viernes, 27 de abril de 2012

La personalidad de la Península Ibérica

De las penínsulas que se adentran en el Mediterráneo, la Ibérica, en el occidente, es la que presenta una mayor personalidad. La gran variedad de sus influencias y matices, tanto físicos como humanos, ha inclinado a calificarla como un pequeño continente. La originalidad se deriva tanto de su situación como de la especial configuración fisiográfica que presenta.


1. El valor de la situación
La Península es la más meridional de las tierras europeas y la más occidental del dominio mediterráneo. Se extiende entre los 43º 47' y los 36º de latitud Norte; al sur de los 43º se desarrollan las penínsulas Itálica y Balcánica, pero por debajo de los 36º no existen tierras de la Europa mediterránea. Es también la más occidental del mundo mediterráneo, lo que le confiere el carácter de un finisterrae marginal y de gran personalidad. Por su posición no es Europa, si con ello deseamos significar la Europa Atlántica Occidental, ni tampoco es África, entendiendo ésta como el medio tropical seco. Es una síntesis, una mezcla de caracteres, original, dentro del dominio mediterráneo.
Por su posición, la Península se ve afectada por los mismos frentes y masas de aire que Europa Occidental, aunque sus influencias sean matizadas, e igualmente por las masas que afectan al norte de África. Es, por tanto, un país mediterráneo, caracterizado por la aridez estival, la irregularidad de las precipitaciones, y por la termofilia, representada por el elevado número de horas de sol anuales y por las altas temperaturas del verano. Estos caracteres mediterráneos son más nítidos en el Levante y en el Sur que en el interior y en el Norte.


2. El papel de la configuración
Iberia es una península maciza. El carácter peninsular es más acusado que en las otras dos mediterráneas. Tan solo un istmo de 435 kms. la une a Europa, y el desarrollo costero alcanza 4.118 kms. También es la que presenta una mayor altitud y litorales más rectilíneos, sin escotaduras. Este carácter macizo del extenso cuadrilátero peninsular (581.353 kilómetros cuadrados) y la disposición de las grandes unidades estructurales del relieve, refuerzan la variedad de condiciones ecológicas introducida por la posición.
La existencia de un extenso macizo central (Macizo Central Ibérico), profundamente dislocado por la orogenia alpina y a gran altitud, es el que le confiere su gran personalidad.
Es el responsable, junto con las otras unidades del relieve peninsular, de los matices y variedades climáticas y ecológicas. Su influencia afecta a precipitaciones y temperaturas. El relieve al actuar de pantalla condensadora o de sombra hídrica es el determinante de la existencia de una Iberia atlántica húmeda, de la Iberia mediterránea de veranos secos, y del Sureste español de acusados rasgos de aridez. La continentalidad y altitud influyen decisivamente en las temperaturas del invierno, introduciendo una amplia variedad térmica que se refleja en una diversidad ecológica, tanto en los paisajes vegetales como en los agrarios.
La influencia conjunta del clima y del relieve han determinado las características de nuestros ríos (torrencialidad, modesto caudal, irregularidad), que más que avenar erosionan el suelo peninsular, y son también responsables, en buena parte, de la intensa deforestación del país.


3. La Península es una encrucijada de influencias
Abetos de los Pirineos
Por su situación, la Península ha sido una encrucijada de variadas influencias tanto físicas como humanas. Como influencias físicas europeas podemos destacar la mayor humedad (Iberia húmeda) y las bajas temperaturas invernales, así como la influencia del glaciarismo cuaternario. Condiciones que se reflejan en la existencia de especies botánicas comunes con Europa, como los caducifolios de elevadas exigencias hídricas de la Iberia húmeda (robles, hayas), o las más resistentes a las bajas temperaturas (abetos de los Pirineos). El Mediterráneo representa aridez estival y formaciones vegetales representadas por el bosque esclerófilo de cupulíferas (encinas). La influencia africana, de más acusada aridez, tiene su exponente en un paisaje vegetal de arbustos, matorrales y estepas xerofilas (palmito, araar, azufaito tunecino, esparto).
Palmito, en el Parque de Cabo de Gata (Almería)
Y si las tierras peninsulares son encrucijadas de fenómenos físicos también lo son de hechos humanos. La Península no ha actuado como bastión inexpugnable; el estrecho de Gibraltar y los Pirineos no han sido muro ni fronteras. Desde los tiempos prehistóricos las influencias europeas, mediterráneas y africanas se han sucedido a lo largo de la historia.
Las ciudades andaluzas, como Córdoba,
conservan rasgos de la cultura islámica, con
las calles angostas y las plazas ciegas. 
El ser un nexo marino entre el Atlántico y el Mediterráneo, el disponer de un litoral desarrollado, y el beneficio de corrientes marinas mediterráneas y atlánticas, han favorecido la arribada de corrientes culturales foráneas o el impulso colonizador. La existencia de dos plataformas en los dos mares (Canarias y Baleares) la facilitaron.