sábado, 12 de abril de 2014

El estudio de la guerra

La guerra primitiva no es ni caprichosa ni instintiva; constituye simplemente uno de los mecanismos de interrupción que ayudan a mantener las poblaciones humanas en un estado de equilibrio ecológico con sus hábitat. Si las guerras son provocadas por instintos homicidas innatos, entonces poco es lo que cabe hacer para impedirlas. En cambio, si son provocadas por relaciones y condiciones prácticas, entonces podemos reducir la amenaza de guerra modificando estas condiciones y relaciones.
Únicamente un conjunto sumamente poderoso de fuerzas culturales puede explicar la práctica del infanticidio femenino y tratamiento preferencial otorgado a las criaturas de sexo masculino. Desde un punto de vista estrictamente biológico, las mujeres son más valiosas que los hombres. La mayor parte de los varones son, en lo que se refiere a la reproducción, superfluos, puesto que basta un sólo hombre para dejar embarazadas a cientos de mujeres. Sólo las mujeres pueden dar a luz y amamantar a los niños (en sociedades que carecen de biberones y de fórmulas que sustituyan a la leche materna). De existir algún tipo de discriminación sexual contra las criaturas, predeciríamos que los varones serían las víctimas. Pero sucede al revés. Esta paradoja es muy difícil de comprender si admitimos que las mujeres están capacitadas física y mentalmente para realizar todas las tareas básicas de producción y subsistencia con independencia total de cualquier ayuda de los varones.
La presunta base biológica de la división sexual del trabajo es completamente absurda. Mientras todas las mujeres de un grupo no se encuentren al mismo tiempo en el mismo período de embarazo, las mujeres podrían administrar perfectamente por sí solas las funciones económicas consideradas como prerrogativa natural de hombre, como, por ejemplo, la caza o el pastoreo.
La única actividad humana, aparte de la sexual, para la cual es indispensable la especialización del varón es el conflicto bélico que requiere armas de mano.
La guerra invierte el valor relativo de la aportación que hombres y mujeres hacen a las perspectivas de supervivencia del grupo.