viernes, 22 de diciembre de 2017

El pluralismo moral

1. La moral primitiva
En las tribus primitivas existe una identificación entre los proyectos de sus miembros y el de la comunidad misma. Las normas vigentes se legitiman recurriendo a narraciones míticas sobre el origen del mundo y de la humanidad, de las que la tribu extrae enseñanzas y orientaciones para su vida cotidiana. A cada miembro de la tribu le importa más la supervivencia del grupo que la suya propia, porque sin el grupo tampoco él sobrevive. Su valor supremo es, pues, la comunidad, y los que no pertenecen a ella son los enemigos a los que hay que combatir: son holistas. El término holismo viene del griego hólon, que significa "todo". Los holistas dan primacía al todo social frente al individuo.

2. Las grandes civilizaciones
En la época de las grandes civilizaciones, con la aparición de la filosofía griega (siglo VII a.C.) y de la religión cristiana, empieza a cambiar el modo de legitimar las normas morales de convivencia. En general, las comunidades siguen siendo moralmente monistas y también conceden primacía a la colectividad frente al individuo, pero a la hora de legitimar las normas (¿por qué han de estar vigentes éstas y no otras?), no recurren ya a narraciones válidas sólo para un pueblo, sino a narraciones y a razonamientos que pretenden valer para todos los seres humanos. La universalidad ha hecho su aparición en la historia de la moral.

3. La primera Modernidad
Durante la Edad Media y a comienzos de la Moderna las guerras de religión fueron verdaderamente crueles. Aunque en lugares como España la convivencia entre árabes, judíos y cristianos llegó a ser de hecho pacífica, en la mayoría de los casos los distintos grupos religiosos eran incapaces de tolerar que los demás tuvieran una visión distinta del mundo y de la sociedad, y no entendían más solución de las diferencias que la tortura y la muerte. Evidentemente los política y económicamente poderosos canalizaban este fanatismo en provecho propio y utilizaban la coartada de la religión para ampliar su poder. El resultado fue espantoso: expulsión de musulmanes y judíos de Europa, matanzas de herejes, quema de brujas, expolio de los sospechosos.

4. Los comienzos del pluralismo
Sin embargo, hacia los siglos XVI y XVII algunas voces se alzan defendiendo expresamente la tolerancia entre aquellos que tienen distintas cosmovisiones. Los textos de John Locke y Voltaire caminan en este sentido. Lo hacían en realidad desde posiciones religiosas (teístas o deístas), pero iban utilizando cada vez más argumentos aceptables por creyentes y no creyentes: el germen del pluralismo estaba ya sembrado.
El teísmo es una doctrina que afirma la existencia de un Dios personal, inteligente y libre, que ha creado, conserva y gobierna el mundo (siglo XVII y XVIII). El deísmo, por su parte, reconoce un Dios como autor de la naturaleza, pero sin admitir revelación ni culto externo (siglo XVIII).

Ya no es, pues, a los hombres a los que me dirijo, sino a ti, Dios de todos los seres, de todos los mundos y de todos los tiempos.
Tú no nos has dado un corazón para odiarnos, ni manos para degollarnos; haz que nos ayudemos mutuamente a soportar la carga de una vida penosa y pasajera; que las pequeñas diferencias entre los vestidos que cubren nuestros débiles cuerpos, entre todos nuestros lenguajes insuficientes, entre todos nuestros usos ridículos, entre todas nuestras leyes imperfectas, entre todas nuestras opiniones insensatas, entre todas nuestras condiciones, tan desproporcionadas a nuestros ojos y tan iguales ante los tuyos; que todos estos pequeños matices que distinguen los átomos llamados hombres no sean señales de odio y de persecución. ¡Ojalá pudiesen todos los hombres recordar que son hermanos!
Voltaire, Tratado sobre la tolerancia

5. Qué no es el pluralismo
Para aclarar qué es el pluralismo conviene distinguirlo no sólo del relativismo y del subjetivismo moral, sino también de otras dos posibilidades, que son totalmente opuestas entre sí:
  • Monismo moral: Una sociedad es moralmente monista cuando todos sus miembros comparten la misma cosmovisión, bien espontáneamente, bien por imposición del Estado. Por tanto, comparten también las mismas orientaciones morales para la acción que se extraen de ella: el mismo código moral. Cuando existe algún problema moral es desde ese código desde el que hay que encontrar la solución.
  • Politeísmo moral (o politeísmo axiológico, según Max Weber): Consiste en creer que en una sociedad cada individuo o cada grupo tiene su jerarquía de valores y que esas jerarquías son entre sí inconmensurables. Es decir, que cada uno parte de unos principios, los acepta por una suerte de "fe moral", y de ahí extrae sus conclusiones. Como la admisión de los principios es cuestión de fe, no pueden argumentar entre sí, sino que cada uno tiene su jerarquía.
En una sociedad monista parece que todos deben tener los mismos ideales morales; en una politeísta, que no tienen nada en común. El pluralismo se sitúa más allá del monismo y del politeísmo moral.

6. La "fórmula" del pluralismo 
Que una sociedad sea pluralista no significa que sus miembros no tengan moralmente nada en común. Si así fuera, sería politeísta. Una sociedad es moralmente pluralista cuando en ella conviven personas que tienen distintas concepciones morales de lo que es una vida buena, distintas maneras de concebir el mundo, el hombre y la historia. Y que precisamente conviven porque comparten al menos unos mínimos morales de justicia. 
Sin duda, todos los seres humanos queremos ser felices, y cuando nos representamos en qué consiste la justicia lo hacemos sobre el trasfondo de una idea de felicidad. Sin embargo, como en una sociedad pluralista conviven distintos proyectos de felicidad, un buen número de filósofos convienen en distinguir entre mínimos de justicia y máximos de felicidad. 
  • Los mínimos de justicia son el conjunto de valores que comparten todas las concepciones morales de una sociedad pluralista y que, por lo tanto, sus miembros pueden exigir.
  • Los máximos de felicidad son los que ofertan las distintas concepciones morales.