viernes, 23 de noviembre de 2012

Civilización y cultura

El baremo para incluir o no a una sociedad dentro de las fronteras de la civilización ha sido generalmente la posesión de un determinado nivel tecnológico, similar al imperante en las naciones más “desarrolladas”, pero al ser este criterio bastante impreciso se ha usado otro, cuya utilización de este modo no le da más precisión, sino todo lo contrario, que era el de considerar a los pueblos civilizados como poseedores de una cultura, en tanto que los incivilizados estaban carentes de ella. Este criterio es totalmente inexacto e inválido desde nuestra perspectiva. No existen pueblos en estado natural; el “estado de naturaleza” es una errónea construcción intelectual nacida en el seno de las disquisiciones filosóficas y desprovista de toda base empírica, y por tanto, científica. Puede haber pueblos más o menos atrasados, o, mirado desde otro ángulo, más o menos evolucionados, pero todos gozan de una experiencia histórica y ninguno se encuentra en ese ficticio nivel cero.

Un historiador, Henri Berr, considera que cada pueblo tiene su civilización, con lo que confunden a la civilización con la cultura, de la que sí se puede decir que pertenece a todas y cada una de las diversas sociedades. Incluso una personalidad como Braudel, que se ha preocupado tanto de las relaciones entre la Historia y las Ciencias Sociales, introduce una notable confusión al llegar a decir que es utópico aislar a la cultura de su base que es la civilización; cuando lo exacto y lo correcto es lo contrario, el que la cultura venga a ser una especie de infraestructura o de materia prima sobre la que las civilizaciones se basan y, ulteriormente, se desarrollan.
Nuestra opinión es que la civilización participa de las siguientes características:

 1ª)  Pertenece a un estadio superior y tecnológico de la cultura. La civilización es la superación de etapas anteriores y supone con respecto a ellas una sensible evolución.
 2ª)  Tiene trascendencia exterior. No se queda constreñida a los límites de actuación de un determinado grupo.
 3ª)  Está formada por rasgos de diversas culturas. Es cierto que no hay cultura estática, ni tampoco sin influencias externas. Hasta los pueblos más aislados han recibido de algún modo, y en algún momento de su historia, el préstamo de otras sociedades, pero en el caso de las civilizaciones el legado de otras culturas es cuantitativa y cualitativamente tan apreciable que cobra especificidad y significación determinante.
  4ª) En la sociedad industrial y moderna, cada vez la cultura se acerca más a la civilización. En el momento presente los avances de la tecnología, y principalmente la revolución de los transportes y los medios de comunicación de masas, conjuntamente a los condicionantes político-económicos de los sistemas políticos imperantes, hacen que la llamada “civilización occidental” irradie su influencia sobre todo el Mundo, poniendo a prueba a las otras civilizaciones, como es el caso de la oriental, o a los restos de otras civilizaciones ya periclitadas.
Por otro lado, otro de los signos que se atribuyen como característicos del momento presente es la uniformización a través del consumo.
En cualquier caso, todos estos factores inciden en que se vaya fraguando la futura coincidencia de las diversas culturas con la civilización. Margaret Mead concibe este proceso como la formación de una “cultura mundial” definiéndola como: las pautas de la tecnología, el lenguaje, la costumbre y los valores que prevalecen entre los pueblos del mundo y la tendencia de estas pautas para devenir más o menos semejantes.
Identificación de cultura y civilización, cultura mundial, nueva cultura, cultura del hombre nuevo, o como le quiera llamar, sólo será posible en el momento en que se superen las contradicciones actuales y principalmente la explotación del hombre por el hombre; en un mundo en que la técnica esté al servicio de los hombres y éstos estén exentos de toda coacción y violencia externa; en la sociedad en la que los individuos puedan realizarse plenamente. Hasta esos momentos la identificación de los conceptos cuya diferenciación venimos estudiando no será posible.

sábado, 17 de noviembre de 2012

La filosofía griega: consideraciones preliminares

Las primeras civilizaciones complejas del Próximo Oriente surgieron a comienzos del período Neolítico, aproximadamente hace 5.000 años y, sucediéndose unas a otras, pervivieron hasta mediados del primer milenio a.C., dando lugar a diferentes formaciones estatales de carácter teocrático. En estas organizaciones, una casta minoritaria de gobernantes y sacerdotes controlaba el poder, defendía el carácter religioso de toda verdad y de toda autoridad, y predicaba la obediencia y el sometimiento de los súbditos a los dictados y criterios del dios o de los dioses y de sus representantes terrenos.
De este modo, la cultura de los pueblos antiguos de Asiria, Mesopotamia, Judea, Egipto, etc., se caracterizó por el predominio de la mentalidad mítico-irracional que esencialmente consistía en la exaltación de la dimensión divina o religiosa del cosmos, de los seres humanos y de las instituciones políticas y sociales, en la defensa absoluta de las creencias y de los ritos tradicionales, y en la obediencia ciega a la autoridad.
Las primeras civilizaciones helénicas, influidas por la mentalidad de los pueblos vecinos, también fueron proclives a desarrollar una cultura mítica, aristocrática y guerrera y, en este aspecto, las hazañas y los mitos narrados por Hesíodo y Homero son más o menos análogos, casi comunes, a los existentes en el conjunto de los pueblos del Próximo Oriente; pero, paulatinamente, hacia finales del siglo VII y principios del VI a.C., comenzó a aparecer en las costas griegas del Asia Menor una manifestación cultural de características contrapuestas; a saber, la Filosofía. Frente a las diferentes civilizaciones y concepciones de la antigüedad, la cultura griega presentó determinados rasgos que la hicieron profundamente distinta: su inflexión racional, su valoración del lógos y el desarrollo del pensamiento crítico y de la actividad científica. Estas manifestaciones significaron pues el paso del mito al lógos.

1. Comparación entre las características del mito y las del lógos
El lógos presenta una serie de connotaciones y propiedades profundamente antagónicas al mito. El mito apela a la fe, a la aceptación irracional de ciertas verdades, tiende a la exaltación de la imaginación y los sentimientos, a poner de relieve el valor de ciertos ritos y determinadas normas de conducta y a predicar la obediencia ciega a la autoridad; el lógos, en cambio, insiste en el valor cognoscitivo del entendimiento y de la razón humana, intenta demostrar las verdades que afirma y procura defender la investigación, la reflexión y el diálogo con el fin de descubrir la naturaleza de las cosas y describir las leyes naturales.
El lenguaje del mito propende a ser un instrumento de dominación que se dirige exclusivamente al conjunto de las personas que participan en determinadas creencias y excluye al resto; por su parte, el lenguaje del lógos constituye un medio de comunicación, destinado a todos los seres humanos. El mito se encuentra siempre completo, invariable, definitivamente constituido en sus misterios y en sus ritos; el lógos, por el contrario, en tanto en cuanto supone un esfuerzo racional hacia la investigación de la verdad, no puede encontrarse nunca acabado. El lógos, la Filosofía, la Ciencia, no pueden ser sino búsqueda constante, como decía Aristóteles, zetouméne epistéme (ciencia que se busca).

2. Causas que favorecieron el surgimiento del lógos
El advenimiento del lógos occidental tuvo lugar en la periferia del mundo helénico, en las costas griegas del Asia Menor (Mileto, Éfeso) y en la Magna Grecia (Elea, Crotona) y guarda una profunda relación con una serie de cambios sociales y políticos ocurridos en aquella época, a saber:

  • El desarrollo de la actividad comercial: La fundación de diversas colonias comerciales a lo largo de las costas mediterráneas favoreció el desarrollo de la actividad comercial, la cual puso a los griegos en contacto con pueblos, costumbres, usos y creencias heterogéneas y diferentes a las suyas, ante las que resultaba conveniente desarrollar nuevas formas de relación que permitieran el entendimiento y la comprensión entre personas de tradiciones distintas y, de este modo, se tendía a superar la idiosincracia y los particularismos de cada cultura y a recurrir a elementos o cualidades objetivos y comunes a todos los seres humanos, por ejemplo, al intelecto y a la razón.
  • El surgimiento de nuevas clases sociales: La antigua aristocracia, noble y guerrera, defensora de las tradiciones, fue paulatinamente desplazada por la nueva clase económica, comercial y artesana, cuyas actividades e intereses eran completamente diferentes; consecuentemente, la cultura tradicional y mítica, que defendía viejos privilegios, comenzó a ser sustituida por principios y leyes de carácter racional y positivo, de acuerdo con las nuevas situaciones.
  • El desarrollo de nuevas formas políticas: Las condiciones geográficas de la Hélade, por una parte un litoral enormemente recortado, con numerosos golfos, cabos e islas, y por otra, en las tierras interiores, profundos valles aislados por cadenas montañosas, contribuyeron a la incomunicación y a la separación entre sus diferentes comarcas, y de este modo se favoreció la desaparición de la idea de imperio, surgiendo en su lugar una nueva concepción política, la polis, la ciudad-Estado, en donde las relaciones entre las personas se establecieron por vínculos de proximidad geográfica y de juego político; en consecuencia, el poder carismático y totalitario de los reyes comenzó a ser sustituido por la autoridad racional de los nuevos gobernantes y los antiguos súbditos se convirtieron en ciudadanos.
Así pues, el desarrollo de la navegación y la fundación de colonias comerciales propició el interés por el conocimiento y la contemplación de la naturaleza, mientras que las relaciones con otros pueblos y las nuevas organizaciones políticas originaron otras modalidades de autoridad; de esta manera tuvo lugar el nacimiento, por una parte, de la ciencia física, y por otra, de la reflexión política y ética.

3. La perspectiva científico-técnica
Tales de Mileto
(640-545 a.C.)
Legislador, matemático y astrónomo,
 considerado padre de la Filosofía
Las características lógicas del espíritu helénico se pusieron también de relieve en la dimensión científico-técnica de su cultura. Los griegos asumieron numerosos conceptos y elementos técnicos-científicos de los pueblos vecinos; por ejemplo, de Egipto y de Mesopotamia les llegaron multitud de conocimientos matemáticos y astronómicos (se dice que Tales de Mileto aprendió geometría en Egipto, y que Pitágoras había viajado por Egipto y Babilonia), la medicina egipcia gozó de gran renombre en Atenas y el historiador Herodoto relató que los griegos aprendieron de los caldeos el uso del cuadrante, del gnómon y la división del día.
Ahora bien, mientras que en los pueblos mencionados, por un lado, propendieron a otorgar a dichos contenidos un carácter predominantemente esotérico y misterioso y, por otro, se limitaron bien a realizar cálculos empíricos bien al uso útil y pragmático de dichos elementos, los griegos, con otra mentalidad, tendieron a dar un paso más, y procuraron sistematizar los contenidos matemáticos, astronómicos, músicos, anatómicos o médicos, etc., de un modo lógico y científico, es decir, intentaron ordenarlos metódicamente de acuerdo con principios racionales de carácter universal. Los griegos, también en este aspecto, fueron los primeros que tendieron a mantener gran cantidad de hallazgos técnicos en el ámbito del lógos.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Lengua, cultura e intercambio

1. Las lenguas no tienen fronteras
Desde siempre la lengua ha sido un instrumento, no solo de comunicación, sino también de cohesión cultural de un pueblo; cada comunidad posee una lengua que contribuye a forjar, entre otras cosas, su identidad cultural y su unidad. Sin embargo, los diferentes avatares históricos pueden llegar a provocar que desaparezcan o queden relegadas algunas lenguas, a la vez que favorecen el auge y la expansión de otras. Normalmente se imponen aquellas lenguas que permiten mayores posibilidades de comunicación con otros pueblos, facilitan el desarrollo del comercio, la importación de estructuras políticas y el intercambio cultural.

2. Las lenguas francas
Concretamente, las lenguas que se extienden por territorios más o menos amplios y son empleadas por diferentes grupos para comunicarse entre sí son las denominadas lenguas francas. En el transcurso de la historia ha habido muchas lenguas francas; en el ámbito europeo, encontramos dos ejemplos que nos han llegado del mundo antiguo: la koiné helenística y el latín. La koiné helenística es una variante del griego que contenía características de los dialectos griegos más importantes, y fue la lengua del imperio de Alejandro Magno; precisamente es a este griego al que se tradujo del arameo la Biblia. El latín, por su parte, fue una lengua franca no solo de todo el Imperio Romano, sino también la lengua científica y de cultura del occidente europeo.
En la actualidad nos encontramos con una situación que es consecuencia de determinadas circunstancias históricas. Durante la era de expansión colonial, las diferentes potencias (España, Portugal, Francia, Inglaterra, Holanda...) difundieron sus lenguas por las distintas áreas geográficas de su influencia. En algunos casos, esto provocó la desaparición de lenguas vernáculas y el auge de las lenguas de los colonizadores, tal y como había ocurrido ya en Europa con la romanización. Estas últimas se han ido sucediendo en orden de importancia como lenguas de prestigio, culturales o francas; por ejemplo, en los siglos XVI y XVII, la lengua franca fue el castellano: España era la potencia más poderosa en ese período. Después, la hegemonía lingüística pasó alternativamente al inglés y al francés. Esta última prevalece en dos momentos concretos: durante el reinado de Luis XIV de Francia, el Rey Sol, cuando su corte fue un modelo para el resto de las monarquías, y, posteriormente, durante la Revolución Francesa (1789).
La declaración de independencia de los colonos ingleses asentados en Norteamérica supuso el nacimiento de una joven nación. La posterior consolidación de estos Estados Unidos de América y su progresivo desarrollo hasta llegar a ser la primera potencia mundial, sumado al importante papel desempeñado por Inglaterra como última potencia colonial y principal motor de la Revolución Industrial explican el predominio de la lengua inglesa en los siglos XIX y XX. Esta lengua tiene además a su favor su concisión, precisión semántica y unas estructuras sintácticas relativamente sencillas en los niveles más básicos de su aprendizaje, lo que también contribuye a su rápida y sólida expansión.

3. Las lenguas del futuro
Sin embargo, esta situación puede cambiar, ya que algunas lenguas tiene un número mayor de hablantes y un potencial aún por descubrir, como es el caso del chino. Aunque las estructuras políticas, económicas y sociales de países como China están empezando a actualizarse, todavía es pronto para aventurar lo que el futuro puede traer. Por otro lado, hay que tener en cuenta que en organismos internacionales como la ONU, los documentos se redactan siempre en tres lenguas: el inglés, por las razones ya comentadas; el francés, por haber sido lengua diplomática y de prestigio en el pasado y porque sus antiguas colonias todavía lo usan, y el español, por idénticas razones que el francés, además de por el constante aumento de su número de hablantes en todo el mundo (incluso en países anglófonos como Estados Unidos).
Un mayor número de hablantes del castellano, el empuje social de la población hispana en Estados Unidos y las posibilidades de mercado que ofrece Iberoamérica hacen que el español pueda llegar a convertirse en una de las lenguas francas en un futuro no muy lejano.

martes, 6 de noviembre de 2012

Una península maciza y elevada

De la variedad de unidades morfoestructurales que componen el relieve peninsular, así como de la disposición de éstas alrededor del Macizo Central Ibérico, se derivan una serie de caracteres morfológicos generales que van a influir muy directamente en las condiciones climáticas, naturaleza de los cursos de agua y aprovechamiento económico de los recursos:

1.- La elevada altitud media de la Península Ibérica
En la Península existen elevadas cadenas que superan los 3.000 m (Pirineos, Béticas); montañas interiores y circundantes con altitudes superiores a los 2.000 m (Sistema Central, Macizo Galaico, Cordillera Cantábrica y Sistema Ibérico); y montañas con altitudes medias, entre 1.500-2.000 m (Montes de Toledo, Sierra Morena, Montañas Vascas y Cordilleras Catalanas). Por otra parte el Macizo Central Ibérico, que ocupa una tercera parte de la superficie peninsular, presenta una altitud media de 600 m. De ello se deriva que nuestro país, y sobre todo por efecto de la gran unidad central, presenta una elevada altitud media (660 m), que le convierte en el segundo país europeo por su altitud, detrás de Suiza (1.340 m).
Así, más de la mitad del territorio español se halla por encima de los 600 m de altitud, la tercera parte tiene alturas superiores a los 800 m, y tan sólo una décima parte se halla por debajo de los 200 m. Pensemos que en Europa, en donde existen cadenas más robustas que las españolas (Mont Blanc, 4.810 m), las dos terceras partes del continente se encuentran por debajo de los 200 m.

2.- Equilibrio de llanuras y montañas
El que la Península presente una elevada altitud no significa que sea predominantemente montañosa. Se ha resaltado cómo en el Macizo Central Ibérico dominan los horizontes abiertos y las llanuras. Las cuencas sedimentarias castellanas ofrecen centenares de kilómetros de llanuras estructurales y campiñas; las penillanuras, a pesar de los relieves residuales, se extienden ampliamente por el oeste de Castilla-León, Extremadura, la Beira Alta y Beira do Mar y el Alentejo. Las depresiones exteriores (Guadalquivir, Ebro, Ribatejo, llanos valencianos) son dominios de formas planas. No obstante existen numerosas cadenas que, en conjunto, se extienden por más de la mitad del territorio peninsular. En la Península Ibérica, a diferencia de otras penínsulas mediterráneas, existe un equilibrio entre llanuras y montañas.


Llanuras de Valladolid

sábado, 3 de noviembre de 2012

Las primeras civilizaciones urbanas: Religión y cultura

1.- La religión
En Mesopotamia se adoraba a distintos dioses, en honor a los cuales se realizaban largas ceremonias. Los mesopotámicos pensaban que los dioses dominaban el mundo y que los seres humanos habían sido creados para servirles; creían también en la existencia de otra vida después de la muerte.
Combinaban las creencias religiosas con la magia, la brujería y la adivinación: los sacerdotes se encargaban de revelar lo que estaba oculto y predecir el futuro, así como de interpretar los mensajes de los dioses.


En el Imperio Antiguo se instauró el
 culto al dios Ra.
Los antiguos egipcios también eran politeístas, es decir, rendían culto a numerosos dioses. Asimismo, creían que cada uno de ellos tenía una función determinada: por ejemplo, Ra era el dios del Sol, señor del cielo y origen de la vida; Osiris era el dios de los muertos, y Thot era el inventor de la escritura y señor del tiempo.
Las imágenes de los dioses egipcios eran una mezcla de persona y animal con la que se expresaba su naturaleza sobrenatural. Por ejemplo, el dios Horus, protector de la monarquía, tenía cabeza de halcón y cuerpo de hombre, y Hathor, diosa del amor y la alegría, era una mujer con cuernos de vaca y el disco solar en la cabeza.


Diosa Hathor
Dios Horus





















Según los egipcios, existía otra vida después de la muerte, y el espíritu necesitaba el cuerpo para seguir existiendo en la otra vida. Para ellos se realizaba la momificación, cuya finalidad era conservar al muerto con la misma apariencia que tenía en vida.

2.- La cultura
En Mesopotamia eran muy numerosas las bibliotecas. En ellas se ordenaban y almacenaban las tablillas de barro, que contenían todos los conocimientos que se iban adquiriendo. Se han encontrado bibliotecas en templos y palacios e incluso en algunas viviendas.
Las obras más importantes de la literatura babilónica son la epopeya de La creación del mundo y El poema de Gilgamesh.
El Código de Hammurabi, la más famosa de las estelas mesopotámicas, es la primera gran recopilación de leyes de la Antigüedad. En ella se representa al rey recibiendo las leyes directamente del dios Sol y se explica cómo debía aplicarse la justicia bajo la ley del talión, según la cual el culpable debe sufrir un daño igual al que causó.
El Antiguo Egipto destaca por su enorme aportación cultural. Hasta nosotros han llegado numerosos textos escritos, la mayoría de ellos de carácter religioso (como el Libro de los muertos, del que existen diversas versiones), pero también obras literarias (la Historia de Sinuhé, por ejemplo) y tratados científicos y técnicos.
Los textos se escribían en papiros, aunque pueden leerse, igualmente, auténticos "libros de piedra" en las paredes de numerosos templos y tumbas, sobre todo en las pirámides de Gizeh.


En esta escena del Libro de los Muertos, se describe la entrada en la Sala de la Verdad Absoluta y el juicio del hombre en presencia de Osiris, mientras Thot toma nota en su paleta de escriba.

3.- La ciencia
Tanto los mesopotámicos como los egipcios dieron un gran impulso a las matemáticas (tenían un complicado sistema de pesos y medidas) y a la astronomía. Los egipcios elaboraron un calendario bastante exacto: el año constaba de tres estaciones (inundación, invierno y sequía) de cuatro meses cada una. Cada uno de los doce meses constaba de 30 días, con lo que sumaban un total de 360 días. A estos, los egipcios añadían otros 5 días fuera de mes y de estación.
En Mesopotamia se ampliaron los conocimientos de geografía; se han encontrado numerosos listados con nombres de regiones, países, ciudades, montañas, ríos, canales, etc., así como planos de ciudades y sus alrededores.
La medicina fue la ciencia en la que más destacaron los egipcios. Se sabe que practicaron la cirugía y que tenían gran conocimiento de fracturas de huesos y otras dolencias, como demuestran los numerosos y antiquísimos papiros en los que se recogen diversos tratamientos para enfermedades del oído, del estómago, del corazón, del hígado, etc.

4. El arte en Mesopotamia
La arquitectura se caracteriza por el uso de ladrillos de adobe (barro cocido o secado al sol) de pequeño tamaño, del arco de medio punto y de la bóveda (techo curvo entre dos muros o apoyado en varios pilares o arcos).


La Puerta de Ishtar (Babilonia, siglo VII a.C.),
 actualmente en el Museo de Pérgamo de Berlín, 
  era originalmente una de las puertas de
acceso al recinto amurallado de la ciudad.
Destaca el uso del arco de medio punto y el
revestimiento de azulejos.
El barro no podía quedar al descubierto, por ser un material muy pobre y porque se deshacía, lo que obligó a revestir las construcciones con materiales más ricos, como el mármol, el alabastro o el azulejo. Las paredes interiores también se decoraban con relieves y pinturas.
Los principales edificios eran los palacios y los templos, que tenían numerosas dependencias. Al lado se solía construir una torre escalonada de varios cuerpos de gran altura, llamado zigurat, en la que se encontraba el santuario del dios y que también era utilizada como observatorio astronómico.
Los mesopotámicos llegaron a tener un gran dominio del arte de la cerámica, con la que hacían vasijas, sellos cilíndricos y tablillas. También realizaron mosaicos vidriados (pequeñas planchas de arcilla recubiertas de un barniz vítreo que proporciona un aspecto brillante). Los más famosos son La estela de los buitres y El estandarte de Ur, hecho de lapislázuli y conchas.

5.- El arte en Egipto
La arquitectura egipcia se caracteriza por los siguientes rasgos:
  • El tamaño colosal de sus construcciones.
  • El uso de enormes sillares, que son bloques de piedra rectangulares utilizados para la construcción de muros.
  • Las construcciones adinteladas, un tipo de arquitectura realizada con soportes verticales sobre los que se coloca una pieza horizontal o dintel.
  • La utilización de la columna como elemento sustentante.
Las construcciones más importantes fueron las de carácter religioso, como los templos, y funerario, como las tumbas.

Templo de Luxor. Desde este patio sin techo y con
columnas se accedía a la parte cubierta del templo.
Los templos se dedicaban a los dioses, y aquí vivían los sacerdotes. En la entrada de los templos se construía una avenida de esfinges, enormes estatuas de piedra que representaban animales fabulosos con cuerpo de león y cabeza humana. Esta avenida conducía a un patio sin techo y con columnas. Desde el patio se accedía a una sala cubierta, también con columnas, hasta donde pasaban los fieles; al fondo estaba el santuario del dios, sólo permitido a los sacerdotes.

Avenida de las Esfinges, en el templo de Amón, en Luxor

Para los egipcios, que creían en la vida más allá de la muerte, la tumba era tan importante como el templo.
Las tumbas podían tener forma de pirámide, como las de Keops, Kefrén y Micerinos, construidas en el siglo XXVII a.C.; de pirámide truncada (cortada por el extremo superior), también llamadas mastabas; o de pirámide escalonada, como la del faraón Zoser, en Saqqqra. Dentro de las pirámides existen gran cantidad de salas y pasillos que tenían la finalidad de camuflar el camino que conducía a la cámara mortuoria del faraón, donde se escondían fabulosos tesoros. La construcción de las pirámides era dirigida por grandes arquitectos y en ellas trabajaban miles de esclavos.


Pirámide escalonada de Saqqara
Se calcula que, para construir la pirámide de Keops, se emplearon unos 6 millones de toneladas de piedra y trabajaron en torno a unos 100.000 hombres durante 20 años.

Pirámide de Keops
Se trata de una construcción gigantesca para albergar el sarcófago del faraón, situado en una cámara subterránea. Dispone de un complejo sistema de pasadizos que estaba destinado a desorientar a los posibles saqueadores.
Para mover los gigantescos sillares, se valían de un instrumento singular y abundante en Egipto: la arena.
Los egipcios también construyeron tumbas excavadas en la roca, como la de la zona conocida como el Valle de los Reyes.
Estas grandes tumbas estaban reservadas al faraón, su familia y los altos funcionarios. El resto de la población era enterrada bajo arena del desierto.
Tumba de Ramsés II en Abu Simbel,
Valle de los Reyes - Siglo XIII a.C.
Otras artes relevantes en la cultura egipcia son la escultura y la pintura. En ambos casos, las figuras humanas se presentan en posición estática, rígidas, sin movimiento y con rostros inexpresivos. Se realizaron para dar sensación de eternidad, lo que explica su gravedad e inmovilidad.
La escultura es diferente según represente al faraón o a nobles y funcionarios. Las esculturas del faraón y su familia son figuras idealizadas, eternamente jóvenes y de grandes proporciones, como la estatua sedente de Kefrén o la de Ramsés II. En cambio, las de los nobles y funcionarios son mucho más realistas, con una clara tendencia a la naturalidad, como se refleja en la escultura de El Alcalde, tallada en madera, y en otras figuras de escribas sentados en el suelo, con las piernas cruzadas y escribiendo sobre una tablilla.

El Alcalde,
Museo de El Cairo
(entre 2500 y 2350 a.C.)

Pinturas en la tumba de Nefertari,
 esposa de Ramsés II.
 Nefertari aparece acompañada
de Ra (dios del Sol) y de Horus (dios del Cielo).
La pintura servía para dar culto a los dioses, acompañar a los muertos o decorar el interior de los palacios, templos y pirámides. La figura humana se representa con las piernas y la cabeza de perfil y el torso de frente. Los colores son planos, sin volumen, y los temas muy variados, como escenas de guerra, de la vida cotidiana o maravillosas representaciones de animales. Las pinturas solían estar destinadas a las paredes de las salas mortuorias, pero también adornaban los papiros de carácter funerario.

Los egipcios también destacaron en orfebrería: realizaron diademas, collares, coronas y todo tipo de adornos de cobre, bronce, oro y plata.
También trabajaron la cerámica. Destacan las técnicas del barro cocido y la cerámica vidriada para vasijas, mosaicos y amuletos.