viernes, 28 de diciembre de 2012

Los filósofos presocráticos

Conocemos con el nombre de presocráticos a todos aquellos filósofos anteriores a Sócrates cuya actividad científica se prolongó desde finales del siglo VII a principios del V a.C.
Desde el punto de vista histórico, Sócrates aparece como la figura central en el nacimiento y en la posterior evolución de los problemas filosóficos, en él culminó la primera etapa de la filosofía griega y de él comenzaron a surgir los nuevos planteamientos que dieron cauce a las grandes concepciones del siglo IV a.C. en las obras de Platón y de Aristóteles.
Como características generales comunes a todos los filósofos presocráticos podemos señalas las siguientes.
  • Casi todos ellos provenían de la periferia del mundo helénico, predominantemente de las costas del Asia Menor y de las colonias de Sicilia y la Magna Grecia. El primer filósofo ateniense del que tenemos noticia es Archelaos, discípulo de Anaxágoras y maestro de Sócrates, aunque desde el punto de vista de sus aportaciones posee un escaso relieve.
  • Sabemos, en la mayor parte de los casos, cuál es su localidad de origen, pero nos resultan imprecisas las fechas de su nacimiento y de su muerte.
  • Se ha perdido casi la totalidad de su obra escrita, de tal modo que sus realizaciones y sus opiniones nos han llegado, con grandes lagunas, a través de fuentes indirectas citadas por diversos autores del siglo IV a.C., entre los que destacan Platón, Aristóteles y otros muy posteriores, los doxógrafos: Sexto Empírico, Diógenes Laercio, Simplicio, etc., muchos de los cuales, sobre todo Platón y Aristóteles, tienden a interpretar los pensamientos que nos transmiten desde sus propias posiciones intelectuales; por consiguiente, con frecuencia, resulta muy difícil determinar el auténtico significado de sus textos.
1. Los problemas principales

La mayoría de los filósofos primitivos creyeron que los únicos principios de todas las cosas eran los de índole material, pues aquello de lo que constan todos los entes y es el primer origen de su generación y el término de su corrupción es, según ellos, el elemento y el principio de los entes. Y por eso creen que ni se genera ni se destruye nada, pensando que tal naturaleza se conserva siempre.
Pero cuanto al número y a la especie de tal principio, no todos dicen lo mismo.
Aristóteles, Metafísica

El problema principal planteado por los pensadores presocráticos fue el del arjé. Se trataba de investigar el principio fundamental de la realidad, aquello de lo que todo brota y a lo que todo vuelve. De la nada nada puede surgir, en consecuencia, tiene que existir una realidad primera, arjé, de la cual se deriven todas las demás. En este sentido, los filósofos presocráticos entendieron por arjé:
  • Lo primero en el orden del ser, es decir, la primera realidad, aquello de lo que cualquier otra deriva o procede.
  • El sustrato o fundamento que se encuentra presente (y permanece invariable) en el curso de todos los cambios, esto es, lo que en último término toda otra realidad es.
  • La fuerza rectora o naturaleza (physis) que gobierna y explica (o posee la razón de) cualquier otro género de realidad, sus estructuras, sus cambios, sus propiedades y su actividad.
De acuerdo con las características enunciadas, nada se engendra ni nada se corrompe, ya que el arjé, en tanto en cuanto realidad primera como principio y sustrato de todas las cosas, se encuentra presente en todos los cambios, permanece inmutable a lo largo de todos ellos y regula su actividad.
Junto con este problema, destaca el de las facultades cognoscitivas humanas. En este aspecto, los primeros filósofos griegos propendieron a contraponer el conocimiento sensible a la razón y, en general, opinaron que los sentidos eran fuente de error, que por medio de ellos no podíamos llegar a la verdad, sino que ésta sólo podía alcanzarse en virtud del conocimiento intelectual, gracias a la razón.

2. Los pensadores más destacados

En este apartado vamos a exponer las principales corrientes filosóficas que precedieron a Sócrates.

 A  - Los milesios
Según la tradición histórica occidental, la Filosofía tiene su inicio en Mileto, colonia griega del Asia Menor, y Tales de Mileto pasa por ser el primer filósofo de nombre conocido. Según Tales, el arjé es el agua, puesto que de ella todo procede y a ella todas las cosas vuelven y, asimismo, dicho elemento se encuentra presente en todas las cosas.
Posteriormente, Anaximandro indicó que el principio fundamental de la naturaleza es el ápeiron (lo indeterminado, lo ilimitado, sin distinguir el aire, el agua o cualquier otra cosa), y según Anaxímenes, el aire.

 B  - Los eléatas
Hacia finales del siglo VI a.C., en Elea, colonia en la Magna Grecia, al sur de la península itálica, floreció una escuela cuyas figuras principales fueron Parménides y Zenón. Según estos filósofos, la realidad es el Ser, lo que es, lo único que plenamente es.
Parménides distinguió dos vías de conocimiento: la vía de la opinión (dóxa) y la vía de la verdad (epistéme); según él, la vía de la opinión significa la actitud cognoscitiva espontánea, el testimonio de los sentidos, es la vía que siguen los "vulgares mortales" y conduce a la ilusión, a las apariencias, al error. Parménides sitúa en esta vía las teorías cosmológicas de los milesios. En cambio, la vía de la verdad se corresponde con la auténtica vía de investigación y, por ella, se llega al verdadero conocimiento, ésta consiste en una deducción racional perfecta, mediante la cual se pone de relieve que el Ser es y es imposible que no sea y el No-Ser no es y ni siquiera puede ser pensado.
De este modo, intentó poner de relieve la coincidencia del pensar con el Ser (con la realidad). Los sentidos carecen de capacidad para suministrarnos la verdad y a ésta sólo podemos acceder mediante el ejercicio de la actividad lógico-racional que pone de manifiesto que la realidad, el Ser, siempre es. Entre el Ser y el No-Ser (la nada) no puede darse un término medio, en consecuencia, no puede haber diferencias dentro del Ser, pues sólo la nada es distinta al Ser; pero la nada nada es (es decir, no es) y, por tanto, no puede diferenciar. Se pone en evidencia, pues, que el Ser es uno, inengendrado, imperecedero, perfecto, inmóvil e indivisible, todo semejante a una esfera perfecta cuyos puntos son perfectamente equidistantes del centro: es Ser es siempre acabado y completo, esto es, perfecto.


Heráclito (535-484 a.C., aprox) 
 C  - Heráclito de Éfeso
Heráclito de Éfeso, coetáneo de Parménides, es conocido por ser el filósofo del movimiento, del devenir; según él, todo se encuentra perpetuamente en cambio (panta rei): "nadie puede bañarse dos veces en el mismo río"; las cosas se mudan en sus contrarios sin detenerse jamás; el mundo, la realidad, es semejante a un fuego que continuamente se enciende y se apaga de acuerdo con determinada medida, la cual viene dada por el Lógos.
De este modo, mediante el Lógos, Heráclito parece introducir un orden, una medida, una realidad estable que sirve de norma (o de orden y armonía) a la continua variación de la realidad, pues todo sucede de acuerdo con el Lógos. El Lógos constituye, así la ley del cambio.

 D  - Los pluralistas
Parménides y Heráclito influyeron de un modo notable en la orientación que los filósofos posteriores dieron a sus teorías. De Parménides quedó asentado su principio según el cual de la nada nada puede surgir (del No-Ser no puede surgir el Ser), por consiguiente, si algo existe ha debido existir siempre algo. Por otra parte, Heráclito había puesto de relieve la realidad del cambio y de la mutación: todo corre.
Podemos afirmar que, en cierta medida, los filósofos pluralistas, Anaxágoras, Empédocles y Demócrito intentaron conjugar ambas posiciones. Estos pensadores, por una parte, admitían la existencia de unas realidades primarias, inmutables, inengendradas e imperecederas, es decir, unas realidades que poseerían las cualidades del ser de Parménides, salvo la unicidad; mas, por otra, mediante la combinación y el intercambio de estas realidades originarias se explicaría el movimiento, la variación y el surgir de las diferentes cosas y objetos o, expresado de otra manera, de acuerdo con Heráclito, toda la realidad se encontraría en perpetua variación y cambio; pero en este movimiento existirían determinadas realidades que no sufrirían alteraciones, que permanecerían inmutables, siempre idénticas a sí mismas, y todas las modificaciones consistirían en el entremezclarse y combinarse de ellas de múltiples modos.
A estas realidades primarias, inmutables, inengendradas e imperecederas Anaxágoras las denominó homeomerías (partes semejantes). Según este autor, las homeomerías existirían desde siempre, serían cualitativamente diferentes unas de otras, constituirían las semillas de todas las cosas y, en consecuencia, combinándose de infinidad de modos darían lugar a todas las variedades de la realidad.
Empédocles, por su parte, se refirió a los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra, como principios inengendrados y permanentes que difieren cualitativamente entre sí, y mediante cuya combinación se originaría la pluralidad de los seres. Mientras que Demócrito explicó la formación de la realidad recurriendo a los átomos (sin corte), que constituirían las partículas elementales, cuantitativamente distintas unas de otras, que, moviéndose en el vacío y combinándose entre sí, irían formando los diferentes objetos.

 E  - Los pitagóricos
Pitágoras (580-495 a.C.)
Los pitagóricos constituyeron una amplia escuela fundada por Pitágoras de Samos hacia mediados del siglo VI a.C. que, establecida preferentemente sobre diversas zonas de la Magna Grecia, duró hasta el siglo IV. Sus preocupaciones principales se referían a los números (las Matemáticas), la Astronomía y la Música, que según ellos guardaban una intrínseca relación entre sí.
Los números, en esta concepción, constituirían el principio (arjé) y el fundamento o suprema realidad de las cosas. En este sentido, toda la realidad sería proporción y armonía, y dicha proporción y armonía se pondría de relieve tanto en el orden del cosmos como en el movimiento y en la distancia de los cuerpos celestes entre sí o en las relaciones de las distintas notas que constituyen la escala musical.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Historia de Grecia: Situación geográfica

Los griegos dieron a su país el nombre de Hélade, denominación derivada de Helen, padre de todos los héroes. El actual nombre de Grecia tiene un origen mucho más tardío: fueron los romanos quienes llamaron "griegos" a la primera tribu que encontraron en el sur de Italia y, por extensión, también a todos los helenos.
Grecia se extiende, en la parte oriental de la cuenca mediterránea, al sur de la Península Balcánica y por las islas del mar Egeo. Debido a esta situación geográfica, ha sido un importante puente cultural entre Europa y Asia.
En el mapa de Grecia que tenemos más abajo podemos apreciar claramente su estratégica localización entre la costa occidental de Asia, el norte de África y Europa. Concretamente, fue en la isla de Creta donde, en un primer momento, coincidieron las diferentes culturas del Mediterráneo oriental y desde la que saltaron a la Europa continental.



La historia de Grecia estuvo condicionada por su accidentado relieve geográfico, que obstaculizaba la circulación y la comunicación.
Los insuficientes recursos del suelo impulsaron a los griegos a desarrollar una intensa actividad marítima. El mar fue desde el principio su nexo de unión y su medio de vida. A través de él colonizaron las tierras próximas, fundamentalmente la costa jonia, el sur de Italia y la isla de Sicilia.

sábado, 22 de diciembre de 2012

El modelado climático

Parque Natural de Arribes del Duero
El río Duero se ha encajado profundamente en estas
penillanuras labradas y moduladas en materiales
cristalinos.
Las grandes unidades morfoestructurales definen el relieve de la Península. No obstante existen formas menores, desarrolladas en las anteriores y producto de la erosión, que en conjunto constituyen el modelado.
Los modelados que accidentan los relieves estructurales son, en la mayoría de los casos, heredados. La erosión es un proceso discontinuo en el que los períodos de crisis (rexistasia) son separados por largos descansos morfogenéticos (biostasia). Los modelados climáticos peninsulares son en gran parte producto de crisis terciarias o cuaternarias. Tan sólo en la alta montaña y en el sureste árido se elaboran formas actuales.
El modelado cuaternario es el que mejor se ha conservado, ya que con posterioridad los retoques han sido mínimos. No obstante existen herencias anteriores que afectan a los macizos antiguos. Son las penillanuras o superficies de erosión productos de largas fases de biostasia separadas por crisis morfogenéticas más cortas. Existen vestigios de una superficie de erosión de finales del Primario y otra intramiocena apenas retocada posteriormente. El modelado se resuelve en llanuras imperfectas con relieves residuales sobre las cuales se han encajado los valles cuaternarios.
El Cuaternario es el que ha legado un modelado más vivo. La Península, al igual que Europa, fue afectada por cuatro glaciaciones o períodos fríos, separadas por períodos interglaciares más cálidos. No se conocen bien las características de estos períodos ni tampoco, con exactitud, las áreas peninsulares que fueron aceptadas. Se estima que las glaciaciones afectaron a los macizos pirenaicos (hasta los 1.800 m), a las montañas cantábricas (hasta 1.500 m), a los Montes de León (casquete de hielo), sierras del Sistema Central (hasta 2.000 m) y Sierra Nevada en la Penibética (hasta 2.400 m). Durante estos períodos fríos, los pisos montano y basal de las montañas (por debajo de los límites de nieves perpetuas señalados), y las llanuras a elevada altitud (más de 600 m), conocieron condiciones climáticas periglaciares. Naturalmente no toda la Península se vio afectada por este esquema: las llanuras litorales y prelitorales levantina y andaluza, y el valle del Guadalquivir, estuvieron bajo condiciones más cálidas y húmedas.
En los períodos interglaciares las nieves permanentes desaparecieron prácticamente (sólo los altos picos) y las condiciones periglaciares estuvieron presentes en la alta y media montaña. El área periglaciar de los períodos fríos se vio afectada por condiciones más cálidas y húmedas, y el dominio pluvial se transformó en un dominio árido.
El resultado de estos cambios climáticos ha sido un modelado distinto para cada situación y crisis climática.

viernes, 14 de diciembre de 2012

El arte de la momificación

Anubis, dios de los muertos y los funerales,
atendiendo a un difunto
Para los egipcios, existía otra vida después de la muerte: el cuerpo mortal, el ba, fallecía, pero el ka, el doble del cuerpo, permanecía vivo. El difunto debía someterse a un juicio en el que se pesaba su corazón y con él los actos realizados durante su vida; para superar el juicio, el sacerdote recitaba una serie de fórmulas escritas en el Libro de los muertos, papiro que después se depositaba en las tumbas junto a las momias.
Tras el juicio, el difunto entraba en el reino de Osiris. Sin embargo, el espíritu necesitaba el cuerpo para seguir existiendo en la otra vida. La momificación tenía precisamente la finalidad de conservar al muerto con la misma apariencia que este tuvo en vida: al cadáver se le extraía el cerebro y los órganos internos, que se depositaban en los vasos canopos. Con objeto de que se conservasen eternamente, el cuerpo era sumergido en determinadas sustancias y envuelto luego con vendas.
Este trabajo era realizado por los embalsamadores en las Casas de la Muerte. El oficio de estas personas era considerado de la más baja categoría; su contacto constante con la muerte, el olor, difícil de disimular, con el que quedaban impregnados, así como las marcas producidas por el manejo de líquidos corrosivos, provocaban el rechazo del resto de la población.
Vasos canopos
Tras la ceremonia de purificación y de ofrenda en la que un sacerdote cumplía el rito de la apertura de la boca de la momia para que el muerto reviviera y se unieran el ba y el ka, que existirían por siempre en el reino de Osiris, el cuerpo era introducido en un sarcófago en cuya cubierta estaba representada con exactitud la imagen del difunto.
Como el cadáver debía permanecer intacto, las tumbas se construían en lugares cuya sequedad contribuyese a mantenerlo en un estado ideal de conservación. Los difuntos eran enterrados, además, con sus riquezas y bienes, que, en el caso de los faraones, incluían también a sus sirvientes.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Los musulmanes en España

Bote de marfil,
conservado en Pamplona
La llegada de los musulmanes a las tierras hispanas a principios del siglo VIII supuso un giro radical en la historia de la Península. Las estructuras económicas y sociales, una sociedad urbanizada y cosmopolita, la lengua, la religión y el arte de los invasores, se impusieron, aunque nunca con carácter monopolizador, sobre la mayor parte de la Península, dejando unas huellas materiales y espirituales muy profundas. Al-Andalus era una pieza más del vasto conjunto de la nueva civilización islámica. Pero en las montañas septentrionales una fuerte barrera había impedido la penetración de lo islámico. En esos núcleos del norte habían ejercido una notable influencia los reyes carolingios. La Península Ibérica era el teatro de un encuentro entre la Cristiandad y el Islam.

Aunque el número de los que llegaron a tierras hispanas era muy reducido si lo comparamos con la población hispanovisigoda, consiguieron establecer su dominio político sobre la casi totalidad del territorio peninsular. El período de máximo florecimiento del Islam en España se extiende hasta principios del siglo XI. A partir de esa fecha asistimos a un progresivo retroceso de los musulmanes peninsulares, proceso paralelo al avance incontenible de los cristianos del norte.

1. El establecimiento de los musulmanes en la Península

La conquista de la Península Ibérica fue en realidad una fase más de la expansión musulmana por la cuenca del Mediterráneo desde mediados del siglo VII. Los motivos concretos de la invasión musulmana están envueltos en la leyenda, pero parece confirmado que jugó un papel clave el conde Julián, gobernador de Ceuta, quien animó a los islamitas a cruzar el estrecho de Gibraltar para ayudar a una de las facciones en pugna por el poder en la España visigoda, la de los hijos del rey Vitiza. Un cuerpo de ejército, al mando de Tariq, desembarcó en la zona de Gibraltar y arrolló al ejército visigodo que le salió al paso en Guadalete, dando muerte al rey Rodrigo (711).
Los musulmanes, en lugar de retirarse con el botín logrado, iniciaron una serie de compañas, con el propósito de conquistar la Península Ibérica. Utilizando las calzadas romanas, Tariq y Muza efectuaron rápidas incursiones que les llevaron a la Meseta norte y al Valle del Ebro, estableciendo en los puntos claves guarniciones para asegurar el control del territorio. La resistencia que encontraron fue, en general, muy escasa. En muchos casos la aristocracia hispanovisigoda, con el fin de salvar sus bienes, prefirió pactar con los invasores (un ejemplo bien conocido es el de Teodomiro, señor de Murcia). La debilidad de la monarquía visigoda, consumida por luchas internas, y la tolerancia de los musulmanes hacia los habitantes de la Península, facilitaron la conquista. Prácticamente toda la Península, con la única excepción de las montañas septentrionales, cayó en poder del Islam. El territorio fue conocido con el nombre de Al-Andalus, estableciendo su capital en Córdoba.

2. La población de Al-Andalus: complejidad étnica y religiosa
La población de Al-Andalus está integrada en principio por dos grupos bien diferenciados, los que habitaban en la Península antes de la invasión y los conquistadores musulmanes. Estos últimos fueron, según todos los indicios, muy pocos. Algunos autores afirman que no pasaron de 60.000 los islamitas que, en diferentes oleadas, llegaron a la Península durante la primera mitad del siglo VIII. Otras investigaciones más recientes tienden a considerar que el número de musulmanes asentados en tierras hispanas fue más elevado y que su organización social peculiar, de tipo tribal, tuvo mucho más influencia de lo que se sospechaba. En cualquier caso lo importante es destacar cómo en Al-Andalus se impuso la lengua, la religión y la cultura de los conquistadores, que eran en definitiva una minoría.
La población de Al-Andalus era de una gran heterogeneidad desde el punto de vista religioso, pues había musulmanes, cristianos y judíos. Los musulmanes eran el grupo dominante, pero dentro de ellos había una gran diversidad étnica. Los auténticos dirigentes eran los árabes, aristocracia militar asentada en los núcleos urbanos. Por otro lado estaban los bereberes utilizados como tropas auxiliares y establecidos en zonas más pobres, preferentemente montañosas. Frente a los árabes, los bereberes se consideraban sometidos, lo que explica su malestar y su predisposición a la revuelta. No obstante, el grupo más numeroso de los musulmanes de Al-Andalus estuvo integrado a la largo por los hispanovisigodos que habían aceptado la religión de los vencedores. Son los muladíes. Algunos eran miembros de familias nobles, por lo que con el tiempo procuraron identificarse con la aristocracia árabe. Pero la mayoría de los muladíes eran modestos cultivadores del campo. También hay que incluir en el grupo de los musulmanes, aunque su situación personal fuera muy degradada, a los esclavos, cuyo número fue creciendo paulatinamente. Los había negros de origen sudanés. Otros procedían de diversos puntos de Europa y se les llamaba eslavos, aunque no fueran todos estrictamente originarios de ese pueblo.
Mezquita de Córdoba
Los musulmanes fueron tolerantes con cristianos y judíos, pues entendían que éstos poseían una parte de la verdad revelada. Los cristianos de Al-Andalus, particularmente numerosos en las ciudades, eran llamados mozárabes. Estaban sujetos al pago de impuestos, pero eran respetados en sus prácticas religiosas e incluso tenían autoridades propias. No obstante, la situación de los mozárabes se fue deteriorando con el tiempo.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Civilización y cultura

El baremo para incluir o no a una sociedad dentro de las fronteras de la civilización ha sido generalmente la posesión de un determinado nivel tecnológico, similar al imperante en las naciones más “desarrolladas”, pero al ser este criterio bastante impreciso se ha usado otro, cuya utilización de este modo no le da más precisión, sino todo lo contrario, que era el de considerar a los pueblos civilizados como poseedores de una cultura, en tanto que los incivilizados estaban carentes de ella. Este criterio es totalmente inexacto e inválido desde nuestra perspectiva. No existen pueblos en estado natural; el “estado de naturaleza” es una errónea construcción intelectual nacida en el seno de las disquisiciones filosóficas y desprovista de toda base empírica, y por tanto, científica. Puede haber pueblos más o menos atrasados, o, mirado desde otro ángulo, más o menos evolucionados, pero todos gozan de una experiencia histórica y ninguno se encuentra en ese ficticio nivel cero.

Un historiador, Henri Berr, considera que cada pueblo tiene su civilización, con lo que confunden a la civilización con la cultura, de la que sí se puede decir que pertenece a todas y cada una de las diversas sociedades. Incluso una personalidad como Braudel, que se ha preocupado tanto de las relaciones entre la Historia y las Ciencias Sociales, introduce una notable confusión al llegar a decir que es utópico aislar a la cultura de su base que es la civilización; cuando lo exacto y lo correcto es lo contrario, el que la cultura venga a ser una especie de infraestructura o de materia prima sobre la que las civilizaciones se basan y, ulteriormente, se desarrollan.
Nuestra opinión es que la civilización participa de las siguientes características:

 1ª)  Pertenece a un estadio superior y tecnológico de la cultura. La civilización es la superación de etapas anteriores y supone con respecto a ellas una sensible evolución.
 2ª)  Tiene trascendencia exterior. No se queda constreñida a los límites de actuación de un determinado grupo.
 3ª)  Está formada por rasgos de diversas culturas. Es cierto que no hay cultura estática, ni tampoco sin influencias externas. Hasta los pueblos más aislados han recibido de algún modo, y en algún momento de su historia, el préstamo de otras sociedades, pero en el caso de las civilizaciones el legado de otras culturas es cuantitativa y cualitativamente tan apreciable que cobra especificidad y significación determinante.
  4ª) En la sociedad industrial y moderna, cada vez la cultura se acerca más a la civilización. En el momento presente los avances de la tecnología, y principalmente la revolución de los transportes y los medios de comunicación de masas, conjuntamente a los condicionantes político-económicos de los sistemas políticos imperantes, hacen que la llamada “civilización occidental” irradie su influencia sobre todo el Mundo, poniendo a prueba a las otras civilizaciones, como es el caso de la oriental, o a los restos de otras civilizaciones ya periclitadas.
Por otro lado, otro de los signos que se atribuyen como característicos del momento presente es la uniformización a través del consumo.
En cualquier caso, todos estos factores inciden en que se vaya fraguando la futura coincidencia de las diversas culturas con la civilización. Margaret Mead concibe este proceso como la formación de una “cultura mundial” definiéndola como: las pautas de la tecnología, el lenguaje, la costumbre y los valores que prevalecen entre los pueblos del mundo y la tendencia de estas pautas para devenir más o menos semejantes.
Identificación de cultura y civilización, cultura mundial, nueva cultura, cultura del hombre nuevo, o como le quiera llamar, sólo será posible en el momento en que se superen las contradicciones actuales y principalmente la explotación del hombre por el hombre; en un mundo en que la técnica esté al servicio de los hombres y éstos estén exentos de toda coacción y violencia externa; en la sociedad en la que los individuos puedan realizarse plenamente. Hasta esos momentos la identificación de los conceptos cuya diferenciación venimos estudiando no será posible.

sábado, 17 de noviembre de 2012

La filosofía griega: consideraciones preliminares

Las primeras civilizaciones complejas del Próximo Oriente surgieron a comienzos del período Neolítico, aproximadamente hace 5.000 años y, sucediéndose unas a otras, pervivieron hasta mediados del primer milenio a.C., dando lugar a diferentes formaciones estatales de carácter teocrático. En estas organizaciones, una casta minoritaria de gobernantes y sacerdotes controlaba el poder, defendía el carácter religioso de toda verdad y de toda autoridad, y predicaba la obediencia y el sometimiento de los súbditos a los dictados y criterios del dios o de los dioses y de sus representantes terrenos.
De este modo, la cultura de los pueblos antiguos de Asiria, Mesopotamia, Judea, Egipto, etc., se caracterizó por el predominio de la mentalidad mítico-irracional que esencialmente consistía en la exaltación de la dimensión divina o religiosa del cosmos, de los seres humanos y de las instituciones políticas y sociales, en la defensa absoluta de las creencias y de los ritos tradicionales, y en la obediencia ciega a la autoridad.
Las primeras civilizaciones helénicas, influidas por la mentalidad de los pueblos vecinos, también fueron proclives a desarrollar una cultura mítica, aristocrática y guerrera y, en este aspecto, las hazañas y los mitos narrados por Hesíodo y Homero son más o menos análogos, casi comunes, a los existentes en el conjunto de los pueblos del Próximo Oriente; pero, paulatinamente, hacia finales del siglo VII y principios del VI a.C., comenzó a aparecer en las costas griegas del Asia Menor una manifestación cultural de características contrapuestas; a saber, la Filosofía. Frente a las diferentes civilizaciones y concepciones de la antigüedad, la cultura griega presentó determinados rasgos que la hicieron profundamente distinta: su inflexión racional, su valoración del lógos y el desarrollo del pensamiento crítico y de la actividad científica. Estas manifestaciones significaron pues el paso del mito al lógos.

1. Comparación entre las características del mito y las del lógos
El lógos presenta una serie de connotaciones y propiedades profundamente antagónicas al mito. El mito apela a la fe, a la aceptación irracional de ciertas verdades, tiende a la exaltación de la imaginación y los sentimientos, a poner de relieve el valor de ciertos ritos y determinadas normas de conducta y a predicar la obediencia ciega a la autoridad; el lógos, en cambio, insiste en el valor cognoscitivo del entendimiento y de la razón humana, intenta demostrar las verdades que afirma y procura defender la investigación, la reflexión y el diálogo con el fin de descubrir la naturaleza de las cosas y describir las leyes naturales.
El lenguaje del mito propende a ser un instrumento de dominación que se dirige exclusivamente al conjunto de las personas que participan en determinadas creencias y excluye al resto; por su parte, el lenguaje del lógos constituye un medio de comunicación, destinado a todos los seres humanos. El mito se encuentra siempre completo, invariable, definitivamente constituido en sus misterios y en sus ritos; el lógos, por el contrario, en tanto en cuanto supone un esfuerzo racional hacia la investigación de la verdad, no puede encontrarse nunca acabado. El lógos, la Filosofía, la Ciencia, no pueden ser sino búsqueda constante, como decía Aristóteles, zetouméne epistéme (ciencia que se busca).

2. Causas que favorecieron el surgimiento del lógos
El advenimiento del lógos occidental tuvo lugar en la periferia del mundo helénico, en las costas griegas del Asia Menor (Mileto, Éfeso) y en la Magna Grecia (Elea, Crotona) y guarda una profunda relación con una serie de cambios sociales y políticos ocurridos en aquella época, a saber:

  • El desarrollo de la actividad comercial: La fundación de diversas colonias comerciales a lo largo de las costas mediterráneas favoreció el desarrollo de la actividad comercial, la cual puso a los griegos en contacto con pueblos, costumbres, usos y creencias heterogéneas y diferentes a las suyas, ante las que resultaba conveniente desarrollar nuevas formas de relación que permitieran el entendimiento y la comprensión entre personas de tradiciones distintas y, de este modo, se tendía a superar la idiosincracia y los particularismos de cada cultura y a recurrir a elementos o cualidades objetivos y comunes a todos los seres humanos, por ejemplo, al intelecto y a la razón.
  • El surgimiento de nuevas clases sociales: La antigua aristocracia, noble y guerrera, defensora de las tradiciones, fue paulatinamente desplazada por la nueva clase económica, comercial y artesana, cuyas actividades e intereses eran completamente diferentes; consecuentemente, la cultura tradicional y mítica, que defendía viejos privilegios, comenzó a ser sustituida por principios y leyes de carácter racional y positivo, de acuerdo con las nuevas situaciones.
  • El desarrollo de nuevas formas políticas: Las condiciones geográficas de la Hélade, por una parte un litoral enormemente recortado, con numerosos golfos, cabos e islas, y por otra, en las tierras interiores, profundos valles aislados por cadenas montañosas, contribuyeron a la incomunicación y a la separación entre sus diferentes comarcas, y de este modo se favoreció la desaparición de la idea de imperio, surgiendo en su lugar una nueva concepción política, la polis, la ciudad-Estado, en donde las relaciones entre las personas se establecieron por vínculos de proximidad geográfica y de juego político; en consecuencia, el poder carismático y totalitario de los reyes comenzó a ser sustituido por la autoridad racional de los nuevos gobernantes y los antiguos súbditos se convirtieron en ciudadanos.
Así pues, el desarrollo de la navegación y la fundación de colonias comerciales propició el interés por el conocimiento y la contemplación de la naturaleza, mientras que las relaciones con otros pueblos y las nuevas organizaciones políticas originaron otras modalidades de autoridad; de esta manera tuvo lugar el nacimiento, por una parte, de la ciencia física, y por otra, de la reflexión política y ética.

3. La perspectiva científico-técnica
Tales de Mileto
(640-545 a.C.)
Legislador, matemático y astrónomo,
 considerado padre de la Filosofía
Las características lógicas del espíritu helénico se pusieron también de relieve en la dimensión científico-técnica de su cultura. Los griegos asumieron numerosos conceptos y elementos técnicos-científicos de los pueblos vecinos; por ejemplo, de Egipto y de Mesopotamia les llegaron multitud de conocimientos matemáticos y astronómicos (se dice que Tales de Mileto aprendió geometría en Egipto, y que Pitágoras había viajado por Egipto y Babilonia), la medicina egipcia gozó de gran renombre en Atenas y el historiador Herodoto relató que los griegos aprendieron de los caldeos el uso del cuadrante, del gnómon y la división del día.
Ahora bien, mientras que en los pueblos mencionados, por un lado, propendieron a otorgar a dichos contenidos un carácter predominantemente esotérico y misterioso y, por otro, se limitaron bien a realizar cálculos empíricos bien al uso útil y pragmático de dichos elementos, los griegos, con otra mentalidad, tendieron a dar un paso más, y procuraron sistematizar los contenidos matemáticos, astronómicos, músicos, anatómicos o médicos, etc., de un modo lógico y científico, es decir, intentaron ordenarlos metódicamente de acuerdo con principios racionales de carácter universal. Los griegos, también en este aspecto, fueron los primeros que tendieron a mantener gran cantidad de hallazgos técnicos en el ámbito del lógos.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Lengua, cultura e intercambio

1. Las lenguas no tienen fronteras
Desde siempre la lengua ha sido un instrumento, no solo de comunicación, sino también de cohesión cultural de un pueblo; cada comunidad posee una lengua que contribuye a forjar, entre otras cosas, su identidad cultural y su unidad. Sin embargo, los diferentes avatares históricos pueden llegar a provocar que desaparezcan o queden relegadas algunas lenguas, a la vez que favorecen el auge y la expansión de otras. Normalmente se imponen aquellas lenguas que permiten mayores posibilidades de comunicación con otros pueblos, facilitan el desarrollo del comercio, la importación de estructuras políticas y el intercambio cultural.

2. Las lenguas francas
Concretamente, las lenguas que se extienden por territorios más o menos amplios y son empleadas por diferentes grupos para comunicarse entre sí son las denominadas lenguas francas. En el transcurso de la historia ha habido muchas lenguas francas; en el ámbito europeo, encontramos dos ejemplos que nos han llegado del mundo antiguo: la koiné helenística y el latín. La koiné helenística es una variante del griego que contenía características de los dialectos griegos más importantes, y fue la lengua del imperio de Alejandro Magno; precisamente es a este griego al que se tradujo del arameo la Biblia. El latín, por su parte, fue una lengua franca no solo de todo el Imperio Romano, sino también la lengua científica y de cultura del occidente europeo.
En la actualidad nos encontramos con una situación que es consecuencia de determinadas circunstancias históricas. Durante la era de expansión colonial, las diferentes potencias (España, Portugal, Francia, Inglaterra, Holanda...) difundieron sus lenguas por las distintas áreas geográficas de su influencia. En algunos casos, esto provocó la desaparición de lenguas vernáculas y el auge de las lenguas de los colonizadores, tal y como había ocurrido ya en Europa con la romanización. Estas últimas se han ido sucediendo en orden de importancia como lenguas de prestigio, culturales o francas; por ejemplo, en los siglos XVI y XVII, la lengua franca fue el castellano: España era la potencia más poderosa en ese período. Después, la hegemonía lingüística pasó alternativamente al inglés y al francés. Esta última prevalece en dos momentos concretos: durante el reinado de Luis XIV de Francia, el Rey Sol, cuando su corte fue un modelo para el resto de las monarquías, y, posteriormente, durante la Revolución Francesa (1789).
La declaración de independencia de los colonos ingleses asentados en Norteamérica supuso el nacimiento de una joven nación. La posterior consolidación de estos Estados Unidos de América y su progresivo desarrollo hasta llegar a ser la primera potencia mundial, sumado al importante papel desempeñado por Inglaterra como última potencia colonial y principal motor de la Revolución Industrial explican el predominio de la lengua inglesa en los siglos XIX y XX. Esta lengua tiene además a su favor su concisión, precisión semántica y unas estructuras sintácticas relativamente sencillas en los niveles más básicos de su aprendizaje, lo que también contribuye a su rápida y sólida expansión.

3. Las lenguas del futuro
Sin embargo, esta situación puede cambiar, ya que algunas lenguas tiene un número mayor de hablantes y un potencial aún por descubrir, como es el caso del chino. Aunque las estructuras políticas, económicas y sociales de países como China están empezando a actualizarse, todavía es pronto para aventurar lo que el futuro puede traer. Por otro lado, hay que tener en cuenta que en organismos internacionales como la ONU, los documentos se redactan siempre en tres lenguas: el inglés, por las razones ya comentadas; el francés, por haber sido lengua diplomática y de prestigio en el pasado y porque sus antiguas colonias todavía lo usan, y el español, por idénticas razones que el francés, además de por el constante aumento de su número de hablantes en todo el mundo (incluso en países anglófonos como Estados Unidos).
Un mayor número de hablantes del castellano, el empuje social de la población hispana en Estados Unidos y las posibilidades de mercado que ofrece Iberoamérica hacen que el español pueda llegar a convertirse en una de las lenguas francas en un futuro no muy lejano.

martes, 6 de noviembre de 2012

Una península maciza y elevada

De la variedad de unidades morfoestructurales que componen el relieve peninsular, así como de la disposición de éstas alrededor del Macizo Central Ibérico, se derivan una serie de caracteres morfológicos generales que van a influir muy directamente en las condiciones climáticas, naturaleza de los cursos de agua y aprovechamiento económico de los recursos:

1.- La elevada altitud media de la Península Ibérica
En la Península existen elevadas cadenas que superan los 3.000 m (Pirineos, Béticas); montañas interiores y circundantes con altitudes superiores a los 2.000 m (Sistema Central, Macizo Galaico, Cordillera Cantábrica y Sistema Ibérico); y montañas con altitudes medias, entre 1.500-2.000 m (Montes de Toledo, Sierra Morena, Montañas Vascas y Cordilleras Catalanas). Por otra parte el Macizo Central Ibérico, que ocupa una tercera parte de la superficie peninsular, presenta una altitud media de 600 m. De ello se deriva que nuestro país, y sobre todo por efecto de la gran unidad central, presenta una elevada altitud media (660 m), que le convierte en el segundo país europeo por su altitud, detrás de Suiza (1.340 m).
Así, más de la mitad del territorio español se halla por encima de los 600 m de altitud, la tercera parte tiene alturas superiores a los 800 m, y tan sólo una décima parte se halla por debajo de los 200 m. Pensemos que en Europa, en donde existen cadenas más robustas que las españolas (Mont Blanc, 4.810 m), las dos terceras partes del continente se encuentran por debajo de los 200 m.

2.- Equilibrio de llanuras y montañas
El que la Península presente una elevada altitud no significa que sea predominantemente montañosa. Se ha resaltado cómo en el Macizo Central Ibérico dominan los horizontes abiertos y las llanuras. Las cuencas sedimentarias castellanas ofrecen centenares de kilómetros de llanuras estructurales y campiñas; las penillanuras, a pesar de los relieves residuales, se extienden ampliamente por el oeste de Castilla-León, Extremadura, la Beira Alta y Beira do Mar y el Alentejo. Las depresiones exteriores (Guadalquivir, Ebro, Ribatejo, llanos valencianos) son dominios de formas planas. No obstante existen numerosas cadenas que, en conjunto, se extienden por más de la mitad del territorio peninsular. En la Península Ibérica, a diferencia de otras penínsulas mediterráneas, existe un equilibrio entre llanuras y montañas.


Llanuras de Valladolid

sábado, 3 de noviembre de 2012

Las primeras civilizaciones urbanas: Religión y cultura

1.- La religión
En Mesopotamia se adoraba a distintos dioses, en honor a los cuales se realizaban largas ceremonias. Los mesopotámicos pensaban que los dioses dominaban el mundo y que los seres humanos habían sido creados para servirles; creían también en la existencia de otra vida después de la muerte.
Combinaban las creencias religiosas con la magia, la brujería y la adivinación: los sacerdotes se encargaban de revelar lo que estaba oculto y predecir el futuro, así como de interpretar los mensajes de los dioses.


En el Imperio Antiguo se instauró el
 culto al dios Ra.
Los antiguos egipcios también eran politeístas, es decir, rendían culto a numerosos dioses. Asimismo, creían que cada uno de ellos tenía una función determinada: por ejemplo, Ra era el dios del Sol, señor del cielo y origen de la vida; Osiris era el dios de los muertos, y Thot era el inventor de la escritura y señor del tiempo.
Las imágenes de los dioses egipcios eran una mezcla de persona y animal con la que se expresaba su naturaleza sobrenatural. Por ejemplo, el dios Horus, protector de la monarquía, tenía cabeza de halcón y cuerpo de hombre, y Hathor, diosa del amor y la alegría, era una mujer con cuernos de vaca y el disco solar en la cabeza.


Diosa Hathor
Dios Horus





















Según los egipcios, existía otra vida después de la muerte, y el espíritu necesitaba el cuerpo para seguir existiendo en la otra vida. Para ellos se realizaba la momificación, cuya finalidad era conservar al muerto con la misma apariencia que tenía en vida.

2.- La cultura
En Mesopotamia eran muy numerosas las bibliotecas. En ellas se ordenaban y almacenaban las tablillas de barro, que contenían todos los conocimientos que se iban adquiriendo. Se han encontrado bibliotecas en templos y palacios e incluso en algunas viviendas.
Las obras más importantes de la literatura babilónica son la epopeya de La creación del mundo y El poema de Gilgamesh.
El Código de Hammurabi, la más famosa de las estelas mesopotámicas, es la primera gran recopilación de leyes de la Antigüedad. En ella se representa al rey recibiendo las leyes directamente del dios Sol y se explica cómo debía aplicarse la justicia bajo la ley del talión, según la cual el culpable debe sufrir un daño igual al que causó.
El Antiguo Egipto destaca por su enorme aportación cultural. Hasta nosotros han llegado numerosos textos escritos, la mayoría de ellos de carácter religioso (como el Libro de los muertos, del que existen diversas versiones), pero también obras literarias (la Historia de Sinuhé, por ejemplo) y tratados científicos y técnicos.
Los textos se escribían en papiros, aunque pueden leerse, igualmente, auténticos "libros de piedra" en las paredes de numerosos templos y tumbas, sobre todo en las pirámides de Gizeh.


En esta escena del Libro de los Muertos, se describe la entrada en la Sala de la Verdad Absoluta y el juicio del hombre en presencia de Osiris, mientras Thot toma nota en su paleta de escriba.

3.- La ciencia
Tanto los mesopotámicos como los egipcios dieron un gran impulso a las matemáticas (tenían un complicado sistema de pesos y medidas) y a la astronomía. Los egipcios elaboraron un calendario bastante exacto: el año constaba de tres estaciones (inundación, invierno y sequía) de cuatro meses cada una. Cada uno de los doce meses constaba de 30 días, con lo que sumaban un total de 360 días. A estos, los egipcios añadían otros 5 días fuera de mes y de estación.
En Mesopotamia se ampliaron los conocimientos de geografía; se han encontrado numerosos listados con nombres de regiones, países, ciudades, montañas, ríos, canales, etc., así como planos de ciudades y sus alrededores.
La medicina fue la ciencia en la que más destacaron los egipcios. Se sabe que practicaron la cirugía y que tenían gran conocimiento de fracturas de huesos y otras dolencias, como demuestran los numerosos y antiquísimos papiros en los que se recogen diversos tratamientos para enfermedades del oído, del estómago, del corazón, del hígado, etc.

4. El arte en Mesopotamia
La arquitectura se caracteriza por el uso de ladrillos de adobe (barro cocido o secado al sol) de pequeño tamaño, del arco de medio punto y de la bóveda (techo curvo entre dos muros o apoyado en varios pilares o arcos).


La Puerta de Ishtar (Babilonia, siglo VII a.C.),
 actualmente en el Museo de Pérgamo de Berlín, 
  era originalmente una de las puertas de
acceso al recinto amurallado de la ciudad.
Destaca el uso del arco de medio punto y el
revestimiento de azulejos.
El barro no podía quedar al descubierto, por ser un material muy pobre y porque se deshacía, lo que obligó a revestir las construcciones con materiales más ricos, como el mármol, el alabastro o el azulejo. Las paredes interiores también se decoraban con relieves y pinturas.
Los principales edificios eran los palacios y los templos, que tenían numerosas dependencias. Al lado se solía construir una torre escalonada de varios cuerpos de gran altura, llamado zigurat, en la que se encontraba el santuario del dios y que también era utilizada como observatorio astronómico.
Los mesopotámicos llegaron a tener un gran dominio del arte de la cerámica, con la que hacían vasijas, sellos cilíndricos y tablillas. También realizaron mosaicos vidriados (pequeñas planchas de arcilla recubiertas de un barniz vítreo que proporciona un aspecto brillante). Los más famosos son La estela de los buitres y El estandarte de Ur, hecho de lapislázuli y conchas.

5.- El arte en Egipto
La arquitectura egipcia se caracteriza por los siguientes rasgos:
  • El tamaño colosal de sus construcciones.
  • El uso de enormes sillares, que son bloques de piedra rectangulares utilizados para la construcción de muros.
  • Las construcciones adinteladas, un tipo de arquitectura realizada con soportes verticales sobre los que se coloca una pieza horizontal o dintel.
  • La utilización de la columna como elemento sustentante.
Las construcciones más importantes fueron las de carácter religioso, como los templos, y funerario, como las tumbas.

Templo de Luxor. Desde este patio sin techo y con
columnas se accedía a la parte cubierta del templo.
Los templos se dedicaban a los dioses, y aquí vivían los sacerdotes. En la entrada de los templos se construía una avenida de esfinges, enormes estatuas de piedra que representaban animales fabulosos con cuerpo de león y cabeza humana. Esta avenida conducía a un patio sin techo y con columnas. Desde el patio se accedía a una sala cubierta, también con columnas, hasta donde pasaban los fieles; al fondo estaba el santuario del dios, sólo permitido a los sacerdotes.

Avenida de las Esfinges, en el templo de Amón, en Luxor

Para los egipcios, que creían en la vida más allá de la muerte, la tumba era tan importante como el templo.
Las tumbas podían tener forma de pirámide, como las de Keops, Kefrén y Micerinos, construidas en el siglo XXVII a.C.; de pirámide truncada (cortada por el extremo superior), también llamadas mastabas; o de pirámide escalonada, como la del faraón Zoser, en Saqqqra. Dentro de las pirámides existen gran cantidad de salas y pasillos que tenían la finalidad de camuflar el camino que conducía a la cámara mortuoria del faraón, donde se escondían fabulosos tesoros. La construcción de las pirámides era dirigida por grandes arquitectos y en ellas trabajaban miles de esclavos.


Pirámide escalonada de Saqqara
Se calcula que, para construir la pirámide de Keops, se emplearon unos 6 millones de toneladas de piedra y trabajaron en torno a unos 100.000 hombres durante 20 años.

Pirámide de Keops
Se trata de una construcción gigantesca para albergar el sarcófago del faraón, situado en una cámara subterránea. Dispone de un complejo sistema de pasadizos que estaba destinado a desorientar a los posibles saqueadores.
Para mover los gigantescos sillares, se valían de un instrumento singular y abundante en Egipto: la arena.
Los egipcios también construyeron tumbas excavadas en la roca, como la de la zona conocida como el Valle de los Reyes.
Estas grandes tumbas estaban reservadas al faraón, su familia y los altos funcionarios. El resto de la población era enterrada bajo arena del desierto.
Tumba de Ramsés II en Abu Simbel,
Valle de los Reyes - Siglo XIII a.C.
Otras artes relevantes en la cultura egipcia son la escultura y la pintura. En ambos casos, las figuras humanas se presentan en posición estática, rígidas, sin movimiento y con rostros inexpresivos. Se realizaron para dar sensación de eternidad, lo que explica su gravedad e inmovilidad.
La escultura es diferente según represente al faraón o a nobles y funcionarios. Las esculturas del faraón y su familia son figuras idealizadas, eternamente jóvenes y de grandes proporciones, como la estatua sedente de Kefrén o la de Ramsés II. En cambio, las de los nobles y funcionarios son mucho más realistas, con una clara tendencia a la naturalidad, como se refleja en la escultura de El Alcalde, tallada en madera, y en otras figuras de escribas sentados en el suelo, con las piernas cruzadas y escribiendo sobre una tablilla.

El Alcalde,
Museo de El Cairo
(entre 2500 y 2350 a.C.)

Pinturas en la tumba de Nefertari,
 esposa de Ramsés II.
 Nefertari aparece acompañada
de Ra (dios del Sol) y de Horus (dios del Cielo).
La pintura servía para dar culto a los dioses, acompañar a los muertos o decorar el interior de los palacios, templos y pirámides. La figura humana se representa con las piernas y la cabeza de perfil y el torso de frente. Los colores son planos, sin volumen, y los temas muy variados, como escenas de guerra, de la vida cotidiana o maravillosas representaciones de animales. Las pinturas solían estar destinadas a las paredes de las salas mortuorias, pero también adornaban los papiros de carácter funerario.

Los egipcios también destacaron en orfebrería: realizaron diademas, collares, coronas y todo tipo de adornos de cobre, bronce, oro y plata.
También trabajaron la cerámica. Destacan las técnicas del barro cocido y la cerámica vidriada para vasijas, mosaicos y amuletos.

lunes, 29 de octubre de 2012

La Tierra: el planeta azul

Los satélites artificiales que giran alrededor de la Tierra permiten captar fotografías muy detalladas de nuestro planeta, de manera que no hay duda acerca de su forma y sus dimensiones.
La Tierra, vista desde el espacio, presenta un color azulado debido a la abundancia de oxígeno que hay en la atmósfera. También se distinguen los continentes, en tono marrón, y las masas de nubes, que aparecen como grandes manchas blanquecinas en movimiento.

1. Forma de la Tierra
La Tierra no es una esfera perfecta, pues está ligeramente achatada por los polos. A esta forma tan singular de nuestro planeta se la denomina geoide.
Si nuestro planeta se cortase por el Ecuador, quedaría dividido en dos hemisferios iguales:
  • El hemisferio Norte, denominado también hemisferio continental porque contiene las tierras de Asia, Europa, gran parte de África y casi la mitad de América: 39% de tierra y 61% de agua.
  • El hemisferio Sur, conocido como hemisferio marítimo porque en él predominan los grandes océanos: 19% de tierra y 81% de agua.
2. Dimensiones de la Tierra
Para rodear la Tierra por su parte más ancha o Ecuador, se necesitaría una cuerda de, aproximadamente, 40.077 kilómetros, lo que representa unas 40 veces la distancia entre París y Zaragoza.
La Tierra tiene un diámetro polar de 12.714 kilómetros, mientras que el diámetro ecuatorial es de 12.756 kilómetros. Esto demuestra que la forma esférica de la Tierra no es perfecta.
La superficie total de la Tierra es de 510.000.000 kilómetros cuadrados, aproximadamente 1.000 veces la superficie de España.