martes, 24 de diciembre de 2013

Los fundamentos psicológicos del individuo

La psicología moderna ha destacado el valor de los siguientes principios en la consideración de la estructura psíquica del ser humano:

 a)  Su naturaleza compleja, pero unitaria: El ser individual, tanto el niño como el adolescente y el adulto, constituyen una totalidad, una estructura somatopsíquica compleja y al mismo tiempo unitaria. Las teorías psicológicas modernas han puesto de relieve el hecho de que la vida mental es una unidad funcional. El ser humano actúa en todo momento en forma global. En todos los instantes de su vida el hombre es inteligencia, sentimientos, voluntad.

 b)  Su carácter genético o evolutivo: El desarrollo del hombre se realiza por etapas sucesivas que asumen un valor y un sentido propio. Así, la vida anímica del niño es totalmente distinta a la del adulto: sus energías y necesidades se diferencian tanto en intensidad como en naturaleza, es decir, cuantitativa y cualitativamente. Rousseau, en Emilio (1762), da la idea del valor propio de la infancia, del desenvolvimiento del educando por etapas sucesivas y de la necesidad en la acción pedagógica de seguir este orden natural de sucesión. A fines del siglo XIX, el auge de los métodos experimentales posibilitaron un mayor conocimiento de la vida psíquica del niño y del adolescente. Surgieron los primeros trabajos, que florecieron extraordinariamente en las primeras décadas del siglo XX, con los trabajos de Binet, Claparède, Decroly, y posteriormente, Piaget, Wallon, Debesse, Skinner, etc.

 c)  Sus variaciones individuales: Debemos destacar la importancia que para la pedagogía tiene la contribución de la psicología individual. La tipología, rama de la psicología desarrollada en el siglo XX, trata de determinar las estructuras anímicas peculiares de los individuos, independientemente de los principios de la psicología general. Es una psicología descriptiva, y establece tipos, o sea, formas globales de comportamiento, que permiten clasificar a los seres humanos en grupos más o menos homogéneos.

 LA HERENCIA PSICOLÓGICA 

Casi todos los teorizadores admiten que la transmisión de las cualidades psicológicas se efectuaría según las mismas reglas que la de la herencia biológica. En realidad, tratándose de la herencia psicológica, se emplea más bien la palabra predisposición. Se acepta que el desarrollo psicológico del ser es el resultado de predisposiciones innatas bajo el estímulo del medio.
Es indudable que los fenómenos de la herencia psicológica son mucho más complicados que los de la herencia biológica. Innumerables influencias externas, incluso la intervención consciente del individuo, inciden constantemente sobre las predisposiciones hereditarias.
Las investigaciones de Galton acerca de la herencia del genio llegan a estas conclusiones:
 a)  El genio siempre se manifiesta, cualquiera sea la educación que reciba.
 b)  Los hombres que se desarrollan en un medio sumamente favorable jamás alcanzan el grado máximo de superación si no están dotados por naturaleza de altas capacidades.
El medio es impotente para desarrollar posibilidades que no existan en potencia en el ser joven. La educación tratará de obtener el mayor rendimiento posible teniendo en cuenta las posibilidades hereditarias del individuo.
Tan errónea es la teoría que considera omnipotente al poder de la educación como la que trata de responsabilizar exclusivamente a los factores hereditarios del desarrollo del individuo. Las aptitudes hereditarias pueden ser favorecidas, modificadas y aun contrarrestadas por la influencia del medio y de la educación. Por eso es indispensable que el educador conozca dichas aptitudes. Sólo así podrá ejercer una acción educadora beneficiosa.

 EL DESARROLLO PSÍQUICO 

Es evidente que siendo el hombre una totalidad, una estructura somatopsíquica, el crecimiento fisiológico y el desarrollo psicológico tienen que estar estrechamente correlacionados. Sin embargo, ello no implica afirmar que exista un paralelismo absoluto entre ambos fenómenos. Antes bien, podemos destacar algunas diferencias marcadas. En primer lugar vemos que el desarrollo biológico está más condicionado que el psíquico por los factores hereditarios. En el desarrollo psíquico, además, gravita el esfuerzo consciente del sujeto. Por último, se puede observar que lo físico presenta una autonomía mayor con respecto a lo psíquico que lo psíquico con respecto a lo físico.

 LAS ETAPAS DEL DESARROLLO PSÍQUICO 

La crisis de la pubertad divide el desarrollo fisiológico y psíquico del ser humano en las dos grandes etapas que atraen el interés del pedagogo: infancia y adolescencia. A su vez, en cada una de esas etapas se pueden distinguir diversos períodos definidos:
 1°)  Primera infancia, desde el nacimiento hasta los tres años.
 2°)  Segunda infancia, entre los tres y los seis o siete años.
 3°)  Tercera infancia (llamada también niñez), desde los seis o siete años hasta la pubertad.
 4º)  Adolescencia puberal, desde los doce o trece años, más o menos, hasta alrededor de los dieciséis.
 5º)  Adolescencia juvenil, desde los dieciséis años, más o menos, hasta los veinte o veintiuno.

Algunos psicólogos han relacionado los periodos del ser con la evolución de los intereses. Se han establecido partiendo de esta base numerosas clasificaciones que tienen en cuenta los intereses dominantes de la actividad mental del ser en cada edad. Tomaremos como ejemplo la de Claparède:
 1º)  Período de los intereses perceptivos, durante el primer año.
 2º)  Período de los intereses del lenguaje, durante el segundo y tercer año de vida.
 3º)  Período de los intereses generales (despertar intelectual, edad de la interrogación), de los tres a los siete años.
 4°)  Período de los intereses especiales y objetivos, de siete a doce años.
 5°)  Período de los intereses ético-sociales, intereses especializados e interés relativo al sexo (período sentimental), de doce a dieciocho años y aún más.
 6º)  Periodo de intereses subordinados a un interés superior, ya sea un ideal o simplemente el interés de conservación personal (edad adulta).
Los cuatro primeros periodos corresponden, según Claparède, a la época de adquisición y experimentación; el quinto a la época de organización y de valoración; y el sexto a la época de producción, que es el período de trabajo.