domingo, 27 de enero de 2013

El origen de la democracia ateniense

Al comienzo del siglo V a.C. tuvieron lugar las Guerras Médicas, en las que los griegos, dirigidos por Atenas y con la colaboración de Esparta, se enfrentaron al Imperio Persa. Las guerras comenzaron cuando las colonias griegas del Asia Menor, apoyadas por los atenienses, se sublevaron contra los persas. Una vez restablecido el orden en estas ciudades, el rey medo-persa Darío envió un poderoso ejército contra Grecia, que fue derrotado en la batalla de Maratón, cerca de Atenas.
Unos años más tarde, Jerjes, hijo de Darío, organizó una nueva y más poderosa expedición, compuesta por más de 300.000 hombres, que tras derrotar a los espartanos en el paso de las Termópilas, tomaron e incendiaron Atenas. Sin embargo, los atenienses, con la ayuda de los espartanos, lograron rechazar a los invasores, derrotándolos sucesivamente en las batallas de Salamina y Platea (año 479). Aún tuvo lugar un tercer conflicto armado, pero en esta ocasión lo iniciaron los atenienses, llevando a cabo una expedición contra el territorio persa. La rivalidad entre ambos pueblos terminó hacia mediados del siglo (año 449) con la paz de Calias.
Pericles (495-429 a.C.), político ateniense,
subió al poder en el 462. Favoreció la
navegación, el comercio y las
actividades científicas y artísticas.
El éxito obtenido por Atenas en las Guerras Médicas influyó de modo importante en el surgimiento de nuevas formas sociales y políticas en dicha polis. Desde el siglo anterior, primero Solón y después Clístenes, habían elaborado determinadas leyes tendentes a favorecer la situación del pueblos (demos). Esta inclinación se vio incrementada a consecuencia de las Guerras Médicas: la nobleza ateniense, incapaz de soportar sólo con sus fuerzas el ataque del numeroso ejército persa, se vio obligada a solicitar la intervención de las clases populares y, de este modo, éstas, una vez pasado el peligro, reclamaron unos derechos y una legislación análogos para todos los ciudadanos, y poco después, con la subida al poder de Pericles, tuvo lugar el establecimiento de la Democracia, ya predispuesta por Efialtes en 462 a.C.
La Democracia (demos, pueblo; crátos, poder) favoreció la participación en los asuntos públicos de un mayor número de ciudadanos y otorgó una creciente importancia a las asambleas (las discusiones y debates políticos y jurídicos), lo cual conllevó el nacimiento de una nueva cultura, orientada a las cuestiones prácticas del gobierno de la ciudad y de la administración de la justicia, que dio origen, de este modo, al desarrollo de tendencias y teorías contrapuestas entre sí, en medio de las cuales cobró un notable significado la habilidad dialéctica como medio de intervenir en las diversas instituciones.
Esta situación, pues, propició la aparición de ciertos pensadores especializados principalmente en la enseñanza de la retórica y de la dialéctica que, paulatinamente, fueron adquiriendo una destacada importancia en la evolución del pensamiento griego: los sofistas.

domingo, 20 de enero de 2013

La civilización griega

1. El medio natural
La Grecia antigua estaba formada por las penínsulas Balcánica y del Peloponeso, así como por numerosas islas. A estos territorios, bañados por las aguas de los mares Jónico y Egeo, se unieron más tarde las costas del Asia Menor.
Ocupaba una situación privilegiada entre Asia (Mesopotamia), África (Egipto) y el resto de Europa.

En esta zona montañosa se asentaban pequeños núcleos de población rodeados de huertas, campos de cultivo y bosques.
La cercanía al mar y el relieve accidentado (las montañas dificultan las comunicaciones) fueron quizás la causa de la independencia de las ciudades griegas y de su necesidad de buscar en otros lugares del Mediterráneo los productos que escaseaban en su territorio.
Por este motivo, la cultura griega se extendió por el Mediterráneo y alcanzó tanta importancia que podemos considerarla el origen de la civilización occidental.

2. Historia de Grecia


2.1. Edad de los Metales
La civilización griega, en su conjunto, recibe el nombre de Hélade, palabra derivada de heleno, término que los griegos se daban a sí mismos.
Los orígenes de la civilización griega se remontan a la Prehistoria. Durante la Edad de los Metales, en esta región se dieron grandes civilizaciones:

Edad del Bronce


Mujeres de azul, fresco del palacio de Cnosos,
perteneciente a la civilización cretense o minoica.
3000-1450 a.C. - Civilización cretense o minoica: Localizada en la isla de Creta, tuvo su apogeo durante el mandato del rey Minos, en la ciudad de Cnosos. Los cretenses conocían la escritura, y su arte se plasmó en grandes palacios, verdaderos centros religiosos, económicos y políticos. Comerciaban por todo el Mediterráneo y exportaban cerámica, tejidos, objetos de bronce y orfebrería.

La leyenda del minotauro
Según la leyenda, el rey Minos pidió a Poseidón (dios del mar) un toro blanco que después debía sacrificar. Pero Minos no lo sacrificó, y el dios se vengó haciendo que su mujer concibiera al minotauro, monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre. El rey ocultó al minotauro en un laberinto ideado por el arquitecto Dédalo e impuso a la ciudad de Atenas un tributo de siete muchachos y siete muchachas para que fueran devorados por el monstruo. El príncipe ateniense Teseo se negó a entregar más jóvenes en sacrificio y, arriesgando su vida, entró en el laberinto y mató al monstruo. Teseo consiguió encontrar la salida porque, mientras lo recorría, desenrolló un ovillo de lana que le había dado Ariadna, hija de Minos.



1900-1200 a.C. - Civilización micénica: Situada en la península del Peloponeso y con centro en Micenas, vivía de la ganadería, la agricultura y el comercio de metales preciosos. Una guerra civil, la invasión de los dorios y posiblemente una serie de desastres naturales (terremotos) provocaron la destrucción de sus ciudades, que quedaron reducidas a aldeas.

Edad del Hierro

1200-800 a.C. - Época oscura: Fue llamada así por la escasa información que se tiene sobre ella y por la pobreza de su arte. Los dorios del norte de Grecia sometieron a los pueblos que habitaban en la península, y comenzó a crearse una cultura homogénea. Las aldeas empezaron a agruparse en ciudades autosuficientes política y económicamente: las polis, pequeñas ciudades-estado con gobierno y territorio propios.
A partir de la formación de las polis, la historia de Grecia se divide en tres grandes períodos: las épocas arcaica, clásica y helenística.

2.2. Época arcaica: las colonizaciones
Durante esta época (siglos VIII a VI a.C.) las polis estuvieron gobernadas por jefes locales o reyes. Éstos fueron perdiendo fuerza en favor de la aristocracia, nobles y terratenientes, que comenzó a ocupar los cargos públicos. En ocasiones, la aristocracia oprimía en exceso a los grupos sociales más débiles, y un tirano asumía el poder por medio de un golpe de Estado. Los tiranos anulaban los derechos y libertades de los ciudadanos, pero llevaron a cabo reformas políticas y económicas que favorecían a los comerciantes, a los campesinos y a los artesanos.
Debido al crecimiento de la población, a la falta de tierras de cultivo para todos y a la necesidad de expansión del comercio y la artesanía, comenzaron a fundarse colonias en torno al mar Mediterráneo y se acuñó la primera moneda. Entró, así, en decadencia el mercado basado en el trueque y se inició un nuevo tipo de economía en la que se utilizaba la moneda.

La colonización del Mediterráneo llegó hasta las costas de Andalucía, donde los griegos establecieron enclaves comerciales como Mainake (cerca de la actual Málaga). Asimismo, mantuvieron contactos comerciales con Tartessos, donde compraban sobre todo metales.


Caballo de Troya
Homero escribió la Ilíada en la época arcaica. Los acontecimientos que inspiraron la obra pudieron haber tenido lugar siglos antes de que los recrease Homero.
Cuenta la leyenda que con ocasión de un viaje que hizo a Esparta, Paris, hijo de Príamo, rey de Troya, raptó a la princesa Helena.
El ofendido Menelao, esposo de Helena y heredero del trono de Esparta, emprendió una guerra contra Troya con ayuda de otros monarcas. El conflicto se extendió a lo largo de una década, durante la cual la ciudad estuvo asediada.
Los griegos vencieron a los troyanos introduciendo un caballo de madera que escondía parte de su ejército.

2.3. Época clásica: democracia y oligarquía
La Grecia clásica (siglos V y parte del IV a.C.) estaba formada por multitud de pequeñas ciudades-estado o polis. Entre ellas destacaron dos: Atenas y Esparta, con concepciones políticas totalmente contrapuestas.

Atenas
Pericles (siglo V a.C.)
Los graves desórdenes que se produjeron en Atenas debido a la dureza con que la aristocracia trataba a los grupos humildes hicieron necesarias una serie de reformas. Éstas fueron llevadas a cabo por Solón, un legislador que suprimió el poder de los magistrados (arcontes, esto es, aristócratas que sucedieron a los últimos reyes en el gobierno de muchas de las ciudades griegas) y se lo dio a la Asamblea Popular (Ecclesia).
Tras un largo proceso se instauró en Atenas la democracia: el poder pasó a manos de los ciudadanos, que votaban las leyes, elegían a los gobernantes y decidían sobre la guerra y la paz. Los magistrados ejecutaban sus decisiones, y el Consejo (Boulé) preparaba los asuntos que se iban a tratar.
Más tarde, en el siglo V a.C., Pericles, jefe del pueblo y del ejército, gozó del apoyo y la admiración de los atenienses, a los que gobernó durante 30 años. Embelleció la ciudad, que albergó, a partir de entonces, a muchos intelectuales y artistas.
Bajo el mandato de Pericles, Atenas vivió una época de máximo esplendor en la que se hizo dueña del mar Egeo, y desarrolló un importante comercio con numerosas colonias repartidas por el Mediterráneo.

Esparta
Su sistema político era la oligarquía, forma de gobierno en la que el poder lo ejerce un grupo de personas: la ciudad estaba gobernada por dos reyes, con funciones religiosas y civiles; 28 ancianos (Gerusía) que presentaban proyectos a la Asamblea, y 5 representantes (éforos) de la Asamblea Popular, formada por todos los ciudadanos espartanos, que eran los únicos que tenían derechos políticos.

En esta época también tuvieron lugar una serie de enfrentamientos.
En las guerras médicas, nombre procedente del territorio persa Media, los griegos se enfrentaron a los persas por el dominio de las costas del Asia Menor. Atenas organizó la Liga de Delos, en la que participaron varias polis, y armó una poderosa flota que venció a los persas, quienes tuvieron que renunciar al control del mar Egeo.
Desde la llanura de Maratón (Ática), el soldado griego Filípides corrió 42 kms. y 175 m. hasta Atenas para anunciar la primera y aplastante victoria griega sobre los persas en las guerras médicas. Falleció al llegar, agotado por el esfuerzo. Para conmemorar esta hazaña, se incluyó la maratón en los modernos Juegos Olímpicos.
Posteriormente, las guerras del Peloponeso enfrentaron a las polis griegas entre sí. Atenas exigió administrar el tesoro de la Liga de Delos y obligó a permanecer en ella al resto de las polis. Surgieron, así, tensiones entre las polis: unas apoyaron a Esparta, y otras a Atenas.
Venció Esparta, que impuso en Atenas una rígida tiranía e hizo destruir las fortificaciones del puerto y las murallas que rodeaban la ciudad.
Tras las guerras, las polis quedaron muy debilitadas y los griegos sufrieron una invasión que puso fin a esta época.


Retrato en mármol de Alejandro Magno,
 procedente de Alejandría, Egipto (Siglo II o I a.C.).
Actualmente en el Museo Británico de Londres.
2.4. Época helenística
Esta etapa (siglos IV a III a.C.) comenzó con la conquista de Grecia por el rey Filipo de Macedonia, quien, con un ejército muy bien organizado, fue reduciendo progresivamente a las polis griegas.
Tras su muerte en el 336 a.C, su hijo Alejandro Magno le sucedió en el trono y continuó la expansión iniciada por él, consiguiendo la mayor extensión territorial del mundo antiguo antes de los romanos: dominó a los griegos, sometió Siria, Egipto y Mesopotamia, venció a los persas y llegó hasta la India.
A medida que avanzaba, y en su afán de crear un imperio mundial, Alejandro fundó numerosas ciudades, construyó carreteras y canales de riego, y extendió el griego como lengua universal y la cultura helenística. La helenización de Oriente dio lugar a una nueva cultura en la que se mezclaban elementos del mundo griego y aportaciones de las civilizaciones orientales.



A la muerte de Alejandro en Babilonia en el 323 a.C., víctima del paludismo, su vasto imperio se repartió entre sus generales, que se disputaron el poder; de este modo, se formaron tres grandes reinos con sus respectivas dinastías:

  • Macedonia y Grecia
  • Asia Menor, Siria, Mesopotamia y el antiguo Imperio persa.
  • Egipto
Entre los siglos II y I a.C., todos estos reinos fueron convertidos en provincias de un nuevo imperio universal: el Imperio romano.

Mapa de la ciudad de Alejandría (Egipto)
Alejandría: centro cultural y económico del Mundo Antiguo
Alejandría fue fundada por Alejandro Magno, del que recibió su nombre. Importante puerto en el delta del Nilo (Egipto), se convirtió en la capital del arte y de la ciencia y en centro del comercio entre Europa, Arabia y la India.
Su famosa biblioteca fue la más grande del Mundo Antiguo. Estaba dividida en cuatro secciones: Literatura, Matemáticas, Medicina y Astronomía. Disponía también de aulas para impartir lecciones, así como de instrumentos astronómicos y jardines que reunían gran cantidad de especies vegetales y zoológicas.

martes, 15 de enero de 2013

Rotación de la Tierra: los días y las noches

1. El movimiento de rotación
La Tierra gira sobre sí misma, alrededor de un eje imaginario, en un movimiento llamado de rotación.
Para realizar una vuelta completa, la Tierra tarda aproximadamente 24 horas.
Si la Tierra no realizara este movimiento de rotación frente al Sol, en una parte del planeta siempre sería de día y en la otra parte siempre sería de noche. De día, la parte de la Tierra iluminada por el Sol se calienta, mientras que por la noche la parte que no recibe insolación se enfría.
La sucesión de los días y las noches hace que las temperaturas de la Tierra no sean extremas y permite la vida de las personas, los animales y las plantas.

2. La posición del Sol
En el movimiento de rotación la Tierra gira hacia el Este y por eso vemos amanecer en este punto cardinal (Levante). Durante el día, al girar la Tierra, parece que el Sol describe una amplia curva.
Cuando vemos el Sol en lo más alto del cielo es mediodía solar y aparece algo inclinado hacia el Sur, hacia donde están los Trópicos y el Ecuador. Al anochecer vemos desaparecer el Sol por el Oeste (Poniente).
El Sol parece más alto en el horizonte en verano, cuando el día es más largo.

3. Los husos horarios

La Tierra se divide en 24 husos horarios; cada huso horario mide 15 grados de la
circunferencia del Ecuador.
Los husos horarios se adaptan a las fronteras de los países, y por eso tienen una forma irregular.
Debido al movimiento de rotación de la Tierra, amanece primero en los lugares situados hacia el Este, o dirección por la que vemos salir el Sol todas las mañanas. Por tanto, en España amanece antes en las Islas Baleares que en Valencia; luego amanece en Madrid; después en Galicia; y finalmente en las Islas Canarias.
¿Qué pasaría si cada lugar de España se rigiera por un horario distinto según la posición del Sol? Pues que resultaría muy difícil establecer horarios de trenes y de programas de televisión, o jugar un partido de fútbol en una hora determinada.
Como el problema del horario era común para todo el mundo, se acordó dividir la Tierra en 24 husos horarios. Todos los lugares situados en un mismo huso o zona horaria tienen la misma hora. Así, cuando en Baleares son las 12, también lo son en Toledo y en A Coruña.

viernes, 4 de enero de 2013

Vida política de la España musulmana

La península Ibérica, una vez conquistada por los musulmanes, fue colocada bajo la dirección de un emir, que gobernaba en nombre de los califas de Damasco. Esta etapa, conocida con el nombre de "emirato dependiente", duró casi medio siglo. En ella se sucedieron unos 20 emires, que tuvieron como tarea principal la consolidación de los territorios peninsulares ocupados. Las disputas entre los bandos de la aristocracia árabe y la sublevación de los bereberes, que sólo pudo ser sofocada después de la llegada de socorros militares sirios, anunciaban la inestabilidad política de Al-Andalus.

1. Los Omeyas y la independencia de Al-Andalus
Al producirse a mediados del siglo VIII la revolución abbasida un miembro de la derrotada familia Omeya encontró refugio en la Península, estableciendo en ella un emirato independiente del poder central del Islam, que se hallaba en Bagdad. Se trata de Abd al-Rahman I (756-788), iniciador de la monarquía hispanoárabe de los Omeyas.


El "emirato independiente" perduró hasta bien entrado el siglo X. En líneas generales puede decirse que en este período se consolidó el poder del Islam peninsular. No obstante, las conmociones interiores fueron muy frecuentes, demostrando la dificultad del poder central para imponerse a los poderes locales. Hasta mediados del siglo IX las revueltas más importantes se produjeron en las regiones fronterizas del norte. Tenían un doble carácter, político, de independencia frente a Córdoba, y social, pues sus principales protagonistas, los muladíes, se encontraban en una situación económica precaria. Hay que destacar las sublevaciones de Toledo, de Mérida y del valle del Ebro. En Andalucía la inquietud social hizo su aparición en Córdoba, a principios del siglo IX, en el "motín del arrabal". A mediados del citado siglo estalló en la propia Córdoba un conflicto con los mozárabes. Pero la revuelta más peligrosa fue la de Omar ben Hafsum, que, a fines del siglo IX, se hizo fuerte en la zona malagueña de Bobastro. Omar ben Hafsum dirigía a los muladíes andaluces descontentos, pero su posterior conversión al cristianismo parece que pretendía atraer a sus filas a los mozárabes.

2. El Califato de Córdoba
El emirato de Córdoba se convirtió en califato cuando en el año 929 Abd al-Rahman III (912-961) decidió proclamarse califa. El paso dado era muy importante, pues consagraba la independencia de Al-Andalus en sentido religioso. La proclamación califal de Abd al-Rahman III pretendía esencialmente realzar su figura, pero en cierto modo había sido también un acto defensivo frente a la aparición en el norte de África del califato fatimita. Alb al-Rahman III puso fin a la rebelión de Omar ben Hafsum, mantuvo firmes sus fronteras septentrionales frente a los ataques de los cristianos del norte e intervino con acierto en el norte de África.
Después del breve califato de Al-Hakam II (961-976), notable por las actividades culturales que en él se desarrollaron, Al-Andalus conoció su período de máxima expansión militar. Fue en tiempos de Hisham II (976-1009), durante los cuales la verdadera dirección política y militar estuvo a cargo de Almanzor, "hachib" o primer ministro del califa. Las correrías de Almanzor por tierras cristianas demostraron cumplidamente su fortaleza militar. Pero las contradicciones internas del califato cordobés eran muy agudas, por lo que una vez desaparecido el gran caudillo militar nada pudo evitar su rutina, que se produjo en la primera mitad del siglo XI.

3. La organización política de Al-Andalus
Los Omeyas, especialmente a partir del emir Abd al-Rahman II (822-852), decidieron introducir en Al-Andalus los elementos de gobierno establecidos en Bagdad por los Abbasidas. Con ello pretendían fortalecer sus propias atribuciones, que cada día se parecían más a las de un monarca absoluto, pero también desarrollar la administración central. Los organismos básicos de ésta eran los "diwanes" de la Cancillería y del Tesoro, especie de ministerios. En la corte el papel político fundamental, después de los Omeyas, lo desempeñaba el "hachib". El saneamiento de los ingresos hacendísticos y la fidelidad del ejército, en el que crecía el papel de los mercenarios, fueron piezas claves al servicio de los Omeyas.

Al-Andalus estaba dividido en circunscripciones territoriales o "curas", con un gobernador al frente. Tres grandes distritos, que semejaban a las marcas carolingias, vigilaban la frontera septentrional de Al-Andalus frente a los cristianos. Eran la frontera inferior, la media y la superior, con capitales respectivas en Mérida, Toledo y Zaragoza. Cada uno de estos distritos estaba dirigido por un caid o jefe militar. Posteriormente hubo una reorganización, trasladándose la capital de la frontera media a Medinaceli.
La justicia era administrada por los "cadíes". En cuanto a las instituciones locales no había en el mundo musulmán nada similar a los municipios de época romana. Únicamente existían algunos funcionarios, encargados de vigilar la buena marcha del mercado o de mantener el orden ciudadano.

miércoles, 2 de enero de 2013

El contenido de la cultura


Con la simplificación que le es característica a Linton, pero también con la claridad pedagógica que no le es menos característica, este autor agrupa las necesidades humanas en: biológicas, sociales y psíquicas. Las necesidades biológicas son aquellas que se derivan de las características físicas del hombre, son comunes a los hombres y a los animales y de un tipo particularmente urgente. A menos que la cultura proporcione técnicas adecuadas para resolverlas, ni el individuo ni el grupo podrán sobrevivir. También son las que están relacionadas con el medio natural y la forma como se presentan puede estar determinada por éste; el tipo de alimento, la forma de las habitaciones o la característica de los vestidos variará de una región a otra.
Las necesidades sociales de los seres humanos surgen de la vida en grupo. La primera y más vital de estas necesidades es la de proteger la solidaridad del grupo, e íntimamente ligada con ésta, la de evitar las tensiones y solucionar los conflictos. También se incluyen entre este tipo de necesidades la de preparar a los individuos para ocupar las posiciones sociales que el sistema social les haya asignado. Aunque en mucha menor medida que las necesidades naturales, y contrariamente a lo opinado por Linton, estas necesidades también están influidas por el medio físico, dado que las formas de organización social son consecuencia de la lucha del hombre contra la naturaleza.

Por último, las necesidades psíquicas, exclusivas de la especie humana, son todas aquellas que ejercen la función de crear algún tipo de satisfacción a la gente que las comparte. Todos los seres humanos desean reacciones honorables en otros individuos, esperan cosas inalcanzables o fáciles de alcanzar, y necesitan de evasiones psicológicas y de procesos de compensación. A la larga, la satisfacción de estas necesidades es quizá tan importante para el funcionamiento efectivo de una sociedad como la de cualquiera de los otros dos tipos de necesidades, aunque son menos inmediatos y urgentes. Sin embargo, estas necesidades son en sí vagas y generales; las fija el condicionamiento cultural del individuo y las respuestas que para ella ofrecen las diversas culturas son casi infinitamente variadas.
Desde el punto de vista de la participación de la cultura, y siguiendo también a Linton, podemos distinguir los siguientes elementos o rasgos culturales: universales, especialidades, alternativas y peculiaridades individuales.

Los universales son las ideas, hábitos y reacciones emotivas condicionadas que son comunes a todos los miembros adultos de la sociedad. El término universal es explicado por Linton de un modo mucho más restringido que otros autores, que lo consideran como la constante aparición de algún tipo de pauta en todas las sociedades, como el tabú del incesto o la elaboración de los alimentos; tal es la idea de Levi-Strauss cuando precisa que el objeto de la Antropología es el obtener conclusiones válidas para todas las sociedades humanas, desde la gran ciudad moderna hasta la pequeña tribu melanesia. Sin embargo, en este caso Linton sólo lo refiere al contenido de una cultura determinada. Un elemento clasificado como universal en una cultura –nos dice- puede faltar totalmente en otra. A esta categoría pertenecen elementos como el uso de un idioma particular, las formas de vestido y vivienda, etc., e igualmente las asociaciones y valores que, aunque en su mayoría no alcanzan un estado consciente, son una parte integral de la cultura.
Las especialidades son todos aquellos elementos de la cultura que comparten los individuos pertenecientes a ciertas categorías socialmente reconocidas, para la totalidad de la población. Determinadas actividades son asignadas a los hombres y otras a las mujeres; el reparto de oficios y diversas funciones entre los miembros de la sociedad tiene también origen en este tipo de elemento de la cultura. Son, en su mayoría, habilidades manuales y conocimientos técnicos. En su mayor parte sirven para la utilización y control del medio ambiente. Y, aunque no toda la sociedad los comparte, sí participan todos de los beneficios de ellos derivados, y todos los miembros de la sociedad tendrán una idea bastante clara de cuáles han de ser el producto final o el resultado final de cada una de las actividades especializadas. Se pueden desconocer las artes culinarias, pero cualquiera de los miembros de la sociedad en la que éstas sean usuales sabrá distinguir, sin que tenga que ser cocinero, si una comida está bien o mal hecha, lo mismo que cualquiera que no sea capaz de trazar el más mínimo dibujo puede opinar respecto a la pintura llevada a cabo por un singular artista.

En tercer lugar, existen en toda cultura un número considerable de características que comparten ciertos individuos pero que no son comunes a todos los miembros de la sociedad, que Linton denomina alternativas. Todas estas alternativas tienen en común lo siguiente: representan diferentes reacciones frente a las mismas situaciones, o diferentes técnicas para alcanzar los mismos fines. Las alternativas son más numerosas e importantes en las sociedades con mayor grado de complejidad y más evolucionadas tecnológicamente. Como ejemplo tenemos los diferentes hábitos domésticos, la posibilidad de usar múltiples medios de transporte, las diversas opiniones ideológicas o creencias religiosas que se pueden presentar dentro del seno de una sociedad.

Fuera ya de los límites de la cultura, pero íntimamente relacionada con ella y con importancia sobre todo desde el punto de vista dinámico, aparecen las llamadas (por el autor al que estamos siguiendo) peculiaridades individuales. Están integradas por todos aquellos aspectos que aparecen de modo singular en individuos aislados sin que se repitan con una frecuencia significativa dentro de su sociedad. Tal sería el caso de todo aquello que posee alguna característica o capacidad atípica con las imperantes en su sociedad, como las rarezas consideradas de “extavagancias” que aparecen en algunos individuos, el particular estilo literario de un escritor, la mayor capacidad física de un atleta, las tendencias delictivas, los hábitos urbanos de una persona que vive en un medio rural, la adopción por alguien de nuevas ideas religiosas o políticas, etc. Las peculiaridades individuales en muchas ocasiones toman la forma y el sentido de simples transgresiones y pueden ejercer la función, en el caso de que se transmitan, de originar cambios implantando innovaciones, descubrimientos o invenciones, o procurando que los otros miembros de la sociedad emulen actos destacados, como sucede con la continua superación científica o en la tendencia a batir marcas atléticas.
Ely Chinoy parte de la división inicial de los componentes de la cultura en tres grandes campos: instituciones, ideas y materiales. Las instituciones son definidas como las pautas normativas que delimitan lo que en una sociedad se considera como adecuado. El concepto sociológico de institución incluirá la totalidad o la mayoría de lo que bajo este término se considera desde el punto de vista jurídico, como puede ser una corporación municipal o la admisión o inadmisión del divorcio, pero no quedará aquí limitado, sino que su parte cuantitativamente más importante trasciende de estos aspectos y puede incluir hasta el uso de la boina en el caso del País Vasco.
Las instituciones pueden ser subdivididas de acuerdo con diversos criterios. Según uno de ellos se pueden dividir en folkways y mores. Si nos atenemos a su traducción literal ambas significan en castellano lo mismo: costumbres. Sin embargo, se ha escogido la palabra inglesa y la latina para incluir en ellas matices específicos necesarios dentro del análisis socio-antropológico. Por folkways entendemos los usos populares no obligatorios, como puede ser el caso de la utilización de la corbata y del pelo corto entre los hombres de nuestra sociedad, lo mismo que dentro del subgrupo hippy sería precisamente un folkway el pelo largo o no usar corbata.
Los mores son aquellas normas fuertemente sancionadas desde el punto de vista moral; o sea que su obligatoriedad reside en su sanción social. Incluso dentro de nuestra sociedad, aunque muchos mores no se encuentran dentro de la legislación positiva su trasgresión es más difícil que la de las leyes, por la carga coactiva que recibe de toda la sociedad. El no ayudar a los ancianos, o, hasta hace bien poco, la pérdida de la virginidad por la mujer soltera o el afeminamiento en los hombres, se suelen tomar, en nuestra sociedad, como más importantes que la evasión de capitales, el fraude fiscal o la especulación.
Otra alternativa de dividir las instituciones desde otro punto de vista es la de hacerlo en hábitos y leyes. Los primeros son los usos establecidos por el tiempo, es decir, aquellas prácticas que han llegado a ser profundamente aceptadas como forma apropiada de conducta, en tanto que las leyes son las reglas establecidas por el poder, participando de una imposición coactiva por los diversos medios de que dispone el estado o las organizaciones políticas o cuasi políticas dominantes en cada sociedad. La ley puede estar originada por la costumbre, o sea, que por el uso continuado y aceptado del hábito se puede convertir, por la promulgación o aceptación del poder político, en ley. Las leyes son propias de las sociedades más complejas. En las llamadas sociedades “primitivas” no se da la ley más que de un modo muy diluido; el autocontrol y la pasión social suelen ejercer la misma función, y frecuentemente de modo más efectivo.
Hay otro tipo de instituciones que no encajan en las divisiones antes señaladas, pero que no por ello pierden tal carácter. Entre este tipo de instituciones recogemos la moda y el estilo, importantes en las sociedades en cambio y cuya característica principal es la transitoriedad.
Otra de las categorías en que se divide la cultura es en la de las ideas, tras lo que se abarca un variado y complejo conjunto de fenómenos sociales. A su vez, las ideas se pueden subdividir en creencias y valores.

Creencias son todas las interpretaciones que los hombres dan sobre ellos mismos y sobre el mundo social, biológico y físico, en el que viven, y también sus consideraciones respecto a las relaciones con sus semejantes, con la sociedad, con la naturaleza y aquellas otras entidades y fuerzas que suelen descubrir, aceptar o conjurar. Ello abarca la totalidad del vasto conjunto de conocimientos y opiniones por los cuales los hombres explican sus observaciones y experiencias.
Los valores son el conjunto de patrones que los hombres de toda sociedad aprenden y comparten –dentro de ciertos límites, por supuesto-. A su vez, los valores son fuentes sentimentales; ya que de acuerdo con ellos, los hombres aprobarán o desaprobarán un acto, estarán de acuerdo o en desacuerdo con una situación, considerarán buena o mala cualquier cosa o aplicarán el concepto de belleza o fealdad. El sistema de valores imperante en una sociedad influye sobre su dinámica acelerando o frenando el cambio.
Íntimamente ligada con las creencias y los valores está la ideología, que es el conjunto de creencias y conceptos que explican el mundo social, a los individuos y a los grupos que los sustentan. La ideología se diferencia de las simples creencias en que supone un cuerpo interrelacionado de estas últimas, y en que generalmente reviste un carácter cualificadamente trascendente. En la misma línea también tenemos que distinguir las mentalidades, que son complejos de opiniones y representaciones colectivas menos deliberadas y reflexivas que las ideologías. La mentalidad tiene una proyección primordialmente psicológica, y afecta a la personalidad y actitudes del que la posee. Tanto la mentalidad como la ideología están compuestas de creencias y valores que en cada caso estructuran y ordenan el comportamiento de una manera típica.

El tercer gran campo de la cultura es el de los materiales. Consisten en aquellas cosas que los hombres crean y utilizan. El complejo constituido por los materiales puede ser muy diferente de una sociedad a otra, tanto cualitativa como cuantitativamente.
En los materiales tenemos que distinguir dos componentes: el físico y el simbólico. El primero es el que se deriva de su composición, forma y utilidad, en tanto que el segundo, que sólo existe para algunos materiales, está integrado por la carga significativa que los hombres le asignan de acuerdo con sus ideas y, posiblemente en relación con las instituciones vigentes en cada sociedad. Una cruz puede ser simplemente una pieza de dos palos cruzados, sin embargo, para el cristianismo cobra un singular relieve como símbolo de la Cristiandad.
Hasta aquí, la división que de los elementos de la cultura hace Ely Chinoy, pero consideramos que a instituciones, ideas y valores hay que añadir la tecnología o conjunto de técnicas existentes en una sociedad. La tecnología comprende la existencia y usos de materiales pero dentro de determinadas normas y coordinadamente con otros materiales.
Marcel Mauss define a las técnicas como actos tradicionales, agrupados en función de un efecto mecánico, físico o químico, en cuanto que son conocidos como tales actos. El conjunto de las técnicas forman las industrias y los oficios. Y el conjunto de las técnicas, industrias y oficios forman el sistema técnico de una sociedad, que es consustancial a la misma.