martes, 3 de abril de 2012

La Prehistoria peninsular

La prehistoria peninsular se refiere a la vida en la península Ibérica de las distintas comunidades allí asentadas antes del inicio de los denominados tiempos históricos, de los cuales ya se conservan testimonios escritos. El término de prehistoria puede resultar equívoco, pues en esa etapa de la vida de la humanidad también hubo cambios, es decir, movimiento histórico.


1. El Paleolítico
Durante el período denominado Paleolítico, el más extenso de la Prehistoria, la vida humana era muy difícil. La influencia de las condiciones naturales sobre el hombre fue muy acusada, siendo de destacar el papel de las glaciaciones. Los escasos grupos de habitantes asentados en la península Ibérica vivían de la recolección, la caza y la pesca. Eran nómadas, que se alojaban en campamentos o cuevas y se desplazaban en función de la búsqueda de alimentos. Lo que recogían pertenecía a la comunidad, dentro de la cual no había división del trabajo ni diferencia de riquezas de unos individuos a otros. En las comunidades, las relaciones de parentesco eran muy estrechas y el papel de las mujeres muy destacado. En cuanto al mundo espiritual todo quedaba reducido a ciertas prácticas de tipo mágico.
A lo largo del Paleolítico se pueden distinguir tres periodos bien diferenciados: inferior, medio y superior. El Paleolítico inferior, el más antiguo, estuvo protagonizado desde el punto de vista humano por los Pitecantrópidos, siendo una etapa de contacto con el norte de África. El Paleolítico medio, o Musteriense, se caracteriza por una relación estrecha con Europa. El tipo humano de la época es el hombre de Neanderthal, del que se han conservado restos óseos en Gibraltar y Bañolas (Girona). En el Paleolítico superior, época del Homo Sapiens, hubo en la península Ibérica una mayor diversidad de culturas, destacando la llamada Magdaleniense, que se extendió por la zona cantábrica.


2. El Neolítico
Este período fue una auténtica revolución en las condiciones de vida de las comunidades prehistóricas. La actividad agrícola suponía un aumento de los excedentes, lo que a su vez posibilitaba el crecimiento de la población, el desarrollo del comercio, la división del trabajo y la aparición de la propiedad privada. Todo este conjunto de transformaciones dio paso a su vez a la aparición de las ciudades y del poder político propiamente dicho. No obstante, en la península Ibérica este proceso fue mucho menos espectacular que en otras regiones del globo.
El vaso campaniforme, pieza de cerámica
correspondiente al Neolítico peninsular, tuvo una
enorme difusión por todo el occidente
de Europa.
Las primeras comunidades peninsulares con caracteres neolíticos se fechan hacia el año 4500 a.C. y se localizan en la costa oriental, lo que revela su origen exterior. En el sureste de la Península se ha podido señalar la existencia sucesiva de tres importantes culturas, denominadas de Almería, de los Millares y del Argar. La cultura de Almería, la más antigua, fue testigo de la llegada a la Península de la agricultura y de la ganadería. La cultura de los Millares, desarrollada entre el 2700 y el 2500 a.C. aproximadamente, tenía estrechos contactos con el Mediterráneo oriental y destaca por las construcciones megalíticas y el famoso vaso campaniforme. Esta pieza de cerámica, en forma de campana invertida, tuvo una enorme difusión por el resto de la Península y buena parte de Europa. La cultura del Algar, que se fecha hacia el 1700 a.C., es época de grandes cambios, siendo el principal el uso de los metales, lo que explica que se llame también cultura del Bronce pleno.
En el período Neolítico, que conoció un importante aumento de la población, la base de la economía era la actividad pastoril y una agricultura incipiente. En general se practicaba la agricultura de azada. Los cultivos principales eran el trigo, la cebada, las habas, el mijo y el lino, mientras que la vid y el olivo crecían silvestres. En cuanto a los animales domésticos figuran el cerdo, las vacas, las ovejas y las cabras, pero no el caballo. Un importante paso adelante fue el trabajo del cobre, que se extraía fundamentalmente en la zona suroriental y en la suroccidental, y del que hay numerosos testimonios arqueológicos. Al parecer hay una estrecha relación entre la difusión del cobre, que se efectuaba por vía marítima, y los monumentos megalíticos.
Poblado de los Millares (Almería)
Las excavaciones arqueológicas han permitido entrar en
contacto con viejos núcleos de asentamientos prehistóricos
que florecieron en el tercer milenio a.C.
Por lo que respecta a la organización social se pasó en esta etapa de la vida en cuevas a poblados fortificados, con cabañas circulares u ovales, como las de los Millares. El estudio de las necrópolis y del ajuar de las tumbas demuestra que en un principio se practicaban los enterramientos colectivos y que no había diferencias sociales dentro de la comunidad.
Pero desde la época del Bronce pleno, los enterramientos son individuales y las diferencias sociales notorias. En el Neolítico peninsular no había auténticas ciudades, aunque algunos poblados (por ejemplo, los Millares, habitado por unas 2.000 personas) fueron más tarde activados por la presencia de los pueblos colonizadores. Desde el punto de vista espiritual, en el Neolítico había prácticas y ritos relacionados con la fecundidad y la fertilidad. Las construcciones megalíticas eran la expresión de concepciones religiosas.

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