde Asturias hasta los Pirineos orientales, mantuvo su independencia ante Al-Andalus. Allí vivían unos pueblos que en general conservaban unas estructuras sociales arcaicas, y que apenas habían recibido influencias ni de romanos ni de visigodos. No obstante, en esa zona, particularmente en Asturias, buscaron refugio algunos nobles godos que huían del avance musulmán.

1. Del reino astur a la Marca Hispánica
En el norte de la Península se fueron constituyendo diversos núcleos políticos: el reino astur, más tarde llamado astur-leonés, que extendía su influencia desde Galicia hasta el alto Ebro; Pamplona; Aragón; la zona de influencia carolingia, conocida con el nombre de Marca Hispánica. La historia de estos núcleos, entre los siglos VIII y X, fue en principio de mera supervivencia, después de consolidación e incluso, cuando esto fue posible, de expansión hacia el sur.


Reparto del territorio peninsular entre la Cristiandad y el Islam hacia los comienzos del siglo X.
En las montañas de Asturias, donde la penetración musulmana tropezó con una resistencia encarnizada (Covadonga, 722), se formó un núcleo político que se decía sucesor de la desaparecida monarquía visigoda. Era el reino astur. Aunque los musulmanes realizaban razzias frecuentes (ataques sorpresa) contra sus fronteras, el hecho de que los islamitas no estuvieran asentados al norte del Sistema Central favorecía a los cristianos del reino astur.


Estatua de Alfonso II en Santiago de Compostela
Durante su reinado se descubrieron en Galicia
los presuntos restos del Apóstol Santiago.
Alfonso II el Casto (791-842), que mantuvo relaciones con Carlomagno, dio gran consistencia al núcleo astur. Alfonso III (866-911) llegó hasta la línea del Duero. Poco después la capital del reino se trasladaba a León. En el siglo X el enfrentamiento entre musulmanes y cristianos favoreció unas veces a los primeros (Valdejunquera), otras a los segundos (Simancas), pero se mantuvo el Duero como frontera meridional del reino astur-leonés. Paralelamente, la zona oriental del mismo, especialmente expuesta a las incursiones musulmanas, vivía de manera casi autónoma. El territorio, al que se dio el nombre de Castilla, adquirió prácticamente su independencia en el siglo X con el conde Fernán González.

En los Pirineos occidentales y centrales las posibilidades de expansión de los cristianos estaban muy limitadas, pues los musulmanes se habían instalado sólidamente en el valle del Ebro. El núcleo navarro estuvo sometido a una doble influencia, los carolingios por el norte, los Banu Qasi, poderosa familia de origen muladí, por el sur. En el siglo X la dinastía Jimena, apoyada por los reyes astures, se hizo fuerte en el reino de Pamplona. En los Pirineos centrales surgió a principios del siglo IX, con la figura de Aznar Galindo, el condado de Aragón. Un siglo más tarde Aragón quedó vinculado al dominio de los reyes de Pamplona.

En el noreste de la Península los carolingios intervinieron militarmente, ocupando el norte de la actual Cataluña y llegando hasta Barcelona (801). Al conjunto del territorio se le denomina la Marca Hispánica, por ser zona fronteriza del imperio de Carlomagno. En realidad lo que se estableció fue un mosaico de condados (Barcelona, Gerona, Ampurias, Urgel, Cerdaña...), que dependían de la autoridad de los reyes francos. No obstante, a lo largo del siglo IX se fueron debilitando los lazos de dependencia hacia los monarcas carolingios. Al mismo tiempo, los diversos condados se fueron aglutinando en torno al conde de Barcelona, proceso que era ya muy visible a fines del siglo IX con el conde Vifredo. En los últimos años del siglo X, coincidiendo con el ascenso de los Capetos en Francia, el conde de Barcelona Borrell se declaró independiente. Simultáneamente los condes catalanes avanzaron hacia el sur, llegando hasta una línea dibujada por los ríos Llogregat, Cardoner y Segre medio.

2. Los orígenes de la repoblación
Durante los siglos IX y X, los reyes astures incorporaron a sus dominios la extensa cuenca del Duero. Por su parte los condes de Barcelona se anexionaron la comarca de Vic. Ambos territorios se hallaban prácticamente desiertos, de ahí que la primera tarea a realizar fuera repoblarlos y ponerlos en explotación. Este proceso, que tuvo una importancia excepcional en la España medieval, se conoce con el nombre de repoblación.
Para poner en marcha esta ingente obra se necesitaba la existencia de pobladores, pero éstos escaseaban. La repoblación de los siglos IX y X se llevó a cabo con dos tipos de gentes, habitantes de las zonas montañosas que descendían a las llanuras y mozárabes que emigraban desde Al-Andalus. El sistema de repoblación puesto en práctica en estos siglos se denomina presura (aprisio entre los catalanes). Los repobladores que llegaban a un lugar tomaban posesión del mismo, organizaban los núcleos de población, delimitaban los términos y procedían a roturar los campos. La repoblación podía ser hecha por los propios monarcas, por nobles, eclesiásticos o grupos de campesinos. En general, este sistema de repoblación dio lugar a la aparición, particularmente en Castilla, de numerosos pequeños propietarios, agrupados en comunidades aldeanas. En otras regiones, Galicia especialmente, se constituyeron por el contrario grandes propiedades.

domingo, 5 de mayo de 2013

La cultura y el proceso de socialización

¿Cómo se integran los hombres a una cultura? ¿De qué manera se convierten en sujetos actuados y actuantes dentro de determinado marco cultural?
Durkheim afirmaba que el individuo no es la persona, y es precisamente este tránsito de individuo hasta persona, o con más precisión, hasta miembro de la sociedad, lo que se consigue mediante lo que los científicos sociales definen como proceso de socialización o de aprendizaje. Mediante este proceso se adquirirán paulatinamente aquellos aspectos que hemos considerado anteriormente como componentes de la cultura; o sea, la posesión de unas creencias y unos valores, la aceptación de determinadas instituciones, el uso de los respectivos materiales y la adopción de unas técnicas específicas.

El proceso de socialización tiene lugar a través de toda la vida de las personas; las experiencias acumuladas y el influjo de la sociedad se hacen sentir en todo momento. Sin embargo, no en todas las etapas de la vida los humanos sufren con la misma intensidad este proceso; es en la infancia y la adolescencia donde el aprendizaje ejerce un mayor peso, es en estos períodos de la vida donde la personalidad se conforma de acuerdo con las pautas dominantes en su medio social.
En la sociedad urbana e industrial, el proceso de socialización tiene una mayor continuidad en edades y en épocas no comprendidas en la infancia o en la adolescencia. La característica de continuo cambio y la consiguiente necesidad de adaptación a tales cambios por sus integrantes, se juntan a la gran división del trabajo, especialización de funciones y creciente tecnificación, ocasionando una mayor prolongación del proceso de aprendizaje y de la socialización hacia edades más bien alejadas de la infancia y de la adolescencia.

Sigmund Freud (1856-1939)
La influencia de uno de los mayores atlantes del pensamiento científico occidental, Sigmund Freud, se ha dejado sentir en el campo del estudio de la cultura y mucho más en el relativo al proceso de socialización, puesto que éste está íntimamente ligado a la formación de la personalidad, y al papel desempeñado por los progenitores, y por lo básico de las experiencias que soporta el niño durante sus primeros años de vida. Sin embargo, las proposiciones freudianas no tienen carácter universal y no pueden ser entendidas en los mismos términos de relación en sociedades diferentes. No actúa de la misma manera el complejo de Edipo, en el medio social burgués de Viena, donde trabajó Freud, que en los pueblos en los que el papel del padre biológico está desempeñado por el hermano mayor de la madre, como es el caso de una buena parte de las sociedades africanas, de la polinesia o entre muchas tribus de indios en Norteamérica.
La importancia en el proceso de socialización de los grupos primarios, o sea aquellos cuyas relaciones son estrechas, íntimas y en los que el principal vínculo de unión es de carácter afectivo (grupos de amistad, juego, familiares, pandilla, etc.), fue puesto de manifiesto por el sociólogo norteamericano Ch. H. Cooley. Por ser estos grupos aquellos con los que más frecuentemente se encuentra el niño durante un período en el que las presiones externas se insertan en la formación de la personalidad, tienen que ejercer una fuerza más poderosa en el proceso de socialización.
Los problemas de adaptación del individuo al grupo son también observados desde la perspectiva sociológica, aunque lo frecuente es que los sociólogos, en este proceso, pongan más el acento en la estructura social que en la cultura, con olvido de la estrecha interrelación que existe entre cultura y estructura social.
El estudio de la personalidad se suele encontrar dentro del repertorio de las materias atribuidas a los psicólogos. Sin embargo, las diversas disciplinas o ciencias parciales de las Ciencias Sociales no pueden ser consideradas como departamentos estancos, como tampoco el que exista entre ellas fronteras y campos nítidamente definidos.
Por personalidad entendemos la estructuración de los elementos psicológicos de la persona, su exteriorización y proyección frecuente a los demás. La formación de la personalidad es otra de las manifestaciones del proceso de socialización.
La personalidad, por lo tanto, viene a ser un resultado del impacto de la cultura sobre el individuo. Pero esta afirmación no quiere decir ni mucho menos que se asigne exclusividad a la cultura en la formación de la personalidad. Junto a la cultura hay otra serie de factores que inciden en la formación de la personalidad.
En primer lugar, tenemos el factor constituido por el medio ambiente; las condiciones físicas del terreno, el clima, etc.
Las características biológicas del propio individuo es otro factor a tener en cuenta. En cuanto a la personalidad, es evidente cómo influye en el carácter y el tipo de la estructura física del individuo, o los aspectos relacionados con su salud y con las condiciones en los que se desenvolvió su crecimiento y desarrollo físico.
Las influencias recibidas en la edad temprana son esenciales y de ellas depende mucha de la trayectoria del niño.
Y, por último, la acción social o las influencias del medio en el que se vive; la cultura de su sociedad y las variantes que esta lleva implícitas en el subsector social en el que se encuentre inmerso el individuo.
Entre todos estos factores hay una estrecha relación e influencia mutua. La acción social tiene trascendencia en el tipo de influencias que el niño sufre en sus primeros años de vida. El tipo de familia, el carácter de las relaciones, la mayor o menor posibilidad de que se creen grupos primarios en su contorno, son instrumentos a través de los cuales se ejercen las influencias sobre los primeros años de la vida del individuo. Por otro lado, las condiciones físicas son condicionantes del tipo de cultura que se da en ese mismo medio ambiente. Como también el medio ambiente es un factor de las características físico-biológicas pertenecientes a los individuos allí criados.
El tipo de cultura de una sociedad también influye sobre las condiciones físicas sobre las que se orienta. Se puede transformar el terreno, modificar el clima, etc. Sobre todo, esto sucede en lo que respecta a la sociedad industrial, en la que la lucha contra las fuerzas de la naturaleza ha ganado mucho terreno en su favor, haciendo posible la vida por medio de la tecnología en todos los ambientes.