miércoles, 30 de enero de 2019

Proceso de la orientación

Es inmensa la cantidad de procedimientos, métodos y técnicas que se utilizan en el proceso orientador. La evaluación del niño, joven o adulto y la recogida de datos exhaustivos acerca de su complejidad como persona se consigue a través de técnicas estandarizadas, como por ejemplo los tests, cuyo uso debe garantizar las condiciones de validez y fiabilidad y cuyo principal objeto es la predicción, selección, clasificación y evaluación de las aptitudes y actitudes del sujeto examinado. Los tests admiten clasificaciones plurales en categorías opuestas; es decir, estandarizados versus elaborados por el profesor, de aplicación individual versus de aplicación colectiva, de velocidad versus de potencia, manipulativos versus de papel y lápiz, objetivos versus subjetivos, y basados en la norma versus basados en el criterio.
El uso de los tests en orientación ha sido muy criticado y aun hoy día -en pleno debate entre lo cualitativo y lo cuantitativo- se escriben ensayos en que se pone en cuestión el valor del uso de los tests y sus limitaciones interpretativas.
También son de gran ayuda las técnicas no estandarizadas, tales como la observación -para la que se precisa un rígido entrenamiento-, los registros anecdóticos, las escalas -de difícil construcción, pero de gran interés por su adaptabilidad a la circunstancia concreta-, los registros acumulativos, los cuestionarios, la entrevista -mucho más simple que la del consejo, en los casos de la orientación escolar-, las autobiografías, las técnicas sociométricas, el estudio de casos o clínico, y otros procedimientos no menos actuales y válidos. Las posibilidades orientadoras de estos procedimientos son óptimas, ya que permiten, y en cierto modo exigen, un contacto altamente personalizado con el cliente.
Finalmente, la organización y planificación de los servicios de orientación ocupa un lugar prioritario en la dinámica tutelar. Para organizar estos programas se reflexiona sobre qué se espera de ellos, cuáles han de ser sus factores diferenciales, cómo es el tipo de escuela, cuáles van a ser los principios organizativos y administrativos idóneos, cuáles las responsabilidades del personal orientador, cómo aprovechar al máximo los recursos de la comunidad, con qué medios económicos y soporte financiero se cuenta y cómo y desde qué perspectivas habrá de evaluarse el conjunto del sistema.

 

martes, 29 de enero de 2019

Ciencia y técnica en la Edad Media

Se conoce con el nombre de Edad Media la etapa histórica de unos diez siglos (V-XV) que transcurrió desde la caída del Imperio romano hasta el fin del Imperio romano de Oriente en manos de los turcos en 1453 o el descubrimiento de América en 1492. Por influencia del pensamiento renacentista se ha considerado como una época oscura y regresiva, lo que no hace justicia a la riqueza y pluralidad que encierra una época tan dilatada.
Los historiadores suelen distinguir dos grandes épocas: la Alta Edad Media y la Baja Edad Media. La primera va desde la caída del Imperio romano hasta el siglo XI, aproximadamente, y se caracteriza por el desarrollo y esplendor del sistema feudal; la segunda se distingue por la crisis del feudalismo, la aparición de la burguesía como clase social, el desarrollo de las ciudades y del comercio y el surgimiento de las monarquías nacionales.
El sistema feudal estaba organizado como una estructura piramidal en la que todos eran vasallos unos de otros hasta llegar a la cumbre de la pirámide representada por el emperador. Esto era en teoría, pues, en la práctica, los señores feudales gozaban de autonomía y su poder se basaba en su capacidad de hacer la guerra e imponer sus intereses, dándose el caso de que si bien los señores feudales eran vasallos del rey en el ámbito de un reino, éste, en muchos casos, apenas tenía poder real y debía someterse a los intereses de los nobles.
Este sistema se vasaba en el pacto de vasallaje, según el cual, el vasallo ofrecía una serie de servicios al señor, en forma de trabajar sus tierras o de servicio de armas una serie de días al año, y el señor feudal garantizaba su protección o le concedía una gran extensión de tierras. Esta donación se llamaba feudo. Este pacto, en principio reversible, se fue convirtiendo progresivamente en dominio del señor feudal, sobre sus siervos, al menos en la base de la pirámide.
La estructura social feudal se basaba en la desigualdad radical entre los distintos estamentos a los que se pertenecía por nacimiento. El origen de las personas -la sangre y el linaje- y el patrimonio -posesiones, fincas, derechos, fuentes de recursos económicos y posibilidades de movilizar ejércitos- eran las bases de esa diferenciación social. Esta desigualdad, que suponía diferentes derechos y deberes para cada estamento, estaba consagrada por los valores y la religión del mundo feudal, valores que exaltaban los elevados ideales caballerescos de la guerra y de la nobleza de origen y despreciaban el trabajo manual y la vida servil. Se estableció así un doble ideal: el del caballero y el del monje, que muchas veces acabarían confluyendo en las mismas personas, en la figura de los monjes soldados.
Por influencia de las concepciones religiosas, el mundo terreno era visto como algo fugitivo y despreciable, en comparación con la vida eterna y el más allá. Todo esto suponía un desprecio de lo mundano y, por ello, un importante estancamiento de la ciencia y de la técnica. Sólo en los monasterios se recogió la herencia grecorromana y se realizó una importante recopilación del saber antiguo, si bien su actividad estaba más orientada hacia la teología y la filosofía que hacia la investigación científica. El trabajo de los amanuenses medievales y algunas de las controversias filosóficas, como la del nominalismo, ya en la Baja Edad Media, fueron fundamentales para el despegue científico posterior.

1. La Alta Edad Media
Ya en los momentos finales del Imperio romano, como consecuencia de la crisis económica, se había producido en Roma una ruralización de la vida, lo que se acentuó al hundirse el Imperio y con las invasiones de los pueblos germánicos. El comercio y las ciudades se vinieron abajo y se abrió un período de inseguridad y caos político y administrativo.
En la estructura social de la Alta Edad Media se distinguían tres estamentos: la nobleza o aristocracia (condes, marqueses, etc.), el alto clero (obispos, abades, etc.) y los campesinos (villanos y siervos de la gleba). Los dos primeros estamentos, los privilegiados, tenían el poder real, mientras que los campesinos estaban despojados de todos los derechos y vivían sometidos a los señores feudales.
Desde el punto de vista económico, el feudalismo respondía a una economía autárquica o de subsistencia. El comercio, basado fundamentalmente en la agricultura, prácticamente desapareció o fue muy reducido. Los siervos trabajaban para su propio consumo y en las tierras del señor. El sistema fue evolucionando hacia el arrendamiento de las tierras por las que el señor percibía del vasallo una renta que fue primero en especie y, más tarde, en dinero, lo que garantizaba a los señores unos ingresos estables y la posibilidad de comprar bienes suntuarios procedentes de un comercio que se iba activando, tanto el comercio de largas distancias, con el establecimiento de nuevas rutas comerciales más seguras, con las cruzadas, como el comercio local, que fue despegando al incentivarse el pago en dinero. 
Los propios campesinos tuvieron que vender sus productos en los mercados de los burgos con el fin de mejorar sus condiciones de vida. Este despegue del comercio generó un proceso de retroalimentación: los campesinos compraban nuevos aperos a los artesanos de las ciudades con los que hacían más productivos los campos, lo que a su vez posibilitaba nuevas demandas de muebles y enseres, etc., por parte de éstos, en función de sus nuevas posibilidades económicas, lo cual hacía que aumentase la actividad de los gremios y que las ciudades crecieran y demandaran más productos al campo para poder alimentarse, etc., posibilitanto el despegue de una nueva economía, y que el eje económico se desplazara del campo a la ciudad. Surgió así una nueva clase social, la burguesía, que sería clave para la nueva sociedad de la Baja Edad Media.

El crecimiento de la Europa medieval, el auge de la producción agrícola, el desarrollo de las ciudades y la difusión de las monedas se acompañan de una expansión comercial en todos los niveles. La multiplicación de los mercados locales va pareja con el establecimiento de una red internacional. La Europa occidental comercia en particular con el Oriente bizantino y musulmán. Exporta sus telas, sus metales, su plata e importa productos de lujo, como la seda o las especias traídas de Extremo Oriente, o algunas materias primas necesarias para su inductria textil, como el alumbre, un mordiente indispensable para la preparación del teñido de las telas, o de los productos de tinte. El Occidente europeo también comercia con el Occidente musulmán: el trigo de África del Norte o de Sicilia, la lana, el cuero, el coral del Magreb, las telas de Italia o de Cataluña, el oro y las especias de África, la plata europea animan el tráfico. Italia, por su posición geográfica y sus tradiciones, tiene un lugar privilegiado en el comercio internacional, que hizo la fortuna de las grandes ciudades, Venecia, Génova, Pisa o Florencia.
Desde el siglo XII, venecianos o genoveses se organizan, se asocian para llevar a cabo operaciones ultramarinas. Un capitalista suministra los fondos a un comerciante itinerante que aporta su trabajo y, en ocasiones, también una parte de los fondos. Comienza a hacer falta saber contar, repartir los beneficios o las pérdidas en función del contrato.
M. Serres, Historia de las ciencias

2. La Baja Edad Media
Frente a la antigua estructura feudal fragmentada, la Baja Edad Media se caracterizó por un creciente poder de las monarquías nacionales, articulado sobre la base de restárselo al emperador y al papado, desde el punto de vista global, y, a la vez, en el terreno local, consolidar el poder del rey frente a los señores feudales. Para esto, las nuevas monarquías se apoyaron en la burguesía, cuyo poder económico se consolidó al mismo tiempo que se debilitaron las bases del poder feudal.
Desde el punto de vista de la cultura, surgió una concepción más optimista del mundo, que valoraba más las actividades y los bienes materiales, lo que permitió el resurgimiento de las actividades vinculadas con el mundo práctico y una nueva mentalidad más experimental, que dio paso a la ciencia moderna en el siglo XV. Por su parte, las monarquías favorecieron la creación de universidades y el desarrollo de las ciencias y las artes.
Las monarquías nacionales se fueron consolidando sobre la base de crear una administración de justicia para todo el ámbito de su territorio, un ejército estable y una administración fiscal, lo que les permitió enfrentarse con éxito con la nobleza feudal, que lentamente se fue convirtiendo en nobleza de corte, en la que perdieron peso los valores caballerescos y ganaron los aspectos honoríficos.
La revitalización de las ciudades propició un papel más activo de la burguesía y de las actividades comerciales, así como de los artesanos, que se organizaron en gremios que regulaban las actividades productivas (condiciones de trabajo, producción, precios, calidades, etc.) y la transmisión de los saberes prácticos a ellos asociados, por los maestros de cada gremio.

3. Ciencia y tecnología en el mundo árabe

La química práctica primitiva se ocupaba de las artes de la vida, tales como el trabajo de los metales y la preparación de drogas. Las especulaciones a que se entregaron los griegos de los tiempos clásicos sobre la naturaleza de la materia, con sus ideas sobre átomos y elementos primordiales, quedaban demasiado desvinculadas de los hechos de observación y experimentación para que se las pueda clasificar en el ramo de la química. Puede decirse que los alquimistas alejandrinos del siglo I fueron los pioneros en plantear y abordar los problemas químicos. Después de ellos, apenas se hizo nada hasta que seis siglos más tarde vinieron los árabes a continuar su obra.
W. C. Dampier, Historia de la ciencia

Mientras en Europa la cultura se encontraba en sus momentos más bajos y se preocupaba sólo en especular sobre cuestiones religiosas, en Constantinopla y en los países situados entre Siria y el Golfo Pérsico florecía una cultura mixta de origen grecorromanojudío. Entre los años 630 y 660, los árabes conquistaron Arabia, Siria, Palestina, Egipto y Persia. A partir del año 750, el califa Abbasid fomentó la traducción de los autores griegos, iniciándose el período de predominio de la cultura árabe que, además de recuperar los conocimientos griegos, añadió sus propias aportaciones, lo cual hizo que, hacia la segunda mitad del siglo VIII, la hegemonía de Europa pasara a Oriente Medio.
Cabe destacar la novedosa labor que los árabes dieron a conocer: la alquimia. Mientra la química primitiva se ocupaba del trabajo de los metales y de la preparación de drogas, los alquimistas alejandrinos del siglo I abordaron los problemas químicos que seis siglos más tarde desarrollaron los árabes. Los árabes estudiaron la alquimia durante setecientos años, transformándola en química, de la cual se derivó la química europea de la Alta Edad Media a través de los árabes españoles. La química científica fue adquiriendo una gran importancia llegando a poner en entredicho la alquimia.
La traducción al árabe de los Elementos, de Euclides, y de la obra Almagesto, de Tolomeo, posibilitó la entrada de la geometría y la astronomía griegas en el mundo árabe. La nueva versión del libro de Tolomeo (830) estimuló a los astrónomos para que, desde su observatorio de Antioquía, calcularan la precesión de los equinoccios e hizo que se trazasen nuevas tablas astronómicas.

4. El período clásico de la ciencia árabe
Se inició en el siglo X con la medicina persa y, más en concreto, con el trabajo de Razes o Bubakar que, entre otras cosas, escribió sobre la viruela y el sarampión. Es considerado el médico más importante del islam y del mundo medieval. A sus muchos tratados sobre enfermedades hay que añadir que aplicó la química a la medicina.
En estudios de química cabe resaltar que los principios del azufre o fuego y del mercurio o líquido constituyen elementos primarios. La teoría de que el azufre, el mercurio y la sal constituían los principios primordiales de las cosas se mantuvo como una alternativa a la teoría de los cuatro elementos de Empédocles hasta 1661. La química científica adquirió una gran importancia llegando a poner en entredicho la alquimia.
Por esa misma época, otro médico, Avicena (980-1037), escribió sobre todas las ciencias conocidas, sobresaliendo su Canon de Medicina, en el que reunió todos los conocimientos antiguos y árabes. En 1650 se adoptó como libro de texto en los cursos de medicina de las universidades europeas de Lovaina y Montpellier.
La cultura árabe llegó a su cenit cuando desde el punto de vista político se eclipsaron las perspectivas de establecer un imperio árabe estable en el siglo XI. A partir de ese momento, la ciencia fue de fabricación europea. España fue el lugar donde dio mejores resultados la aglutinación de las culturas judía, árabe y cristiana: del año 418 al 711 floreció el reino godo occidental, gobernado desde su capital, Toledo, en el que convivieron en armonía y tolerancia los judíos y los cristianos. Al producirse la invasión árabe, se mantuvo esa convivencia, dada su tradición de tolerancia ideológica.
La fama de la escuela hispanoárabe se debió a la obra del cordobés Averroes (1126-1198), quien se impuso como gran autoridad en las universidades de Bolonia, París y Oxford en el siglo XIII, considerando que debía ocupar junto a Aristóteles el puesto de maestro de la demostración.

Monumento a Averroes en Córdoba
 Córdoba, capital cultural de Europa  
Esta complejidad etnicorreligiosa que no facilitaba la convivencia en los núcleos urbanos era, al mismo tiempo, un fertilizante cultural excelente. No hay duda de que todos se beneficiaron con el mestizaje, pero el peso de la aportación lo llevó la cultura árabe. En los reinos cristianos no surgieron figuras de la talla de Averroes, Avicena o Avempace, no hubo matemáticos, filósofos, astrónomos o cirujanos extraordinarios. No quedaron monumentos literarios comparables con los producidos en Al-Andalus por artistas como Ibn Hazm o de Ben Quzmán.
Durante siglos, Córdoba fue la ciudad más culta de Eurorpa. La enciclopédica civilización de los muslimes devolvió al viejo continente algunos de sus tesoros olvidados. Le devolvió, por ejemplo, a los clásicos griegos, que los árabes habían traducido cuidadosamente [...]. El prestigio de Córdoba no se limitaba a la cultura. Por sus fronteras salían mercancías refinadas hacia los mejores palacios y castillos del continente. Su potencia comercial queda patente por el hecho de que los dinares cordobeses eran atesorados hasta en el Báltico. Son siglos en los que la exuberancia y el refinamiento de Oriente chocan frontalmente con el oscurantismo y la ignorancia que reinan en Europa. Los sofisticados príncipes musulmanes, capaces de entender un tratado de álgebra y de escribir inspirados poemas líricos, no comprendían, sin embargo, que los aristócratas cristianos contra los que luchaban fueran orgullosamente analfabetos e incapaces de hacer una sencilla división.
Claro está que, con el tiempo, aprendieron. El siglo XIII coincidiendo con un auge demográfico y económico que también daría lugar a la catedral gótica, alumbra en Europa las primeras universidades [...]. En Bolonia, Oxford o Salamanca comienzan a agruparse maestrosde varias disciplinas que necesitan y producen textos, sabios que manejan con soltura el latín y el árabe, el griego y el hebreo. Son los tiempos, en Castilla, de Alfonso X el Sabio, que acierta a promover las escuelas de traductores de Toledo y Sevilla.
A. Porlan, La verdadera historia de la (Re)conquista

Europa acogió y asimiló la cultura árabe, a la vez que impulsó las enseñanzas recibidas. La demanda de enseñanza hizo que resultasen insuficientes las escuelas monásticas y catedralicias. Nacieron las primeras universidades: París, Bolonia, Escocia, Oxford, Cambridge y Salamanca.

5. Ciencia y tecnología en la cultura europea
El papel decisivo y el peso económico que la Iglesia tuvo, junto con los reyes y los aristócratas, durante la Alta Edad Media, se percibió en el desarrollo científico-tecnológico. Los grandes propietarios se vieron obligados a realizar innovaciones técnicas para que la explotación agrícola se hiciera más productiva y así hubiera excedentes suficientes para sobrevivir. Esto hizo que se introdujeran mejoras considerables en los utensilios:
  • Modificaciones en el arado tradicional romano.
  • Cambio en la forma de trabajar los metales que se empleaban para hacer herramientas.
  • Innovaciones en los aparejos para mejorar la fuerza de tracción animal.
  • Mejora de la industria artesanal textil.
  • Aprovechamiento de las fuerzas energéticas mediante la generalización del uso del molino de agua y de viento.
  • Solución de problemas arquitectónicos con el empleo de bóvedas y contrafuertes en las grandes construcciones.
Estos elementos permiten hablar de un progresivo desarrollo de los conocimientos técnicos, posibilitados por el contacto con otras civilizaciones lejanas (India y China) que desde antiguo ya los conocían y utilizaban.
El clero medieval se encargó de recopilar y traducir los saberres acumulados por los sabios islámicos, facilitando su difusión. Esto permitió conservar los conocimientos sobre astronomía griega, física, medicina, química, estudios de óptica y matemáticas. Se difundió la enseñanza del número cero (aportado por los hindúes) y se extendieron los números árabes, generalizando el uso de las cuatro reglas de la aritmética.
Paulatinamente se fue introduciendo en el comercio el empleo del dinero, ya que los grandes señores reclamaban a sus arrendatarios campesinos que pagaran en moneda sus tributos. El uso del dinero dio lugar a la usura, al préstamo con interés y a otros tráficos monetarios, de los que surgieron los futuros "banqueros" y los recaudadores de tributos. Contar, pesar y medir era la consigna del nuevo comerciante, con lo cual adquirió importancia la cuantificación, que sería decisiva en el Renacimiento y en épocas sucesivas, fomentando el desarrollo de la física y de las ciencias exactas.
Todo giraba en torno a las ciudades. No es nada extraño que los artesanos emigraran también a ellas desde los monasterios o desde los castillos donde habían trabajado en otro tiempo al amparo de los señores feudales, en calidad de siervos. En las plantas bajas de las casas instalaban sus talleres, que hacían al mismo tiempo el oficio de tiendas al menudeo. Solían agruparse los del mismo gremio en determinado sector de la ciudad, y por eso todavía hay en las grandes poblaciones modernas nombres de calles y plazas procedentes del lugar donde en otro tiempo estaban establecidas las viejas industrias de los plateros, los silleros, los chapineros, los curtidores... Cada gremio elegía su patrono [...], también algunos gremios se atribuían fantásticos antepasados: los barberos, por ejemplo, reconocían como precursor al emperador Augusto, que, según ellos, fue el primero que se hizo afeitar [...]. Estos obreros tenían sus costumbres que luego se recopilaron y se fueron escribiendo a partir del siglo XIII en las llamadas ordenanzas. Según ellas, los oficios se organizaban por una especie de jerarquía cerrada desde aprendiz hasta maestro, en la que sólo podía ingresarse por el más bajo de los grados.
F. Esteve Barba, Historia de la cultura

lunes, 21 de enero de 2019

Ámbitos tradicionales de aplicación de la orientación

1. La orientación escolar
Genéricamente, sería guiar el aprendizaje, conocer a los alumnos más individualmente y controlar las dificultades de las disciplinas académicas y de las actividades formativas. Requiere una filosofía funcional y una comprensión teórica de los principios y objetivos de la instrucción de tal manera que el orientador pueda guiar al maestro sobre qué hacer y cómo hacerlo.
Los aspectos básicos podrían resumirse, sintetizando demasiado, en que el orientador debe reconocer las dificultades individuales en el aprendizaje y recurrir a los métodos de enseñanza individualizados y personalizados, que, a su vez, exigen un alto grado de eficacia instructiva. Ésta trata, entre otras cosas, de:

a) Analizar los procesos de aprendizaje específicos de cada materia (lectura, escritura, cálculo, por ejemplo, en los grados elementales).
b) Programar las lecciones en función de unos objetivos previos muy bien diseñados.
c) Delimitar las prioridades de los contenidos a enseñar y los hábitos de estudio y pensamiento que hay que conseguir.
d) Prever las dificultades que el alumno "medio" habrá de superar.

El trabajo del orientador está dirigido preferentemente al grupo y se coordina con el del resto de la plantilla de profesionales. Sin esta aquiescencia no se podría progresar con eficacia.
En cuanto a la preocupación por los niños con necesidades específicas, se tienen en cuenta aquellos con carencias físicas, emotivas, sociales e intelectuales, y los superdotados, con puntuaciones intelectuales superiores a la media. Se tratará de equilibrar las necesidades de toda la población estudiantil, apreciando el hecho de que todo ser humano precisa ser reconocido por los demás, triunfar, gozar de independencia y ser aceptado por y por encima de sus características diferenciales.
En el marco de la orientación escolar son indispensables el diagnóstico pedagógico y el psicológico. Toda una gama de técnicas de medida, evaluación e interpretación del progreso o maduración natural que recoja datos tempranos detectores de posibles atrasos u obstáculos son del dominio de un buen equipo orientador.
El diagnóstico discurre a través de un minucioso análisis de las condiciones físicas, sensoriomotrices, neurológicas e incluso de personalidad de un niño, que aporta infinidad de datos de su desarrollo evolutivo, comparándolos con los estándares admitidos en las ciencias de la educación y de la conducta. No olvida, tampoco, lo referente a la madurez social y ambiental, intentando traducir los rasgos relacionales del sujeto estudiado con la familia, la escuela y la sociedad entorno. Algunas tendencias se centran en diagnosis más generalistas que analíticas; a otras les parece más apropiado el diagnóstico individual que el del grupo, etc.; pero, de hecho, la acción preventiva es el interés prioritario de todas ellas.
Al orientar se tienen en cuenta las distintas fases del desarrollo personal, escolar y social del alumnado en sus distintos grados y se comparan con el conjunto de objetivos o metas programadas previamente para cada nivel de escolarización. Si tras una cuidadosa comprobación de los niveles de rendimiento se empiezan a detectar anomalías evolutivas, se intentará averiguar la etiología de las mismas para un posterior y urgente tratamiento pedagógico o psicológico.
Dado que en la mayoría de los casos el diagnóstico usa instrumentos -estandarizados y no estandarizados-, ha sido, y es, pábulo de continuadas críticas y discusiones. Las estrategias argumentadoras, los diagnósticos implícitos y explícitos, sus problemas fundamentales referidos al tratamiento y a la conducta, su entidad de mediador para la toma de decisiones, la precisión de diagnosticar estatus o procesos, la incidencia de estas técnicas en la modificación de conducta, etc., son tópicos actualmente muy discutidos y barajados sin que se haya llegado a acuerdos definitivos entre pedagogos y psicólogos.
A pesar de todo, las metodologías del diagnóstico en las etapas escolares pueden ser altamente atractivas y esclarecedoras para maestros, padres, tutores y alumnos, ya que lectura, escritura y cálculo son las materias instrumentales básicas que se benefician del estudio diagnóstico y pronóstico y de los posteriores tratamientos, campos éstos reservados específicamente a la orientación. Numerosas prescripciones metodológicas, corrientes pedagógicas revolucionarias y baterías instrumentales han nacido para la pedagogía precisamente a raíz de este afán preventivo de la orientación escolar.

2. La orientación vocacional 
La orientación vocacional deviene actualmente una auténtica educación e intenta formar al individuo en el proceso madurativo para tomar -comprometidamente- decisiones profesionales y ocupacionales. Países avanzados y con previsión sociolaboral a medio plazo se esfuerzan a mantener bien informada a la población escolar y a las familias. Todas las cuestiones relacionadas con la profesiografía, la exploración de las aptitudes profesionales, la información ocupacional y profesional, la selección del personal de empresas, la política de empleo, la formación profesional y los problemas laborales componen, a grandes rasgos, el ámbito de estudio de la orientación vocacional.
En la adolescencia conviene hacer reflexionar al educando sobre sí mismo y el mundo profesional, sobre quién es él y hacia dónde va. Y así, son críticas estas preguntas: ¿dónde estoy?, ¿quién soy?, ¿qué voy a hacer?, ¿cómo lo haré?, que implican un paralelismo en el ámbito educativo con las siguientes respuestas: conocer las oportunidades, conocerse a sí mismo, formar la decisión y prepararse para las épocas de transición. El equipo orientador se esfuerza en conocer y desbrozar los factores que influyen en la decisión vocacional y que podríamos sintetizar en el listado siguiente:
  • Nivel intelectual
  • Aptitudes
  • Escolarización
  • Familia
  • Personalidad, autoconcepto y autoestima
  • Valores y sistemas axiológicos
  • Estereotipos y expectativas
  • Intereses, realismo, aficiones
  • Diferencias sexuales e influencia del medio
  • Grupos de presión y percepción del papel que se desempeña en la sociedad
Una vez analizados los factores, interculturalmente, se pone en marcha el dispositivo adecuado para la prestación de consejo y orientación profesional y/o vocacional, ya sea a través de los centros de recursos en el aula o la relación dual orientador-orientado, ya sea a través de la integración de los conceptos vocacionales en el curriculum o en el marco de un trabajo integrado que implique también a la comunidad.
La información profesional y ocupacional con un tratamiento de representación profesional y de confrontación de uno mismo con el mundo laboral es el nudo gordiano de la orientación vocacional. Sin la información, el individuo no puede elegir; sin la elección libre, el individuo no puede tomar decisiones responsables. Los sistemas de información profesional gozan en algunos países de prioridad en los sistemas orientadores y proporcionan al ciudadano todo tipo de referencias, fuentes y recursos. Sin este paso previo sería improductivo el desarrollo de un programa orientador realista.
La información profesional es compleja, y no todas las organizaciones pueden prestarla sin más. Para iniciarla en la escuela se propone una metodología mínima que juega con tres dimensiones elementales: 1) el conocimiento estricto del mundo laboral; 2) el conocimiento del propio yo, modo de ser y estilo de vida; 3) la confrontación de esos dos elementos previos, sociológico e individual.


3. La orientación personal
La orientación personal o consejo es un proceso por el cual una persona con problemas -que no le incapaciten para poder reflexionar sobre sí mismo- es auxiliada por el orientador -o consejero- para sentir y actuar de un modo personalmente más satisfactorio. Esta ayuda se centra en la relación o comunicación dual, cara a cara, mediatizada por la entrevista y con objetivos tendentes a la adaptación, la autonomía psicológica, el ajuste a las responsabilidades sociales y la salud emocional del orientado, entre otros.
Las actuaciones del consejero pueden estar condicionadas por su adscripción a teorías comúnmente aceptadas, tales como la de rasgos y factores, psicoanalítica, perceptivo-fenomenológica, del aprendizaje, de la terapia existencial o ecléctica, entre otras. La herramienta fundamental de esta relación de ayuda es la entrevista, que pretende establecer una comunicación positiva con el orientado proporcionándole un marco de referencia estructural donde acogerse, ayudándole a expresar sus emociones, sentimientos o inquietudes de tal manera que aprenda a estar alerta ante sus reacciones emocionales y sus necesidades vitales.
El consejo es la clase de orientación más elaborada debido a su carácter de aplicación individual, y en nuestro país estamos muy lejos de conseguir cotas que nos iguales a los más adelantados. A pesar de ello, se hacen esfuerzos respecto al asesoramiento a padres de alumnos problema, a adolescentes, y en ciertos tipos de tutoría, tanto en la enseñanza primaria como en la secundaria.

domingo, 13 de enero de 2019

La ética epicúrea

La teoría del conocimiento nos ha indicado el modo de acceder al conocimiento de la realidad; la Física ha puesto de relieve la auténtica esencia del mundo y de los seres humanos, haciéndonos comprender que es absurdo temer los fenómenos naturales, la muerte y los dioses; la Ética, según los epicúreos, nos muestra el auténtico camino que conduce a la felicidad. Esta vía consiste, justamente, en procurar librar al alma de todos los temores y de todas las preocupaciones para que pueda arribar a una situación de tranquila indiferencia o ataraxia (αταραξία).
La Ética socrática, platónica y aristotélica era activa y social y se desenvolvió en estrecha ralación con la política: Sócrates, por ejemplo, salía a la plaza pública, a las termas, etc., a dialogar con sus convecinos sobre la virtud, la justicia, los deberes, etc.; en Platón, el sabio (el filósofo) aparecía comprometido en el gobierno de la sociedad; y según Aristóteles, el ser humano, por naturaleza, es "animal político". La moral epicúrea, por el contrario, intentó refugiarse en un individualismo alejado de todas aquellas preocupaciones. Epicuro predicaba la renuncia a toda actividad pública, la huida de la turba social y la retirada al Jardín de los Sabios. Según él, la verdadera moral debe conducir a la inactividad, a la imperturbabilidad, a la soledad o, si acaso, a la tranquila charla amistosa entre "los pocos sabios que son capaces de retirarse del mundanal ruido".

1. El placer

Decimos que el placer es el principio y el fin de la vida feliz. En efecto, de acuerdo con la naturaleza, él es el primer bien y él nos sirve de guía para llevar a cabo toda elección y todo rechazo y de acuerdo con él valoramos todas las cosas por el afecto que producen. Y puesto que por naturaleza éste es el primer bien, justamente por eso no elegimos todos los placeres, antes bien rechazamos muchos cuando de ellos se han de derivar mayores males para nosotros. Y preferimos algunos dolores si de soportarlos han de seguirse mayores placeres.
Diógenes Laercio, Carta a Meneceo

La doctrina ética de Epicuro se fundamenta en las afecciones de placer y dolor que las sensaciones producen en los seres humanos: el placer es bueno y el dolor es malo. En este sentido, todos los seres humanos buscan el placer y huyen del dolor; la propia naturaleza muestra que tal principio posee una extensión universal, pues tanto los animales como los niños se comportan de este modo sin ningún tipo de aprendizaje.
Pero, ¿qué se entiende por placer? De modo primario y radical, el placer corpóreo, el "placer de la carne" o el "placer del vientre". Este autor entendió por placer un estado negativo en el que no se experimenta absolutamente dolor en el cuerpo ni perturbación en el alma; pero las primeras formas, y las más terribles, de dolor y de perturbación son las que se deriban de la carencia de los bienes necesarios: alimentos, agua, vestidos; es decir, las primeras causas de dolor y perturbación son sufrir hambre, sed, frío... en consecuencia, el primer modo de placer consistirá en la satisfacción de dichas necesidades o, lo que es lo mismo, en lograr el equilibrio fisiológico de tener satisfechas las necesidades elementales y en manera alguna de exaltar los placeres de las personas viciosas, intemperantes o ambiciosas.

2. Placeres del cuerpo y placeres del alma
Epicuro distinguió entre los placeres y dolores del cuerpo y los del alma; los primeros guardan relación directa con las afecciones que produce la sensación y permanecen localizados en los órganos adecuados (el dolor se produce en una parte concreta del cuerpo: en el estómago si tienes hambre, en el rostro si se ha recibido un golpe en él, etc.); los placeres y los dolores del alma, en cambio, se refieren a la parte intelectiva y poseen un carácter duradero, flexible e independiente. El cuerpo no puede sufrir ni gozar otros dolores ni placeres que los presentes. El alma, en cambio, puede sufrir y gozar con placeres pasados, pues gracias a su capacidad de memoria y de previsión puede ignorar la situación actual del cuerpo, recordando situaciones pasadas de signo opuesto.


En sentido estricto, es posible afirmar que los únicos dolores y placeres existentes son los corporales, pues, en último término, los placeres y los dolores del alma no son más que placeres o dolores del cuerpo recordados o anticipados. En consonancia con estas ideas, Epicuro podía asegurar que para ser feliz toda la vida es suficente con haberlo sido un instante, pues nuestra alma puede recordar una y mil veces la experiencia pasada y, de este modo, volver a ser feliz: el recuerdo de los placeres gozados puede borrar los dolores presentes. Pero también puede suceder lo contrario, que los deseos negativos que anidan en nuestra alma (odios, envidias, ambiciones...) perturben el bienestar actual.

Quien hace ocultamente algo contra la mutua convención de no dañar ni ser dañado, de nada sirve que se oculte, pues aunque esté oculto durante algún tiempo, no es seguro que lo pueda estar hasta su muerte.
Epicuro, Máximas capitales

3. Deseos naturales y deseos no naturales
No todos los placeres son iguales, sino que existen placeres superiores y placeres inferiores; por tanto, se trata de elegir de modo conveniente los placeres adecuados sin dejarnos llevar por deseos inmediatos; pues algunos placeres son fuente de dolores y ciertos dolores origen de placeres. En este sentido, Epicuro estableció una triple distinción entre los deseos humanos, a saber: deseos naturales y necesarios, como beber cuando se tiene sed, abrigarse cuando se tiene frío...; deseos naturales no necesarios, que surgen de las preocupaciones por la vanidad y el lujo (son naturales los deseos de comer y beber, pero no es necesario el deseo de procurarse alimentos exquisitos ni sabrosos licores); y deseos ni necesarios ni naturales, que son los que se originan a causa de opiniones o juicios desmedidos, por ejemplo, deseo de riquezas y honores, ansia de poder, etc.
A este respecto, Epicuro proscribía los deseos no necesarios y minimizaba los necesarios, debemos huir de los exquisitos banquetes, anular el amor a las riquezas, cargos y honores, evitar el matrimonio, la intervención en políticas, etc., porque todos ellos son fuente de dolores y turbaciones. Además, señaló la conveniencia de tener satisfechos los deseos necesarios, pues la carencia de alimentos, agua y vestido dificulta enormemente la vida placentera; no obstante, recomendaba moderación y conformidad con poco. Como vemos, el hedonismo de Epicuro se encuentra en las antípodas de un mundo como el nuestro, obsesivamente preocupado por el lujo, el consumo, el derroche...

4. La elección de los placeres

Cuando decimos que el placer es el fin, no queremos entender los placeres lujuriosos y libertinos, como dicen algunos ignorantes de nuestra doctrina o contrarios a ella; sino que unimos la ausencia del dolor del cuerpo con la tranquilidad del ánimo. No son los convites ni los banquetes, ni el disfrute de muchachos y mujeres, ni de pescados y otros manjares que pueden darse en una suntuosa mesa los que hacen dulca la vida, sino un sobrio raciocinio que investiga perfectamente los motivos de toda elección y de todo rechazo.
Diógenes Laercio, Carta a Meneceo

Para ser felices no basta cualquier clase de placeres, sino que mientras unos favorecen la felicidad, otros propenden a perturbarla. En consecuencia, debemos saber elegir, esto es, calcular adecuadamente entre los placeres y los dolores que se nos ofrecen. Este cálculo es llevado a cabo por la prudencia racional.
Vemos, pues, que también en Epicuro, siguiendo la tendencia de casi toda la filosofía griega, aparece un cierto intelectualismo moral, la elección la lleva a cabo la razón o el intelecto: la persona sabia y prudente, por una parte, sabe escoger y, por otra, siempre es dichoso. Las desgracias de los seres humanos se deben a los deseos desordenados, es decir, no elegidos conforme a la razón; pero vivir de este modo es vivir de modo irracional y convertidos en esclavos de nuestras pasiones y deseos. La persona sabia, al contrario, de acuerdo con los dictados de la naturaleza, se aleja de todas las preocupaciones y busca la autarquía (αυτἀρκεια), la autosuficiencia, pues sabe que no puede esperar nada de los dioses ni de los otros seres humanos, y la autarquía conduce a la ataraxia, a la imperturbabilidad: vivir indiferente a los avatares del mundo y de la sociedad; "para ser feliz vivamos escondidos", nos viene a decir Epicuro, ya que el sabio sólo aspira a vivir en la amistad de otros sabios; pues "de todas las cosas que nos ofrece la sabiduría para la felicidad de la vida, la más grande es la adquisición de la amistad".

Todo deseo inquieto y molesto se disuelve en el amor a la verdadera filosofía... Nadie debe dilatar el filosofar de joven ni sentirse cansado de hacerlo de viejo; pues nadie es nunca demasiado joven para buscar la salud del alma ni demasiado viejo para dejar de hacerlo. Y quien dice que la hora de filosofar aún no le ha llegado o que ya le ha pasado, es semejante a quien dice que todavía no le ha llegado o que ya se le ha pasado la hora de ser feliz.
Epicuro, Epístola a Meneceo

5. El tetrafármacos
El camino para arribar a la autarquía y a la ataraxia lo resumió Epicuro con los cuatro preceptos (el tetrafármacos) siguientes: a) no temer a los dioses: los dioses ni tienen molestias ni se las producen a nadie; b) no temer a la muerte; c) los males y los dolores son breves, pues el dolor agudo o se acaba pronto o pronto acaba con nosotros; d) el bien es fácil de lograr, consiste en no prestar atención al dolor y en alejarse de él mediante el recuerdo de los pasados placeres.

Nada es la muerte para nosotros, pues todo mal y todo bien se hallan en la sensibilidad y la muerte es la privación de la sensibilidad.
Diógenes Laercio, Carta a Meneceo

En conclusión, la ética de Epicuro era hedonista; ahora bien, el hedonismo así entendido, contra lo que frecuentemente se afirma, resulta profundamente ascético y hasta heroico, sin duda alguna alejado de los ideales y de las capacidades de la inmensa mayoría de las personas. Se trata, efectivamente, de buscar el placer, mas los epicúreos sabían que el placer sin norma ni medida es poco consistente y fácilmente nos convierte en esclavos; en consecuencia, se impone ser prudentes, conformarse con un mínimo de placer y procurar conseguir el dominio de nosotros mismos.

miércoles, 9 de enero de 2019

Distintas perspectivas de la orientación

Enmarcada en el contexto escolar de la educación formal y reglada, la orientación se ha estudiado y se ha puesto en práctica desde varias perspectivas. Analizarlas una a uno nos proporciona un acercamiento, limitado pero comprensivo, al despliegue y al esfuerzo orientador que se ha llevado a cabo en casi todos los países.

1. Orientación como educación
La orientación como educación confía al maestro la función de orientar, y las actividades curriculares son las que favorecen la labor de guía, sirviéndole de apoyatura. De ahí que orientar y educar sean prácticamente palabras sinónimas, pues ambas tareas consideran fundamentales las aportaciones de la psicología evolutiva, la dinámica de grupos, de las diferencias humanas (pedagogía y psicología diferenciales) y de las teorías de las relaciones humanas.
Los objetivos primordiales de la labor del maestro en un marco orientador serían ayudar al alumno a tomar decisiones genéricas ante su futuro, lograr que se sienta aceptado y sepa considerar sus limitaciones -desarrollando una imagen realista de sí mismo-, adiestrarle en experiencias de relación dentro del grupo y enseñarle a comprender y valorar su unicidad en relación con la de los demás.
Este enforque subraya que lo óptimo sería fundir enseñanza -instrucción- y orientación. Los defensores tradicionalmente conocidos son, entre otros: R. Strang, que defiende la orientación en el aula; M. Ohlsen, que preconiza la orientación hecha por el tutor; W. Glasser, que defiende la urgencia de una orientación en el medio escolar hacia la salud mental mediante un tratamiento sociológico; y C. R. Rogers, que crea la orientación no directiva o centrada en el alumno. Para ellos, orientar es un conjunto de acciones que deben llevarse a cabo en clase y no precisan de personal especializado estrictamente hablando; va dirigida a todo el alumnado -no sólo a aquellas personas con conductas de aprendizaje patológicas-, y su proyecto más característico es el esfuerzo de adaptar el curriculum a las necesidades individuales del aprendizaje, tanto cognoscitivo como afectivo.

2. Modelo educativo-vocacional
El origen de la orientación como función independiente fue posible gracias al modelo educativo-vocacional aplicado a las tareas de guía. El crecimiento tecnológico de la era moderna, la complejidad del mundo laboral, el despliegue de áreas científicas especiales -tests, medida y evaluación profesional, consejo individual y en grupo-, y otras circunstancias, facilitaron la proliferación de teorías de la elección ocupacional y del desarrollo vocacional que ocupan un respetable espacio en las enseñanzas universitarias de todo el mundo. 
Los principios de este enfoque intentan preparar al joven para su inmersión en el mundo del trabajo, para el desempeño de un papel profesional futuro, para su madurez como ciudadano útil a la sociedad, etc., basando sus estructuras científicas en los procesos de desarrollo vocacional y en los supuestos de tipo psicológico, socio-psicológico y sociológico.
Tradicionalmente se ha venido utilizando el consejo profesional de aplicación tanto individual como colectiva. Ya sea inspirándose en el modelo de F. Parsons -conocer a las personas, estudiar las características y requisitos de las profesiones u ocupaciones, y comparar ambos aspectos-, ya sea compartiendo las aportaciones de E. Williamson -análisis, síntesis, diagnosis, prognosis, consejo y seguimiento-, ocurre que estos tipos de orientación profesional se usan en los momentos críticos.
A partir de J. Crites, J. C. Hansen, M. Katz y A. Hardwick, se impone, en los países anglosajones por lo menos, el concepto procesual, progresivo o evolutivo de los principios educativo-vocacionales: el orientador vocacional trata de cubrir un área muy amplia del potencial personal, y con una gran variedad de técnicas, de modo que se consiga, en lo posible, integrar la educación vocacional en el curriculum y actividades escolares y extraescolares. Toda la plantilla de profesionales de la educación, en un esfuerzo sistemático, educa al adolescente mediante un amplio programa que se inicia en los primeros grados y que va dirigido a todos los escolares. Esta inclusión de los objetivos vocacionales en las programaciones está muy extendida y propone los siguientes logros en los alumnos orientados:
  • Profundizar en el conocimiento de sus propias habilidades.
  • Explorar sus aptitudes, intereses y personalidad.
  • Tomar conciencia de su propia imagen, como determinante de su elección profesional y su estilo de vida.
  • Desarrollar actitudes realistas y prácticas ante las exigencias académicas y laborales.
  • Tomar conciencia de los rápidos cambios del mundo del trabajo para los que precisará entrenamiento y madurez.
  • Comprender la legitimidad y el valor de cualquier ocupación.
De este modo, las actuales corrientes de orientación profesional devienen una educación que se centra en los componentes cognoscitivo y afectivo simultáneamente.

3. Otros enfoques
Otros encuadres de la actividad orientadora no menos importantes es el centrado en el problema, también denominado de orientación adaptativa, preconizado a raíz de la compleja problemática diferencial de los sujetos susceptibles de ser orientados; por ejemplo, orientación para superdotados, para grupos minoritarios, para la familia, para los jóvenes que están en la calle, drogadictos, parados, jubilados, personas que sufren la desigualdad de oportunidades, etc.; o también, el consejo u orientación personalizada, de cariz dual (un orientador y un orientado), que trata de satisfacer necesidades específicas que precisan ayuda intensiva, y basado en las teorías de la personalidad. Este enfoque ha demostrado ser altamente útil en caso de discapacidad intelectual, delincuencia juvenil, consejo familiar, desajustes, problemas de la personalidad, relaciones padres/hijos, y echa mano tanto de la entrevista -centro del programa de consejo- como de la información y de la aplicación de tests, sobre todo según las afirmaciones de los teóricos autodenominados eclécticos. La orientación como sistema o conjunto de servicios, en el cual es necesario el trabajo en equipo de especialistas para cubrir un espectro amplio de ofertas: a) la información educativa, ocupacional y personal/social; b) la creación y uso de inventarios, recogida, almacenamiento y diseminación de datos; c) el uso ético de los mismos; d) el consejo; e) la orientación académica a padres y alumnos; f) la investigación y evaluación del sistema, etc. Finalmente, la orientación para el desarrollo, más preventiva, completa y supera las anteriores, pues acumula y coordina enfatizando la importancia de una planificación adecuada de la educación y el aprendizaje, de la política funcional-educativa y de la comunicación entre personas y grupos. Para R. H. Matewson, la orientación es "un proceso sistémico, profesionalizado, de ayuda al individuo por medio de procedimientos educativos y clarificadores para conseguir un mejor conocimiento del propio carácter y posibilidades y relacionarse a sí mismo más satisfactoriamente con las exigencias sociales de acuerdo con valores morales y sociológicos".
Los que practican esta orientación evolutivo tratan de superar el interés por el desarrollo intelectual del alumno -pues de ello ya se viene preocupando el sistema educativo tradicionalmente- y dirigen su atención hacia el desarrollo de los componentes emocionales y humanos. De ahí que el orientador se preocupe del deservolvimiento del ser humano que exigirá del orientado:
  • Que se conozca a sí mismo mediante la búsqueda personal.
  • Que se encuadre o ubique conscientemente en los sistemas significativos para su propia persona, su mundo y su idiosincracia.
  • Que consiga una madurez específica aceptando su propia identidad.
  • Que sepa autovalorarse y evaluarse para alcanzar a dominar actitudes positivas ante su propia estructura de la personalidad.
A esta teoría se han acumulado los presupuestos de la orientación como educación psicológica, iniciada por R. Moser, aunque inspirada en las afirmaciones de William James.
Desde la perspectiva del contexto social, las actividades orientadoras tratan de conseguir la socialización y la salud mental, las intervenciones indirectas en la organización institucional con la asesoría a directivos o consulting, la orientación entre semejantes o pares, la clarificación de los valores, y otras finalidades no menos interesantes.
Expuestas estas sencillas ideas acerca de la extensión y profundidad de la orientación escolar, profesional y social, queda claro que orientación y educación en muchos casos se solapan y tienden a confundirse. Presentamos una gráfica a continuación que quizá aclare algo los ámbitos en que se mueven preferentemente una y otra, y la dialéctica que las une y, a la vez, las separa.

jueves, 3 de enero de 2019

Necesidades básicas y sus concomitantes culturales: Parentesco

Bajo este título consideramos los procesos procreativos que, en las culturas humanas, corresponden a las fases reproductivas. La distinción más importante entre el apareamiento humano y animal está, sin duda, biológicamente determinada como la necesidad de reproducción misma. La criatura humana necesita la protección de los padres por un período mucho más largo que los retoños de los animales y hasta de los antropoides superiores. Por lo tanto, no podría subsistir una cultura en la que el acto de la reproducción, es decir, la cópula, la gravidez y el alumbramiento, no estuviera ligado con el hecho legalmente establecido de la paternidad, o sea, la relación por la cual el padre y la madre deben velar por los niños durante un largo período y, a su vez, obtener ciertos beneficios de sus cuidados y desvelos.
En muchas comunidades el noviazgo mismo es una institución o se practica como parte de otra. En algunas culturas primitivas encontramos ciertos dispositivos materiales como el club o casa de los hombres solteros y los barrios de niñas casaderas; en ambos casos existen reglas definidas de vida comunal, autoridad o supervisión interna, con arreglos especiales para dormir, comer y realizar actividades conjuntas. En relación con esto, hay ocasiones para los encuentros individuales y regodeos entre niñas y muchachos. Hay códigos de comportamiento claramente definidos y límites a la libertad con respecto a una pareja o a la relación entre varios pretendientes. Todas estas regulaciones se orientan definidamente hacia un posible contrato de matrimonio entre dos novios. Los jóvenes se relacionan unos con otros, tienen oportunidad de sondear la respectiva capacidad para el trabajo, las cualidades del compañerismo, y, con mucha frecuencia, las características fisiológicas relacionadas con el acceso directo. En otras culturas el cortejamiento se lleva a cabo en la casa de la moza o por especiales convenios entre las familias. Se organiza siempre en un sistema institucional concreto o es el resultado de la relación entre otros ya organizados, como la familia, los acuerdos entre pueblos, las danzas estacionales, las fiestas y carnestolendas.
El contrato de matrimonio establece una familia independiente, ya sea que la pareja recién casada continúe viviendo en el hogar de los padres de la joven o con la familia del novio. Su incorporación está netamente determinada en cuanto al lugar, las actividades, las reglas de conducta y la sumisión a la autoridad. El aspecto privado de la vida conyugal debe ser siempre claramente establecido. La cooperación económica puede circundar el hogar y la casa recién establecidos o puede constituir un agregado fundamental a otros existentes. En cualquier caso, el nuevo pequeño grupo es ya el núcleo de una institución que debe ser definida mediante el análisis de su ambiente físico, de las reglas concretamente expresadas, de la relación entre los recién casados y sus respectivas familias, y de su "status" jurídico, económico y social.
Desde luego el nuevo grupo, aun antes de que la reproducción sobrevenga, no permanece aislado, sino en estrecha relación con las casas paternas, la comunidad local y hasta con el conjunto más amplio del grupo. El acto de la boda así como el status de connubium son asuntos de interés público, porque constituyen una relación legal. Hasta las fases más íntimas de la existencia se convierten inmediatamente en un tema de interés social, desde el momento en que la mayoría de sus actos son tradicionalmente definidos por la ley consuetudinaria, las personas intervinientes, la ética y la creencia religiosa.
Con el proceso del embarazo y el nacimiento, el matrimonio se transforma en paternidad y maternidad. Y eso nunca se reduce a lo puramente privado o fisiológico. En el acto un conjutno de reglas de conducta se hacen aplicables a la mujer grávida y a su marido. Por lo común, aquéllas son validadas por creencias que se refieren al bienestar del nuevo ser, y, desde que la comunidad entera y en particular los parientes y parientas están interesados en el hecho del nacimiento y en el aumento del número de miembros, las costumbres establecidas y las relgas éticas que rigen la gravidez y los primeros períodos de la maternidad son asuntos de interés público.
No es necesario entrar aquí en el amplio campo de la paternidad y los vínculos derivados de parentesco. Es claro que éstos son, por una parte, resultado y consecuencia del proceso fundamental de la reproducción biológica; y por otra, son notablemente remodelados por el sistema legal de descendencia, los antepasados míticos y los conceptos jurídicos que definen unidades como la familia extensa, el grupo de parentesco y el clan. Particulares interpretaciones tradicionales del proceso mismo del embarazo y el alumbramiento, agregan a los factores biológicos, influencias que proceden del mundo de los muertos, del ambiente natural y de la interacción de los otros miembros del grupo, y transforman, mediante la educación y la enseñanza, las fuerzas innatas de la maternidad y la paternidad en poderosos vínculos de solidaridad social.
En todo esto, es obvio que el estudioso de la cultura debe cada vez más relacionar la fisiología y la psicología de la reproducción con el medio físico en el cual la cultura emplaza y confina el curso de los procesos. La base económica del noviazgo, del matrimonio y de la paternidad, es indispensable para comprender cómo la fisiología se transforma en conocimiento, creencia y vínculos sociales. Está claro que bajo el término económico abarcamos ordenamientos materiales, técnicas, procesos de producción, acumulación y uso de la riqueza, actos de consumo y elementos de valor. Las reglas legales definen amplios sectores de los procesos económicos, pero al mismo tiempo prescriben formas de matrimonio, establecen las condiciones de su validez, declaran sus efectos en cuanto respecta a la descendencia y requieren, por lo tanto, ser formuladas con toda precisión. En otros términos, debemos informarnos acerca de cómo se formulan las reglas del derecho consuetudinario, del galanteo, del matrimonio, de la filiación y del parentesco extenso; dónde aquéllas se aplican corrientemente y dónde suscitan dificultades y complicaciones, y el modo en que se ejercitan a través de la coerción o de la creencia. Es tan obvio que el elemento educativo penetra muy profundamente en las relaciones paternas, que no se requieren profusos argumentos.
En resumen, podemos decir, ante todo, que las reacciones culturales a la necesidad de propagación requieren en consecuencia un análisis sustancial de las instituciones que las componen, desde el noviazgo hasta el más lejano parentesco diferenciado en el grupo social. Desde que todas estas instituciones están trabadas, no puede considerarse satisfactorio ningún estudio etnográfico, ni tampoco exposición teórica alguna, que no describa y analice plenamente este vínculo, así como cada institución en particular. Hemos desmostrado que por sobre los determinantes biológicos -en su mínima forma de serie vital de atracción, acoplamiento, fecundación, preñez y parto- intervienen, con toda la fuerza de un determinismo cultural ineluctable, los elementos económicos, educativos, legales y políticos. Hemos indicado, además, bien es cierto que como simple tentativa, que los elementos de la tradición del grupo relacionados con el conocimiento, la creencia y el valor moral, aparecen como poderosos factores sin los cuales el sistema de parentesco no puede comprenderse, porque tales factores psicológicos y simbólicos juegan un papel vital en la constitución del sistema.