jueves, 11 de julio de 2013

Vida material y espiritual de los núcleos cristianos

Frente al mundo musulmán español, con una economía floreciente, ciudades prósperas y una cultura refinada, los pequeños núcleos cristianos del norte ofrecían un panorama francamente pobre. La economía era precaria, la cultura de un nivel muy bajo y las manifestaciones artísticas rústicas y elementales.

1. Economía, sociedad e instituciones políticas de la España cristiana
En la España cristiana, durante los siglos VIII al X, desde Galicia hasta Cataluña, predominó una economía de base agraria y de carácter prácticamente autárquico. El comercio se limitaba a lo indispensable, efectuándose muchas veces a base de trueque por la escasez de moneda. Ciudades apenas existían, si exceptuamos a León, Pamplona y Barcelona.
La sociedad evolucionaba hacia una estructura típicamente feudal, con dos clases bien diferenciadas, los nobles y los campesinos. No obstante, la sociedad de los núcleos cristianos del norte ofrecía algunos rasgos originales, debido por una parte a la persistencia de ciertos elementos propios de los pueblos que iniciaron la reconquista y por otra a la aparición de una capa de pequeños propietarios, consecuencia de la repoblación. La clase dominante era la nobleza, a su vez diferenciada en varios estratos: milites, infanzones o simples caballeros. Entre los nobles comenzaban a desarrollarse los lazos de dependencia personal característicos del feudalismo. Un grupo peculiar lo componían los caballeros villanos, gentes de extracción popular elevadas al rango de la caballería. En cuanto a las clases campesinas había notables diferencias entre los propietarios libres, grupo que tendía a desaparecer, los colonos, cada vez más abundantes (collazos en el reino asturleonés, payeses en Cataluña) y los siervos.
La organización política de estos núcleos era muy rudimentaria. El más avanzado era el reino asturleonés. Los monarcas, que en el siglo X emplearon el título imperial, se rodeaban de un "Palatium" integrado por sus más directos vasallos. El territorio estaba dividido en condados. Los situados al este del reino, en un proceso similar al de otros principados feudales de la época, buscaron la independencia, formando el núcleo denominado Castilla.

2. La cultura de la España cristiana
La vida del espíritu de la España cristiana fue muy pobre. Las escasas actividades culturales de la época se desarrollaron en los monasterios. La vida monacal había cobrado, a partir del siglo IX, un notable auge, especialmente debido al impulso de los mozárabes que emigraban desde Al-Andalus. Cabe citar, entre otros destacados monasterios que surgieron en la época, el de Samos en Galicia, Sahagún en León, S. Pedro de Cardeña en Castilla, S. Salvador de Leire en Navarra, S. Juan de la Peña en Aragón y Sª Mª de Ripoll en Cataluña. En ellos se conservaba la tradición visigoda, se cultivaba el latín (las masas populares, por el contrario, hablaban en una lengua romance, diferente de unas regiones a otras) y se copiaban manuscritos.
El foco más destacado de la actividad cultural en tierras cristianas fue el monasterio de Sª Mª de Ripoll. Allí existía en el siglo X un célebre escriptorio. Pero la fama de Ripoll obedecía a la recopilación que allí se había hecho de diversas obras científicas de origen árabe. Ripoll fue un eslabón fundamental entre la ciencia transmitida por los árabes y el mundo cristiano.

3. Arte asturiano y arte mozárabe
Interior de Santa María del Naranco
Mandada edificar como residencia por Ramiro I, su
construcción finaliza en el año 842 y se transformó en iglesia
en el siglo XII.
El arte de los núcleos cristianos, en comparación con la magnificencia en las edificaciones cordobesas de la época, es modesto, pero no exento de interés.
El arte asturiano, desarrollado básicamente a los largo del siglo IX, es de carácter rústico. La arquitectura tiene como notas distintivas la mampostería, las columnas de fuste estriado, los arcos de medio punto peraltrados y, rasgo fundamental, la bóveda de cañón, solución que anticipa al Románico. Sus principales identificaciones datan de mediados del siglo IX, del reinado de Ramiro I, y se localizan a pocos kilómetros de la ciudad de Oviedo: el supuesto palacio de Santa María del Naranco y las pequeñas iglesias de Santa Cristina de Lena y San Miguel de Lillo.


San Miguel de Lillo
Ramiro I mandó construir esta pequeña iglesia en el año 842, a poca distancia del palacio de Santa María del Naranco.
Cruz de los Ángeles
Catedral de Oviedo
Tuvo gran importancia en tierras astures el arte industrial, derivado del visigodo y del que son buenos ejemplos las Cruces de los Ángeles y de la Victoria.
El contacto de la tradición visigoda con la influencia musulmana dio lugar al nacimiento del llamado arte mozárabe, cuya actividad básica se desarrollo en el siglo X y que floreció tanto en Al-Andalus como en la España cristiana, aunque fundamentalmente en esta última. Típico del arte mozárabe es el arco de herradura. Tanto en el aparejo como en la cubierta de los edificios adoptaron gran variedad de soluciones. Iglesias destacadas de este estilo son las de San Miguel de Celanova (Orense), San Miguel de Escalada (León), San Cebrián de Mazote (Valladolid) y San Baudilio de Berlanga (Soria), de gran originalidad esta última por su pilar central.


En tierras mesetarias floreció en el siglo X el arte mozárabe, que recogía elementos de origen musulmán como el arco de herradura. De gran originalidad es la Iglesia de San Baudilio de Berlanga (Soria), construida a finales del siglo XI, y presenta este singular pilar central.
Cataluña vivió, en cierto modo, al margen de estas corrientes. San Miguel de Tarrasa, iglesia del siglo IX, denota la persistencia de la tradición visigoda. San Quirce de Pedret, ejemplar característico del mozárabe catalán, demuestra la importancia de los contactos con Europa. En el siglo X alcanzó un gran desarrollo en tierras hispanas la miniatura. Los textos más variados (Biblias, Comentarios al Apocalipsis...) se ilustran con unas pinturas ingenuas pero de una gran expresividad.