lunes, 25 de noviembre de 2013

La red hidrográfica de la Península Ibérica

Las características de los ríos españoles derivan de las condiciones morfológicas y climáticas. Los bajos módulos y la irregularidad de los regímenes son las notas más destacadas.

1. La organización de la red
Es consecuencia de la disposición de las grandes unidades morfoestructurales. La inclinación del Macizo Central y la depresión Bética hacia el oeste, y la disposición de las montañas circundantes, nos explican que todos los grandes ríos ibéricos, excepto el Ebro, desagüen en la vertiente atlántica. La red presenta una disposición paralela: los grandes ríos discurren entre las alineaciones orográficas dispuestas oeste-este (Cantábrica, Sistema Central, Montes de Toledo, Sierra Morena, montañas Béticas); e igualmente lo hacen los de corto recorrido que nacen en la Cordillera Cantábrica o en las montañas Penibéticas. La particular disposición de la red explica que sean ríos de mediana longitud (Tajo, 1.006 kms.), inferior a la de los europeos (Danubio, 2.800 kms., Rhin, 1.300 kms.).



2. El carácter torrencial de buena parte de la red
La proximidad al literal de alineaciones montañosas que culminan por encima de los 2.000 ms. (Cantábrica, Pirineos, Levantinas) y los desniveles que existen entre las distintas unidades estructurales, han determinado un encajamiento de la red hidrográfica. Los cursos se han encajado en materiales duros y blandos. En los primeros han formado estrechos congostos u hoces (la de Buelna, por el Besaya; las de Valdeón y Caín, del Cares; el Tajo de Ronda) y en los segundos, depresiones con fuertes pendientes. Los ríos cantábricos y pirenaicos presentan desniveles muy acusados (Sella, 35'4 ms. por mil de recorrido; Noguera de Tor, 122) al igual que los penibéticos (Genil, 8'3). Los grandes ríos de llanura los presenta en sus fuentes e incluso en bajo valle (Duero, Tajo). Esto les impide la navegación (sólo el Guadalquivir hasta Sevilla).

3. La pobreza del caudal
El caudal absoluto depende de la extensión de la cuenca y de las condiciones climáticas. Los ríos españoles, exceptuando algunos mayores (Ebro, Duero, Guadalquivir), tienen cuencas reducidas. La mayoría de ellos, excepto los cantábricos y parte de la cuenca de los atlánticos, recorren territorios con escasas precipitaciones y aridez estival más o menos acusada. Por ello el caudal es poco voluminoso. Los ríos atlánticos aumentan el caudal a medida que se alejan de las fuentes, al recibir aforos cada vez más importantes y atravesar parte de la Iberia húmeda en los bajos valles (Duero, 6'5 m3/seg. en Vinuesa; 165 en Toro y 594 en Bitetos, Portugal). Compensan las pérdidas por evaporación y filtraciones con los aportes. No así los levantinos que disminuyen el caudal hacia su desembocadura (Guadalentín, 1'07 m3/seg. en Puentes, 0'12 en Totana y 0'04 en Requena) por efecto de la evaporación, filtraciones y sangrías para riego.
El caudal de los mayores ríos españoles (Ebro, 614 m3/seg. en Tortosa; Duero, 594 m3/seg. en Bitetos; Tajo, 355 m3/seg. en Vila Velha de Rodaõ) es muy inferior al de los ríos europeos (Ródano en Beaucaire, 1.712 m3; Danubio en Ceatal Ismail, 6.520 m3). Por otra parte, el caudal relativo es elevado en los ríos cantábricos (Miño, 19'39 litros por km2) por recibir abundantes precipitaciones y suaves temperaturas, pero desciende muy notablemente en las grandes arterias y más aún en los mediterráneos (Ebro, 6'5 litros por km2; Duero, 5'4; Guadalquivir, 4). El caudal relativo es menor que el de los ríos europeos (7'7 el Danubio; 17'9 el Ródano; 21 el Po).

4. La irregularidad de los ríos españoles
Es la característica más acusada. Puede ser interanual o entre los distintos meses de un mismo año. Se debe al tipo de alimentación, fundamentalmente pluvial, que refleja las condiciones climáticas de irregularidad y aridez de buena parte de la Península. La mayor parte de los cursos españoles presentan un régimen pluvial; tan solo algunos ríos de montaña, o los grandes en sus cabeceras, completan la alimentación con aforos níveos.
Los ríos cantábricos, por discurrir por un dominio climático de regular distribución de las precipitaciones, ofrecen oscilaciones de caudal poco acusadas (entre 2 y 5). Los atlánticos, las grandes arterias, tienen su origen en áreas húmedas, discurren por llanuras secas y reciben afluentes de dominios húmedos; tienen pérdidas y estiajes mucho más acusados y las variaciones de módulo interanual son considerables (entre 5 y 15). Los mediterráneos, de alimentación pluvial, acusan las irregularidades de los climas mediterráneos con amplias oscilaciones interanuales de módulos (entre 5 e infinito) y muy acusado estiaje. Son cursos de carácter espasmódico con repentino aumento de caudal en otoño y con cauces secos durante una parte del año (ramblas). Así, si en el Miño las aguas altas (primavera) superan tres veces las más bajas (verano), y si en el Guadalquivir y Ebro son 15 veces superiores en las respectivas localidades de Alcalá del Río y Zaragoza, los mediterráneos alcanzan oscilaciones mucho más acusadas.