miércoles, 3 de julio de 2013

La cultura en sentido dinámico

Sincronía y diacronía son dos términos de frecuente utilización en el lenguaje de los antropólogos modernos, correspondiendo a un enfoque que centra su interés en el estudio de la estructura y funciones de la sociedad, para el primer caso, y los procesos de cambio para el segundo.
Todas las sociedades, incluso aquellos pueblos denominados primitivos y que falsamente se han conceptuado como estáticos y hasta sin historia, han evolucionado en algún grado por pequeño que sea e, igualmente, se han visto sometidos a alguna influencia de otras sociedades; el aislamiento total en la práctica tampoco existe.
En la historia de la antropología han aparecido diversas corrientes básicas que han intentado explicar el proceso de cambio y las causas y mecanismos por los que éstos tienen lugar. En un orden cronológico, el evolucionismo, ya en el siglo XIX, ofreció teorías al efecto muy importantes para la época, pero que a la luz de los niveles actuales de conocimiento se nos presentan como imprecisas y plagadas de inexactitud. A este respecto, uno de los conceptos más manipulados por los evolucionistas del siglo XIX ha sido el paralelismo cultural.
De acuerdo con el paralelismo cultural, sociedades distintas y hasta alejadas, pero que atraviesan por situaciones similares, tendrán producciones culturales semejantes. El fallo de esta teoría no está en que no sea cierta, sino en que fue utilizada abusivamente por los primeros antropólogos para dar una explicación automática, rígida y unilateral de la evolución de las sociedades.
Sin embargo, las diversas culturas desperdigadas a todo lo largo y ancho de la geografía mundial dan una buena cantidad de ejemplos en los que se manifiesta el paralelismo. La Antropología puede ofrecer muchos ejemplos de rasgos culturales cuya aparición es fruto indudable del paralelismo cultural.
Pero la aparición, en varios lugares o sociedades diferentes y sin conexión alguna, de un mismo fenómeno o rasgo cultural no sólo se debe al paralelismo cultural, sino que puede ser efecto de lo que los antropólogos denominan convergencia, consistente en el desarrollo de características similares en unos rasgos que los configuran externamente como iguales o muy cercanos a los aparecidos en otra sociedad, pero derivando ambos de circunstancias culturales diferentes e, incluso, teniendo una utilización marcadamente distinta.
El uso excesivo del paralelismo cultural por los evolucionistas tuvo como consecuencia el que surgiera una escuela que reaccionó radicalmente en la concepción del cambio cultural: el difusionismo.
Según esta escuela, la dinámica de la cultura provenía principalmente de préstamos y legados de rasgos o complejos culturales transmitidos por el contacto de unas sociedades con otras. El extremismo de las posiciones de los difusionistas fue aún mayor que en el caso de los evolucionistas que les antecedieron.
El error de los difusionistas es el de querer hacer del préstamo y del contacto de culturas el único instrumento del cambio cultural, lo mismo que sucedió con respecto al paralelismo cultural en el caso de los evolucionistas del siglo XIX. No obstante, es evidente que tanto el préstamo como el paralelismo son factores del metabolismo cultural, no dándose la exclusividad de ninguno de estos factores. En unas sociedades y en determinados momentos históricos predominará uno de ellos; en tanto que en otros lugares o circunstancias será el otro el principal determinante del cambio. En lo que respecta al difusionismo tampoco puede ser ni ridiculizado ni descartado, pues son variadas e importantes las aportaciones que muchos de sus representantes han hecho para el desarrollo de la Antropología, y sobre todo para ciencias tan afines como la Paleoantropología, Arqueología e Historia.
En la sociedad industrial el papel de la difusión es quizás más importante que en cualquier otra sociedad o momento histórico anterior. La influencia, ya obsesiva, de los medios de comunicación social; la constante movilidad espacial, y el peso de los intercambios, han hecho que la cultura de los países más avanzados tecnológicamente y aquellos que denominamos civilizados esté integrada por un vasto conjunto de legados de múltiples culturas.
Dentro de la secuencia de acción-reacción que se manifiesta en las diversas escuelas de la teoría socioantropológica, el funcionalismo viene a representar la reacción frente a las tesis sostenidas por no sólo los difusionistas e historicistas, sino también por los evolucionistas. Para el funcionalismo, el centro principal de su interés es el de la integración de las diversas partes que forman una sociedad o de los elementos de una cultura. Según el propio Malinowski, esta escuela pretende explicar los hechos antropológicos a todos los niveles de desarrollo, por la función que desempeñan dentro del sistema integral de la cultura; por la manera en que se relacionan recíprocamente dentro de sus respectivos sistemas y por la manera en que este sistema está relacionado con su escenario físico. Por lo tanto, para los participantes de esta orientación teórica, los estudios de difusión tienen poca o ninguna importancia. Las reconstrucciones históricas en particular, y la dimensión temporal en general, son aspectos que no entran en la perspectiva del funcionalismo.

Para los funcionalistas, el objeto científico del investigador es el de explicar el funcionamiento de la sociedad considerándola una totalidad de partes interdependientes e interrelacionadas, y analizar las relaciones existentes entre las diversas partes entre sí, lo mismo que la de cada una de las partes con el todo. El centro del interés de los funcionalistas es la contribución al orden social y las consecuencias que ello entraña para la sociedad, sus grupos y sus instituciones. Integración, ajuste, equilibrio, siempre referido a un sistema social específico, son los términos que se repiten como una constante en todas las conclusiones de los trabajos de los integrantes de las filas del funcionalismo. Incluso la supervivencia de un rasgo como legado del pasado es negada por esta escuela, que afirma que si continúa manifestándose en la actualidad es debido a que sigue cumpliendo alguna función. En las culturas todo es funcional.
Por último, y sin que se pretenda ser exhaustivo en la exposición del enfoque del proceso de cambio y de la evolución de la sociedad, es necesario mencionar a los marxistas, olvidados durante un largo paréntesis, pero cuyo enfoque va cobrando cada vez una importancia mayor en la moderna antropología. La cultura tal como se entiende en Antropología Social, y no en su concepción vulgar, se encuentra en buena parte dentro de lo que en el esquema marxista es la superestructura, y en menor medida también en la infraestructura o modo de producción imperante en una sociedad. La dependencia de la primera por la segunda hace que el cambio quede determinado por los factores económicos pero no de un modo total y absoluto sino de modo sólo predominante, pues se admite secundariamente la posibilidad de que sea afectado por un amplio haz de influencias. Pero lo que quizás es la mayor aportación del marxismo a la Antropología es el préstamo de su método de análisis de la sociedad a cualquier proceso de cambio, que nunca pierde de vista las relaciones de producción y distribución en estrecha relación con la estructura social. El esquema de análisis marxista se está aplicando actualmente hasta en el estudio de las llamadas sociedades primitivas, a las que también se las ha denominado sociedades “preclasistas”.
Otra manera de enfocar la problemática de la cultura en su sentido dinámico o del cambio socio-cultural, si es que preferimos llamarle de esa forma, es a través de la incidencia que en él tienen dos fenómenos de gran trascendencia en el metabolismo social como son el descubrimiento y la invención, a los que se debe en buena parte el contenido de cada respectiva cultura.
Por descubrimiento se entiende todo aquello que aumenta el conocimiento de nuestro bagaje cultural y la invención es un paso más en el descubrimiento; viene a suponer la aplicación de los conocimientos a los nuevos elementos activos que se desarrollan dentro del marco de una cultura y sociedad determinada. La invención implica una dosis de racionalidad, la comprensión del valor del descubrimiento y una proyección pragmática en la utilidad que de él se hace.
El surgimiento de invenciones sólo es posible dentro de ciertos límites que marcan un haz de posibilidades en la cultura de un pueblo. Dentro de un grupo social con una cultura del tipo como la compartida por los aborígenes australianos o los bosquimanos es absolutamente imposible que nadie, aunque estuviera dotado del coeficiente intelectual más alto que pueda darse en la tierra, fuera capaz de producir un tratado de lógica matemática o inventar la máquina de vapor.

El elemento que promueve el surgimiento de descubrimientos y mucho más de las invenciones, es la necesidad social. El que un grupo necesite, bien de un modo manifiesto o latente, de la aparición de un nuevo elemento dentro de su cultura facilita el que éste surja, y que cuando aparezca se incorpore rápidamente a la cultura. En la historia de la Humanidad se han dado muchas ocasiones en las que, habiéndose producido invenciones, éstas han estado relegadas durante mucho tiempo o, incluso, han desaparecido a causa de la inexistencia de una auténtica necesidad social, o porque las peculiaridades de la estructura social hicieran inaplicable la utilidad del invento.
Es interesante la teoría, sostenida por Ralph Linton, de que es frecuente que el inventor corresponda a una persona atípica dentro de su grupo social. Se da esta situación de atipicidad porque siente las insuficiencias de su cultura y él está dispuesto a alterar el modo de vida y la normativa de su grupo. Es por lo tanto una figura similar a la señalada por Malinowski, cuando resalta el papel de innovador o precursor que tiene el transgresor. Pero en cualquier caso, hay que tener en cuenta que el inventor, como en el sentido más general el transgresor, es un producto de su propia sociedad y cultura. El cambio es un valor deseado y la propia sociedad prepara a grupos selectos para que vayan creando y acelerando el proceso de cambio.
Por muy importante que sea la influencia de invención y de los inventores, ya se ha dicho que el cambio no se da solamente por un solo tipo de factores, ni de un modo definido. Junto con las modificaciones que se originan en una cultura de modo endógeno, están las que tienen lugar exógenamente; los contactos y las asimilaciones de valores ajenos son un elemento de primordial valor en la evolución de las sociedades. El éxito de muchos pueblos y la constitución de civilizaciones se ha debido en buena parte a este poder de asimilación y de apropiación de lo ajeno.
Choque cultural es el término que utilizan los antropólogos sociales para designar el proceso en el cual entran en contacto dos o más sociedades con culturas diferentes. El choque cultural, a pesar de que puede mover a resonancias violentas, no sólo se produce por guerras o conflictos, sino que puede tener lugar de un modo pacífico y continuado hasta el punto de que los propios afectados sean inconscientes de ello; tal es el caso de la influencia que en la actualidad tiene el consumo, los medios de comunicación de masas, o la acción mimética ejercida por el turismo.
Los resultados del choque cultural pueden revestir diferentes formas como consecuencia del diverso proceso histórico en el que tienen lugar los contactos, las especiales características de las estructuras de los grupos sociales y la clase e intensidad de las relaciones. En tres tipos principales se pueden agrupar estos resultados: en los fenómenos de amalgamación, acomodación y asimilación.
La amalgamación tiene lugar cuando, como resultado de la acción de los contactos, las sociedades interrelacionadas llegan a adoptar una cultura común similar, formada con rasgos y complejos de rasgos pertenecientes a las culturas particulares de cada sociedad.
En la acomodación todas las culturas forman parte de las otras con las que entran en contacto, pero conservando su fisonomía particular. Se pueden encontrar muchos ejemplos de acomodación en los pueblos sometidos a una influencia colonial que no ha sido lo suficientemente fuerte para acabar con todas las particularidades del pueblo dominado e imponer las del dominador con una transformación de ésta.
La asimilación acontece cuando una cultura se convierte en parte de otra que la absorbe paulatinamente. En el proceso histórico de la conquista y colonización se pueden apreciar numerosos casos de fenómenos de asimilación.
Dentro de los resultados del choque de culturas, y tanto en la acomodación como en la amalgamación o en la asimilación, puede aparecer el curioso y frecuente fenómeno constituido por el sincretismo. Con este término, que forma parte del vocabulario específico de los antropólogos, se designa la reinterpretación por una cultura de los rasgos o complejos legados por otra. Es la adscripción de antiguos significados a una situación diferente. En el sincretismo, del que se encuentran numerosas manifestaciones en los aspectos religiosos, una nueva forma suele servir de inconsciente camuflaje a instituciones que se antojan ya desaparecidas. También puede ocurrir que nuevos valores modifiquen el significado de instituciones anteriores.
Tomamos en cuenta la transculturación, como las consecuencias del resultado del choque cultural cuando se dan las siguientes características: 1º) afecta a grupos enteros o a su mayor parte; 2º) tiende a la formación de una nueva cultura; y 3º) esta nueva cultura que se origina aparece con una clara tendencia totalizadora sustituyendo a la que pudiera existir anteriormente. Un notable ejemplo de transculturación lo tenemos en las sociedades conquistadas por los españoles en América.

Por otro lado, la aculturación se realiza principalmente a nivel individual; puede proceder de diversas culturas, y tiene un carácter parcial. Tal es el caso de la influencia que ha ejercido el turismo masivo sobre algunos lugares de la costa española o del Norte de México. También es el caso de las modificaciones culturales creadas por la televisión u otros medios de comunicación de masas.
En cualquier caso, el resultado del choque cultural viene dado por una gran variedad de factores. Aquí, como en el caso de los cambios con origen interno, como sucede con las invenciones, las características de la estructura social de los grupos humanos que entran en contacto tiene mucha importancia, e igualmente también importa lo que más adelante denominaremos necesidad social.
Por ejemplo, es interesante resaltar el hecho de que como ningún individuo participa totalmente de todo el conjunto de aspectos de la cultura de su sociedad, los resultados del contacto entre varias culturas vendrán dado por el tipo de los sujetos a través de los cuales se llevan a efecto. Si el contacto es comercial, serán los productos comerciales y las prácticas mercantiles las que se transmitan o modifiquen; si el vehículo de transculturación son los ejércitos, sería normal que las prácticas de la soldadesca sea lo que se transmita, como serán los materiales e instituciones genéricamente consideradas masculinas, si son hombres los que entran en contacto, o femeninas si son mujeres.

En los procesos de cambios culturales no todo es acumulativo o mutante, también puede ocurrir lo contrario, o sea que se produzca un retroceso, que una cultura pierda u olvide rasgos que hasta ese momento pertenecían a su patrimonio. Cuando se produce una situación de esta índole se dice que ha acontecido una deculturación.