lunes, 1 de agosto de 2016

La Edad Media: Germanos, bizantinos y musulmanes

1. La Edad Media
La Edad Media constituye un amplio período de tiempo que comenzó en el siglo V, con la invasión del Imperio romano de Occidente y el asentamiento de los pueblos bárbaros, y finalizó en el siglo XV, con la caída del Imperio bizantino (1453) y el descubrimiento de América (1492).
El aspecto más destacado de este período fue el desarrollo paralelo de dos culturas diferentes que durante ese tiempo se fueron enfrentando e imponiendo en distintas zonas geográficas:
  • La cristiana, que estaba asentada en los antiguos territorios del Imperio romano, cuya parte occidental fue ocupada por los pueblos bárbaros y en cuya parte oriental se desarrolló una floreciente civilización: la bizantina.
  • La musulmana, que nació en Arabia y se extendió por el norte de África y por España. Se caracterizó por la expansión de la religión islámica y el desarrollo de una forma de vida propia.
2. Los pueblos germanos
Los romanos llamaron bárbaros a los pueblos asentados más allá de las fronteras del Imperio. Muchos de ellos eran de origen germano, esto es, procedentes de la antigua Germania, nombre que los romanos daban a los territorios comprendidos entre los ríos Rhin, Vístula y Danubio y el mar Báltico, habitados por pueblos guerreros.
Durante el siglo V entraron en el Imperio y derrocaron al emperador romano. Muchos propietarios tuvieron que dejar sus tierras, que quedaron en manos de los nuevos ocupantes: los pueblos germanos, que se organizaron en monarquías y dividieron la parte occidental del Imperio en multitud de pequeños reinos.
Los germanos se instalaron en diversas regiones: los visigodos, en Hispania; los ostrogodos, en Italia; los anglos y los sajones, en Britania; los francos, en la Galia, etc. Tenían una economía basada en la agricultura y en la ganadería, y su asentamiento provocó la vuelta al modo de vida rural y la práctica desaparición del comercio.
De entre todos los reinos que se formaron en la zona del antiguo Imperio romano de Occidente, cabe destacar el de los visigodos, por haberse instalado en Hispania, y el de los carolingios, por su importancia.

2.1. Los visigodos
En el siglo V, cuando la Península Ibérica era aún una provincia romana, se produjo la invasión de los suevos, los vándalos y los alanos, pueblos bárbaros procedentes del norte de Europa.
Para expulsar a estos pueblos, Roma solicitó la ayuda de los visigodos, que se habían asentado en el sur de Francia. Tras la caída de Roma, y ante el empuje de los francos, los visigodos se instalaron en Hispania y establecieron la capital en Toledo. Convivieron con los hispanorromanos, que mantuvieron su lengua latina, su cultura romana y su religión cristiana. Los visigodos fueron derrotados por los musulmanes en el 711.
La sociedad y la economía de la España visigoda presentaban los siguientes rasgos: el comercio era escaso, la vida se organizaba en torno a pequeñas aldeas que surgieron con carácter defensivo, y los campesinos quedaron bajo la dependencia de los grandes propietarios. La sociedad estaba formada por los nobles, todos ellos de origen visigodo, que tenían el poder político, militar y económico, y el resto de la población hispanorromana.

2.2. El Imperio carolingio
Los francos, pueblo procedente del Rhin, se establecieron en el norte de la Galia. En el año 507 expulsaron a los visigodos y crearon un gran reino.

A principios del siglo IX, Carlomagno, rey de los francos, intentó restaurar el antiguo Imperio romano de Occidente y se enfrentó a germanos, bizantinos y musulmanes.
Se creó así el Imperio carolingio, que llegó a ocupar la Galia, Germania, Italia y parte de Cataluña, y que tenía su capital en Aquisgrán.
Carlomagno organizó su imperio en condados y marcas (generalmente en terreno fronterizo), y realizó una importantísima labor cultural a través de la escuela palatina de Aquisgrán.
Luis el Piadoso, hijo de Carlomagno, heredó un imperio consolidado, pero la expansión territorial había terminado. Tras su fallecimiento, los territorios del Imperio carolingio se repartieron entre sus hijos Carlos el Calvo, Lotario y Luis el Germánico, mediante el Tratado de Verdún (843).

3. El Imperio bizantino
Las provincias orientales del Imperio romano rechazaron las invasiones de los pueblos bárbaros, mantuvieron su organización política y sus ciudades fueron prosperando con una actividad artesanal y comercial muy importante.
En torno a Bizancio, ciudad a la que Constantino había cambiado el normbre por el de Constantinopla, y que era la capital del Imperio romano de Oriente, se formó el Imperio bizantino, que alcanzó su máximo esplendor en el siglo VI, durante el mandato del emperador Justiniano el Grande.

El emperador Justiniano, en un detalle del mosaico que se encuentra en la Iglesia de San Vital, en Rávena (Italia)
El Imperio bizantino recibió una fuerte influencia de Oriente, pero conservó el derecho y la administración romanos, así como las costumbres y la religión cristianas. Se caracterizó por su estabilidad política, su esplendor cultural y artístico y unas prósperas relaciones comerciales con Oriente y Occidente.
Debido a que poseía un poderoso ejército, resistió las invasiones de los pueblos bárbaros y la expansión del islam. En el siglo XII comenzó su decadencia, que terminó en 1453, con la caída de Constantinopla en poder de los musulmanes (turcos).

3.1. El arte bizantino
La arquitectura bizantina se caracteriza por el uso del arco de medio punto, la planta de cruz griega (con brazos de igual longitud) o basilical (planta rectangular con una o más naves), por el empleo de la cúpula (cubierta de forma semiesférica), así como por el lujo en la decoración de los interiores, que se recubrieron con mosaicos que constituyen la máxima expresión del arte bizantino. En ellos, los artistas rompen con el realismo; así, en su deseo de resaltar la espiritualidad de los personajes, los representaban de forma idealizada sobre un fondo de color dorado. Las figuras son rígidas, aparecen dispuestas de frente y en ellas no se observa profundidad ni volumen. 
Las principales construcciones fueron los palacios y las iglesias, entre las que destacan la iglesia de Santa Sofía, en Constantinopla, y la de San Marcos en Venecia. 

Interior de la Iglesia de San Marcos en Venecia
4. El Islam
La civilización islámica se originó en la península arábiga, una región situada entre el mar Rojo y el golfo Pérsico, desértica en su mayor parte; la zona sur es la única que dispone de agua, por lo que su población se hizo pronto sedentaria.
Los únicos habitantes de la zona interior, árida y sin vegetación, eran los beduinos, que se agrupaban en tribus y vivían del pastoreo de cabras y camellos; eran nómadas, ya que la necesidad de buscar agua y pastos para el ganado les obligaba a ir de un oasis a otro.
En la zona occidental de la península se encontraban las ciudades más importantes (La Meca y Medina). Aunque ésta era también una región árida, constituía la zona de paso de las rutas comerciales. Las caravanas de mercaderes recorrían el desierto con regularidad y llevaban los productos a las principales ciudades de Arabia, comunicando así el Mediterráneo, el mar Rojo y el golfo Pérsico. 

4.1. Mahoma: el nacimiento del islam
Mahoma es el profeta del islam. Nació en la ciudad de La Meca en el año 571. Dedicado al comercio, era un hombre culto que solía retirarse a meditar. Según la tradición, el arcángel Gabriel se le apareció en cierta ocasión y le ordenó predicar la religión de Alá. Esta nueva doctrina constituye el islam, término que significa sumisión a Dios.
La palabra de Alá revelada a Mahoma se recoge en el Corán, el libro sagrado de los musulmanes, que contiene las obligaciones básicas del islam:
  • Creer en un solo dios, Alá, y en Mahoma, su profeta.
  • Orar al menos cinco veces al día, arrodillado en dirección a La Meca.
  • Dar limosna a los necesitados.
  • Ayunar desde el amanecer hasta la puesta del Sol, durante el Ramadán (noveno mes del año lunar árabe).
  • Peregrinar a La Meca, la ciudad sagrada, al menos una vez en la vida.
4.2. La expansión del islam
Los árabes adoran la Piedra Negra, que probablemente es un meteorito, y que se encuentra en el santuario de la Kaaba, en La Meca. Este culto ya atraía numerosas peregrinaciones antes del nacimiento de Mahoma. Posteriormente, la religión islámica consideró este punto como el lugar sagrado de la Tierra. Aquí comenzó Mahoma a predicar su doctrina. Con ella pedía el abandono de la religión politeísta y la conversión al islam.
Ante la oposición de los habitantes de La Meca, Mahoma se vio obligado a abandonar la ciudad y, acompañado de sus seguidores, se instaló en Yatrib, posteriormente denominada Medina (ciudad del profeta). Esta marcha, que se produjo en el año 622 y se conoce como la Hégira, marca el inicio del calendario musulmán (año 0). 
Mahoma murió en el año 632 y le sucedieron diversos califas. El califa, cuyo significado sería sucesor, era la máxima autoridad entre los musulmanes. Además del poder político y militar, tenía también el religioso.
Los cuatro primeros califas fueron personas cercanas a Mahoma que propagaron la Guerra Santa, que se libró contra los infieles para propagar la doctrina del islam.
Los sucesores de Mahoma consiguieron someter a toda Arabia bajo el poder del islam. Los siguientes califas conquistaron el Imperio persa (Mesopotamia e Irán) y parte del Imperio bizantino (Egipto, Siria y Palestina) y se extendieron hacia el norte de África.
Los califas de la familia Omeya, que gobernaron el islam entre los años 661 y 750, instauraron la capital en Damasco (Siria) y conviertieron el cargo de califa en hereditario. Continuaron su expansión hacia Oriente (llegando hasta la India) y hacia Occidente. En el año 711 cruzaron el estrecho de Gibraltar desde el norte de África y, posteriormente, sometieron a gran parte de la península ibérica. Este territorio conquistado recibió el nombre de Al-Andalus. 
Durante el gobierno de la familia Abasí (750-945), la capital se trasladó a Bagdad (Irak). Comenzó entonces un período de decadencia, y el Imperio se dividió en territorios independientes. 

4.3. La economía
Las principales actividades económicas de los musulmanes eran la agricultura, el pastoreo nómada, la artesanía y el comercio.
  • Agricultura: Los árabes aprovechaban para sus cultivos las zonas de los oasis. difundieron por Occidente técnicas de regadío para árboles frutales y otros productos de huerta. Su preocupación por el agua, un bien escaso en el desierto, les llevó a fabricar utensilios para obtenerla y transportarla más fácilmente, como el balancín, la noria y las acequias, entre otros. Aprendieron a cultivar y refinar el azúcar e incorporaron muchos cultivos asiáticos en la dieta occidental: arroz, trigo, naranja, limón, plátano, sandía, espárragos, alcachofas, espinacas, berenjenas... También introdujeron el café, que posteriormente los europeos llevaron a América.
  • Ganadería: Debido a la pobreza de las tierras áridas o desérticas, los árabes practicaban un tipo de pastoreo nómada de ovejas, cabras y camellos.
  • Artesanía: Desarrollaron diversas técnicas artesanales, como el curtido de pieles, la elaboración de tapices, alfombras y tejidos, y la fabricación de joyas, perfumes y armas, entre otras.
  • Comercio: El comercio constituía la mayor fuerte de riqueza de los árabes. Éstos dominaban las grandes rutas comerciales desde el Golfo Pérsico hasta Asia Central. Los núcleos mercantiles más importantes eran las ciudades de Damasco, Bagdad, El Cairo, Alejandría y Fez. Utilizaban vías de transporte terrestres, marítimas y fluviales. Comerciaban con productos de lujo procedentes de Oriente y de África, como especias, seda, marfil, etc., y con esclavos. La moneda principal era el dinar de oro.
4.4. La sociedad
La población musulmana era fundamentalmente urbana, es decir, vivía en ciudades que conocieron un gran desarrollo gracias a la artesanía y al comercio.
Las calles de las ciudades musulmanas tenían un trazado irregular, eran estrechas y algunas de ellas carecían de salida. Las viviendas eran de dos pisos. Las ciudades estaban amuralladas, y en su interior se hallaba la medina, donde se encontraban la mayor parte de las viviendas, la mezquita, el mercado o zoco, el alcázar (o residencia del gobernador o alcaide), los baños y otros edificios. Fuera de la muralla se situaban otros barrios o arrabales.
La sociedad musulmana estaba estructurada en los siguientes grupos:
  • La aristocracia, que estaba formada por las familias vinculadas a los emires o califas y tenía el poder político y económico.
  • El grupo social medio, que se hallaba constituido por comerciantes, artesanos y ganaderos, y que mantenía cierto nivel económico.
  • La gran masa popular, que solía estar integrada por campesinos, ganaderos o artesanos que no tenían ninguna propiedad o por pequeños comerciantes que exponían sus mercancías en la calle. Este grupo se encontraba agobiado por el pago de los impuestos y, por lo general, vivía en la pobreza.
A la población no musulmana o sometida durante la expansión se le permitía mantener sus propiedades y su religión, pero tenían que pagar un tributo del que estaba exento el resto de la población. Si se convertían al islam, no tenían que abonarlo.

La mujer en el mundo árabe                 
Las mujeres únicamente podían ser vistas por su marido o por sus familiares. Pasaban el día encerradas en viviendas, que solían ser pequeñas y que tenían sus ventanas orientadas hacia el interior, donde había un patio o un jardín. Las que daban a la calle estaban provistas de revestimientos de madera, llamados celosías, que les permitían observar el bullicio exterior sin ser vistas por nadie. Incluso en sus escasas salidas, las mujeres debían llevar velo.
Además, no elegían a su marido: generalmente, era la madre del novio quien seleccionaba a su futura nuera, y el consentimiento mutuo de los esposos no era necesario. Sin embargo, los hombres podían tener varias mujeres, siempre que pudieran mantenerlas.
Michael Weply y Anne Sefrioui, Las civilizaciones islámicas

4.5. La cultura
Los árabes acogieron la cultura de los pueblos conquistados. A su vez, propagaron su religión y con ella su lengua. Asimismo, los musulmanes recuperaron la cultura y la ciencia de la Antigüedad. Tradujeron a la lengua árabe y comentaron obras de Aristóteles, Euclides, Ptolomeo, Arquímedes, Galeno, etc. Pusieron en contacto los legados oriental y europeo y añadieron el suyo propio. Fueron grandes alquimistas, astrónomos y matemáticos, y desarrollaron la óptica y la botánica, así como la medicina, disciplina en la que destacó Avicena. 
Gracias al comercio, los árabes transmitieron a Europa avances técnicos e intelectuales como la fabricación de papel, la brújula, la pólvora, el molino de viento y el número cero, entre otros.
El literatura destacaron, sobre todo, por los cuentos. La obra más conocida en Occidente fue Las mil y una noches, donde se narran historias como la de "Alí Babá y los cuarenta ladrones", "Aladino y la lámpara maravillosa" y "Simbad el marino", entre otras.

Las mil y una noches
Las mil y una noches es una colección de cuentos persas, indios y egipcios, recogidos y adaptados al mundo árabe en el siglo IX.
La historia gira en torno al califa Harum al-Rashid, que, sintiéndose engañado por su esposa, decidió vengarse llevando cada noche a su lecho a una muchacha que era ejecutada al amanecer. Para acabar con estas muertes, la princesa Sherezade se ofreció voluntaria y cada noche iniciaba un maravilloso cuento que interrumpía al amanecer.
El califa, deseoso de conocer el final de la historia, retrasaba la ejecución de la princesa. Así transcurrieron mil y una noches hasta que, finalmente, el califa reconoció su error y se casó con Sherezade.

Asimismo, el arte islámico, que tomó elementos del romano, el bizantino, el persa, el visigodo, etc., para configurar un estilo de gran personalidad, ha dejado impresionantes muestras de su genio en los territorios que formaron parte del Imperio.