sábado, 19 de diciembre de 2020

Los niveles educativos de la escuela romana

En la Roma Imperial, tres eran los niveles sucesivos de la enseñanza, los cuales correspondían normalmente a tres tipos de escuelas confiadas a otros tantos maestros especializados; a los siete años el niño ingresa en la escuela primaria, a los doce entra en la escuela de gramática y a los dieciséis pasa a la de retórica. Los estudios superiores pueden prolongarse hasta los veinte años, o incluso por más tiempo.

1. Escuela primaria

Para la mayor parte de los niños, la escuela era la institución normal, y por lo que parece, las niñas la frecuentaban al mismo tiempo que los varones, si bien tal vez se utilizaban más a menudo para ellas preceptores privados. Por otra parte, desde el punto de vista moral, los peligros de la calle no eran menores para los niños que para las niñas. Los romanos también se vieron obligados a adoptar la costumbre griega del esclavo acompañante, al que denominaban con su nombre griego de "pedagogo". El pedagogo conducía pues al niño hasta la escuela. Si se le elegía bien, podía desempañar el papel de preceptor, encargado de la formación moral del niño.

El maestro de escuela era un pobre diablo; su oficio es el último de los oficios y mal retribuido. Todo salario era algo degradante a los ojos de la aristocrática sociedad antigua, así latina como griega. El oficio de preceptor no depara prestigio alguno a quien lo ejerce; es propio de esclavos, libertos o personas de casta humilde.

La jornada del pequeño escolar comienza de madrugada, desde el alba, aun en pleno invierno.

El programa de la escuela primaria tiene siempre miras muy limitadas: se aprende en ella a leer y a escribir, nada más; todo cuanto exceda de este contenido corresponde al nivel secundario. Se comienza desde luego por el alfabeto y por el nombre de las letras antes de conocer la forma de éstas. De las letras se pasa a las sílabas, aprendiendo también todas sus combinaciones; luego llega el turno de las voces aisladas. La enseñanza de la escritura se encara simultáneamente con la lectura; el niño escribe en su tablilla las letras, la palabra o el texto que debe leer. En los comienzos se emplean alternativamente dos métodos: uno, consiste en guiar la mano del niño; el otro, más moderno, tal vez propio de la escuela latina, consiste en utilizar letras grabadas en las tablillas enceradas, que el estilo del alumno reproduce siguiendo el surco grabado en la cera.

A la lectura y a la escritura se halla íntimamente asociadas la recitación: el niño aprende de memoria los textos breves sobre los cuales han versado sus ejercicios, no sólo para formar su espíritu, sino también para abastecer su memoria.

Por último, el cálculo operativo. Lo mismo que entre los griegos aprender a calcular consistía ante todo en el aprendizaje del vocabulario numeral, en tiempos del imperio romano se introdujo en la escuela cierta práctica del cálculo en el sentido moderno del vocablo.

Los métodos de la pedagogía romana son tan griegos como sus programas: métodos pasivos, donde la memoria y la imitación constituyen las cualidades más apreciadas en el niño.

2. Enseñanza secundaria

No todos los niños llegaban a ella: la sociedad romana fue siempre una sociedad aristocrática y los estudios superiores formaban parte de los privilegios de la élite. La escuela de gramática en que ahora penetramos tiene un nivel algo más elevado; aquí se nos muestra con gusto el gramático. Éste propiamente dicho goza de una condición superior, sin duda alguna, a la del simple maestro de escuela. El oficio de gramático sigue siendo un oficio mal retribuido. Muchos son de origen servil y el oficio en sí recoge los residuos sociales, niños abandonados, individuos arruinados o fracasados.

La enseñanza del gramático latino presenta los dos aspectos característicos de la gramática helenística: el estudio teórico de la lengua correcta y la explicación de los poetas clásicos. Bajo la denominación de gramática se enseña siempre, esencialmente, el mismo análisis práctico y abstracto de los elementos del lenguaje. Los progresos de la gramática metódica, el fondo esencial de la enseñanza impartida por el gramático continúa siendo la explicación de los autores, de los poetas.

En cuanto al método observado en los estudios, una vez establecido que es el mismo de la escuela helenística, poco queda por decir: lectura expresiva de un texto corregido de antemano, ejercicio que ofrece las mismas dificultades experimentadas entre los griegos. La explicación que debe desembocar en un juicio de conjunto desde un punto de vista estético, abarca dos aspectos: comentario de la forma y comentario del fondo. La metodología, la leyenda heroica, ocupaban de hecho un puesto de privilegio en la erudición gramatical; pero junto a ella la historia, la geografía y todas las ciencias no debían escatimar su contribución.

Para completar este cuadro de la enseñanza del gramático sólo queda por mencionar los ejercicios prácticos de estilo, esos ejercicios preparatorios por medio de los que se prolongaba el aprendizaje de la elocuencia.

3. Enseñanza superior

Se trata pues de la enseñanza del arte de la oratoria. También ésta se confía a un maestro especializado, que en latín se denomina "rétor" y a veces "orator", aunque a este último le corresponde una acepción más amplia.

El rétor ocupa un lugar notoriamente más elevado que sus colegas de las dos primeras enseñanzas. Se le paga mejor. La enseñanza de éste tiene por objeto la maestría o dominio del arte de la oratoria. Enseñanza de todo punto formal. Aprenden las reglas y se acostumbran a usarlas.

No hay una retórica latina propiamente dicha. La tarea de los retores latinos del siglo I a.C., y la de Cicerón después, habían consistido simplemente en elaborar un vocabulario de los retores griegos. La escuela latina jamás logró una tradición pedagógica propia pues siempre se mantuvo a lo largo del Imperio en muy estrecho contacto con la retórica griega.

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