viernes, 27 de marzo de 2020

El pensamiento pedagógico de Lucio Anneo Séneca

Estatua de Séneca en Córdoba
1. Vida y obra
Lucio Anneo Séneca nació en Córdoba en el año 4 a.C. Fue gran filósofo y poeta. Siendo niño, fue llevado a Roma junto con sus hermanos. Más tarde recibió lecciones de los filósofos Sextio, Atalo, Soción de Alejandría y Demetrio el Cínico. Joven todavía, fue a Egipto, regresando pronto a roma. Fue senador en tiempos de Calígula y alcanzó entonces con sus libros su genial temperamento, su sobriedad de vida y el tona moralista de su ciencia, tal popularidad que llegó a excitar la envidia de los emperadores, primero de Calígula y después de Claudio. Tras el destierro a Córcega por la envidia de Claudio hacia él, regresó a Roma después de ocho años. Se encargó de la educación de Nerón, quien le proporcionó un período de vida de riqueza y opulencia. Pero la envidia que todos tenían de Séneca llegó hasta el mismo Nerón, quien apartó a Séneca de su lado. Retirado Séneca a la vida privada, vivió modestamente a las afueras de Roma. Se consagró a sus meditaciones filosóficas hasta la condena a muerte que le proporcionó injustamente su discípulo.
Sus obras en prosa son: De situ Indiae, De motu terrarum, De situ et sacris Aegyptiorum, Consolatio ad Marciam, De tranquilitate animi, De ira y De brevitate vitae.

2. Pensamiento
Séneca expone todos los preceptos educativos preocupado enormemente por el hombre y su perfeccionamiento. Dejó un pensamiento muy claro seguido por muchos pensadores, aunque fuera un hombre bastante paradójico en el sentido de que su pensamiento no iba de acuerdo con su conducta, acusado de adulterio. Pero esa vida azorosa nos ayuda a comprenderlo y hace más real su idea de hombre.
No participa del optimismo exagerado de Sócrates, sino que comprende el papel de la voluntad, la debilidad de la naturaleza humana, que hace al hombre verdadero. En su pensamiento encontramos ideas que le acercan al pensamiento cristiano.

 Sobre la divinidad  
En su obra, la idea de un Dios que trasciende a la materia, aparece con claridad. Por otra parte, la idea de un Dios cercano al hombre es patente, y a la vez, Dios es superior a él. El acercamiento del hombre a Dios debe ser desde el acercamiento a la persona.
Ángeles Galino recoge las ideas de Séneca acerca de Dios:

Dios está tan encima del hombre que no puede recibir injurias ni beneficios del hombre.
Dios no es ajeno ni indiferente a la vida de los hombres.
Dios es modelo sumo de generosidad, da sin recibir.
Dios premia a los que le son fieles, pero no con bienes materiales, sino apartándolos de lo que pudiera servir para su imperfección.
Dios es ejemplo para el hombre.

 El alma  
La idea de la trascendencia que comienza a entreverse en el hombre no es clara. La muerte, o nos consume o acaba con nosotros o nos libera o es un final o es un tránsito. Séneca afirma que la virtud prepara al alma para el conocimiento de las cosas del cielo, para cierta participación de la existencia divina. Llega incluso a decir que esta vida es "un camino hacia otra mejor y más larga", de tal manera que en ella iríamos madurando hacia "un nuevo nacimiento".

 La inmortalidad  
Para Séneca, la vida es en parte un ir muriendo; así, por ejemplo en Cartas a Lucilio, le dice:

No caemos de súbito en la muerte sino que a ella vamos minuto a minuto y cuando crecemos, la vida decrece. [...] No quiso vivir quien no quiere morir. La vida se nos dio, con la condición de la muerte, y a ella nos conduce. Temerle es un desatino.

En otro de sus textos, recoge la siguiente reflexión:

Tras la muerte nuestra alma tendrá motivos de felicitarse, cuando salida de estas tinieblas en las que se revuelca, no sólo verá la realidad con ojos cegajosos, sino que admitirá en sí todo el deslumbramiento del día y será restituida a su cielo que ocupará por derecho de nacimiento.

La idea de la muerte es como un fin total. También justifica el suicidio:

Es lícito que vuelvas allí de donde viniste.

 El hombre  
Su naturaleza racional lo eleva y hace que su naturaleza humana guarde parentesco con la naturaleza divina. Aparece pues aquí una idea que permanece constante en la filosofía de la educación: el dualismo entre alma y cuerpo, o el cuerpo como limitación del alma.

 La razón  
La razón es el distintivo del hombre. La razón le exige que viva de acuerdo con su naturaleza. Para Séneca, la sabiduría y la felicidad estarían en ajustarse el hombre a la ley.
"Todo objeto se valora de acuerdo con la relación que tiene con la realidad ideal de belleza". Pues bien, en el hombre se valorará su bondad en cuanto su razón sea recta y amplia y esté acomodada a lo que reclama su naturaleza. Pues a esta acomodación de la razón a la propia naturaleza del hombre, es a lo que Séneca llama virtud. La virtud es el sumo bien del hombre, es su plena realización.
La razón sería la raíz última de la libertad del hombre. El hombre puede ser libre a diferencia del animal, porque su razón tiene la fuerza necesaria para evadirse de la necesidad.
Pero para Séneca, todo esto no es tan fácil como parece. Este camino de perfección no es fácil. Su existencia es dramática porque a veces es arrastrado por los demás, por la opinión de la mayoría, y eso hace que se oscurezca su propia razón.
El hombre tiene un espíritu enfermo y no se da cuenta. Se le exige un constante esfuerzo para luchar contra aquello que le separa de su camino recto. A veces el hombre se ve vencido. No acepta la existencia de la muerte, le teme a la muerte, y esto hace que busque el placer, y como las cosas materiales no le satisfacen plenamente, está intranquilo. Solamente la virtud aporta al hombre un gozo perdurable y le ofrece la felicidad.

 Verdad, felicidad y amistad  
El hombre alcanza la felicidad por la virtud. La virtud sería sinónimo de orden, belleza interior, constancia y concordia. Esta concordia es para Séneca lo más importante, y así dice:

Por eso puedes declarar con osadía que el sumo bien es la concordia del alma porque las virtudes están necesariamente donde hay consenso y unidad, mientras que la disidencia es propia de los vicios.

La virtud también consiste en no dejarse llevar por las circunstancias, mantenerse firmes ante los cambios de la vida.
La felicidad del hombre no puede llegar sólo en forma de promesas de bienestar, sino en estrecho contacto con nuestra naturaleza racional:

Puede llamarse feliz aquel que ni desea ni teme.

Será feliz aquel que se vea libre gracias a la razón. Este estado de independencia de la persona no lo puede tener más que el hombre, no el animal.

Feliz el que tiene recto juicio, el que se contenta con lo puesto, el que es amigo de las cosas, aquel a quien la razón le hace ver que el bueno el estado en que se encuentran las cosas.

El hombre debe estar por encima de las necesidades.

Ser feliz es vivir conforme a la naturaleza.

El camino para alcanzar la virtud y la felicidad lo pone Séneca en la Filosofía. Para él, el fin de la filosofía es conducir al hombre por medio de la investigación y del amor a la sabiduría, a la felicidad.
La virtud exige del hombre una entrega a la filosofía. El camino de la virtud es la Filosofía, pero también exige la Filosofía que el hombre se entregue a la virtud.
Como planteaba Sócrates, la Filosofía no puede quedarse en el ámbito teórico: el verdadero filósofo es aquel que no se contenta con la pura contemplación de la verdad, sino que esa contemplación de la verdad le compromete a una vida consecuente.
La Filosofía no enseña a pensar, sino a vivir. Ella forma y modela el alma, ordena la vida, gobierna los actos, dirige el camino entre la vida y las fluctuaciones de ésta. Este modo de vivir de la filosofía, es la Filosofía.

3. Carácter universal. Sobre el perfeccionamiento del hombre                
Cuando Séneca se plantea la idea del perfeccionamiento del hombre, arranca de una consideración racional del hombre y para él, la mera existencia del alma racional indica una posibilidad radical de perfección.
Esta perfección consiste fundamentalmente en seguir la naturaleza en aquello que le es propio, la racionalidad. Este perfeccionamiento no puede rechazar la parte irracional, sino que la debe someter a la ya citada racionalidad.
A diferencia de otros pensadores posteriores, quienes decían que el hombre es bueno por naturaleza, Séneca piensa que el hombre nace racional, con todas las posibilidades, pero su plena naturaleza humana debe conquistarla por el esfuerzo.
Además, le da un carácter universal a estas posibilidades: desaparecen las barreras geográficas, todos los hombres tienen esta disposición a ser hombres.

4. Sobre la educación
La educación es un proceso de perfeccionamiento. La educación es ese medio que se ofrece al hombre para actualizar sus posibilidades, y es necesaria para todos.
Tres son los objetivos de la educación para Séneca:

① Conseguir la salud del alma.
② Conseguir la victoria en la lucha.
③ Conseguir para el hombre la libertad interior.

Es una educación transformadora del hombre. Cuando habla del ideal pedagógico podríamos verlo en el programa de vida que establece para sí mismo y que de alguna manera recuerda a Confucio:

Viviré sabedor de que viví para los otros, me someteré a los trabajos por duros que sean apuntalando el cuerpo con el alma, me mantendré impasible ante los vaivenes de la fortuna, nada creeré poseer, solamente sino aquello que hubiese dado de corazón, no obraré por el parecer de la gente sino al dictado de su conciencia, seré sobrio, afable con los amigos, con los enemigos manso y generoso, sabré que mi patria es el mundo y mis protectores los dioses, y cuando la naturaleza reclame mi vida, saldré atestiguando haber amado la buena conciencia y los deseos virtuosos y no haber cercenado la libertad de nadie ni mucho menos la mía.

Séneca es consciente de proponer una meta alta al hombre y cuando sus conciudadanos le critican acusándole de decir cosas bonitas pero sin cumplirlas, él contesta a esto que por lo menos tiene una meta.
Séneca es optimista respecto a las posibilidades del hombre y realista en cuanto que ve las dificultades del perfeccionamiento. Él afirma que lo más importante es tener la meta puesta, ya que así las dificultades se pueden vencer.
Séneca entiende la sabiduría como un conocimiento vital. El hombre debe aspirar a la posesión de la verdad universal, pero lo primero para el hombre es conocerse a sí mismo. Por lo tanto, la sabiduría tiene que ayudarle en esta tarea, investigando en su interioridad. Este investigar no puede quedarse en un nivel intelectual, sino trascender desde este nivel hasta el querer. Este conocimiento de sí mismo tiene que ir hacia el perfeccionamiento.

El conocerse debe tener como fin implantar el dominio absoluto del alma y esto no se consigue sólo con pensarlo, no es fácil ni se consigue sin lucha, porque aprender la virtud es desprenderse de los vicios, para llegar a conocernos tenemos que quitarnos hábitos mal aprendidos. La finalidad de la educación es conseguir el ser bueno.

Por lo tanto, la educación tiene que ir al interior del hombre.

Cúrese el espíritu, de él salen los sentimientos, las palabras, las costumbres, la expresión del rostro, si el espíritu está sano y vigoroso el lenguaje es fuerte y vigoroso, pero si él cae todo lo externo caerá.

Séneca habla de la dificultad de la educación y de lo importante que es la voluntad.

No puede llevar gran espíritu al combate el atleta que no sufrió jamás rozaduras. Aquel que derribado en tierra sufrió el peso del adversario y ni aun abatido perdió animosidad, aquel que tantas veces cayó y tornó a levantarse, éste desciende a la arena con esperanza.

Son muchos los textos en los que habla Séneca de que la meta del hombre es su perfección y que para llegar a ésta hay que reflexionar sobre sí mismo:

Obligo a mi espíritu a estar recogido en sí mismo para que no se derrame en su interior.

Esta interioridad no es opuesta a la relación social. Según Séneca, el hombre no debe arrastarse por la opinión de la mayoría.

 La amistad  
También es un tema tratado por Séneca. La amistad no es sólo intercambio de bienes materiales; crea unos lazos tan fuertes que ninguna prosperidad o cosa mala le es indiferente al otro. La amistad es necesaria para alcanzar la felicidad. 

Si quieres ser feliz es necesario que vivas para el otro.

Aquí hay resonancias del pensamiento cristiano.

 La libertad  
Encontramos conceptos de libertad interior en su obra:

Se equivoca mucho el que crea que la esclavitud afecta al hombre íntegramente, porque la mejor parte de él está libre de ataduras. Los cuerpos están sujetos al mando de sus señores pero el alma es dueña de sí misma. El camino del hombre para alcanzar la libertad es duro y doloroso y sólo se consigue mediante la vida ascética.
[...]
Nuestra libertad no consiste en no sufrir sino en sobreponerse al sufrimiento.

 La trascendencia social  
Séneca relaciona la perfección del hombre con la trascendencia social.

No alcanzará la felicidad quien mire solamente en su provecho.

Séneca empuja al hombre para que participe en la vida social, pero advierte que, cuando las cosas públicas están tan mal que la actividad del sabio no se abre paso, es mejor abandonarla, no egoístamente, sino para, desde el retiro, volver a plantearse todas las cosas y poder aconsejar mejor a los demás.       

jueves, 19 de marzo de 2020

La tradición aristotélica

1. El fin último
Aristóteles parte de un hecho: los seres humanos realizamos nuestras acciones y elecciones por un fin -ser felices- y, por tanto, la felicidad es el fin último que nos proponemos por naturaleza, es decir, de forma inevitable. Pero, además, como somos seres dotados de razón (lógos), actuaremos de acuerdo con ella si, en vez de tomar decisiones precipitadas, deliberamos serenamente y elegimos con inteligencia los medios que conducen a la felicidad. Quien así actúa ejercita la virtud de la prudencia.

2. La persona prudente
Es prudente quien, al elegir, no tiene en cuenta sólo el momento concreto, sino lo que le conviene para el conjunto de su vida. Por eso sopesa los bienes que puede conseguir y establece entre ellos una jerarquía, para obtener en su vida el mayor bien posible. Quien elige pensando sólo en el presente y no en el futuro es imprudente.
Por otra parte, el prudente se propone siempre fines buenos, a diferencia de quien sólo es hábil. Alguien puede ser habilidoso en suministrar venenos y emplear su habilidad para matar. El prudente emplea sus habilidades para fines buenos; en este caso, para sanar. Pero, además, domina otras dos artes:
  • Aplicar los principios morales, que se captan por una intuición intelectual, a los casos concretos. En moral es imprescindible saber aplicar lo general a las situaciones concretas con prudencia, porque cada caso es irrepetible.
  • Discernir qué deseos deben ser satisfechos, porque su satisfacción proporcionará felicidad, y cuáles no (por ejemplo, el deseo de asesinar, de ser hipócrita y servil). Y, en los que deben ser satisfechos, hasta dónde: cuál es el criterio de racionalidad.
Criterio de racionalidad prudencial
Así pues, todo conocedor rehúye el exceso y el defecto, y busca el término medio y lo prefiere; pero el término medio no de la cosa, sino el relativo a nosotros.
Aristóteles

3. El término medio
Según Aristóteles, el valor es un término medio entre la temeridad (exceso) y la cobardía (defecto); la templanza, un término medio entre la vida licenciosa (uso excesivo de los sentidos) y la insensibilidad (uso insuficiente de los sentidos); la generosidad, un término medio entre el despilfarro y la tacañería, y así en las restantes virtudes.
Obra racionalmente -hace uso de una recta razón- quien elige el término medio entre el exceso y el defecto, porque en eso consiste la virtud. Pero no el medio aritmético, sino el que es oportuno para cada uno de nosotros. Una persona habituada a comer mucho puede desfallecer de hambre con lo que le basta a otra que come poco. Un principiante en un deporte puede quedar agotado con un tiempo de entrenamiento insuficiente para un campeón. 

4. Adquirir la prudencia
Para ser prudente es necesario tener ya una aptitud, pero además entrenarse:
  • Saber recordar: La prudencia se funda en la experiencia. Podemos hacer que mejore nuestra vida presente recordando las enseñanzas de la pasada. La memoria es aquí el arte de conservar los recuerdos que se pueden necesitar más tarde.
  • Instruirse: Aprender cuáles son los medios más adecuados en cada caso. El prudente estudia y se informa.
  • Ser circunspecto: Tener en cuenta el mayor número de circunstancias posibles a la hora de tomar una decisión. Los principios son importantes, pero los datos de la situación son fundamentales para tomar decisiones racionales.
  • Agudizar la capacidad para prever el porvenir. Las personas decidimos en condiciones de incertidumbre; así, quien tiene un sexto sentido para prever el futuro hará elecciones más razonables.
Éstas son las características de una racionalidad moral entendida como racionalidad prudencial, tal como Aristóteles las expuso en su Ética a Nicómaco. Esta propuesta ha permanecido hasta nuestros días, con especial vigencia en la Edad Media, en filosofías como las de Averroes (siglo XII) o Santo tomás de Aquino (siglo XIII). Hoy surge con fuerza en el llamado "movimiento comunitario" (Alasdair MacIntyre, Michael Walzer, Benjamin Barber) y en la hermenéutica (Hans-Georg Gadamer).