domingo, 31 de mayo de 2015

Saber vivir moralmente

1. Valores humanizadores: ser persona
Para hablar de talla humana tenemos que destacar aquellos valores sin los que no podemos representarnos que una persona pueda ser "humanamente" feliz. La historia nos ha ayudado a descubrir lo que deshumaniza: la esclavitud, la explotación, el servilismo, la mentira, la hipocresía, la insolidaridad. Y, por contra, lo que humaniza: la libertad, la autonomía, la veracidad, la solidaridad. De quien vive en contra de estos valores podemos decir que no está "alto de moral", sino desmoralizado, sin ánimo, sin energía. Quien se lanza a la aventura de encarnarlos es el que apuesta por estar "en su quicio y eficacia vital".
Ahora bien, cada uno de nosotros tendrá su peculiar modo de vivir estos valores y otros que para él serán especialmente atractivos.

2. Autorrealización personal: Sé el que eres

¿Quién soy yo propiamente? Mi respuesta es ésta: desde el instante en que tomé conciencia de mí, soy aquel en que libremente me he convertido y lo soy porque he sido yo quien me he convertido en él.
J. G. Fichte

Cada ser humano es único e irrepetible, y por eso cada uno ha de averiguar cuál ha de ser su peculiar modo de vivir bien, que es lo que se llama autorrealización. En la tarea de averiguarlo pueden ayudarle personas que le conocen y expertos, y también puede aprender de ejemplos que le resulten convincentes. Pero al final cada uno tiene que descubrir qué es lo que realmente quiere y prepararse para conseguirlo. Para cada uno vale el imperativo: sé el que únicamente tú puedes ser.

3. Normas y deberes: persona en sociedad
Las normas son imprescindibles para convivir. Nos permiten anticipar la conducta de los demás, presuponer cómo va a actuar y, sobre esa base, ordenar nuestra conducta de acuerdo con unos valores u otros. Hay normas de distinto tipo: morales, jurídicas, religiosas, sociales. Pero, cuando queremos distinguirlas entre sí, nos percatamos de que las diferencias no proceden tanto del contenido, que en ocasiones es el mismo, como de su forma; en concreto, de los siguientes cinco elementos formales:
  • quién es el que promulga el mandato y exige, por tanto, su cumplimiento (de dónde procede la coacción que acompaña a cualquier mandato);
  • quiénes son los destinatarios;
  • ante quién debe responder el que lo infringe;
  • qué tipo de sanción recibe quien inflinge el mandato;
  • de quién se puede esperar obediencia.