sábado, 21 de enero de 2017

Evolución de los ideales de vida

Si paseamos un poco por la historia, observaremos:
  • Que eso que llamamos "ideales de vida" es distinto de lo que denominamos "valores morales", aunque unos y otros no andan demasiado separados.
  • Que los valores, más que ir cambiando, van siendo descubiertos, se van complementando y se enriquece su comprensión.
Los valores morales son el sustento sobre el que se construye el carácter, el modo de afrontar la vida. En cambio, los ideales de vida son la asunción de dichos valores por las personas. Por esta razón, los ideales de vida están circunscritos a las condiciones históricas y sociales, dado que todas las personas nacemos, somos educadas y vivimos dentro de una cultura y en un momento de la historia.
Algunos ideales de vida que aparecen en la historia de nuestra cultura, como el héroe, el caballero o el pícaro resultan en este sentido ejemplificadores y significativos.

1. El héroe
En la antigüedad, el ideal de vida lo encarnaba el héroe. En los poemas de Homero (poeta griego, siglo IX a.C.), aparecen muchos de ellos; nosotros vamos a reparar en uno que aparece en La Ilíada, Héctor. 
Héctor es el caudillo que dirige las tropas troyanas en la guerra contra los griegos; hijo de Príamo y Hécuba, esposo de Andrómaca y padre de un niño, encarna los valores más altos de su sociedad: es fuerte y valeroso, respetuoso hijo, esposo y padre amante, amigo leal, temeroso de los dioses y ciudadano responsable y apreciado por todos los suyos.
Las palabras de su esposa al recibir su cadáver son quizás la mejor síntesis de todo lo dicho:

- ¡Oh, esposo mío! ¡Has muerto cuando aún eras joven, dejándome viuda en el palacio, y con el hijo aún pequeño, que nosotros, desgraciados, engendramos y que mucho temo que no llegue a la pubertad! Porque antes será derribada desde lo más alto esta ciudad, ya que ha perecido el que era su defensor, tú que la salvabas y amparabas a las fieles mujeres y a sus hijos. [...]
Llenaste a tus padres de inagotable duelo y me dejas a mí, a quien aguardan los mayores dolores, porque ni siquiera pudiste, cuando ibas a morir, tenderme tus brazos y darme saludables consejos, que con lágrimas en los ojos pudiera yo recordar noche y día.

2. El caballero andante
Desde el Renacimiento aparece la figura del caballero andante, del que es la expresión más lograda Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes (1547-1616).
Don Quijote es el símbolo del hombre que lucha por su verdad; los valores que orientan su vivir son: la fe en la justicia, en un mundo en el que ésta apenas existe; el ansia de libertad, que considera el mayor bien de las personas; la atención a los necesitados; el valor y el amor, indispensables para afrontar la vida, el primero, y darle sentido, el segundo. Estos valores hacen que la existencia del caballero esté orientada a los más altos ideales y que resulte llamativa frente al burdo sentido común de los demás, retratado en el personaje de Sancho. Así se presenta Don Quijote:

- Sancho amigo, has de saber que yo nací, por querer del cielo, en esta nuestra edad de hierro para resucitar en ella la del oro [...]. Yo soy aquel para quien están guardados los peligros, las grandes hazañas, los valerosos hechos [...] Espérame aquí hasta tres días no más, en los cuales, si no volviere, puedes tú volverte a nuestra aldea, y desde allí [...] irás al Toboso, donde dirás a la incomparable señora mía Dulcinea que su cautivo caballero murió por acometer cosas que le hiciesen digno de poder llamarse suyo.

3. El pícaro
Al caballero andante se le opone un ideal de vida contrario y contemporáneo suyo: el pícaro.
El pícaro procede de clase social pobre y de familia problemática; desde su nacimiento vive en la mezquindad, el engaño, la vileza, la deshonestidad, el miedo, el complejo de inferioridad y la amargura ocasionada por una sociedad que le impide mejorar sus condiciones existenciales; edifica su vida sobre ellos y sobre su habilidad para robar y vivir a costa del prójimo. Nos detenemos en un pasaje de El Buscón, de Quevedo (1580-1645):

Decíame mi padre: - Hijo, esto de ser ladrón no es arte mecánico sino liberal. Y de allí a un rato, habiendo suspirado, decía de manos: - Quien no hurta en el mundo, no vive. [...]
Metílos en paz, diciendo que yo quería aprender virtud resueltamente, e ir con mis buenos pensamientos adelante. [...] Yo me quedé solo, dando gracias a Dios porque me hizo hijo de padres tan hábiles y celosos de mi bien.

4. ¿Un ideal de vida hoy?
Hemos visto dos modos de afrontar la vida y uno de sobrevivir en ella, así como los valores que les subyacen.
Muchos de esos valores que sustentan el héroe y el caballero son valiosos también para nosotros, si bien concebidos con las modificaciones que los tiempos y los cambios sociales imponen: el valor, la honestidad, el respeto, la lucha por la justicia, etc.
Otros, como la fuerza en la batalla o el caudillaje, resultan un poco anticuados en una sociedad que ha apostado, siquiera en teoría, por la paz y la participación de todos en los asuntos públicos.
Y, por fin, también han ganado terreno valores que en el pasado casi permanecieron ocultos, como la solidaridad entre las personas, el respeto a las diferencias culturales y sociales o la igualdad de la mujer.
Los "valores" del pícaro no son trasvasables a la actualidad, puesto que, en nuestra sociedad, las condiciones de vida, sin llegar a ser igualmente buenas para todos, son bastante más aceptables que las del Siglo de Oro español. Los "pícaros" de hoy no intentan sobrevivir en una sociedad en la que casi resulta imposible, sino que hacen de la riqueza material su único valor.
La historicidad de los valores y de los ideales de vida es, por tanto, un hecho.
Pero, ¿hay algún modo de vivir privilegiado en nuestro mundo? ¿Podemos hablar, con rigor, de un ideal de vida en la actualidad?          

domingo, 8 de enero de 2017

El concepto de educación

Al pretender acercarnos al concepto de educación, surge ante nosotros una serie de dificultades. Lo primero que observamos es que se nos presente como término multívoco, al que podemos atribuirle varias significaciones. Indicaremos las principales.

1. La educación como hecho, como realidad
Llamamos educación a un hecho humano y social que se manifiesta como transmisión comunicativa de unas personas a otras, proporcionándoles ideas, sabores, habilidades, normas y pautas de conocimiento y de conducta. Evidentemente, es un hecho, una realidad este modo de actuar, esta manifestación humana y social. A esto se une la localización de dicha actuación en escuelas o centros educativos y de enseñanza, lo que nos permite designar como educación a la actividad, labor o tarea que se desarrolla en dichos centros. Mas como ello está vinculado a la organización y funcionamiento (científico-técnico, administrativo, económico...) de tales centros y a su relación y ordenamiento exterior con la sociedad y con sus organismos públicos correspondientes (Ministerio de Educación, Dirección General de Enseñanza, Consejo de Educación, Supervisión o Inspección educativa, etc.), concluimos que la educación abarca todo el entramado social y político que se refiere a la actividad de enseñanza y a su organización y desenvolvimiento.
Incluso lo que llamamos realidad educativa se extiende no sólo al hecho-actividad de la instrucción-enseñanza, de los centros educativos, de su organización interna y externa y de su ordenación pública, sino también a su situación y desarrollo en las diversas localidades, poblaciones, países y áreas diversas donde se manifiesta. Y, también, al conjunto de dicha manifestación. Así, podemos hablar de "la educación en los diversos países" y de "la educación en el mundo". Podemos hacerlo en forma sincrónica -o situacional-, refiriéndonos a "la educación en la actualidad"; o en forma diacrónica -o temporal-, con respecto a "la educación a través del tiempo" o a "las etapas de la educación".
Y puesto que el hecho educativo, referido a la instrucción-aprendizaje, a la enseñanza, a las escuelas, centros y organismos correspondientes, difiere en su sistematización y ordenamiento, según los procedimientos o métodos empleados, los contenidos transmitidos, los medios disponibles, las formas organizativas y los modos de dependencia y de control, nos referimos a los "sistemas educativos" como conjuntos de normas, formas y prácticas educativas, estableciendo semejanzas y diferencias, correspondencias, correlaciones... y, también, apreciando tendencias, corrientes y evoluciones de dichos sistemas o de sus aspectos más representativos.

2. La educación como actividad y como proceso 
Examinada en sí misma, atendiendo a su posibilidad humana y a su consistencia dinámica, la educación nos aparece como actividad entitativa y operativa en un dobe aspecto.

 a  - Como influencia y como ayuda exterior que trata de desarrollar y de perfeccionar las disposiciones y aptitudes del individuo humano hacia fines u objetivos adecuados a su naturaleza y, al mismo tiempo, hacia pautas o valores socioculturaes o trascendentes.
 b  - Como formación y configuración intrínseca de la persona, tratando de realizarse, concienciarse y autodeterminarse de acuerdo con patrones considerados racionalmente óptimos.

En los dos aspectos, extrínseco (transmisión o de influencia) e intínseco (personizador o de autoformación, se realiza un proceso, curso o secuencia de acciones -función u operación en el tiempo, realización dinámica secuencial- que permiten caracterizar a la educación como proceso en las dos direcciones señaladas:

 a)  Proceso interactivo de influencia madurativa en virtud de un agente transmisor (educador), de un sujeto receptor (educando) y de un medio posibilitador del desarrollo (mediación; medios educativos); se trata de un proceso de heteroeducación.
 b)  Proceso intraactivo de estructuración o configuración, de formación propia, de concienciación y autoguiaje, de personización y personalización, en virtud de unas fuentes informativas y conformativas, de unos patrones o valores de conocimiento y de acción y de una capacidad subjetiva transformadora de los datos o impulsos y estructuradora de la personalidad, en un medio intrínseco de desarrollo. Se trata, entonces, del proceso denominado de autoeducación.

También en los dos casos puede hablarse de proceso de formación -término que a veces se emplea, en sentido restringido, como relativo a la educación intelectual o bien a la educación moral o de conducta-, de proceso de comunicación educativa, especialmente en el primer aspecto, y de proceso de conducción, por tratarse de un guiaje, una dirección, en cierto modo una orientación conductiva. 


3. La educación como efecto o resultado
Tanto en el sentido de actividad como en el de proceso dinámico, íntimamente unidos, se hace referencia a la educación como función, operación y, en definitiva, "acción" encaminada s un desarrollo o perfeccionamiento. Mas es de advertir que puede considerarse también a la educación como resultado o efecto de dicha acción.
Se dice de una persona que está educada o que tiene educación cuando posee un grado de formación suficiente para entender y juzgar, para autogobernarse de modo eficiente y personal, cuando, por su preparación y experiencia, tiene conocimientos bien adquiridos y consistentes y, al mismo tiempo, fuerza de voluntad necesaria y precisa para actuar racionalmente y responder de su actuación. Ello sería el resultado de la acción formativa y educativa, sea en el sentido de heteroformación o en el, más básico y personal, de autoformación. Implicaría haber conseguido conocimientos útiles, formación intelectual adecuada y, también, un grado de afectividad consciente y bien orientada, junto con una capacidad de autodominio, de ejercicio racional y voluntario de su libertad. En el ámbito social se considera "educada" o "bien educada" a la persona que por su trato y por su conducta demuestra saber comportarse, saber estar o saber decidirse, incluso saber relacionarse, sin menoscabo de su originalidad y diferenciación respecto a los demás. También se dice con respecto a poseer conocimientos, grado suficiente de cultura y disposición para enfrentarse a los problemas y situaciones. Viene a entenderse, pues, en este sentido, a la educación como efecto de una acción formativa, como resultado de una preparación o aprendizaje, como producto de una experiencia adquirida. 
En el campo social y cultural se advierte asimismo esta dimensión de la educación como efecto o resultado. Las formas objetivas y las instituciones que la educación ofrece, los productos culturales que derivan de su acción y desenvolvimiento, los sistemas y los métodos y técnicas que promueve o que establece, los cambios de mentalidad, de concienciación o de conducta colectiva que puede favorecer, contribuyendo a la movilidad social y al desarrollo de los pueblos, pueden considerarse sus efectos directos o indirectos. En este sentido, enlazaríamos con lo que antes indicábamos de la realidad educativa, es decir, la manifestación espacial y temporal de la educación. Porque esta realidad de la educación presenta las dos dimensiones o caracteres ya señalados: por un lado, la actividad y el proceso de la educación; por otro, el efecto o resultado de la misma, que abarca formas y manifestaciones, instituciones, sistemas, etc. De un modo genérico, resumiríamos dicha realidad como el conjunto de las formas, funciones y procesos que la educación ofrece en su desenvolvimiento dinámico. De ahí podríamos concluir que los efectos educativos o la educación como efecto, que los resultados educativos no pueden considerarse absolutos o últimos, es decir, como una consecución definitiva, como un logro final inmodificable, sino como partícipes de un proceso cambiante y de superación.

4. La educación como relación
Entre las varias determinaciones de la educación es importante señalar su carácter de "relación", orden de una cosa a otra que en ella se expresa, enlace transmisivo que la educación realiza.
Puede advertirse y estudiarse esta determinación considerando que la educación se ofrece como un sistema y un proceso comunicativo-informativo, con los elementos básicos que los integran, en el plano estructural y en el funcional: emisor, receptor y canal comunicativo-informativo, en un medio adecuado de desenvolvimiento. También lo advertimos al considerar el sistema de enseñanza, el de la instrucción y aprendizaje, que pueden integrarse en la educación, en sentido genérico, aunque no se identifiquen específicamente con la misma. Distinguimos, entonces, al educador o agente educativo -que puede ser múltiple-, al educando o sujeto de la educación y a los medios o técnicas que sirven para la realización educativa o instructiva, también aquí en un medio adecuado de desenvolvimiento. Y lo advertimos, por último, al considerar que la educación puede entenderse como un sistema y un proceso de regulación y optimización, en el que, a través de un curso informativo y comunicativo, se trata progresivamente de reducir la diferencia entre el valor real de la acción realizada y el valor ideal, patrón o propósito que la educación trataba de realizar, procurando acercase a dicho ideal, norma o patrón de conocimiento o de conducta. Debemos completar, no obstante, esta explicación advirtiendo que la educación no es una mera adecuación o una simple adaptación, inscrita en un circuito cerrado de retroacciones y regulaciones, sino que, sin dejar de ser regulativa, es un sistema abierto y proyectivo, renovador, capaz de evolucionar -partiendo de nuevos patrones de actuación- y de promover la creatividad y la libertad.
Pero lo antedicho nos basta para subrayar el carácter de interelación, de interacción, que la educación encarna. Podemos determinarlo en tres aspectos fundamentales: 

 a -  En la heteroeducación o educación como influencia, como ayuda o como auxilio para favorecer la maduración, el desarrollo adecuado, el perfeccionamiento del sujeto humano y, a través de él, de la sociedad.
 b -  En la autoeducación o educación ad intra, propia o personal del sujeto educando, verdadero efector de la educación, en cuyo caso la relación o interacción se realiza entre "lo que educa", o sea, la fuente informativo-formativa, y "el que se educa", a través de los distintos canales o medios de transformación, de índole cognoscitiva, afectiva y tendencial (cauces educativos). Podríamos indicar, en este primordial sentido, que "educar es educarse".
 c -  En la relación entre individuo y sociedad y entre individuo y cultura: la educación es, además de un proceso personal e interpersonal, un proceso humano y sociocultural, es decir, un proceso en el que el hombre y la sociedad, el hombre y la cultura interactúan, correlacionándose y determinándose mutuamente. La educación deviene, así, un hecho humano y personal y, también, un hecho social y un hecho cultural. Tiene unas bases biológicas y antropológicas -que el hombre encarna-, sociales, culturales y comunicativas; mas en su realización dinámica, o sea, como sistema funcional, la educación se ofrece como relación interdependiente, confluencia activa, intercambio generativo, transformador.

En sentido sociologista ha podido añadirse que la escuela, la enseñanza y, en definitiva, la educación se limita a reproducir el sistema social establecido. Esto, es cierto, en parte en virtud del aspecto adaptativo que la educación tiene; pero la interacción en un sistema abierto, como la educación es, promueve la modificación de las pautas estereotipadas y contribuye al cambio social y cultural. El carácter proyectivo y evolutivo de la educación, en virtud de su mismo dinamismo optimizante, constituye un factor de evolución sociocultural, que, a su vez, revierte en nuevas formas educativas. No se trata, pues, sólo de una acción de lo social sobre la educación, sino también de una acción de lo humano y educativo sobre lo social, en una interrelación dinámica y abierta, promotora o generadora de evolución humana, social y cultural.

5. La educación como tecnología
Entre las varias acepciones y caracterizaciones de la educación, conviene tener presente la que viene a determinarla primordialmente como una tecnología. En este sentido se la caracteriza básicamente como una mediación y, en su formalización concreta, como el conjunto de métodos y técnicas que intervienen en el proceso educativo e instructivo. Así, la selección de las fuentes, la intervención de la entrada en el proceso, la estructuración de contenidos culturales, científicos, técnicos, artísticos..., la elaboración y codificación de la información, la presentación de modelos y de normas de conducta y, en definitiva, los medios de instrucción, de ejemplaridad y de disciplina, junto con la indicación cognitiva de las respuestas y de su utilización social y cultural, vendrían a entenderse como mediación en general, extrínseca e intrínseca. El tratamiento adecuado de estos medios, o considerados así, como procedimientos o técnicas que pueden conducir a la optimización formativa o instructiva, constituiría la clave del proceso educativo.
En esta dirección vendrían a implicarse educación y enseñanza, instrucción, aprendizaje..., en tanto que procesos de mediación, con posibilidad de tratamiento científico y hasta con ciertas posibilidades de cuantificación de las distintas variables intervenientes. La didáctica, referida a la enseñanza, y la pedagogía, referida a la educación, estarían en un mismo plano, por no hablar ya de una identificación completa, puesto que el objeto de tratamiento sería común -metodológico y tecnológico-, diferenciándose, en todo caso, por la convencional amplitud que puede concederse a todo el proceso formativo de la personalidad, correspondiente a la educación.
Sin embargo, a esta orientación, implícita o explícita en algunas concepciones, puede objetársele que -en su concreción extrema- parte de una confusión entre lo subjetivo y lo objetivo, entre el fin y el medio, entre elementos del proceso y el proceso mismo. Por muy importante que sean los medios en la educación, no son la educación como tal. Aunque, ciertamente, puede aceptarse la educación como tecnología en un sentido muy genérico, tal como se acepta como actividad mediadora y como relación en el mismo sentido. Su relación con el aprendizaje puede mostrar esta posibilidad mediadora.