domingo, 23 de agosto de 2020

Una mutación fundamental en la ciencia histórica: la cuantificación sistemática

La inclusión ocasional de cifras en el texto, en apoyo de ciertas afirmaciones, es sin duda algo muy antiguo, que encontramos ya en la obra de algunos historiadores griegos y romanos. Pero cuando, en los años 30 del siglo XX, ciertos historiadores de la economía, bajo la influencia de los estudios de la coyuntura económica hechos por economistas, introdujeron en sus trabajos la cuantificación sistemática, una mutación de inmensa importancia se estaba haciendo presente. Dichos historiadores -durante mucho tiempo una pequeña minoría, aun en países como Francia- simplemente transferían su centro principal de interés, del inefable "hecho individual" de los positivistas a los datos cuya integración en series homogéneas es posible; del episodio, a los elementos escogidos (o construidos) tomándose como criterio su carácter recurrente, que los hace comparables en el interior de un período dado de tiempo. Los cambios que en esa forma empezaban a penetrar lentamente la conciencia de los historiadores -la visión que tenían de su disciplina- eran primordiales.

En primer lugar, la ilusión de la ingenuidad u objetividad del historiador frente a los "hechos" reales y sustantivos que se le impondrían desde el exterior, ya no podía ser mantenida. Una serie de datos cualquiera -sobre precios, salarios, exportación, producción etc.- sólo tiene sentido cuando se la construye para contestar a ciertas preguntas muy precisas. En otras palabras, la historia sistemáticamente cuantificada supone que las hipótesis de trabajo de los historiadores, antes implícitas, no confesadas, se vuelvan explícitas, claramente planteadas. Renunciando a su feliz inocencia, el historiador tuvo que darse cuenta de algo fundamental: la necesidad, o mejor la inevitabilidad, de seleccionar, recortar, construir su objeto, en función de sus hipótesis, de su marco teórico y metodológico.

Por otra parte, la construcción del objeto de estudio en series homogéneas y coherentes llevaba a varias consecuencias importantes en cuanto a los métodos. Cuando se razona en términos de series de datos que se suceden en el tiempo, dibujando curvas que son la representación gráfica de ciclos de expansión y depresión, es decir, de las palpitaciones de la vida económica, no es cada dato individual lo que más cuenta, sino justamente el dibujo de la curva, su evolución en el tiempo -de preferencia en la larga duración-; el dato se define por el valor relativo que presenta al ser comparado con los datos que lo preceden y lo siguen. La crítica interna, antes ocupada en demostrar la veracidad o la falsedad de las afirmaciones contenidas en los testimonios escritos, debe aplicarse ahora a la demostración de la homogeneidad y la coherencia interna de las series de datos, recolectadas o construidas por el historiador, y de su pertinencia en relación a las hipótesis de trabajo avanzadas; las extrapolaciones o interpolaciones de datos tienen que justificarse en esta perspectiva.

En fin, la nueva visión permitía a los historiadores de la economía la incorporación a su área de estudio de la problemática, el aparato conceptual, la teoría, los métodos y técnicas de la ciencia económica. Los datos reunidos en series podían ser manipulados según procedimientos estadísticos y matemáticos de complejidad variable.

Avanzando desde tales puntos de partida, la historia cuantificada se diferenció poco a poco en tendencias o corrientes, organizándose alrededor de dos actitudes fundamentales. Por una parte, estaba la posición ilustrada sobre todo por la escuela histórica francesa, o Escuela de los Annales, caracterizada por el rechazo de un corte radical entre historia económica e historia global; por una gran prudencia -nacida del contacto con los archivos- en cuanto al valor de la documentación disponible, y también a la validez de las formulaciones teóricas, vistas como algo que debe resultar de la síntesis de un gran número de estudios de casos, y no presentarse como un dato a priori; por un gran respeto frente a la especificidad de las distintas sociedades y épocas, acompañado de la creencia en la necesidad de formular teorías diferenciales para dar cuenta de dicha especificidad; por un conocimiento y manejo muchas veces insuficiente (por las deficiencias de la formación académica de los historiadores) de la abstracción conceptual, de la teoría económica y de las técnicas y métodos estadístico-matemáticos más avanzados.

Por otra parte, estaba la historia económica hecha por investigadores de formación económica y no histórica, tendiendo a hacer de la historia simplemente un campo de aplicación retrospectiva de la teoría económica, con sus modelos econométricos, el manejo de la abstracción conceptual y de una tecnología estadístico-matemática muy refinada. Este segundo grupo se empieza a percibir más o menos claramente en la década de los cuarenta, sobre todo entre los anglosajones, y termina por escindirse en dos tendencias: la que se constituye a comienzos de la década siguiente en Estados Unidos, con Simon Kuznets, para aparecer un poco más tarde en Francia bajo el nombre de historia cuantitativa y la New Economic History, constituida en Norteamérica hacia 1957.

Dos puntos de vista fundamentales, pues, y tres corrientes:

  • La historia serial hecha por historiadores economistas (Escuela de los Annales): E. Labrousse, J. Meuvret, G. Imbert, R. Baehrel, etc.
  • La historia económica hecha por economistas historiadores:
    • Historia cuantitativa: S. Kuznets, J. Marczewski, J.C. Toutain.
    • New Economic History: S. Engerman, A. Fishlow, B.F. Hoselitz, R.W. Fogel, A.H. Conrad, J.R. Meyer, etc.

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