domingo, 22 de septiembre de 2013

El diálogo como forma de filosofar

SÓCRATES.- Porque es que es impresionante, Fedro, lo que pasa con la escritura, y por tanto se parece a la pintura. En efecto, sus vástagos están ante nosotros como si tuvieran vida; pero si se les pregunta algo, responden con el más altivo de los silencios. Lo mismo pasa con las palabras. Podrías llegar a creer como si lo que dicen fueran pensándolo; pero si alguien pregunta, queriendo aprender de lo que dicen, apuntan siempre y únicamente a una y la misma cosa; pero, eso sí, con que una vez algo haya sido puesto por escrito, las palabras ruedan por doquier, igual entre los entendidos que como entre aquellos a los que no les importa en absoluto, sin saber distinguir a quiénes conviene hablar y a quiénes no...
FEDRO.- Muy exacto es todo lo que has dicho.
SÓCRATES.- Entonces ¿qué? ¿Podemos dirigir los ojos hacia otro tipo de discurso, hermano legítimo de éste y ver cómo nace y cuánto mejor y más fuerte se desarrolla?
FEDRO.- ¿A cuál te refieres y cómo dices que nace?
SÓCRATES.- Me refiero a aquel que se escribe con ciencia en el alma del que aprende; capaz de defenderse a sí mismo y sabiendo con quién hablar y ante quiénes callarse.
FEDRO.- ¿Te refieres a ese discurso lleno de vida y de alma que tiene el que sabe y del que el escrito se podría decir que es el reflejo?


Platón, siguiendo a su maestro Sócrates, expresó sus pensamientos mediante el diálogo, pues opinaba que mientras los escritos y los discursos no nos permiten esclarecer las dudas y las aporías (dificultades) que en ellos se contienen, el diálogo, por el contrario, es una forma viva de filosofar que reproduce el dramatismo y el vigor de la dialéctica; el diálogo, mediante preguntas y respuestas, aclaraciones y refutaciones, matizando ciertas opiniones y rechazando otras, va conduciendo la investigación hasta el descubrimiento de la verdad; el diálogo, pues, constituye una especie de certamen intelectual que por medio de la discusión en común pone de manifiesto el esfuerzo lento y fatigoso del proceso científico.
En general, la mayoría de los diálogos de Platón comienzan enfocando una cuestión, un determinado tema o asunto; a continuación, se desarrolla un proceso negativo o refutación, mediante el cual se rechazan las opiniones falsas, esto es, se eliminan los errores y, por último, tiene lugar el proceso mayéutico, que se dirige al descubrimiento de la verdad.
Casi todos los personajes que Platón hace intervenir en sus diálogos son reales, aunque frecuentemente se recurre a situaciones anacrónicas al colocar unos en relación con otros, es decir, a muchos interlocutores se les sitúa en tiempos distintos a los que en realidad existieron. El protagonista principal es Sócrates, que, mediante una ingenuidad fingida (ironía socrática), va refutando las posiciones de sus interlocutores, frecuentemente de los sofistas, los "profesionales" de la enseñanza, que, a los ojos de Platón, no hacen sino confundir a la juventud con sus sofismas.
En la actualidad se atribuyen a Platón 42 diálogos; pero, por otra parte, este número es dudoso y, por otra, resulta muy difícil establecer la secuencia cronológica correcta entre ellos; de manera general, siguiendo a los tratadistas principales, podemos diferenciar cuatro periodos, a saber:

 a)  - Primeros diálogos o diálogos socráticos: En ellos se contienen de modo predominante preocupaciones éticas, entre éstos destacan Apología de Sócrates, Critón, Protágoras, Cármides y Eutrifón.
 b)  - Época de transición: Primeros diálogos de la Academia; continúan las cuestiones éticas, pero cobran también intensidad los problemas políticos, así como los temas relacionados con la preexistencia e inmortalidad del alma humana. Podemos considerar como los más importantes de este periodo Gorgias, Menón, Crátilo, Menéxeno ...
 c)  - Época de madurez o diálogos doctrinales: En éstos formuló la doctrina de las ideas como fundamento de las teorías éticas y políticas; destacan El banquete, Fedón, La República y Fedro.
 d)  - Diálogos de vejez o diálogos críticos: En ellos Platón sometió a revisión sus propias ideas anteriores; podemos señalar como los más importantes Teeteto, Parménides, Sofista, Político, Filebo, Timeo y Leyes.

sábado, 14 de septiembre de 2013

La complejidad climática de la Península Ibérica

Del variado tipo de masas y frentes que afectan a la Península, y de su peculiar configuración fisiográfica y situación entre mares de características distintas, se desprende la complejidad climática de ésta. Existe una Iberia húmeda y una Iberia seca. Y en ésta última, la diversidad de situaciones hídricas, pero sobre todo térmicas, obligan a diferenciar el dominio de varios subconjuntos.

1. La Iberia húmeda
Comprende el litoral cantábrico y atlántico. Las características fundamentales que le definen como un conjunto biogeográfico son: no existe a lo largo del año ningún mes seco (menos de 30 mm); las precipitaciones son superiores a los 800 mm e inclusive 1.000 mm; el número de días de lluvia asciende a más de 150 y la humedad y nubosidad abundante. Elevadas precipitaciones y regularmente distribuidas dotan a este conjunto de una fuerte personalidad en una península mediterránea.
La moderación de las temperaturas es otra de sus características. La influencia marina y las borrascas estivales explican que en verano no se superen los 20º de media, aunque las masas tropicales, sobre todo las continentales, puedan elevar el termómetro hasta los 38º (Bilbao). El invierno es suave, con precipitaciones a veces níveas, y alguna helada.
El litoral portugués presenta características semejantes. Las únicas diferencias estriban en precipitaciones menores (500-750 mm) y en la existencia de meses secos (dos en el norte, tres en Lisboa). También las temperaturas son más elevadas.

Paisajes de Cantabria
2. La España interior
Se caracteriza, fundamentalmente, por los fuertes contrastes térmicos determinados por la existencia de un invierno riguroso y largo y de un verano continentalizado. Las precipitaciones, equinocciales, oscilan entre 300 y 500 mm; existe un mínimo estival muy acentuado con tres o cuatro meses secos. Dentro de este conjunto existen matices lo suficientemente importantes a tener en cuenta en el aprovechamiento agrícola. Así se pueden diferenciar:

a) Castilla - León: Con inviernos rigurosos en los que las temperaturas medias oscilan entre 2º y 4º (enero), pero donde son posibles hasta -18º. Invierno, por otra parte, largo ya que la mitad del año tiene temperaturas inferiores a los 10º y tres meses inferiores a 5º. Las situaciones anticiclónicas con cielos cubiertos, o de un azul claro y despejado, o nieblas persistentes, son los tiempos invernales.
b) Castilla - La Mancha: El rasgo diferenciador son los calurosos veranos. Bajo la influencia del anticiclón de las Azores, a menos altitud que Castilla-León, continentalizada, y sin la influencia de los frentes fríos estivales, presenta unos veranos en los que el termómetro alcanza de media los 23º-26º (julio); la temperatura se eleva a 38º por el día y puede alcanzar hasta los 52º (Mora de Toledo). La diferencia con los andaluces es que es un verano más corto, de dos o tres meses.
c) La depresión del Ebro: Se distingue por una aridez más acentuada. Las precipitaciones oscilan entre 300 y 400 mm y el número de meses secos alcanza los 8 o los 9 (Lérida, Zaragoza).

El pino piñonero abunda en el sur y el este de la
península, ya que se adapta muy bien a las
condiciones de aridez estival mediterránea.
3. La España del Sur y Levantina
Se distingue por el caluroso, seco y prolongado verano. A latitudes meridionales y bajo la influencia del Mediterráneo, las temperaturas medias oscilan entre 23º y 28º. Son veranos, por otra parte secos, con más de tres e incluso cinco meses con precipitaciones inferiores a 30 mm (en julio y agosto se reciben menos de 5 mm). Existen también diferencias dentro del conjunto que obligan a hacer una triple distinción:

a) La España del Sur: Presenta un verano largo (seis meses con más de 20º) en que las temperaturas medias ascienden hasta 26º pero en el que las máximas alcanzan los 38º y los 55º, en la sombra, en la sartén andaluza (Écija, Sevilla, Córdoba). En la costa, los rigores son menos acusados por influencia del mar. Los inviernos son templados y húmedos; más de las tres cuartas partes de las precipitaciones se reciben en el semestre de otoño-invierno.
b) El Levante: Desde Barcelona hasta el cabo de La Nao, se diferencia del conjunto anterior en que el verano es menos riguroso y en que las precipitaciones son menores y con distinto régimen: los índices no superan los 500 mm y son lluvias equinocciales, sobre todo de otoño; la aridez aumenta hacia el sur (dos meses secos en Cataluña; siete en el Levante valenciano y murciano).
c) El Sureste árido: Destaca no sólo por el escaso índice de precipitaciones, sino porque éstas se reciben en muy pocos aguaceros; son lluvias torrenciales. Por ello los meses secos son superiores a nueve y el número de días de lluvia, inferior a 50. Las situaciones térmicas son similares a las levantinas o andaluzas.


sábado, 7 de septiembre de 2013

La herencia cultural

Además de la herencia biológica el ser humano pasa a otros miembros de la especie una herencia cultural. La herencia cultural se basa en la transmisión de información a través de un proceso -la enseñanza, entendida en sentido amplio- que es independiente del parentesco biológico. La cultura significa en este caso todo lo que la humanidad conoce o hace como resultado de haberlo aprendido de otros seres humanos. El mecanismo de transmisión no son las células sexuales, sino la comunicación directa, oral o gesticular y cualesquiera medios de comunicación. La cultura le permite al ser humano acumular y transmitir sus experiencias a través de las generaciones, algo que es imposible a los demás animales.
La adaptación de una especie a su ambiente es el proceso principal que mueve y dirige la evolución biológica. La adaptación ocurre debido a la selección natural, es decir, debido a la reproducción diferencial de las variantes genéticas existentes en la especie. En el ser humano, y sólo en él, la adaptación al ambiente se puede llevar a cabo también por medio de la cultura. La cultura es, de hecho, un método de adaptación considerablemente más eficaz que el mecanismo biológico por dos razones principales: por ser más rápido y por ser más poderoso. Una mutación genética favorable surgida en un individuo humano necesita de gran número de generaciones para poder ser transmitida a una porción considerable de la especie. Por el contrario, un descubrimiento científico o técnico puede ser transmitido a toda la humanidad en una generación o menos. El poder superior de la adaptación cultural aparece cuando se considera que durante los últimos milenios la humanidad ha adaptado el ambiente a sus genes mucho más frecuentemente que sus genes al ambiente. El descubrimiento del fuego y el uso del vestido y refugio han permitido al ser humano extenderse por toda la Tierra sin necesidad de mutaciones que le adaptaran.

El profesor Francisco José Ayala
en una conferencia celebrada
en Valencia con
motivo del Año Darwin.
 
¿Continúa actuando la selección sobre la humanidad actual? La selección natural es simplemente la reproducción diferencial de variantes alternativas. Por tanto, actuará sobre la humanidad si los portadores de ciertas constituciones genéticas tienen mayor probabilidad de dejar más descendencia que los portadores de otros genotipos. Es posible que la selección natural disminuya de intensidad en el futuro, pero no desaparecerá del todo. Los cambios culturales -como el desarrollo de la agricultura, la migración del campo a la ciudad y de país a país, la contaminación ambiental y otros muchos- crean nuevas presiones de selección.
¿Cuál es el futuro biológico de la humanidad? La evolución biológica está guiada por la selección natural. La selección natural no tiene objetivos, pero el hombre sí los tiene. La humanidad es la única especie biológica consciente de su evolución y tiene, además, el poder de moldearla de acuerdo con sus propios intereses. La dirección de su evolución constituye una cuestión ética de gran importancia para la humanidad actual.

Francisco J. Ayala: La naturaleza inacabada (1994), adaptado