domingo, 25 de febrero de 2018

La familia romana

Formaban la familia romana todos aquellos miembros que estaban al servicio y bajo la autoridad del paterfamilias. Y de ahí viene el nombre de familia, relacionada con famulus, que en latín significaba "conjunto de siervos al servicio de". La familia estaba integrada por la madre, los hijos, los esclavos y los animales de tiro y carga.
Sólo el varón podía ser jefe de familia. La mujer pertenecía a la casa, y la casa tenía siempre un dueño varón, ya fuera el padre, el marido o el pariente masculino más próximo.

1. El matrimonio
Durante mucho tiempo se consideró el matrimonio como una obligación religiosa. Los hombres se casaban a los 35 ó 40 años. Pero la edad legal a partir de la cual se podía contraer matrimonio era de catorce años para los varones y doce para las mujeres.
Existen dos tipos de matrimonio en la tradición romana: matrimonio cum manu y sine manu.

 Matrimonio cum manu 
Significa "con mano"; la mujer, al casarse, quedaba sometida a la autoridad del marido. En este caso, todos los bienes de la mujer pasaban a pertenecer al marido. Ella no podía tener bienes, ni comprar ni vender nada. La ceremonia en este tipo de matrimonio podía ser de tres formas:
  • Usus, que significa "uso". La pareja pasaba a estar automáticamente casada después de convivir durante un año seguido. ¿Y qué ocurría si querían vivir juntos, pero no estar casados? La ley decía que, si durante ese año de convivencia uno de ellos pasaba tres noches fuera de casa, no tenía efecto el matrimonio, con lo que podían seguir conviviendo sin estar casados. Esta ley era conocida como "Ley de las tres noches".
  • Coemptio, que significa "compra". La celebración de este rito consistía en depositar unas monedas en una balanza en señal de que el marido compraba a la mujer.
  • Confarreatio, que significa "torta de harina". El nombre de confarreatio es debido a que se hacía una ofrenda de un pastel de espelta (farreus) a Júpiter. Era el matrimonio religioso, y no se podía disolver. Se trataba del tipo de matrimonio más solemne.
 Matrimonio sine manu 
Significa "sin mano"; la mujer no quedaba sometida a la autoridad del marido, sino que seguía dependiendo de la autoridad de su padre. Esta forma de matrimonio ofrecía mayor independencia para la mujer, porque le permitía tener sus propios bienes.


2. Los hijos y las hijas
El hombre tomaba a una mujer con el fin de tener hijos, pero no tenía obligación de reconocerlos a todos. Un hijo sólo era legítimo si nacía de matrimonio válido y era reconocido por su padre. Para reconocerlo, tenía que cogerlo entre sus brazos y levantarlo en alto, en una ceremonia que tenía lugar ante el fuego familiar, a los ocho días de nacer. La ceremonia consistía en purificar al nuevo hijo y colocarle un colgante con un medallón alrededor del cuello. En ese momento se le imponía el praenomen, "nombre de pila".
Si el padre no lo levantaba, significaba que no reconocía al nacido como hijo suyo, y éste podía ser expuesto o vendido.

 El nombre 
El nombre de un ciudadano romano tenía tres elementos: praenomen, "el nombre de pila"; nomen, "el apellido", y el cognomen, "el sobrenombre" o "mote", que podía designar el lugar de origen, una cualidad física o un defecto. Por ejemplo, un romano se podía llamar:


Las niñas recibían sólo el apellido: Cornelia, Tulia, Julia, Antonia. Y si había varias en una familia, las distinguían como Antonia la Mayor, Antonia la Menor...; o Antonia Primera, Antonia Segunda... Algunos nombres de mujeres romanas muy conocidos son: Terentia Prima, Julia Domna, Modia Quintia, etc.

 Las edades de la vida 
El hombre y la mujer, según su estado civil y su edad, recibían distinto nombre. Así, atendiendo a la edad, la mujer podía ser infans, "que no habla", cuando tenía menos de siete años; puella, "niña", hasta los diecisiete años; virgo, "joven muchacha", hasta los treinta años; femina, desde los 31 hasta los 50 años, y anus, "anciana", desde los sesenta años hasta la muerte. Entre los treinta y los sesenta años, a la mujer se la designaba atendiendo a su situación civil más que a su edad. De esta manera se hablaba de uxor, "esposa", cuando había contraído matrimonio pero no había tenido aún descendencia, y matrona, madre de familia, cuando ya había alumbrado algún niño.
En el caso del hombre se empleaba también el término infans para los menores de siete años. Entre los siete y los diecisiete años se le denominaba puer, "niño"; adulescens, "adolescente", cuando tenían entre diecisiete y treinta años, y iuvenis, "joven", cuando su edad oscilaba entre los treinta y los cuarenta y seis años. A partir de esta edad y hasta los sesenta se le llamaba senior, "anciano", y desde que cumplía esa edad hasta el momento del fallecimiento recibía el nombre de senex, "muy mayor".
Según su estado civil, el hombre podía ser vir, "marido", o paterfamilias, "padre de familia", dependiendo de que estuviera casado y sin descendencia o ya la tuviera.

 La educación 
La educación tenía como finalidad principal enseñar a respetar a los mayores. A partir de los siete años, el niño era educado por su padre, quien le enseñaba a leer, a escribir, a cazar, etc. La niña, a cargo de su madre, aprendía a cuidar la casa y a hilar la lana. La educación del niño terminaba a los diecisiete años, edad en la cual se quitaba el medallón que había llevado colgado desde su nacimiento y se vestía con la toga viril. Las niñas se quitaban el medallón el día de su boda.

domingo, 18 de febrero de 2018

Educación y selección social

La desigualdad de oportunidades educativas no tendría mayor trascendencia si no fuera porque luego se convierte en una desigualdad de oportunidades profesionales y sociales. Las consideraciones sobre la igualdad de oportunidades tienen su proyección en los mecanismos por los que la sociedad selecciona sus cuadros técnicos y sus élites, en el sentido de que a los distintos estamentos sociales acceden, de hecho, los que tienen allanado el camino por la posición social de su familia, más que por sus méritos personales.
El primer mecanismo operante es el de la selectividad académica, o dispositivo de un sistema educacional que filtra a los alumnos según su rendimiento escolar y da paso a los niveles superiores sólo a aquellos alumnos que hayan llegado más alto. Ya los propios nombres de "cursos" o "carreras" aluden, por su etimología, a una competitividad eliminatoria. La opinión popular se manifiesta en contra de ese hecho. En 1965, R. Dahrendorf enunció el principio del "derecho de los ciudadanos a la formación", que en Alemania motivó una política de expansión masiva de escolarización en la enseñanza secundaria y superior, cuyos alumnos se duplicaron en sólo diez años. La planificación educativa holandesa se expresa así: "Si un ciudadano, suficientemente cualificado, se halla a las puertas de cualquier tipo de escuela, debe ser admitido y las autoridades gubernativas competentes son responsables de adelantarse a sus peticiones de modo que la capacidad escolar sea adecuada para acomodarlos". De modo parecido hace su propuesta el Informe Robbins inglés, para el cual la planificación debe acomodarse a la demanda social de educación.
En cambio, otras opiniones defienden la selectividad. En los países socialistas, la escuela es el mecanismo esencial, por no decir el único, de la selección y de la movilidad sociales. Y en los países liberales muchos propugnan el principio de libre concurrencia.

La vida es una competición, una carrera de muchos hacia una meta que reserva recompensas para pocos. Un buen demócrata no puede hacer otra cosa que establecer y defender reglas de juego con las que "venza el mejor". El éxito está al alcance de todos en las democracias industriales, se dice. El que pierde o se queda en posiciones retrasadas, sólo puede quejarse de sí mismo, una vez garantizada la igualdad en las condiciones iniciales.
A. Ardigò, Sociología de la Educación

Fernando de Azevedo 1894-1974
Para F. de Azevedo, la igualdad de oportunidades se consigue, inicialmente, con la escuela única, que se basa en los dos principios de gratuidad y selección; pues:

Aspira a la renovación de las clases superiores mediante la elevación de todos los elementos de valor procedentes de clases inferiores. No se puede, pues, considerar antidemocrática o antisocial una reforma en la que se halla subyacente la idea de hacer accesibles los estudios superiores a todos los que están naturalmente dotados y reconocidos como capaces de hacerlos y de consagrar las diferencias de mérito personal que han manifestado en los estudios.
Fernando de Azevedo, Sociología de la Educación (adaptado)

Los partidarios de una economía planificada quieren un sistema educacional selectivo.

Pero estos últimos olvidan el aspecto constitutivo de la educación: no se pueden cerrar las puertas de la educación a una persona por el hecho de no ser tan inteligente como otra, pues tal vez dicha persona valora personalmente la educación tanto que sea productivo el hecho de que curse los estudios superiores a un nivel universal mínimo. Por otro lado, dado que aceptamos como hipótesis la actual estructura distributiva de la renta personal, suponemos válido el principio de que, tratándose de ciudadanos adultos, cada cual es quien mejor sabe qué es lo que ha de hacer con sus ingresos. Por tanto, si una persona quiere demandar más educación y menos de otra cosa, puede hacerlo. Ahora bien, para que su elección sea óptima, es preciso que los bienes (educación, etc.) sean valorados a precio de coste, ya que, de otro modo, se demandarían relativamente demasiados bienes de precio artificialmente bajo. La consecuencia lógica es, por tanto, que la educación que rebase el minimum hay que hacerla pagar, a quienes la demanden por capricho, a precio de coste. Obsérvese, con todo, que eso no elimina las diferencias de trato en favor de los ricos, sino sólo las suaviza; pues la educación, en el actual sistema de distribución de rentas, implicará, en general, una mayor productividad e ingresos personales; y así, si se admite el desequilibrio inicial entre los patrimonios personales, el sistema de hacer pagar la educación por encima del minimum a precio de coste a quienes la demanden por capricho, favorece relativamente a los ricos poco inteligentes, en contra de los pobres que son inteligentes. Pero desgraciadamente éste no sería el principal inconveniente de las diferencias de patrimonio.
Josep Grifoll Guasch, Aspectes econòmics de l'educació

Se añade que un sistema selectivo que permite estudios superiores sólo a los más capacitados, favorece a la sociedad en general; pero en un sistema en que los sueldos dependan del nivel profesional, esto crearía una desigualdad social en favor de los más inteligentes; de tal manera que, si se quiere establecer una igualdad, hay que introducir una compensación, por ejemplo, a través del sistema de salarios de los titulados o a través del sistema fiscal de impuestos.

domingo, 11 de febrero de 2018

Antecedentes de la ciencia (II)

La ciencia y la técnica surgen progresivamente como fruto del ejercicio que lleva al ser humano a preguntarse cómo funcionan las cosas, qué es el mundo y qué puede saber de él. Es necesario diferenciar el saber vulgar que se tiene de la realidad del saber científico-técnico. El primero puede considerarse una opinión más o menos acertada, mientras que el segundo busca métodos rigurosos y eficaces que le permitan conocer la naturaleza y actuar sobre ella y, por consiguiente, tiene un carácter pragmático, modificando su proceder si no alcanza los fines que se propone.
Uno de los rasgos del conocimiento científico-técnico desde sus inicios es su generalidad. Ya los antiguos buscaban conocimientos generales que les explicaran cómo era el mundo de las apariencias y cómo se producían los cambios observables en el mundo cotidiano: el crecimiento, la degeneración, la ebullición, los cambios climáticos, etc. Pretendían explicar por qué y cómo se producían todos estos cambios, para los que elaboraron diferentes teorías.
Otra característica del conocimiento científico-técnico es su utilidad. La ciencia trata de entender las cosas, y la tecnología pretende aplicar esos conocimientos para mejorar su control de la naturaleza. Mediante este tipo de conocimiento, las culturas pretenden, además de conocer su mundo y controlarlo, adaptarse a él, lo que les permite sobrevivir, crecer y desarrollarse creando su propio nicho ecológico. Esto hace que en la lucha entre las culturas sobrevivan las mejor adaptadas a su entorno.
En los albores de la humanidad es posible que los primeros conocimientos se produjesen por azar, y que, dado que los hombres se dedicaban a la caza para subsistir, fueran las mujeres y los jóvenes quienes "inventaran" la agricultura, el control del fuego, la cerámica, los tejidos, etc., conocimientos que se transmitieron de una generación a otra y de una cultura a otra por los contactos que tenían en el comercio de cambio y trueque y en las guerras.
En este proceso se dieron momentos históricos en los que la capacidad de innovación interna alcanzó tal grado de realización y de difusión que provocó un salto cualitativo hacia delante en los conocimientos científicos y tecnológicos y en la adaptación de la sociedad a ellos, produciéndose una revolución social, como sucedió en el neolítico.

Lo cierto es que el éxito mismo de la ciencia durante el último medio milenio ha generado una impaciencia corrosiva. Olvidamos con demasiada facilidad lo recientes que son las bases empíricas y teóricas del conocimiento actual. Por prudencia, e incluso simplemente por buenos modales, lo más decoroso sería reconocer que también pueden ser incompletos. Pero los científicos revisten sus brillantes ideas con los atributos de verdades comprobadas; y los demás exigimos que la ciencia prosiga su trabajo con toda energía, para curar a los enfermos, enriquecer a los pobres (e incluso a los pudientes), protegernos de las catástrofes y darnos a todos algo en lo que confiar. El programa es impresionante e imposible. ¿Es posible cumplirlo?
Una vez más, la historia de este siglo es instructiva en este aspecto. Poco después de que los hermanos Wright realizaran el primer vuelo, Marconi cruzó el Atlántico con sus ondas de radio y Henry Ford diseñaba el primer automóvil popular. Estas tres innovaciones son la fuente de la que ha brotado gran parte del bienestar y de la prosperidad de este siglo. Pero ahora sabemos que el futuro será diferente.
John Maddox, Lo que queda por descubrir (1998)

domingo, 4 de febrero de 2018

La igualdad de oportunidades educacionales

La desigualdad de oportunidades educacionales no es cosa de la sociedad industrial, sino que viene ya de antiguo. En las escuelas primarias de la España del siglo XVI había tres categorías de alumnos, según lo que pagaban al maestro: 1) los que pagaban más, que se sentaban más cerca del maestro, quien les enseñaba a leer, escribir y contar; 2) los que pagaban un poco menos y se sentaban un poco más lejos del maestro, el cual les enseñaba a leer y escribir, 3) los que pagaban muy poco y se sentaban más lejos del maestro, quien les enseñaba sólo a leer.
Según una encuesta realizada por A. Girard (1958), entre 2018 personalidades de la cultura de su tiempo, el 68% de ellos había salido del sector social más elevado de la población, y el 66%, de los antiguos alumnos de enseñanza superior. Estas personalidades, al mencionar las causas de su éxito, no hacían alusión a su medio social favorecido, pero esto no impide que Girard concluya que la selección se hace por medio de la escuela y tiene su origen en la familia.
El Robbins Report inglés, de 1963, afirmaba que los hijos de profesionales tienen una probabilidad 33 veces mayor que los hijos de trabajadores, no especializados o semiespecializados, de matricularse en la universidad. En la universidad inglesa, sólo el 1% de los estudiantes son hijos de padres con empleo que no requiere especialización. En la universidad española de 1970, se estimaba que tal proporción era de un 6%. Según resultados obtenidos por G. Hanoch, en Estados Unidos, el rendimiento de los individuos no blancos de ese país que han concluido estudios superiores, no excede al rendimiento de los blancos que sólo han cursado estudios de grado medio.
La desigualdad de oportunidades puede darse en tres campos: en el acceso a la enseñanza, en el contenido de la misma (los dos canales primario-profesional y secundario-superior de que hablan Ch. Baudelot y R. Establet), y en el método de enseñanza (escuela pública/escuela privada). La OCDE, en un congreso de políticas educativas, señalaba, en 1970, que la selección social seguía siendo muy severa y las diferencias de participación en el proceso escolar, según las clases sociales, no se reducían; los grupos socioeconómicamente desfavorecidos continuaban sufriendo desventajas independientemente de sus capacidades intelectuales, y la duración y nivel de los estudios venían siempre determinados por el orien social.
Para ser consecuentes con el principio de equidad, las escuelas han de tratar de compensar las deficiencias que presentan algunos niños por razones de herencia, de situación familiar o de posición social. Con esto se quiere indicar que los recursos docentes empleados en niños infradotados, o que viven en ambientes rurales u obreros, deberían ser superiores al estándar medio general. Dado que una distribución más igualitaria de las inversiones en educación iguala los ingresos de las personas, la "hipótesis propuesta aquí es que estos cambios en la inversión en capital humano constituyen un factor básico para reducir la desigualdad en la distribución personal del ingreso" (Th. W. Schultz, 1968). Tales propuestas se concretan en la llamada educación compensatoria, necesaria porque la desigualdad existente al entrar en la escuela se afianza luego con la igualdad en la escuela. Este fenómeno, en apariencia paradójico, puede explicarse por el hecho de que el trato formal e institucional a todos los escolares desatiende las diferencias iniciales. Solamente con medidas educativas compensatorias institucionalizadas sería posible igualar las condiciones iniciales. Ese modo de tratar a los alumnos podría corregir los mecanismos que refuerzan la desigualdad.
Según el Plan 2000 de Educación de la Fundación Europea de la Cultura, la igualdad de oportunidades sólo podrá implantarse por los efectos combinados de:
  • la educación permanente (recuperación de oportunidades perdidas en el pasado)
  • la orientación (evaluación continua y no eliminatoria, que sitúa positivamente al estudiante, en lugar de la selección negativa del examen, que vincula el éxito al medio sociocultural)
  • el carácter mixto de la enseñanza (igualdad para chicos y chicas)
  • el carácter comprehensivo (eliminación de las carreras privilegiadas y de las opciones irreversibles, especialmente para jóvenes pertenecientes a medios económicamente débiles)
  • los procedimientos de autogestión y de cogestión que garanticen a los estudiantes la igualdad de trato