lunes, 31 de octubre de 2016

Sociedades de cultura y sociedades de ciencia

Según su relación con el saber, las sociedades pueden clasificarse en sociedades de cultura o tradicionales y sociedades de ciencia o modernas.

- Las sociedades de cultura no son conscientes de su saber ni de las posibilidades de incrementarlo o, al menos, no se orientan a hacerlo. El saber es un elenco de respuestas ya probadas y que han demostrado potencial adaptativo. Por eso, la tradición tiene en ellas un peso considerable.

Son sociedades muy estables en las que nada cambia. Establecido un determinado ajuste al entorno, lo que hay que hacer es preservarlo para las generaciones siguientes lo más idéntico a sí mismo que sea posible. Los ancianos, como depositarios de las tradiciones y de los saberes acumulados, son personajes esenciales. Estas sociedades se basan en una economía de subsistencia orientada a atender las necesidades elementales del grupo. Son sociedades donde prima el grupo más que el individuo y existe una fuerte solidaridad. Se da coerción de las normas sociales sobre los individuos; la tradición, la costumbre y lo establecido imponen el orden social y los modos de hacer. Existe una pequeña o baja división social del trabajo y, normalmente, se organizan en grupos o comunidades reducidas.

- Las sociedades de ciencia, por el contrario, han hecho de la innovación y del cambio su principal estrategia adaptativa. La ciencia y la tecnología constituyen su principal eje de desarrollo económico y social. La consolidación de la ciencia moderna y su cada vez más estrecha vinculación con el desarrollo del capitalismo como sistema económico contribuirá a un espectacular desarrollo de la investigación científica y del desarrollo tecnológico aplicado a la producción y a la planificación social.
En las sociedades de ciencia, orientadas a la radical explotación del entorno mediante la aplicación de los conocimientos científicos y técnicos, éste se vuelve móvil e incierto, estando en permanente cambio y transformación, lo que retroalimenta un proceso de innovación y generación de nuevos saberes para responder a los nuevos problemas que presenta el entorno. Los cambios son tan importantes y se suceden tan deprisa que la supervivencia de la propia sociedad depende de su capacidad de planificación y de adelanterse a ellos mediante una incesante labor de elaboración de nuevos conocimientos. Por eso se dice que son sociedades orientadas hacia el futuro y no hacia el pasado.

De modo que lo definitorio de esta segunda revolución científica no es que los hombres sabían más, sino que, sobre todo, sabían que podían saber más, aprendieron a aprender y, por vez primera, el conocimiento, que hasta entonces había sido una producción en gran medida inconsciente, pasó a ser una actividad conscientemente buscada, deseada y querida. Ésa es la diferencia esencial entre el conocimiento (más propiamente la "sabiduría" o la "cultura") de las sociedades tradicionales y el conocimiento (más exactamente la "ciencia") de las sociedades modernas. Que aquéllas saben muchas cosas, pero ni saben que saben ni, sobre todo, saben que pueden saber más y, puesto que sus saberes no han sido sometidos a crítica y a análisis, a método, es un saber inconsciente; pero éstas, las sociedades modernas, no sólo saben que saben (y eso es la "ciencia", un conocimiento contrastado y certificado, discutido y aceptado, un saber que ha superado la duda), sino que, además, saben que pueden saber más y a ello se dedican con pasión, introduciendo una nueva variable histórica en la dinámica social: la ciencia.
Pues bien, el desarrollo de los conocimientos y la ciencia, resultado inevitable de la ampliación de la experiencia humana, vino a romper progresivamente con la práctica totalidad de los parámetros sobre los que se asentaba la robusta estabilidad de las sociedades tradicionales, introduciendo un factor de creciente (y retroalimentado) cambio social.
E. Lamo de Espinosa, Sociedades de cultura, sociedades de ciencia

viernes, 21 de octubre de 2016

Evaluación educativa

1. Sentido de la evaluación educativa
La evaluación no intenta sólo determinar en qué grado un estudiante alcanzó los objetivos señalados en el programa. Dado que la educación es un proceso en el cual intervienen una multitud de elementos, no hay razón ninguna para pensar que ningún elemento del proceso educativo está fuera del alcance de la evaluación.
Si consideramos la educación como algo que tiene realidad en el tiempo, la evaluación no puede situarse únicamente al fin del proceso educativo, sino que debe estar presente desde el comienzo mismo de la acción educativa.
La complejidad de la educación hace sospechar de entrada la posibilidad de que resulte insuficiente una sola técnica de evaluación. Así, adem´´as de los tests objetivos, contamos con la observación como un método que tenemos siempre a mano.
Otra idea que no debe olvidarse es que la evaluación no tiene sentido en sí misma, sino que se realiza para fundamentar actuaciones posteriores. En función de los alumnos, la evaluación tiene un sentido orientador. A través de ella se intenta ver cuál es la situación de un estudiante con objeto de ayudarle a tomar las decisiones más adecuadas para el desarrollo de sus posibilidades y la compensación de sus limitaciones.

2. El modelo de evaluación educativa
La educación es un proceso que arranca de una situación dada y, en virtud de determinadas actividades, desemboca en otra diferente. De acuerdo con esta idea el modelo de evaluación tendría cuatro elementos, los objetivos, el plan, la actividad u operación y los resultados.

2.1. Presupuestos y antecedentes. Objetivos y plan
Los alumnos en tanto que protagonistas del proceso educativo constituyen el punto de referencia fundamental de la evaluación. Si la educación necesariamente ha de personalizarse, el diagnóstico personal de cada estudiante es la condición necesaria para toda actuación educativa racionalmente fundada.
Los profesores constituyen el siguiente elemento de entrada. La evaluación del profesorado se viene realizando en función de su actividad educativa y las técnicas de evaluación se suelen agrupar en dos grandes conjuntos: sistemas categoriales (actividades objetivas de los profesores fácilmente observables) y sistemas de calificación (cualidades y aptitudes docentes medidas en grados).
Las condiciones de la comunidad en que se desenvuelve la institución escolar y en especial las de las familias de los alumnos son también datos a tener en cuenta por la influencia que ejercen en la conducta y rendimiento particular de cada estudiante.
La organización permanente del centro, su dotación económica, sus características institucionales, sus ideales y valores, constituyen igualmente un marco de referencia.
También los objetivos que se planteen, son objeto de evaluación, en el sentido de que tengan sentido, se justifiquen o sean realistas.

2.2. Proceso educativo
En el estudio del proceso educativo se puede señalar la evaluación del material usado (métodos de presentación, análisis y sistematización de los conocimientos, la existencia de eficaces descripciones de tareas estudiantiles y la profundización y corrección de la imagen de la ciencia que ofrece), el ambiente y condiciones funcionales del centro, las técnicas de trabajo y el tiempo empleado en las actividades educativas.

2.3. Resultados
La evaluación de resultados se puede proyectar en los objetivos específicamente señalados en el programa y en aquellos otros que se pudieran llamar resultados secundarios, es decir, aquellas consecuencias de un programa que tal vez no fueron previstas o que se previeron como no específicas del programa y que al realizarlo han venido a enriquecer los objetivos alcanzados.
Los objetivos específicos implican un cambio en la situación del estudiante. Este cambio se puede manifestar en un aumento de conocimientos, pero también, y esto es más importante, en un cambio de actitud hacia el trabajo, y en un aumento de posibilidades de percepción y destreza, es decir, aumento de capacidades para adquirir nuevos conocimientos, resolver nuevos problemas y realizar nuevas actividades.

3. Evaluación del rendimiento

3.1. Dos nociones de rendimiento. Rendimiento suficiente o rendimiento satisfactorio
En la práctica usual el rendimiento de los alumnos se valora en función de unos objetivos señalados con más o menos precisión, estableciendo como punto de referencia el grupo, o un nivel de conocimientos previamente establecido. Suficiente o insuficiente son afirmaciones que arrancan de la comparación del nivel alcanzado por un estudiante cualquiera y el nivel establecido previamente.
Pero la evaluación del rendimiento se puede hacer en relación con la persona que realiza el trabajo, es decir, el progreso de cada alumno en relación con su propia capacidad.
Así, rendimiento suficiente o insuficiente es el que se determina en función de un nivel objetivo previamente establecido. Rendimiento satisfactorio o insatisfactorio es el que se determina en función de la capacidad de cada escolar.

3.2. Evaluación continua
El rendimiento no se entiende como una especie de aparición espontánea al final de un periodo de enseñanza, sino que es algo que constantemente se está produciendo. Por otra parte, la educación no es sólo instrucción de aprendizaje, sino que es desarrollo de toda la personalidad del sujeto, por lo cual es menester evaluar no solamente lo que el alumno sabe, sino también los hábitos de trabajo intelectual, de convivencia social, las aptitudes técnicas, la madurez emocional, el desarrollo biológico y, en fin, todas las manifestaciones de la personalidad del hombre.
La técnica de evaluación continua tiene tres bases fundamentales: la observación de la actividad o comportamiento discente, el análisis de las tareas realizadas y las pruebas objetivas de diagnóstico.
Si la evaluación en conjunto es satisfactoria, no hay problema. En el caso de que no lo fuera, la misma evaluación continua habrá puesto de relieve cuáles son los puntos débiles del estudiante en los que debe insistir para alcanzar la situación adecuada a sus posibilidades. Esta información orientadora permitirá al estudiante subsanar sus defectos, sus deficiencias, sin que tenga necesidad de volver a enfrentarse otra vez en el contenido de todo el curso.

3.3. Rendimiento y predicción
En el terreno educativo toda evaluación del rendimiento implica una hipótesis predictiva, explícita o implícita.
En efecto, para hacer una evaluación suficiente o insuficiente es menester que previamente se hayan determinado de antemano los objetivos o el nivel que debe ser alcanzado por los estudiantes pertenecientes a un determinado conjunto.
Si se quiere utilizar el concepto de evaluación satisfactoria o insatisfactoria es menester realizar el diagnóstico de cada estudiante para, sobre él, establecer el pronóstico, es decir, la predicción de lo que el estudiante tiene posibilidad de rendir.

3.4. La técnica de la predicción. Predictores y criterios
Predicción es una conjetura que hacemos sobre el valor que una variable alcanzará en un momento o individuo perteneciente a una población específica. En el caso nuestro, sería una conjetura que haríamos del nivel de rendimiento que alcanzará un estudiante de una institución determinada una vez conocida su capacidad mental y la relación existente, dentro de esa población, entre capacidad mental y rendimiento. La capacidad mental es el predictor o variable predictora, mientras el rendimiento es el criterio o variable que se predice.
La instrucción, entendida más como conjunto de aptitudes culturales que como suma de conocimientos, y el tiempo dedicado al estudio personal, son elementos que se pueden tomar como predictores del rendimiento.
El rendimiento previsto para cada escolar es el más claro y preciso punto de comparación para ver si un rendimiento es satisfactorio o insatisfactorio.

3.5. Dificultades y riesgos de la evaluación del rendimiento
Las dificultades que suelen señalar los profesores acerca de la evaluación, pueden reducirse a dos: la dificultad de evaluar el rendimiento de los alumnos en función de unos objetivos no observables directamente o demasiados generales, y la dificultad de apreciar con objetividad un trabajo completo que ofrece muchos aspectos y una gran diversidad de elementos.
Cuando los objetivos se han formulado en término de conducta expresiva la evaluación es fácil. Una recomendación que se hace con frecuencia es la de establecer, una vez formulados los objetivos, los medios o instrumentos de evaluación que se vayan a utilizar. Realizando estas dos actividades, la evaluación responderá fielmente a los objetivos perseguidos y se evitarán riesgos.

3.6. Una exigencia de la personalidad educativa. La autoevaluación
Cada estudiante debe ser capaz de hacer un diagnóstico válido de sus posibilidades y limitaciones, así como de su propio progreso, de suerte que pueda asumir la responsabilidad para plantear y desarrollar las actividades más convenientes para él.

4. Síntesis
La evaluación del rendimiento de los alumnos no es una actividad terminal, sino el fundamento de una acción orientadora, y por lo mismo ha de ser incluida en todas las etapas del proceso de educación.
La evaluación diagnóstica tiene carácter inicial y se inscribe en los supuestos o antecedentes (condiciones del sujeto y asignación de sus objetivos propios), la evaluación continua incide en el proceso mismo de la educación y la evaluación del rendimiento final se sitúa en el campo de los resultados.                  

miércoles, 12 de octubre de 2016

La Física de Aristóteles

De las cosas que existen, algunas existen por naturaleza, otras por otras causas. Por naturaleza existen los animales y sus partes, las plantas y los cuerpos simples, como la tierra, el fuego, el aire, el agua; de éstos, en efecto, y de otros parecidos decimos que existen por naturaleza. Todas estas cosas mencionadas presentan una gran diferencia respecto a las cosas no constituidas por naturaleza. Así pues, las cosas naturales tienen en sí mismas el principio de movimiento y de reposo; unas en cuanto al lugar, otras en cuanto al crecimiento, otras en cuanto a la alteración. En cambio un lecho, un vestido y cualquier otro objeto de esta índole, en cuanto reciben tales designaciones, es decir, en tanto en cuanto son productos del arte, no poseen ningún impulso natural al movimiento; pero en cuanto, de hecho, constan de piedra o de madera o de cualquier mezcla o combinación de ellas y precisamente bajo este respecto tienen tal impulso al movimiento; pues la naturaleza es un principio y una causa del movimiento y del reposo en la cosa en que ella se halla, inmediatamente, por sí misma y no por accidente.
Aristóteles, Física

Si las ideas filosóficas de Platón se vieron profundamente condicionadas por sus ideales políticos, el pensamiento de Aristóteles lo fue por sus conocimientos biológicos. Aristóteles, perteneciente a una familia de médicos y biólogo él mismo, fue un perspicaz observador de la naturaleza. En este sentido, propendió a ver todas las cosas con mentalidad de naturalista y a poner de manifiesto el carácter finalista o teleológico de las mismas; pues, en efecto, dicho carácter se da más que en ningún otro campo en el de los seres vivos, ya que en los fenómenos de reproducción, crecimiento y desarrollo de éstos, una vez puestas las condiciones necesarias (por ejemplo, una vez engendrado un nuevo ser), el proceso natural, es decir, el proceso biológico tiende a seguir su curso por sí mismo, de modo correcto y preciso; por ejemplo, una vez que la semilla ha caído en el terreno adecuado, germina y el desarrollo del nuevo ser, de la nueva planta, propende a seguir de modo natural hacia su fin, esto es, hacia su cumplimiento correcto y adecuado.
En este sentido, Aristóteles diferenció dos clases de seres: naturales (seres por physis) y artificiales (seres por téchne); son seres naturales aquellos que "tienen en sí mismos el principio de movimiento y de reposo", como los animales, las plantas, etc.; mientras que son seres artificiales los que son fruto de la técnica o del arte, esto es, aquellos que poseen un principio extrínseco de movimiento, como un vestido, una cama, una estatua, etc., en tanto en cuanto son vestidos, cama, estatua; pues como compuestos de algodón, seda, madera, mármol, etc., pertenecen a la naturales y se encuentran sometidos a las leyes naturales.
Tenemos, pues, que los objetos artificiales, por una parte, dependen de los objetos naturales o, lo que es lo mismo, sólo gracias a la existencia de seres naturales (minerales, vegetales, animales, etc.) puede haber seres artificiales (vestidos, mesas, estatuas, etc.); y, por otra, el "arte" imita a la naturaleza y se ve obligado a tener en cuenta sus principios y sus legalidades (con unos materiales se pueden hacer estatuas, con otros carros, con otros música, etc.).
Frente a Platón, que situaba la auténtica realidad en el mundo trascendente, en el mundo de las ideas, para Aristóteles, la verdadera realidad viene constituida por la naturaleza de las cosas, es decir, las cosas son lo que son en su propia naturaleza, que, en cuanto tal, constituye el principio de su ser y de su movimiento: el árbol, el animal, etc., nacen, crecen y se mueven en virtud de (y de acuerdo con) su propia naturaleza inmanente. De este modo, la naturaleza, en tanto en cuanto principio estable y permanente del movimiento y del reposo de los seres, asegura la coherencia, el orden y la regularidad del mundo y permite la inteligibilidad, su comprensión; en este sentido, la naturaleza physis se opone al azar (y la técnica y el arte -la téchne- a la arbitrariedad).

1. El movimiento

Dado que la naturaleza es principio de movimiento... es indispensable que no permanezca desconocido para nosotros qué es el movimiento, porque es inevitable que ignarado éste, se ignere también la naturaleza.
Aristóteles, Física

Los filósofos anteriores a Aristóteles tendieron a concebir por separado la realidad (el ser) y el movimiento, intentando explicar las variaciones, los cambios, de la realidad. En este sentido, Parménides negó la realidad del movimiento, reduciéndolo a mera apariencia, a dóxa (el ser es uno, eterno, inmóvil). Heráclito adoptó una posición contraria: todo corre, nada es (pánta rei); según los pluralistas, lo que siempre es, es eterno e inmóvil (no deviene), esto es, los elementos (Empédocles), las homeomerías (Anaxágoras) o los átomos (Demócrito) son inengendrados e imperecederos y permanecen intalterables en el transcurso de todos los cambios, y el movimiento estriba en la combinación de una u otra manera de estos elementos inmutables. Platón, por su parte, excluyó el movimiento del mundo inteligible, es decir, de la auténtica realidad, y lo contrajo al mundo de la doxa, o mundo de los sentidos.

Aristóteles invirtió el planteamiento del problema y en lugar de explicar el cambio, intentó analizar la realidad que cambia, pues "el movimiento no existe fuera de las cosas". En este aspecto, por ejemplo, tenemos que la bellota no es encina y el libro tampoco es encina; ahora bien, respecto a ser encina, existe una notable diferencia entre la bellota y el libro, a saber, que el libro nunca será encina, mientas que la bellota puede serlo. Exite pues un ser en potencia y un ser en acto; acto es lo que un ser actualmente es; potencia lo que puede ser. En el ejemplo propuesto, la bellota es en acto bellota, mientras que es en potencia (puede ser) encina.
La potencia, al ser una especie de intermediario entre el no-Ser y el Ser, permite explicar el movimiento. En tanto en cuanto Ser en acto, la bellota es bellota, y el estudiante es estudiante; ahora bien, en tanto en cuanto Ser en potencia, la bellota es encina y el estudiante, matemático, médico, etc. En consecuencia, el movimiento estriba en la actualización de una potencia en tanto en cuanto potencia o, lo que es lo mismo, en el paso de la potencia al acto, pero dado que todos los seres naturales se encuentran en movimiento, todos son algo y podrán ser otra cosa (la semilla, planta; el ignorante, sabio; el estudiante, profesor...); es decir, todos ellos constan de potencia y acto.

2. Clases de movimiento 
Desde el punto de vista de la subsistencia, Aristóteles distinguió dos clases de seres: sustancias y accidentes; como ejemplos de sustancias podemos nombrar los siguientes: Juan, este árbol, la silla en que me siento, el libro que leo, etc., y como ejemplos de accidentes: sabio, alto, amarillo, grueso, etc. Atendiendo a estos ejemplos, podemos decir que, con independencia de que sea natural o artificial, se entiende por sustancia aquel ente que existe en sí, y por accidente aquel que existe en otro; Juan, la silla, existen en sí, mientras que sabio, alto, amarillo, etc., sólo pueden existir teniendo lugar en otro; por ejemplo, en Juan (Juan es sabio y alto), en la silla (la silla es amarilla y alta), etc. 
En consecuencia, con la distinción entre sustancia y accidente, Aristóteles diferenció dos clases de movimientos, a saber: sustancial y accidental. El sustancial consiste en el cambio de substancia, una sustancia desaparece y otra nueva surge en su lugar; por ejemplo, la bellota que se transforma en encina, la silla, quemada, que se convierte en ceniza, etc. En cuanto al movimiento accidental, en él permanece la sustancia y varían los accidentes. A este respecto, podemos distinguir tres clases de movimientos accidentales: cuantitativo si cambia la cantidad, produciéndose un aumento o una disminución (ejemplo: Juan crece); cualitativo, si se modifica la cualidad (ejemplo: lo caliente deviene frío, el ignorante se hace sabio); y movimiento local que estriba en la mera variación de lugar: arriba, abajo... 

3. Elementos que intervienen en el movimiento
Si el movimiento consiste en el paso de la potencia al acto, resulta evidente que la nada no puede ser potencia de ningún ser, esto es, de la nada nada puede surgir; en consecuencia, es necesario que todo movimiento parta de algo y llegue a algo y se realice en algo o, expresado de otro modo, en todo movimiento existe un punto de partida, un punto de llegada y un sustrato (algo en lo que se realiza el movimiento). Por ejemplo, si de una cadena de oro hacemos un anillo, ha tenido lugar un movimiento en virtud del cual ha desaparecido la cadena (punto de partida) y ha surgido el anillo (punto de llegada) mientras que el oro ha servido de sustrato de dicho movimiento; el punto de partida y el de llegada son opuestos, pero existe algo que ha permanecido a lo largo del proceso: el oro; sucede algo análogo cuando la bellota se convierte en encina o cuando un libro se quema y se transforma en ceniza. Pues bien, según Aristóteles, en todo movimiento cambia la forma y permanece la materia. 

Las cosas que se producen, se hacen, en parte, por un cambio de figura, como por ejemplo, la estatua, que se hace a partir del bronce, unos seres se producen por adición, como los que aumentan, otros por sustracción, como por ejemplo, mercurio a partir de la piedra, otros por composición, como la casa, otros por variación, como aquéllos en los que la materia cambia. Ahora bien, es evidente que todas las cosas que se hacen así, se hacen a partir de una materia sujeto.
Aristóteles, Física
4. El hilemorfismo
La explicación aristotélica de la constitución de los seres mediante la forma y la materia recibe el nombre de hilemorfismo, del griego hýle = materia y morfé = forma. Según esta teoría, todas las cosas (naturales) constan de materia y de forma. Se entiende por materia el principio indeterminado y, por tanto, determinable, y por forma el principio determinado y determinante; es decir, la forma constituye el principio determinado que uniéndose a la materia hace que las cosas sean lo que son; por ejemplo, el anillo, la mesa, el libro, son anillo, mesa, libro, gracias a la forma y en tanto en cuanto ésta determina la materia constituyendo una determinada clase de ser.
De conformidad con la distinción entre sustancia y accidentes, debemos diferenciar, por una parte, entre materia prima y materia segunda y, por otra, entre forma sustancial y forma accidental. La materia prima es el sujeto permanente de todos los cambios. La materia prima no es agua, ni fuego, ni caliente, ni frío, ni blanco, ni negro, ni nada determinado, es pura indeterminación, pura potencia susceptible de recibir todos los cambios, y no puede existir separada de la forma. En este sentido, todas las sustancias se componen de materia prima y de forma sustancial. La materia segunda, en cambio, supone ya alguna determinación formal y consiste en la materia de alguna realidad concreta y precisa (árbol, hombre, etc.) en tanto en cuanto sobre dicha realidad advienen los accidentes.
La forma sustancial es, pues, el principio que determina a la materia prima constituyendo la sustancia y haciendo que los entes sean lo que son: ser humano, perro, peral, etc.; mientras que la forma accidental, adviniendo sobre la materia segunda, determina al accidente haciendo que éste sea lo que es (blanco, alto, etc.). Los accidentes pues se componen de materia segunda y de forma accidental.
En todos estos casos podemos observar un paralelismo entre la materia y la potencia y entre la forma y el acto. La materia en tanto en cuanto es indeterminación es potencia para la forma, mientas que la forma, con respecto a la materia aparece como acto o, expresado de otro modo, los seres se encuentran en potencia, en tanto en cuanto están constituidos de materia y en acto en cuanto constan de forma.

  
5. Las causas

Siendo cuatro las causas, es quehacer y oficio del físico el conocerlas todas. Y debe explicar el porqué de las cosas de una manera conforme a la Física, refiriendo este porqué a todas las causas dichas, es decir, a la materia, a la forma, al motor y al fin. Pero hay tres sobre todo, que confluyen en una; pues la forma y el fin son una y la misma cosa, y el ser primero de quien procede el movimiento no difiere especialmente de la forma y el fin: el hombre, en efecto, engendra al hombre.
Aristóteles, Física

Para Aristóteles la Ciencia consiste en el conocimiento de las causas de las cosas, pues las causas explican el movimiento (y el reposo) de los seres. En este sentido, podemos definir la causa como el principio positivo (esto es, real) que influye de alguna forma en el ser. Cualquier actividad que desarrollemos se encuestra condicionada por los diversos elementos que en ella intervienen: por ejemplo, cuando aprieto el acelerador de mi automóvil, éste se pone en marcha; pero, ¿qué o quién es la causa de dicho movimiento? ¿Yo, que actúo sobre el acelerador? ¿La gasolina que se quema y origina determinada fuerza? ¿El árbol de transmisión y el resto de los mecanismos que conducen la fuerza a las ruedas?... Todo depende de la perspectiva en que nos situemos. 
En este sentido, podemos distinguir dos tipos de causas, las causas intrínsecas y las extrínsecas. Son intrínsecas aquellas que se encuentran en los objetos, a saber: la material y la formal, y son extrínsecas aquellas que intervienen en la cosa desde fuera, la eficiente y la final. En el caso de una estatua, la causa material sería el mármol, bronce, etc., en que ha sido realizada, la formal el cuerpo que en dicha estatua aparece representado (cierto héroe, un determinado caballo...), la eficiente el escultor y su actividad, y la final el fin que orienta hasta su término el trabajo del escultor, por ejemplo, manifestar la fuerza y la belleza del héroe citado. Tenemos, pues, que la causa material (hýle) es aquélla de la que algo se hace, la formal (morfé-éidos) es la que determina a algo a ser lo que es, la eficiente (o agente) la que hace lo hecho y en cuanto a la final (télos) el objetivo o fin que se pretende con la acción. Ahora bien, para esclarecer debidamente el concepto de causa final conviene distinguir entre el fin de la obra y el fin del agente; el fin de la obra viene constituido por aquella realidad a la que lleva el obrar del agente, por ejemplo, hacer una estatua de cierto personaje; el fin del agente, en cambio, se refiere a los objetivos que el agente persigue con el objeto o con la cosa realizada, por ejemplo, adornar un jardín u obtener dinero.
De las cuatro causas señaladas, en consonancia con la concepción teleológica de Aristóteles, la principal es la causa final, pues todo agente obra por un fin, es decir, el fin pone en marcha al resto de las causas: el escultor elige el mármol más adecuado para la obra que pretende realizar y en el proceso de su trabajo, paulatinamente, va dando a la materia la forma del personaje (del héroe) que intenta representar (fin: representación de cierto sujeto). Todas las cosas y todas las actividades, pues, poseen su sentido: los seres conscientes tienden hacia el fin en virtud de sus propias facultades (como el escultor esculpe la estatua o el campesino cultiva el trigo), mientras que los seres inconscientes lo hacen en virtud de su propia naturaleza (como la araña teje su tela).

6. El mundo sin principio ni fin
En la tradición griega encontramos distintas opiniones sobre el origen del mundo: el pensamiento mítico explicaba de diferentes modos su surgimiento; para los filósofos eléatas (Parménides, Zenón...), el mundo era eterno; Demócrito defendió que era fruto del azar; según Platón, fue creado por el Demiurgo; Aristóteles, por su parte, sostenía que el mundo no tuvo principio ni tendrá fin, afirmando la eternidad de la materia y del movimiento. El movimiento supune un punto de partida, otro de llegada y un sustrato en el que se realiza; en consecuencia, resulta evidente que nunca puede comenzar ni nunca puede acabar; pues en el primer caso carecería de punto de partida y en el segundo de punto de llegada, lo cual resulta contradictorio. Por tanto, el movimiento ha existido siempre.
Mas, si el movimiento ha existido siempre, también habrá existido siempre la materia en tanto sustrato de los cambios y, finalmente, también las formas y las sustancias naturales; pues si las artificiales pueden deberse a la obra de un artista o de un artesano, las naturales sólo pueden surgir por naturaleza (physis), en este sentido, sólo el ser humano hace al ser humano, sólo el tigre al tigre, sólo el manzano al manzano, etc., y por consiguiente, nunca pudo existir un primer ser humano, ni un primer tigre, ni un primer manzano. El mundo de Aristóteles excluye tanto la involución como la evolución.

Si el movimiento no existe ab aeterno... entonces las cosas no se hallarían en condiciones de ser movidas las unas y de producir un movimiento las otras. Por eso tendrá que haber un cambio anterior al primero... Y el mismo razonamiento valdrá para demostrar la indestructibilidad del movimiento... se tendría aquí siempre la posibilidad de un cambio posterior al último... En consecuencia, el mundo es eterno.
Aristóteles, Física