domingo, 15 de abril de 2018

Cirenaicos y cínicos

El intervencionismo político de Filipo II de Macedonia, que se venía incrementando desde mediados del siglo IV, culminó en el año 338 a.C. con la batalla de Queronea. Tras ella desapareció para siempre la autonomía de las polis-estados griegas y surgió el Imperio Macedonio. Posteriormente, Alejandro Magno extendió el imperio por Egipto y por una gran parte de Asia, introduciendo en la cultura griega aportaciones bárbaras. A su muerte, en el año 323, Grecia trató de recobrar su anterior estructura política; pero los reyes macedonios continuaron imponiendo su dominio hasta el siglo III a.C., prácticamente hasta la llegada de los romanos.
La nueva situación afectó profundamente a la vida de Atenas y de otras ciudades griegas. Si hasta entonces, los ciudadanos, integrados en la pólis, participando en los asuntos públicos y próximos a sus gobernantes, se sentían insertos en la vida política, tras el establecimiento del imperio y la disolución de la polis comenzaron a percibir su insignificancia ante las nuevas autoridades y las nuevas instituciones; de este modo surgió una ética pesimista, resignada e individualista que predicaba la indiferencia con respecto a los asuntos sociales y la autosuficiencia (la autarquía) individual en relación a las normas morales.
Estas manifestaciones comenzaron en el siglo IV a.C. con los filósofos cirenaicos y cínicos y alcanzaron su máximo exponente con los epicúreos y los estoicos en los siglos posteriores.

1. La evolución del Liceo
A la muerte de Aristóteles, le sucedió en la dirección del Liceo su discípulo Teofrastro de Lesbos; durante su mandato se multiplicó el número de discípulos, pero el aumento cuantitativo supuso un rápido descenso cualitativo y, mientras que en lo intelectual vio eclipsada su influencia por las escuelas epicúreas y estoicas, en lo que se refiere a su doctrina, surgió una cultura ecléctica que pesó enormemente sobre la tradición científica posterior. Atenas dejó pronto de ser el centro cultural de los siglos anteriores y aparecieron en la periferia del helenismo numerosos centros de investigación científica, entre los que destacaron Antioquía y Pérgamo en el Asia Menor, Siracusa en Sicilia, Rodas en el mar Egeo y, sobre todo, Alejandría en Egipto, con su célebre Museo, en donde durante los siglos III y II a.C. la investigación científica alcanzó altas cotas por obra de matemáticos, como Euclides, Aristarco de Samos, Erastóstenes de Cirene, Hiparco de Nicea... físicos como Herón de Alejandría, Arquímides de Siracusa... médicos, como Herófilo de Calcedonia y Erasistrato de Quíos, etc., y se realizaron numeroso trabajos geográficos y astronómicos.

2. Arquímides de Siracusa
Arquímides de Siracusa (287-212 a.C.), uno de los sabios griegos más destacados de la época helenística y de todos los tiempos, sobresalió en Física y Matemáticas: descubrió el principio que lleva su nombre (el principio de Arquímides), inventó el tornillo sinfín, la rueda dentada, la palanca, numerosas fórmulas matemáticas, como la del área del cilindro y la de la esfera, perfeccionó el sistema numérico griego, etc.

3. Las escuelas morales socráticas: cirenaicos y cínicos
Tradicionalmente se considera a la Academia de Platón y al Liceo de Aristóteles como las escuelas socráticas mayores; frente a ellas, las corrientes seguidas por otros discípulos de Sócrates reciben el nombre de escuelas menores, entre éstas destacan la escuela cirenaica, fundada por Aristipo de Círene, y la escuela cínica, fundada por Antístenes de Atenas. Dichas corrientes, que, por su carácter resignado y por su visión negativa del mundo y de la sociedad, pueden ser consideradas como precedentes de la filosofía epicúrea y estoica, surgieron en Atenas a comienzos del siglo IV a.C., en el seno de una sociedad inestable, sacudida por numerosas guerras tanto civiles como exteriores, con grandes desigualdades económicas entre pobres y ricos y notables diferencias en las capacidades jurídicas y políticas entre los esclavos, los extranjeros y los atenienses de pleno derecho.
Por encima de sus aspectos divergentes, los cirenaicos y los cínicos presentaban gran cantidad de puntos en común:
  • Desde el punto de vista epistemológico, influidos por los sofistas, adoptaron una postura fenomenista, relativista y escéptica, en virtud de la cual rechazaban el valor objetivo de los conocimientos científicos y, en consecuencia, negaban a los seres humanos la capacidad de conocer la realidad.
  • Desde la perspectiva moral, perseguían la consecución de la autarquía, es decir, la autosuficiencia, o lo que es lo mismo, conformarse con poco y no dejarse arrastrar por los bienes materiales: el auténtico camino hacia la felicidad consiste en ser dueño de sí mismo, en necesitar lo menos posible.
  • En política predicaban el cosmopolitismo y el rechazo de todas las normas y convenciones sociales (contra la polis y las leyes de la ciudad). Desde esta posición merece resaltar que los representantes de estas escuelas, como algunos sofistas, propendieron a rechazar la esclavitud y otras muchas discriminaciones y segregaciones sociales.
En cuanto a las diferencias más significativas, los filósofos cirenaicos adoptaron una postura predominantemente hedonista, mientras que los cínicos concedieron especial relieve al ascetismo. 

4. El hedonismo de los cirenaicos
Según el hedonismo (hedoné = placer) de la escuela cirenaica, el bien humano consiste en el placer, y éste es originado por una experiencia o sentimiento positivo producido por las sensaciones. Si dichas sensaciones son violentas sentimos dolor (por ejemplo, si recibimos un puñetazo); pero si es suave experimentamos placer. En consecuencia, el objetivo de la vida ha de consistir en huir del dolor y en buscar el placer. Ahora bien, debemos saber dominar el placer, sin permitir que él nos domine a nosotros, pues, en el primer caso, seremos autárquicos y felices, mientras que en el segundo esclavos y desgraciados.

5. El ascetismo de los cínicos
Los cínicos (kýon = perro, en alusión a que los seguidores de esta corriente amaban la fidelidad y la naturalidad de este animal) insistían en que la auténtica virtud humana consiste en permanecer fieles a uno mismo, fieles guardianes de la imperturbabilidad o eliminación de toda preocupación. En este sentido, para vencer las veleidades de la fortuna o del destino es necesario adaptarse a la naturaleza y conformarse con sus restricciones y sus inclemencias: conformarse con escasos alimentos, beber únicamente agua, soportar impasibles el sofocante calor en verano y el lacerante frío en invierno, dormir en cualquier lugar y, en último término, aceptar el sufrimiento y la muerte.
En cuanto al contacto con la naturaleza, como los perros, los cínicos arremetieron contra las convenciones y el sentido de la estética ateniense, comían, dormían y realizaban sus diferentes necesidades en cualquier parte, vestían pobremente, con andrajos y ropa sucia y provocaban a sus enemigos mediante sarcasmos, burlas o insultos. 

Diógenes se dio a una vida frugal y parca, sin buscar lecho, no temía la oscuridad ni anhelaba ninguna de las cosas que servían para vivir regaladamente. Según algunos, fue el primero que utilizó el manto doble, con el fin de tener con él lo necesario y servirse de él para dormir. Proveyóse también de zurrón, en el cual llevaba la comida y para satisfacer sus necesidades se servía de cualquier lugar.
Diógenes Laercio, Vidas de los más ilustres filósofos griegos