miércoles, 12 de agosto de 2015

La técnica

El saber y el trabajo están estrechamente relacionados. El ser humano conoce el mundo y lo transforma por medio de su trabajo, y, gracias a su saber sobre el mundo, puede proyectar y decidir de forma más eficaz cómo transformar su entorno. Un elemento fundamental que establece el puente entre el saber y el trabajo es la técnica.
La técnica está constituida por todos los recursos que el ser humano utiliza para ser más eficiente y aprovechar mejor la energía de que dispone. Por eso, cuando se habla de técnica, deben incluirse en ella, en un sentido más amplio, los utensilios, los instrumentos, las maquinarias que se utilizan para potenciar y aprovechar los recursos energéticos y transformarlos en trabajo efectivo, así como los saberes vinculados al uso de esos medios y la organización del trabajo o de las distintas actividades, es decir, todo cuanto contribuya a hacer más eficiente el trabajo humano.
En la Antigüedad, las técnicas eran básicamente utensilios e instrumentos. Los saberes prácticos vinculados a su aplicación eficiente y a su fabricación surgieron espontáneamente y por azar. El hombre analizaba e imaginaba distintas posibilidades de acción, anticipando y visualizando sus consecuencias, por lo que podía idear medios de realizar esa acción de la forma más ajustada posible a sus deseos. La técnica era así patrimonio general de los individuos que constituían el clan o el grupo.
Conforme se desarrollaban técnicas más complejas y se realizaban ingenios mecánicos para hacer los distintos trabajos, el saber técnico también llegó a ser más complejo y requirió un aprendizaje especializado, quedando en manos de algunos grupos que, en la división social del trabajo, se especializaron en la realización de esas actividades. Aparecieron los distintos oficios artesanales y las instituciones vinculadas a ellos, como los gremios en la Edad Media, una de cuyas funciones era transmitir los saberes técnicos que con la experiencia diaria iban aumentando progresivamente. A partir de la revolución industrial, la técnica se volvió tecnología, pues se aplicaba de forma reflexiva y programada a la producción en las fábricas, apareciendo un nuevo tipo de trabajador, el técnico, cuyo trabajo consistía en aplicar sus conocimientos a la producción.

Mujeres trabajando al modo tradicional, en Gashikanwa, Burundi
1. La técnica primitiva
Los saberes más antiguos de la humanidad debieron surgir por azar. La observación y la experiencia permitieron, sin duda, que ciertos miembros de las comunidades primitivas pudieran desarrollar algunos de los grandes descubrimientos de la humanidad. Así, por ejemplo, la observación de que allí donde se enterraban determinadas semillas para almacenarlar para el año siguiente brotaban nuevas plantas, pudo dar pie a una agricultura rudimentaria por parte de aquellos grupos de cazadores y recolectores que pronto, con la agricultura, se volvieron sedentarios. La observación de que al frotar dos palos se calentaban o que a veces al trabajar la piedra saltaban chispas pudo dar luagr a la técnica de elaboración del fuego, etc.
En todo caso, estos saberes prácticos se transmitían de generación en generación y estaban al alcance de todos los miembros de la colectividad. Su origen pronto se atribuyó a la ayuda benefactora de algún dios y su eficacia consistía fundamentalmente en repetir el procedimiento, una y otra vez, de la misma manera.
Por eso, en este estadio de la técnica no existe la conciencia de que se trata de un saber que puede ser mejorado y desarrollado, sino que más bien es algo vinculado a la tradición y que se repite y evoluciona sólo muy lentamente, incorporando pequeñas mejoras, pero de forma básicamente idéntica. Los hombres primitivos no saben que saben y no se les ocurre la posibilidad de indagar y saber más. Como señala Ortega y Gasset, "el primitivo no sabe que puede inventar e ignora su propia técnica". 

2. La técnica del artesano
Más tarde, las sociedades se volvieron más complejas con motivo de uno de los grandes inventos técnicos de la humanidad: la división social del trabajo. Mediante ella, cada individuo o grupo se concentra en determinadas actividades, lo que produce una mayor especialización y cualificación como efecto del "saber hacer" que genera la experiencia. El saber práctico relacionado con determinadas actividades se volvió privativo de un grupo de personas: los artesanos, aun cuando en la Antigüedad su conocimiento se vinculaba también a las revelaciones de algún dios. En este caso, la técnica evolucionó de tal forma que se convirtió en un conocimiento y en una serie de habilidades que ya no estaban al alcance de todos, sino sólo de los que habían sido iniciados en ese oficio. 

Figuras que representan los oficios artesanos en el Pórtico románico de la Iglesia de Santiago de Carrión de los Condes, Palencia
El artesano es consciente de su saber y de la posibilidad de aumentarlo por la vía de la experiencia práctica. En este caso, el saber artesanal es un saber práctico, preocupado por la aplicación de ciertas habilidades y no por el por qué se producen las cosas. Además, el saber está vinculado a las tradiciones y a los modos tradicionales de hacer las cosas, si bien el artesano está abierto a la incorporación de mejoras en su actividad.
En este estadio, la técnica está vinculada a determinados trabajo que llamamos artesanales. Los medios técnicos, los instrumentos, son propiedad del artesano, quien se expresa en su obra, es decir, que lo que produce lleva la huella de su habilidad y sus conocimientos. En este sentido, el artesano está próximo al artista: en su trabajo, él mismo está presente, pues el resultado depende, en gran medida, de su "saber hacer".