viernes, 6 de octubre de 2017

El universalismo moral

Alegoría de la justicia, de Pollaiolo
1. Exigencias de justicia
El relativismo y el subjetivismo moral son en realidad insostenibles, al menos por dos razones:
  • Porque existen unos rasgos morales comunes a todas las culturas, que es lo que los antropólogos han dado en llamar "universales culturales".
  • Sobre todo, porque cualquier persona exige universalidad e intersubjetividad para algunas de sus convicciones morales, concretamente para las convicciones de justicia.
Por ejemplo, si alguien quiere impedirme expresar mi opinión o pretende encarcelarme sin haber hecho yo nada, diré que no tiene derecho a hacerlo, sea cual fuere su cultura o sus gustos. Tampoco estaré de acuerdo en que extorsione a otras personas. Diré en todos estos casos que es injusto. Y es que aquellas convicciones morales que consideramos exigencias de justicia pretendemos que valgan universal e intersubjetivamente; es decir, creemos que podríamos convencer de que son justas a todos los afectados por ellas, si pudiéramos dialogar con ellos en condiciones de racionalidad.
Tales condiciones serían las siguientes: que en el diálogo participaran todos los afectados por esas exigencias, que tuvieran iguales oportunidades de expresar sus intereses y replicar ante las intervenciones de los demás, que todos desearan aclarar en serio si la exigencia es justa, y que al final decidieran teniendo en cuenta no su interés particular, sino el universalizable (el que todos podrían querer).
El universalismo moral consiste en reconocer simplemente que cuando digo "esto es justo" pretendo que vale no sólo para mí, sino también para cualquier persona a la que pudiera mostrar las razones que tengo para defenderlo en una situación racional de diálogo.

2. Invitación a la felicidad
Consideración aparte merecen las formas como imaginamos nuestra felicidad. Cada uno tenemos unas ilusiones al respecto sobre las que pedimos respeto; no que las demás personas tengan los mismos ideales, ni siquiera que se esfuercen por proveernos de los medios para ser felices. Y es que no tiene sentido exigir que todos vivan el mismo ideal de felicidad. Los creadores morales han propuesto ideales-marco de vida buena, han invitado a ellos, y quien acepta la invitación ha de intentar realizarlos según sus peculiaridades.
El universalismo moral no consiste en decir que todos los seres humanos tienen que ser felices de igual modo, porque esto sería hacer un mundo homogéneo. Cada persona tiene sus cualidades, sus aspiraciones y, en consecuencia, su proyecto de vida buena.
En cuestiones morales, pues, es imposible admitir que "todo vale": de hecho no lo admitimos en cuestiones de justicia. Pero tampoco puede decirse que todas las personas deberían hacer las mismas cosas, que todos deberían ser felices de igual modo. Entre la total heterogeneidad del "todo vale" y la homogeneidad del "todos deben hacer lo mismo" se sitúa el pluralismo moral. El pluralismo es fruto de una larga historia y de una costosa conquista.