En tanto que persona el alumno ha de ser entendido como principio de actividad. Como actividad exterior que se refleja en las realizaciones prácticas; pero también como actividad interior que se proyecta en una modificación, enriquecimiento o empobrecimiento, de la personalización del hombre.
El hecho de que la actividad interior no pueda ser conocida sino a través de una actividad expresiva hace más patente la necesidad de que el proceso educativo se apoye en la expresión. Toda la programación del trabajo escolar ha de realizarse en función de la actividad expresiva del alumno. El alumno, dentro de la educación personalizada, se concibe como un sujeto capaz de recibir estímulos, capaz de crear y capaz de descubrir.
1. La singularidad de cada alumno
Las diferencias singulares entre los alumnos ponen de relieve la necesidad de un diagnóstico lo más preciso posible que abarque el campo de las aptitudes, de los conocimientos, de la emotividad y de los intereses de cada alumno, ya que todos y cada uno de los aspectos mencionados son factores que han de ser tenidos en cuenta como variables en la programación de las actividades escolares. Pero no basta el diagnóstico de la personalidad, sino que habrá que plantearse también el problema de conocer y evaluar el contorno social, y especialmente el familiar que condiciona la vida y la educación de los estudiantes.
El diagnóstico de los escolares ha de entenderse en primer lugar como un elemento para que ellos mismos se conozcan, para que acepten sus limitaciones y desarrollen sus aptitudes. Este conocimiento previo de sí mismo es el mejor fundamento para la autoevaluación de los escolares y, por supuesto, para motivar el aprendizaje de acuerdo con las posibilidades, los intereses y las experiencias del alumno.
2. Autonomía de la persona. Iniciativa y liderazgo de los alumnos
La educación en función de la autonomía personal no sería más que un proceso en virtud del cual el sujeto va adquiriendo progresivamente la responsabilidad de su propia vida hasta llegar un momento, en pleno desarrollo, en el cual como persona es independiente de los demás.
La libertad del hombre se realiza en la medida en que éste es capaz de utilizar elementos o situaciones que le son dadas originariamente. Cualquier iniciativa exige una previa liberación de la ignorancia. Cuantos más conocimientos se tengan en relación con un problema determinado la decisión que se tome es más libre, está menos limitada, tiene más posibilidades de ser eficaz.
Por otra parte, toda autonomía presupone la aceptación objetiva de la realidad, es decir, su conocimiento y evaluación. Sólo sobre un conocimiento y evaluación correctos de cualquier situación dada se puede establecer una adaptación consciente, una actitud de inconformismo y, por supuesto, una actitud de rebeldía.
La educación personalizada considera al alumno con capacidad para liberarse de sus propias limitaciones, especialmente de su ignorancia, con capacidad de iniciativa, con capacidad de ser dueño de sí mismo e incluso de participar en el liderazgo de la sociedad.
3. Apertura de la persona. Capacidad de expresión y relación de los alumnos
Si la apertura al otro es un rasgo de la persona parece que inmediatamente nos abocamos al mundo de la expresión como medio de relación y, por supuesto al mundo de la relación misma.
Dentro de una educación personalizada, el alumno es una persona capaz de utilizar todas las formas de expresión.
Por lo que se refiere a la relación misma, dentro de la institución escolar el alumno es un sujeto capaz de participar en la organización formal dispuesta de acuerdo con las normas generales, previamente establecidas, que dirigen u orientan la actividad escolar.
Pero también todos y cada uno de los alumnos son capaces de establecer relaciones espontáneas que determinan la formación de grupos y originan una cierta organización informal dentro de la escuela.