lunes, 19 de mayo de 2014

La economía romana

Escena agrícola en un mosaico romano
La economía romana se basaba, sobre todo, en el trabajo de los esclavos. Las principales actividades económicas eran la agricultura, la industria artesanal y el comercio. Las ciudades eran los centros de comercio fundamentales, y Roma se convirtió en la capital económica de la Antigüedad, ya que a ella llegaban todas las riquezas obtenidas en las distintas provincias del Imperio.

1. Agricultura
La agricultura tuvo un gran desarrollo. Se cultivaban cereales, legumbres, árboles frutales, vides y olivos. Los romanos aplicaron nuevas técnicas a la agricultura, como el empleo de abonos, el regadío, la rotación de cultivos y el barbecho. Para trabajar la tierra, utilizaban diversas herramientas: arados de reja de hierro, rastrillos, palas de cavar, picos, azadas, podaderas para vides y tijeras, entre otras. Además, empleaban animales, como los bueyes.
Las tierras de cultivo se clasificaban en pequeñas o grandes propiedades (latifundios). Las primeras eran propiedad de campesinos modestos, mientras que las segundas pertenecían a la nobleza y al Estado. En los latifundios trabajaban los esclavos, aunque también se arrendaban pequeñas extensiones de terreno a los colonos, campesinos libres que pagaban un alquiler por la explotación de las tierras.

2. Industria artesanal
Las industrias artesanales estaban localizadas en las ciudades. Las principales industrias artesanales utilizaban diversos materiales y productos: el vidrio, los tejidos, los metales, las armas, las joyas, las pieles y la cerámica, entre otros. Existían también industrias alimentarias en las que se fabricaban aceite, vino, pan, salazones, etc.

3. Comercio
Roma mantuvo un intenso comercio con las distintas provincias de su Imperio, de donde procedían las materias primas para la industria y el sector de la alimentación. También llevaba a cabo un intercambio de productos con regiones que no formaban parte de sus dominios: en el norte y este de Europa compraban ámbar, trigo, esclavos y pieles; en África, esclavos, oro, marfil y piedras preciosas; y del lejano Oriente (India, China y Ceilán) obtenían especias, piedras preciosas, sedas y perfumes, entre otros productos.
El comercio fue potenciado por el empleo de la moneda (de bronce, cobre y oro) y por las rutas comerciales, tanto marítimas como terrestres, articuladas estas últimas en una enorme red de calzadas (carreteras) que recorrían todo el Imperio.
El comercio marítimo, por su parte, tuvo gran importancia, ya que ponía en contacto los principales puertos de ambas orillas del Mediterráneo, mar que también formaba parte del Imperio.