viernes, 22 de enero de 2021

Necesidades básicas y sus concomitantes culturales: Producción colectiva

Ya sea una tribu primitiva o un pueblo notablemente civilizado, vemos que ellos dependen para su supervivencia no sólo de lo que el medio les proporciona para comer, vestirse, salvaguardar su integridad corporal y su salud. Para producir todos los objetos, deben seguir las técnicas, regular su conducta colectiva y mantener viva la tradición del conocimiento, derecho y ética por medio de un sistema de actividades que, al ser analizadas, resultarían económicas, jurídicas, educacionales, políticas, científicas, mágicas, religiosas y éticas. Un permanente desmejoramiento en el equipo material, en la solidaridad colectiva, en el adiestramiento individual y en el desarrollo de sus aptitudes, conduciría a la larga, no meramente a la desorganización de la cultura, sino a la inanición, a las epidemias y al relajamiento de la eficiencia personal, y de aquí también, evidentemente, a la depopulación.

Desde que el funcionamiento conjunto e integral de una cultura, primitiva o desarrollada, proporciona los medios para la satisfacción de necesidades biológicas, cualquier aspecto de la producción colectiva, en el más amplio sentido del término, es biológicamente tan necesario como el llevar a cabo, completa y adecuadamente, todas las series vitales. En las culturas primitivas la adhesión a lo tradicional, con frecuencia considerada como conservadora, esclava o automática, es perfectamente compresible si consideramos que el más simple conocimiento humano, las habilidades y el equipo material, deben ser mantenidos lo más determinadamente que sea posible, en un nivel eficiente de actividad. Hay muy pocas invenciones alternativas; el número de quienes conservan el saber y la tradición es limitado. Por lo tanto, debe ser grande la adhesión a lo que es conocido y a lo que puede efectivamente realizarse.

En culturas muy desarrollada, tenemos una nutrida serie de invenciones especiales para asegurar su fidelidad a nuestra tradición científica, a nuestra organización económica y a la exactitud de nuestra transmisión simbólica de ideas y nociones.

Si quisiéramos testificar nuestro principio de la construcción de las necesidades derivadas, podríamos referirnos a su dramática demostración en el presente estado histórico del mundo. La guerra integral no está sostenida meramente por elementos de destrucción. Como es obvio, el objetivo último de este instrumental es también biológico: el exterminio de organismos humanos. Indirectamente, sin embargo, los ejércitos victoriosos logran sus fines desorganizando y confundiendo a los enemigos y forzándolos así a rendirse. La guerra integral, por lo tanto, tiene sus concomitantes en las batallas económicas, en la guerra de nervios y en la propaganda. Vemos que si en una lucha económica una gran nación moderna puede imponer condiciones de inanición o de desnutrición, la victoria se logrará por el quebrantamiento de todo el organizado mecanismo de la producción e importación de alimentos. Si, por medio de la guerra económica, se puede cortar y destruir el suministro de materias primas para la producción industrial o subvertir el trabajo, vemos una vez más cómo, indirectamente y a través de muchas etapas, la destrucción de uno de los recursos afectará la eficiencia biológica de una gran comunidad moderna. Socavando o minando la organización, la moral y las relaciones simbólicamente asentadas entre los pueblos, un estado organizado puede, en tiempos de guerra, derrotar a otro. La propaganda introduce a veces lo que podría llamarse un simbolismo sociológicamente desorientado.


Una consideración más minuciosa de los procesos concretos producidos en todos estos hechos, mostraría que la guerra, con sus violentas batallas, ofensivas económicas y propaganda, llega a ser efectiva como medio de coerción sólo cuando finalmente alcanza el nivel biológico del bienestar humano. La matanza, la mutilación, la exposición a ruidos y visiones formidables, actúan directamente sobre el cuerpo y el sistema nervioso.

Las necesidades derivadas tienen la misma implacabilidad de las biológicas y esta constricción es debida al hecho de que están siempre relacionadas con las exigencias del organismo. Aun aquellas actividades de derivación remota, como la ciencia y el estudio, el arte y la religión, el derecho y la ética, relacionadas como están con la ejecución organizada, con la tecnología y con la exactitud de la intercomunicación, están también en definitiva vinculadas, aunque por diversos grados, a la necesidad que los seres humanos experimentan de sobrevivir, conservar la salud y un estado normal de eficiencia orgánica.

Las actividades económicas forman siempre parte de instituciones más generales, como la familia, el clan, el municipio, el grupo político o el de edad. A veces, hasta en los pueblos primitivos, los hombres se organizan en principio para instituciones específicas. Un equipo de recolectores, una banda de cazadores o pescadores, un grupo de personas que llevan a cabo conjuntamente la faena agrícola de la comunidad, son en principio instituciones económicas en un nivel primitivo de cultura. A medida que ésta se desarrolla, aparecen grupos particulares de productores, mercaderes y consumidores. En las más altas culturas, está de más mencionar la organización de la industria, las finanzas, los bancos, las cooperativas y las uniones de consumidores como instituciones predominantemente económicas.

Es importante, sin embargo, tener en cuenta que el sistema económico de una cultura, tomado en su conjunto, implica no meramente el inventario descriptivo de las varias instituciones destinadas a la producción, al intercambio y al consumo de los bienes, sino también un análisis de los principios generales que controlan la economía de la comunidad. La economía es el estudio de la producción, cambio, distribución y consumo de la riqueza. Ésta difiere profundamente de acuerdo con el nivel de la evolución o las diferencias ambientales y depende de un determinado número de reglas legales o concepciones de valor definidas por la tradición.

Por otro lado, en toda comunidad se encuentran medios y maneras de control social, por los cuales los miembros llegan a tener noticias de sus prerrogativas y deberes; de que hay razones que impulsan y mecanismos que obligan a los individuos al cumplimiento estricto de su deber en todos sus aspectos, así como al adecuado ejercicio de sus privilegios; y finalmente, de que en caso de falta o violación, hay ciertos medios para el restablecimiento del orden y la satisfacción de las reclamaciones no atendidas. La enseñanza reclama, desde sus primeras fases hasta los estados de iniciación tribal o de aprendizaje, no simplemente respeto general y obediencia a la tradición del grupo, sino que revela al individuo las consecuencias y penalidades de la falta o la infracción.

Con frecuencia el elemento de fuerza o poder coercitivo aparece en la etapa de la disciplina y la ejercitación, más bien que el castigo por el quebrantamiento de la costumbre. La autoridad paterna es notoriamente floja y suave entre los llamados primitivos. Hay, sin embargo, otros agentes de enseñanza coercitiva que complementan o sustituyen a la autoridad doméstica: el grupo de los compañeros de juego, la rígida disciplina de los campamentos de iniciación, el severo aprendizaje que prepara al niño o al joven para tomar parte en empresas económicas o actividades militares y el organizado sistema de sanciones en los aspectos del desarrollo biológico o educativo. En este caso, también el buen investigador de campo debería penetrar más plenamente en la manera efectiva por medio de la cual la opinión pública ejerce su presión desde la infancia hasta la madurez.

Además, en la edad posterior, cuando el individuo adulto se convierte en miembro de una institución, muchas de las sanciones que lo compelen a desempeñar su papel correctamente son debidas, no al ejercicio organizado de la autoridad central dentro de la comunidad, así se trate de quien es la cabeza del grupo doméstico, de conductor del clan, la autoridad municipal o el jefe de la tribu. Las fuerzas más apremiantes y compulsivas resultan de la concatenación del servicio y su retribución; de la fuerza derivada del convencimiento, empíricamente fundado, de que un colaborador perezoso, incompetente o deshonesto se aleja gradualmente de la institución, llega a ser desterrado o expulsado. Se hunde así poco a poco en la posición de más o menos completa insignificancia e inutilidad, situación de la cual puede redimirse sólo por un cumplimiento más adecuado y escrupuloso de sus deberes. Con el estudio detallado, concreto y comprensivo del aspecto regulador de la vida primitiva, aprendemos a comprender la naturaleza real de lo que habitualmente se denomina "adhesión esclavizadora de los primitivos a las reglas, la costumbre y el tabú".

En cuanto a la educación, debemos solamente hacer constar aquí que hay pocas instituciones específicas y que el proceso de adiestramiento, de disciplina, de implantación de actitudes y costumbres correctas son inherentes a la marcha de cualquier institución. La más importante de éstas, sin duda, es el grupo doméstico, pero se comprobará que toda institución organizada proporciona un ejercicio específico, en virtud del cual los miembros recientemente incorporados deben antes que nada aprender las reglas del comercio, de la obligación social, de la etiqueta y de la moral.

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