domingo, 21 de diciembre de 2014

El Principio de Socialización

1. Introducción
El hombre es un ser por naturaleza social. Toda educación debe proponerse una doble finalidad: individual y social. Se impone el equilibrio en este antinómico planteamiento: o formación para el individuo, que puede acabar en individualista, o preparación sólo para la sociedad, que llevada hasta sus últimas consecuencias implica el desdén de los valores personales, sin los cuales no tiene sentido la sociedad misma.
Por esa dimensión social, en ocasiones, se entiende la necesidad inesquivable de contar con otros para una simple supervivencia. Y si en algún caso pudo pervivir un sujeto fuera de la relación social, al incorporarse a ella llevaba una vida tan rudimentaria, sus disposiciones habían tenido tan poca oportunidad para desarrollarse, que parecía incapaz de actitudes definidamente culturales.
Las relaciones interpersonales despiertan la capacidad de expresar los sentimientos y comprender a los otros, de dialogar, atender sus demandas y prestarles ayuda. Estas relaciones interpersonales pueden darse en los pequeños grupos en los que se haya inserto naturalmente un sujeto: familia, amigos, grupos espontáneos de estudio y/o trabajo, o la pareja amorosa.


Ferdinand Tönnies
1855 - 1936
Sociólogo alemán
Es clásica la distinción de Ferdinand Tönnies entre comunidad y sociedad. En la comunidad se tiene una profunda, afectiva, vivencia de "nosotros". Se comparten ideales y modos de vida. La confianza reina y la disposición a sacrificarse por los demás es el termómetro indicador del grado de madurez que alcanzó una comunidad. La educación debe preparar para una participación viva en el espíritu del pueblo y en los modos de vida comunitaria.
En otras ocasiones, por dimensión social se entiende la capacidad para asimilarse los valores que imperen en una sociedad determinada, para manejarlos con soltura y, más aún, para ser capaz de difundirlos o crear algunos nuevos.
Lo normal es que la vida del individuo se desenvuelva en sociedades, en estructuras sin ese acento interpersonal y comunitario. La escuela misma, en la que tempranamente se ingresa, no es el espacio libremente elegido por el alumno. Una estructura oficial, con objetivos y normas que le trascienden, se le enfrenta de pronto. Cuando, después, tenga que insertarse en la vida profesional, la estructura de la empresa, sus normas y objetivos, se le impondrán, más allá de sus preferencias personales. Habrá de contar con instituciones que progresivamente se van apartando de sus preocupaciones e intereses inmediatos y en las que, por otra parte, necesariamente ha de desenvolverse su vida: el municipio, el estado y aun la sociedad internacional en la que, cada día más, de hecho y de derecho, estamos insertos. Tenemos la obligación de comprender sus objetivos, sus normas, nuestros derechos y deberes, a participar en cierto modo en toda esa serie escalonada de instituciones.
En educación, cada época, cada pensador, cada institución, ha subrayado algunos de estos aspectos. Lo típico de este momento es la intensa preocupación por todas las dimensiones sociales. En las nuevas corrientes pedagógicas se quiere cargar en la cuenta de las instituciones escolares responsabilidades de las que venían tradicionalmente encargándose la familia, los amigos, el grupo de trabajo o la vida pública, especialmente en la edad adulta. Este afán englobante, totalizador, lo veremos aparecer en casi todas las instituciones docentes, especialmente en las de educación básica.

2. Educadores teóricos del Principio de Socialización

 Paul Natorp (Alemania, 1854-1924) 
Su sistema es claramente idealista, más inclinado a lo normativo que a lo práctico, más dado a ambiciosas construcciones racionalistas que a una búsqueda de datos. En su obra Pedagogía social (1899), Natorp se presenta como un pedagogo social radical. El hombre sólo llega a ser hombre por medio de la sociedad. Es un error creer en nuestra personalidad, separada de los demás. La educación es en la comunidad, por la comunidad y en cuanto a comunidad.
La educación fundamental es la educación moral, la educación de la voluntad, pero ésta se alcanza no por vías individuales, sino por incorporación a la vida colectiva. La escuela es comunidad activa de trabajo donde todos, sin distinción, se forman en la unidad del espíritu objetivo. Para Natorp, la conciencia moral se identifica con la conciencia social. Las instituciones educadoras son: la familia, el trabajo, la escuela, que moraliza mediante el orden y la disciplina, y la vida común de los adultos, donde la veracidad y la justicia son virtudes primarias exigidas.

 Emile Durkheim (Francia, 1858-1917)  
Su producción se haya recopilada en Educación y sociedad (1922). Su pensamiento consiste en el valor de la sociedad, que es como una gran persona moral que envuelve y configura al individuo. La sociedad determina el ser de cada persona. Por todo ello, la sociología es la pieza fundamental del educador. Las sociedades son la fuente y regla de la moral y el fin de la actividad del individuo. El hombre, que nace egoísta y asocial, tiene que ser capaz de vivir altruistamente, socialmente. Ésta es la tarea de la educación. La educación es la imagen de la sociedad; por eso no hay reforma educativa si a la vez no hay reforma social. La educación consiste en una metódica socialización de las nuevas generaciones.

 John Dewey (Estados Unidos, 1859-1952) 
Dewey y sus obras más significativas (Escuela y sociedad y Democracia y educación) se enmarcan en el pensamiento pragmático americano. Lo decisivo es la acción. Pensamientos y sentimientos sólo son sus condiciones previas. Lo que importa son los resultados prácticos. De las tres revoluciones que según Dewey han configurado la sociedad moderna, la intelectual o científica, la industrial o técnica, y la social o democrática, esta última es para él la más profunda. De ahí que reclame una socialización total de la educación, incompatible con los ideales y métodos individualistas.
La cooperación es la base de la vida colectiva. La cooperación mejor es colaborar en una tarea común. Por ello, las instituciones educativas tienen que ser comunidades de trabajo. La moralización del individuo casi queda reducida a esa formación de disposiciones para una vida eficaz profesionalmente y socialmente democrática.

3. Sentimientos y actitudes sociales
Nuestra personalidad parece desgarrada entre tensiones contradictorias, egoístas y altruistas.
Max Scheler (1875-1928) nos habla de la simpatía, en su obra Esencia y formas de simpatía, como una capacidad fundamental de transmigrar al alma ajena y de vivir sus dimensiones más íntimas con una especie de connaturalidad. Bergson (1859-1941) establece, en El pensamiento y el movimiento, que frente a la inteligencia, la intuición nos lleva a los demás con certidumbre inmediata, revelándonos la vida en sus fulguraciones más hondas, captando lo que cada uno tiene de único, de inefable.
Mientras, Jean-Paul Sartre (1905-1980) subraya en El ser y la nada que la única relación con los demás es el conflicto. Thomas Hobbes (1588-1679), en su Leviathan, afirmaría que, en el estado de naturaleza inicial, el hombre es el lobo del hombre.
Esta duplicidad de tendencias sociales y antisociales, ha movido a la psicología contemporánea a destacar algunos rasgos como constitutivos y decisivos de la personalidad. Karl Gustav Jung (1875-1961), en su obra Tipos psicológicos (1920), popularizó su clasificación de los tipos en introvertidos y extrovertidos. Los introvertidos se cierran en sí mismos y se aíslan del mundo circundante. Poco expresivos, les resulta difícil la comunicación inmediata con los demás. Los extrovertidos se nos entregan al primer encuentro, sintonizan con el contorno social, se adaptan al medio e influyen en él. Ernst Kretschmer (1888-1964) distingue los ciclotímicos, que son naturalmente abiertos, expansivos, compenetrados con el ambiente y necesitan la compañía de los demás, de los esquizotímicos, que tienen tendencia a distanciarse y difícilmente establecen contactos afectivos. Erich Rudolf Jaensch distingue los tipos integrados, en los que se da una fácil adaptación y coherencia con el mundo circundante, de los tipos desintegrados, que contemplan como extraño cuanto les viene del exterior.
Se han elaborado cuestionarios, tests, escalas de actitudes, que permiten diagnosticar rápidamente la posición del individuo en el panorama de la integración social. Thurstone empleaba el procedimiento de las comparaciones binarias, consistente en una serie de varios términos (por ejemplo, razas, nacionalidades) y se compara cada uno de ellos con los demás para descubrir su grado de aceptación en un medio determinado. Más sencilla, la escala de Lickert presenta una serie de afirmaciones que revelan una actitud determinada, y el sujeto tiene para responder cinco posibilidades: aceptación plena, inclinación de reservas, indiferencia, ligero desdén o rechazo total.
Bogardus en 1925 elaboraba su conocida escala de distancia social, que ha sido el origen de las innumerables escalas que hoy existen. Lo que Bogardus pretende es medir los prejuicios que mantienen separadas las razas o las naciones. Los miembros de cada una de ellas son valoradas según las posibilidades de la siguiente escala:

Los admitiría como miembros de la familia mediante el matrimonio.
Como amigos personales.
Vecinos de su casa.
Compañeros de trabajo.
Conciudadanos de su país.
Sólo como turistas de su nación.
Les prohibiría la entrada en su país.
Con esta escala podemos conocer los conflictos, las tensiones y los prejuicios que actúan desintegradoramente en la sociedad. Así podemos programar su reducción por una educación que estimule el progresivo acercamiento entre todos. O felizmente tal vez podamos detectar un alto sentido de convivencia, la estimación a las demás razas, pueblos, clases o grupos sociales, en cuyo caso conviene subrayar los altos ideales sociales y morales en que está inmerso ese centro docente, para cobrar una clara conciencia de su positivo valor.

4. Sociometría: Captación y mejora de relaciones sociales espontáneas
La Sociometría es una técnica que ha logrado detectar los lazos sociales espontáneos que unen a los individuos. Aparecen líderes que influyen positiva o negativamente sobre los demás; hay alumnos bien integrados en los grupos, marginados y hasta rechazados.
Jacob L. Moreno (1892-1974) ha sido el creador de esta técnica destinada a detectar la estructura informal de los grupos.
Su objetivo es lograr una mayor integración social, una reducción de tensiones y una distribución de tareas de acuerdo con las agrupaciones espontáneas de los sujetos. Se pregunta a cada sujeto con quién prefiere agruparse para trabajar, practicar el deporte o sencillamente a quién le gustaría tener de compañero de mesa. Las elecciones se pasan a una tabla sociométrica de doble entrada. En el eje de ordenadas aparecen los alumnos como electores y en el de abscisas como posibles elegidos. Posteriormente se elabora el sociograma, cuya técnica más sencilla consiste en trazar círculos concéntricos, colocando en cada círculo los individuos que han tenido el mismo número de elecciones. Luego se enlazan mediante flechas, dirigidas de los electores a los elegidos. Inmediatamente aparecerán los grupos: parejas aisladas, elecciones en cadena que forman triángulos, cuadrados... o, lo más frecuente, ramilletes cuyas líneas de fuerza se dirigen a los líderes como grandes polos de atención.
El sociograma nos permite tener una idea inmediata de las relaciones y tensiones existentes en clase. Moreno, además, mediante el sociodrama y el psicodrama, intenta romper tensiones, integrar a los solitarios, intercomunicar las agrupaciones y, en definitiva, lograr una mejor adaptación social de los sujetos.