viernes, 31 de octubre de 2014

Platón: La ética

El significado profundo que da Platón a la distinción de las tres almas (racional, irascible y concupiscible) se pone de manifiesto al enfocar los problemas éticos. De acuerdo con dicha diferenciación, Platón señaló que cada parte posee una virtud determinada, a saber: el alma racional posee la virtud de la prudencia, el alma irascible la fortaleza y el alma concupiscible la templanza.
La prudencia, como virtud propia del intelecto y de la razón, tiene como misión descubrir la verdad y el bien, y, de acuerdo con ellos, dirigir el alma hacia la consecución de su fin propio; la función propia de la fortaleza estriba en ser fuertes, en ser capaces, por una parte, de mantener en un prudente equilibrio nuestras aspiraciones, nuestras ambiciones de gloria, dinero, orgullo, poder, etc. y, por otra, de soportar o reprimir de modo correcto las agresiones, asechanzas, ataques, etc., de nuestro prójimo; por último, la virtud de la templanza es la encargada de moderar las inclinaciones de nuestros apetitos sensibles: comer, beber, actividad sexual... A este propósito, en el diálogo Fedro comparaba las distintas almas con un carro en el que intervienen.
El auriga representa el alma racional, el caballo bueno y hermoso la irascible, mientras que el otro caballo simboliza la concupiscible. Para evitar que dichos caballos se desmanden y vayan por caminos extraños, el auriga debe regir, dominando los caballos del modo adecuado (justicia), ajustándose a las exigencias de éstos; sólo si lo logra podrá llegar con el carro a la meta debida.

Mito del carro alado de Platón
 En el desarrollo de su filosofía, Platón recurrió frecuentemente al mito para expresar sus ideas; se trata pues de relatos y narraciones, procedentes en su mayor parte de la tradición religiosa griega, que este autor utilizaba como parábolas, imágenes o ejemplos, con el fin de facilitar la comprensión de los temas tratados.

Un auriga, que guía un tronco de caballos y después dos caballos, de los cuales uno es bueno y hermoso y el otro todo lo contrario... Necesariamente, pues, nos resultará difícil y duro su manejo.
Platón, Fedro

De modo análogo, pues, sólo el buen orden y la buena armonía entre las virtudes de la prudencia, fortaleza y templanza podrán conducir al surgimiento de la justicia. Tenemos así formuladas por primera vez en la historia las cuatro virtudes morales fundamentales: prudencia, fortaleza, templanza y justicia.

 La tarea moral 
En consonancia con todo esto, la conducta moral exige un doble esfuerzo, a saber: uno físico y otro intelectual. El primero se lleva a cabo mediante la gimnasia, el segundo gracias a las otras artes y a la dialéctica.
Mediante la gimnasia, en virtud de la disciplina y el esfuerzo gimnástico, dominamos las inclinaciones negativas del cuerpo, evitando la molicie y la obsesión por los placeres sensuales y, una vez conseguido dicho dominio, nos sentimos capacitados para iniciar el esfuerzo intelectual; de este modo, primeramente, debemos cultivar nuestro espíritu practicando las artes: Música, Astronomía, Geometría, Arte militar, etc., y, posteriormente, intentar el conocimiento intelectual de la verdad ayudándonos del ascenso dialéctico. Según Platón, para ser virtuosos debemos elevarnos cognoscitivamente del mundo sensible al mundo inteligible y una vez llegados aquí, continuar el proceso dialéctico de idea en idea hasta alcanzar la suprema idea, es decir, la suprema realidad: la Idea del Bien.

Quien vaya a cultivar la dialéctica no debe ser cojo en el amor al trabajo, con una mitad dispuesta al trabajo y otra mitad perezoso. Esto sucede cuando alguien ama la gimnasia y la caza y todo tipo de fatigas corporales, pero no ama el estudio ni es dado al diálogo y a la indagación, sino que tiene adversión por los trabajos de esta índole.
Platón, República

En resumen, la perfección ética exige la posesión de las virtudes morales; mas, a su vez, para tener dichas virtudes hemos de ser sabios, ya que sólo de este modo seremos capaces de orientar moralmente nuestra conducta. Pero para poder ser sabios es necesario que mediante el esfuerzo gimnástico consigamos el equilibrio de nuestro cuerpo. En consecuencia, la vida moral requiere la armonía entre las virtudes morales, que resulta inseparable del equilibrio entre el esfuerzo físico y el esfuerzo intelectual, entre el cuerpo y el alma, de ahí el ideal humanístico de Occidente: mens sana in corpore sano, espíritu deportivo y esfuerzo artístico e intelectual.

lunes, 20 de octubre de 2014

Crisis y superación de la llamada Escuela Nueva

1. Orígenes y significado de la educación nueva
En las primeras décadas del siglo XX irrumpió en forma de corriente y tendencias diversas la llamada Escuela Nueva, oponiéndose a la vieja, combatida y ridiculizada escuela de palmeta y disciplina rígida de la educación tradicional. El desarrollo de las investigaciones científicas trajo como consecuencia un mayor conocimiento del educando que renovó las técnicas y métodos pedagógicos. El florecimiento de la psicología evolutiva, el progreso de las ciencias biológicas, los aportes de la psicopatología, de la psiquiatría, del psicoanálisis y de la psicología de las diferencias individuales, el desarrollo de la sociología de la educación y los estudios de los antropólogos culturales, posibilitaron en amplia medida el movimiento renovador de la educación nueva.
En esta fase de entusiasmo, se dio gran desarrollo a los sistemas públicos de educación en muchos países, y en la mayoría de ellos, se introdujeron en la enseñanza pública principios y prácticas de una educación renovada, con un interés creciente por las aportaciones de la biología y la psicología, como instrumentos para la mejora de los programas de enseñanza.
Este movimiento proclamó la educación activa basada en los intereses espontáneos del niño, colocando éste en la posición de eje central de todo el proceso educativo.

2. La llamada Escuela Nueva
Todas estas concepciones de la nueva educación desembocaron en una nueva didáctica y en una nueva escuela. Surgieron así denominaciones como escuela nueva, escuela activa, escuela renovada, escuela progresiva, escuela funcional, etc., que caracterizaron movimientos más o menos semejantes. La educación nueva y la escuela nueva que de ella surge, no representaron un movimiento único, continuo, ni una doctrina totalizada o un sistema cerrado y definitivo que nos permita una exposición simple de sus principios. No obstante, aunque con ligeras variantes en lo que se refiere a sus fundamentaciones doctrinarias y a las metas propuestas, de la escuela nueva brotan ciertos principios y postulados básicos, tales como las ideas de actividad, libertad, vitalidad, individualidad y colectividad.

3. Los métodos y sistemas nuevos
No es tarea fácil clasificar los llamados métodos y sistemas nuevos que inauguraron el siglo XX. Su número es tan variado que a lo largo de todo el siglo surgieron más métodos que en la totalidad de la historia anterior de la pedagogía. Sólo nos limitaremos aquí a mencionar los que lograron mayor difusión.
Ante todo hemos de citar, por su gran notoriedad, el de Montessori y el de Decroly. El primero actúa con educandos anormales, con una atención más educativa que asistencial o médica. Por su parte, el método Decroly se difundió extraordinariamente gracias al descubrimiento de los centros de interés, en los que se concentraron todas las actividades y enseñanzas de la escuela, tomando como base las exigencias o necesidades del niño.


En Estados Unidos, país en el que la renovación escolar halló campo fértil, varios sistemas adquirieron rápida notoriedad: el Plan Dalton, el Sistema de Winnetka, el método de proyectos, el sistema de unidades didácticas de Morrison y el sistema de unidades de trabajo. Hemos de citar también aquí, por ser quizás el más caracterizado entre los sistemas de enseñanza por grupos o equipos, el método Cousinet, creado por el pedagogo francés Roger Cousinet.

4. Crisis de la llamada Escuela Nueva
Hoy la llamada "Escuela Nueva" está en crisis. Sus frutos fueron positivos: sus fundamentos seguirán siendo valiosos, pero nuevas estructuraciones se exigen hoy imperiosamente, que satisfagan las exigencias cuantitativas y cualitativas de una sociedad de masas. El ideal de la individualización en la educación, llevado a la práctica por algunos de los métodos y sistemas de la escuela nueva, se torna hoy quimérico, con sus técnicas, frente a la masificación educativa y el estallido de las estructuras escolares.
La pedagogía, como ciencia, no puede cristalizarse. Supone siempre progreso y evolución. El mundo sociocultural del hombre se transforma día a día con ritmo vertiginoso. La pedagogía ha de seguir muy de cerca esa marcha y ayudar a la humanidad en su incansable lucha por su propia perfección. No ha de olvidar nunca esa su trascendental función. Todo lo demás es problema de esclarecimiento de medios, que la pedagogía, diversificada hoy en los numerosos sectores que constituyen las llamadas "ciencias de la educación", deberá solucionar.