viernes, 21 de marzo de 2014

La educación en la Grecia antigua

 Atenas 
La educación era privada. No existían las escuelas públicas. Aunque Platón defendía la necesidad de la escuela pública, los griegos pensaban que daba mejor resultado una enseñanza competitiva y no dirigida por el Estado.
Los niños iban a la escuela desde los seis hasta los dieciséis años, acompañados de su pedagogo, que en griego significa "el que acompaña al niño".
Aprendían ortografíamúsica y gimnasia. La ortografía consistía en el aprendizaje y correcto dominio de la lengua griega.
La música era muy importante para la formación del individuo. Pero el concepto de "música" para los griegos no era solo lo que entendemos hoy, sino que abarcaba todo lo referente a la palabra. Por eso tenían tanta importancia los cuentos. A este respecto, Platón decía que, curiosamente, la educación de los niños se basaba no en la verdad, sino en la mentira, porque en el fondo los cuentos son mentiras, fantasías y leyendas. Esas mentiras en forma de cuento son fundamentales para educar la imaginación de un niño.
La gimnasia comprendía diferentes disciplinas deportivas: lucha, carrera, salto, lanzamiento de disco y de jabalina. Todos estos ejercicios se hacían desnudos; y eso es lo que significa en griego la palabra gimnós. El lugar donde se realizaban los ejercicios gimnásticos se llamaba palestra; y así se sigue llamando actualmente el gimnasio en italiano. No era considerado educado el joven que no supiera pelear, usar el arco y nadar. Todavía hoy en Italia se sigue llamando ignorante al que no sabe escribir ni nadar.
A los dieciocho años, los jóvenes estaban ya preparados para la vida militar: ésta era la segunda etapa de la vida del hombre griego. Pasaba de niño a joven soldado o efebo. A partir de ese momento, el soldado era entrenado durante dos años para ser un buen ciudadano y un buen patriota. Vivía en comunidad con otros soldados y continuaba su formación intelectual con la lectura y la música.

 Esparta 
Esta ciudad educaba a sus hombres como soldados para la guerra, lo que hizo de Esparta la primera potencia militar de Grecia. Los espartanos no valoraban las artes tanto como los atenienses, porque no las consideraban útiles para la guerra. El diálogo y el debate característicos de Atenas eran sustituidos por una cadena de mando jerarquizada. El ideal espartano era el ideal del patriota guerrero. Para ello era fundamental la aptitud física, es decir, no tener ningún defecto ni malformación. Los recién nacidos que superaban esta prueba de "perfección" vivían con sus padres hasta los siete años; los que no la superaban, eran abandonados en el monte Táigeto para morir.



El niño espartano dejaba su familia a los siete años de edad y se iba a vivir a un cuartel, con niños de su misma edad, en donde lo más importante era el ejercicio físico, que ayudaba a alcanzar los cuatro valores fundamentales de un militar: la prudencia, la templanza, la fortaleza y la valentía. Hasta los doce años recibía un entrenamiento deportivo, soportando ejercicios físicos muy duros. Su régimen alimentario era pobre, iba vestido con una simple túnica y se acostaba sobre juncos, sin taparse. A los 19 años llegaba a soldado, y a los 24 era combatiente de primera línea. A los 30 recibía el derecho a participar en la Asamblea, y ya podía casarse.
Desde su infancia, los espartanos se acostumbraban a la vida colectiva de los cuarteles, entre cuyas paredes habrían de permanecer hasta los treinta años comiendo, descansando y durmiendo juntos.
La mujer espartana recibía una educación parecida a la del hombre. Desde su infancia, las niñas se preparaban para ser esposas y madres, siempre al servicio del Estado. Recibían una educación gimnástica que les permitía soportar mejor sus futuros embarazos, con lo cual se formaban fuertes y orgullosas de sí mismas, convencidas de que eran ellas las que hacían fuerte y valiente al hombre.
Las relaciones entre hombres y mujeres sólo se hacían públicas cuando la mujer estaba embarazada. Un hombre podía incluso prestar su mujer a otro hombre para tener hijos de ella, lo que revela una organización brutal y exclusivamente en función del ejército y del Estado.
En una ocasión, Gorgona, esposa del rey Leónidas, contestó así: "Nosotras podemos dar órdenes a los hombres, porque nosotras los parimos".
Las madres despedían así a sus hijos: "Vuelve con el escudo, o sobre el escudo", victoriosos portando su escudo, o muertos, con el cadáver encima de él. Abandonar el escudo era signo de cobardía y deshonra.