domingo, 30 de septiembre de 2012

La Torre de Babel

La lengua constituye el vehículo de comunicación por excelencia. Con ella, los individuos y los pueblos se han relacionado y han intercambiado conocimientos y experiencias. Pero, de forma paradógica, la enorme diversidad lingüística existente es también un factor de disgregación, diferenciación y caos. Uno de los principales símbolos históricos del caos lingüístico es la imagen de la Torre de Babel.
La osadía que supuso la construcción de una torre de dimensiones ciclópeas, para alcanzar las alturas divinas, fue castigada por Dios con su destrucción y la condena de los seres humanos a la incomunicación, al hacer hablar a cada uno de ellos una lengua diferente. "Descendamos, dice el Señor, y confundamos su lenguaje, de modo que no comprenda cada cual el de su prójimo" (Gn 11, 7-9).


 Restos arqueológicos de la ciudad de Ur 
La legendaria Babel del relato bíblico ha sido identificada por los arqueólogos con la Babilonia mesopotámica; en esta ciudad se levantaban distintos templos cuya estructura culminante, una monumental pirámide escalonada llamada zigurat, ha servido de fuente de inspiración para las posteriores representaciones de la Torre de Babel.






 Zigurat de Ur tras la restauración 
 Reconstrucción a partir de los estudios arqueológicos 


 Torre de Babel, de Athanasius Kircher  














A lo largo de la historia del arte se suceden las interpretaciones de la Torre de Babel. El jesuita alemán Athanasius Kircher (1602-1680) realizó esta fantástica reconstrucción en plena época barroca.
Kircher fue un erudito interesado por todo tipo de saberes, desde la egiptología y la óptica, a la lingüística.



Actualmente, el globo terráqueo que preside el edificio del Palacio de la Sociedad de Naciones en Ginebra es uno de los símbolos modernos más representativos de la nueva sociedad multilingüe, donde se dan encuentro pueblos y culturas diferentes, y en donde, a pesar de las diversidades idiomáticas, el interés común de todos sus participantes es el entenderse por encima de políticas y naciones.


 Sociedad de Naciones, Ginebra 

lunes, 24 de septiembre de 2012

Depresiones y montañas exteriores

1. Las depresiones exteriores
Al noreste del Macizo Central se desarrolla la depresión del Ebro; al sur, la del Guadalquivir; en el oeste, aunque con distinto significado, se extiende la del Sado-Tajo o Ribatejo; y en el este los llanos de Valencia al pie de una escalera de fallas de las sierras Ibérico-levantinas. Presentan caracteres comunes pero también diferencias que las singularizan:
Vista del Valle del Guadalquivir, desde las
almenas del castillo de Almodóvar del
Río (Córdoba)

  • Las depresiones subalpinas.- Son las del Ebro y Guadalquivir. Ambas tienen forma triangular aunque con la base contrapuesta en la orientación. Las dos se van formando al tiempo que se levantaban las cordilleras alpinas; el zócalo se hundió a gran profundidad entre el Macizo Central y las nuevas cordilleras, al producirse movimientos isostáticos de compensación. No obstante, existen diferencias entre ambas: la del Ebro ha sido colmatada por depósitos continentales detríticos, que cementados han dado origen a formaciones de conglomerados resistentes a la erosión; por el contrario, la depresión Bética fue colmada por materiales más finos, de origen marino (margas y arcillas), de ahí un relieve en lomas, menos pronunciado. Por último cabe señalar que la del Ebro está a mayor altitud (300-400 metros) y es más seca que la Bética (200 metros).
  •  La depresión del Sado-Tajo.- No es una depresión subalpina sino un basculamiento del Macizo Central. Es, por tanto, una fosa limitada por un escarpe de falla en su sector septentrional y por un basculamiento del Alentejo en el sector meridional y oriental. Colmatada en el Terciario por sedimentos marinos deleznables (arcillas y arenas) ha sido modelada en bajas colinas con altitud inferior a los 100 metros.
  • Los llanos de Valencia.- Limitada hacia el interior por las sierras Ibérico-levantinas en una escalera de fallas, es el resto de una antigua depresión, más extensa, hundida en el Mediterráneo. Recubierta de depósitos miocenos en el oeste y cuaternarios en el oriental, ofrece formas de erosión semejantes a las llanuras castellanas, a menos de 150 metros, con gran desarrollo de la llanura aluvial.
2. Las montañas exteriores
Están representadas por los Pirineos, las Montañas béticas y las Cordilleras costero-catalanas. Los dos primeras son cadenas típicamente alpinas; la Catalana tiene un significado distinto. Las alpinas se caracterizan por:
a) Son montañas jóvenes, formadas por la orogenia alpina y levantadas en conjunto a fines del Terciario. Alcanzan grandes altitudes, superiores a los 3.000 metros, y los desniveles son fuertes. Relieves bravíos y juveniles.
b) Son cadenas de fondo.
c) Son cordilleras con una estructura doble y compleja. En ellas se distingue una zona axial, y una zona de cadenas alpinas a ambos lados.

La Penibética de Málaga, cubierta de manchones de olivar.
Las montañas Costero-Catalanas no son cadenas alpinas. Son restos de un macizo antiguo (catalano-balear), con orientación noreste-sudoeste, rejuvenecido y fallado. Una fosa (Vallés-Penedés) interna, separa las dos alineaciones.

martes, 18 de septiembre de 2012

Las primeras civilizaciones urbanas: La sociedad

Las sociedades egipcia y mesopotámica se organizaban en torno a ciudades. Estas estaban constituidas por viviendas, palacios, templos, almacenes, tiendas de artesanos, etc.
Los principales edificios eran el palacio, donde vivían el rey o el faraón, según el caso, y el templo, que incluía, además del recinto sagrado, otras dependencias, como las viviendas de los sacerdotes, almacenes, archivo y escuelas.
Estas sociedades estaban rígidamente jerarquizadas. Vamos a ver, a continuación, cómo se estructuraban.

Mesopotamia

  • El rey era el señor absoluto y tenía en sus manos todos los poderes: político, militar y religioso; también era el legislador y el juez supremo, pero no era considerado un dios.
  • El grupo dirigente estaba formado por los sacerdotes, altos funcionarios (visires, gobernadores de provincias, mandos del Ejército, tesoreros...), escribas, jueces, así como por mercaderes y grandes propietarios que tenían un enorme poder y eran dueños de la mayor parte de las tierras.
  • El resto de las personas libres de Mesopotamia eran los campesinos, los ganaderos, los mercaderes, los artesanos y los obreros.
  • Los esclavos en Mesopotamia pertenecían a personas particulares, a los templos o al Estado.

En esta cara del Estandarte de Ur se puede apreciar la actividad de los diferentes grupos sociales en tiempos de paz: el rey con algunos servidores (arriba), y ganaderos, campesinos y mercaderes (centro y abajo).
El escriba sentado
(Museo del Louvre, París)
Tanto en Egipto como en Mesopotamia,
los escribas gozaban de gran consideración,
ya que muy pocos dominaban la escritura; la
 mayoría de ellos eran sacerdotes.

Egipto
  • El faraón era considerado rey y dios a la vez. Era el dueño de las tierras, las personas y el Estado. Se creía que el bienestar del país dependía de él y de sus relaciones con los dioses.
  • Por debajo del faraón se encontraban el visir y los altos funcionarios, como los nomarcas (que gobernaban en los provincias), los ministros, los sacerdotes (muy poderosos porque administraban las grandes riquezas del Estado), los altos cargos militares, los tesoreros y los escribas.
  • El resto de las personas libres en Egipto era el grupo formado por los soldados y los artistas, que gozaban de un nivel social superior al constituido por los artesanos (tejedores, orfebres, ceramistas...), los obreros, los campesinos y los extranjeros.
  • Los esclavos egipcios se empleaban para trabajar en las minas (de turquesas, de cobre, y otros minerales) y en tareas domésticas.
Las mujeres de estas civilizaciones eran consideradas inferiores a los hombres; sin embargo, en Egipto llegaron a gobernar reinas como Hatsepsut y Cleopatra.
Tanto en Mesopotamia como en Egipto se formó un poderoso ejército para defender las riquezas almacenadas y protegerse de otros pueblos. Utilizaban el carro de guerra tirado por caballos. La infantería (soldados a pie) era el tipo de tropa más numeroso; se protegían con escudos y llevaban lanzas, puñales, espadas y otras armas.

martes, 11 de septiembre de 2012

Sociedad y política en la España visigoda

La España visigoda ha sido definida como "prefeudal". Ello quiere decir que, tanto desde el punto de vista económico y social como desde el político, se acentuaron aquellos rasgos que habían hecho su aparición en el Bajo Imperio y que algún tiempo después fueron característicos de la Europa feudal. El ruralismo creciente, el papel del colonato en el trabajo del campo, la tendencia al autoconsumo, el desarrollo de los lazos de dependencia personal y el dominio del poder político por las clases altas de la sociedad, son algunos de los elementos específicos de la España visigoda que justifican el que se considere a dicha época, como un período de transición hacia el feudalismo.

1. Aspectos demográficos
La aportación demográfica de los pueblos germanos a Hispania fue muy escasa. Los suevos, al parecer, se fundieron tempranamente con los romanos. En cuanto a los visigodos, los cálculos más acertados hablan de unos 80 a 100.000 establecidos en la Península, número muy reducido si lo comparamos con la población hispanorromana, de cuatro millones de habitantes por lo menos.
Gracias a la toponimia y a los descubrimientos arqueológicos se ha podido reconstruir el hábitat de los visigodos en Hispania. La zona básica de su asentamiento fue la meseta central, y muy especialmente el centro de la cuenca del Duero. Ello se explica porque buscaban regiones de escasa densidad de población y de débil urbanización.

2. Economía y sociedad
Las características apuntadas en la economía del Bajo Imperio se acentuaron en época visigoda: predominio de las actividades agrícola-ganaderas, concentración de la propiedad de la tierra en manos de la aristocracia y de la Iglesia, sustitución del trabajo de los esclavos por el de los colonos, papel irrelevante de las ciudades y del comercio.
Los germanos aportaron algunos cultivos nuevos, como la alcachofa y la espinaca, pero en general se adaptaron a la tradición agraria romana. En la España visigoda fue característica la "villa" o gran explotación, dividida en reserva y mansos y trabajada fundamentalmente por colonos. La explotación de las minas entró en declive. La circulación monetaria era muy escasa y el comercio muy reducido destacando sólo el de productos de lujo para las clases dominantes, traídos de la cuenca del Mediterráneo por mercaderes de carácter internacional.
En principio existía una división muy acusada entre los hispanorromanos y los visigodos, acentuada por la diversidad de normas jurídicas de cada grupo de población. Pero paulatinamente esas diferencias se fueron borrando, llegándose a una fusión que obedecía ante todo a razones estrictamente sociales. Por un lado se hallaban los potentados, miembros de la nobleza hispanorromana y de la aristocracia goda, grandes propietarios de tierras. Por otra parte estaban los humildes, sector integrado básicamente por los pequeños propietarios libres, grupo en decadencia, y la amplia masa de colonos. Las duras condiciones de vida en el medio rural propiciaron la aparición de revueltas campesinas, a veces confundidas con movimientos heréticos, como el priscilisnismo, que pervivió hasta el siglo VIII.
La debilidad del poder público contribuyó a que se desarrollaran los lazos de dependencia personal. Los colonos estaban adscritos a los grandes propietarios, que acaparaban en sus manos atribuciones de tipo público. Los nobles tenían también sus propios encomendados, los bucelarios, a los que concedían tierras a cambio de un servicio de armas. Los reyes, por su parte, contaban igualmente con su clientela personal, los gardingos.

3. Instituciones políticas
Al frente del estado visigodo se hallaba el monarca, jefe supremo de la comunidad. No obstante, aunque las atribuciones del rey eran muy amplias, su monarquía no tenía el carácter absoluto y patrimonial de otras monarquías germánicas. Por otra parte, la monarquía visigoda nunca perdió su carácter electivo recayendo la designación de los reyes en los magnates y los prelados.
Miniatura del Códice Albeldense, que representa al rey Ramiro, 
con el obispo Lucrecio y dos clérigos.

Para el ejercicio de sus funciones el rey contaba con la ayuda del Aula Regia, organismo integrado por miembros de la alta nobleza que daba consejos al monarca. Un papel fundamental en la vida política del reino visigodo lo desempeñaron los Concilios eclesiásticos, reunidos en la capital, Toledo. En realidad eran asambleas de carácter eclesiástico, pero su campo de actuación fue mucho más amplio. Los concilios los convocaba el monarca, el cual enviaba un mensaje. En los Concilios de Toledo se trató, entre otros asuntos, el de las normas para la elección de los monarcas, de la aprobación de los destronamientos, de la condena de los rebeldes y de la persecución de los judíos.
Los visigodos aceptaron la antigua división provincial romana, colocando a su frente a "duces", aunque también crearon circunscripciones nuevas, encomendadas a "comites". En cambio, entraron en decadencia, hasta casi su total extinción, las instituciones municipales.

lunes, 3 de septiembre de 2012

El carácter científico de la Antropología

La vocación científica de la Sociología, Antropología y cualquier otra “ciencia” social es evidente, y buena prueba de ello es el calificativo de Ciencia Social que sus creadores han impuesto al conjunto de las disciplinas objeto de su interés. Pero no es menos evidente el cúmulo de dificultades y escollos que hay que superar para poder otorgarles el grado de científicas en todo su valor.
En lo que respecta a la Antropología Social, una primera dificultad para considerarla materia científica con pleno derecho, ha sido la situación a la que se han limitado los antropólogos, que se han visto convertidos en meros recolectores de cacharros y costumbres. En el mejor de los casos calificaremos todo ello como materia del etnógrafo y de la Etnografía, pero no de la Antropología. A esos niveles de simple recolección no podemos atribuirles el estar haciendo ciencia, aun cuando podamos encontrarnos con que son unos insustituibles y, por tanto, necesarios ayudantes para conseguir ulteriores generalizaciones, con lo que, si no lo hemos conseguido, sí, al menos, nos hemos acercado mucho a los niveles auténticamente científicos.

 Bronislaw Malinowski con nativos de la isla Trobriand 
Las ciencias sociales se encuentran con un gran inconveniente, que es el derivado de la materia de su estudio: la sociedad. La situación en la que se hallan los investigadores sociales, que por un lado, estudian a la sociedad, y, por otro, son ellos mismos miembros de algún grupo social, supone una dificultad para poder obtener conclusiones objetivas. Si la sociedad objeto de su interés es la misma a la que pertenecen, se encuentran mediatizados por sus propias ideas políticas, filosóficas o religiosas, su “neutralidad” será difícil de conseguir. Pero, si por el contrario (como en el caso en el que frecuentemente se hallan los antropólogos), sus investigaciones van referidas a sociedades y culturas diferentes, las dificultades aparecen cuando tienen que opinar respecto a investigaciones y costumbres extrañas a los valores imperantes en su sociedad.
Los inconvenientes que con respecto a la falta de madurez poseen las ciencias sociales se ven aumentados para el caso de la Antropología Social, quien además ha visto desarrollarse más rápidamente a sus disciplinas hermanas en tanto que a ella se le había relegado, durante mucho tiempo, al estudio exclusivo de algo que, para la tiranía ejercida por la sociedad industrial, ha tenido una importancia que, en el mejor de los casos, era calificada como marginal, o puramente académica, como ha sido todo lo relacionado con las sociedades primitivas.
Otra manera de enfocar este mismo inconveniente para considerar inmersos en el área de la Ciencia a las diversas especialidades dedicadas al estudio de la sociedad, es la dificultad de verificar, y mucho más de experimentar. La sociedad está compuesta por humanos y solamente por esta circunstancia muchos experimentos, de necesidad innegable, y cuya realización sería fácilmente posible si se tratase de otros seres, al venir referidos a humanos, suelen presentar problemas éticos incluso en su simple planteamiento. Aquello que para el caso de las ciencias físicas puede ser llevado a cabo en el reducido marco de los laboratorios, en el caso de las ciencias sociales podría llegar incluso a suponer querer cambiar la Historia.
Se argumenta que el simple hecho de investigar sobre un determinado colectivo introduce modificaciones sobre él, y que de este modo la investigación altera lo investigado.
Si bien es cierto que la experimentación, tal como aparece en otras ciencias, no es posible en el caso de las Ciencias Sociales, no es exacto el que se carezca totalmente de medios para probar las hipótesis formuladas. Entre los medios para este fin ocupa un lugar destacado el llamado método comparativo, consistente en realizar comparaciones sistemáticas entre sociedades o colectivos de personas y ver a través de ellas qué rasgos o complejos culturales, u otros fenómenos, aparecen en muchos casos, o por el contrario difieren, para conseguir, de este modo, la verificación de ciertas hipótesis o la consecución de generalizaciones significativas.
De todo lo anterior obtenemos unas consecuencias similares a las expuestas por Bottomore, quien, refiriéndose exclusivamente a la Sociología –aunque nosotros lo extendemos a la Antropología Social-, dice que la disciplina es científica en sus métodos y en sus intenciones. Y estamos de acuerdo con otra buena parte de autores respecto a que se cuenta con grandes limitaciones y dificultades, principalmente en cuanto se refiere a la verificación, demostración y comprobación; fallos que se están paliando según avanzamos en el transcurso del tiempo y en la realización de investigaciones con las que adquirimos experiencia y a la par escalamos posiciones en la escala de consideración científica.