domingo, 2 de junio de 2019

La animación sociocultural

El concepto de animación sociocultural aparece en los años sesenta para acoger a una serie muy variada de actividades que se desmarcan de los cauces académicos y formales de producción, transmisión y expansión de la cultura.

La animación sociocultural se planteó como una alternativa a la difusión cultural. La propia palabra "animación", contrapuesta a "difusión", denota la diferencia entre la voluntad de hacer de los individuos y las comunidades agentes activos de la cultura, y la sola pretensión de acercar a aquéllos el patrimonio cultural establecido. Se ha propuesto un esquema fundado en dicotomías para caracterizar diferencialmente a la animación de la difusión. Después veremos que este esquema es simplista, pero por el momento sirve para dar una imagen rápida de las concepciones culturales que subyacen en muchas de las iniciativas de animación sociocultural:

Además de distinguir la animación de la difusión, se ha insistido en diferenciar dos tipos de política cultural. Son designados mediante las expresiones "democratización de la cultura" y "democracia cultural". Como explican E. Grosjean y H. Ingberg (1980), la primera reposa sobre una concepción patrimonial de la cultura. La cultura se entiende como algo establecido que hay que hacer accesible a todos; se trata de extender sus beneficios desde las élites, que tradicionalmente han sido sus únicas beneficiarias, al conjunto social. Pero la cultura, en este contexto, sigue siendo algo que se genera al margen de quienes serán sus receptores: es un patrimonio que hay que conservar y difundir, pero cuya definición, desarrollo y dinamización corren a cargo de ciertos sectores sociales muy minoritarios. La "democracia cultural" implica una orientación cualitativamente distinta. Se trata, según los autores citados, de "poner en tela de juicio la noción patrimonial de cultura, y en consecuencia la política de más amplia repartición de sus beneficiarios, para reemplazarla por un concepto que confía la definición de la cultura a la misma población". La animación sociocultural se entiende así más como un instrumento para la "democracia cultural" que para la sola "democratización de la cultura"; más que un medio para difundir la cultura, se pretende como un medio para catalizar las energías que poseen los individuos y las comunidades para devenir agentes activos de la misma.
De lo dicho se puede sobrentender que la animación sociocultural rebasa el marco de la cultura en su acepción restringida (conjunto de productos acabados y exquisitos), para integrar las formas plurales de la llamada "cultura popular". Incluso, el primer término de la expresión "sociocultural" quiere indicar que las acciones de la animación pueden dirigirse también a aspectos diversos de la vida comunitaria, de la cotidianeidad y, en general, de la calidad de vida.
Aunque la animación sociocultural suponga una revalorización de la cultura popular frente a la cultura de élite, aunque se polarice hacia la "democracia cultural" y no tanto hacia la simple "democratización de la cultura", y aunque se presente como una alternativa de participación real y creativa a la mera difusión, no creemos que sea necesario ni conveniente establecer oposiciones tajantes, y a veces simplistas, del tipo de las que pueden ser sugeridas por el esquema arriba sugerido. La difusión y conservación de la gran cultura patrimonial no se opone necesariamente al cultivo y potenciación de la cultura popular. La "democracia cultural" no está reñida con la facilitación del acceso a la cultura patrimonial a los más amplios sectores de la sociedad. En último término, ambos tipos de acción tienden a complementarse y, por tanto, han de integrarse conjuntamente en las políticas culturales.
En cuanto a los aspectos a que atiende la animación sociocultural y los medios que se utilizan, la variedad es muy grande. Las actividades de la animación sociocultural pueden tener contenidos artísticos (teatro, cine, artes plásticas y artesanía, música...), intelectuales (conferencias, debates, mesas redondas... sobre historia, pensamiento, divulgación científica...), deportivos (carreras y campeonatos de diversas especialidades entre aficionados...), recreativos (fiestas populares, verbenas...), sociales y reivindicativos (actos y manifestaciones para demandar equipamientos públicos, de carácter ecológico...). Los medios son asimismo muy diversos: pueden utilizarse instituciones estables (casas de cultura, ateneos, centros cívicos y comunitarios, universidades populares, asociaciones de vecinos, cineclubs...); pueden ser medios móviles o itinerantes (blibliobuses, misiones culturales...); pueden utilizarse medios de comunicación (emisoras locales de radio o televisión en circuito cerrado, revistas o periódicos locales...). En realidad, es posible elaborar taxonomías tan prolijas como las propuestas respecto a la educación no formal en general.
Para concluir estas líneas sobre la animación sociocultural es obligado ubicar a ésta en el contexto general de lo educativo. No es discutible su consideración como tarea educativa y, en el sentido dado anteriormente, es perfectamente ubicable en el sector no formal: se trata de actividades intencionales y diferenciadas con proyección educativa que se sitúan fuera del sistema graduado de enseñanza. La animación sociocultural nació íntimamente emparentada -y, a veces, incluso confundida- con la educación de adultos, la educación popular, la pedagogía del ocio y, por supuesto, con la educación permanente. Es imposible establecer una delimitación estricta que permita situar a ciertas actividades, instituciones o medios concretos bajo uno solo de aquellos rótulos: son sectores o tipos de educación que se penetran mutuamente.