martes, 20 de agosto de 2013

Expansión de los reinos cristianos. Siglos XI-XII

Desde principios del siglo XI, a raíz de la muerte de Almanzor (1002) y sobre todo después de la desintegración del Califato de Córdoba (1027), Al-Andalus perdió la supremacía militar que hasta entonces había detentado. La España musulmana quedó dividida en un mosaico de pequeños reinos, denominados reinos de taifas. En cambio, los núcleos cristianos, considerablemente fortalecidos, iniciaron una ofensiva militar en gran escala. A partir de esta época, las campañas de los cristianos contra los musulmanes tienen un doble sentido, de reconquista, es decir, de recuperación de un territorio al que se cree tener derecho, y de cruzada contra los infieles.


Cáliz de onix de la reina Doña Urraca,
esposa de Fernando I, con quien el antiguo
Condado de Castilla se convirtió en reino.
1. Los reinos occidentales: del Duero al Tajo
En el occidente de la Península, el protagonismo reconquistador corrió a cargo de los reyes castellano-leoneses. El antiguo Condado de Castilla se convirtió en reino con Fernando I, fusionándose poco más tarde con el viejo reino de León (1037). Durante el reinado de su hijo Alfonso VI tuvo lugar la conquista de Toledo (1085). Era la primera gran ciudad de Al-Andalus que caía en poder de los cristianos.
La conquista de Toledo permitió apuntalar la zona de retaguardia, es decir, el territorio situado entre el Duero y el Sistema Central. Esta región, prácticamente desierta, tuvo que ser repoblada, concediendo a los que acudían al llamamiento amplias libertades, recogidas en una carta o fuero (por ejemplo, el de Sepúlveda, de 1076). La repoblación de este territorio se caracterizó por la creación de poderosos concejos (Salamanca, Segovia, Ávila, Sepúlveda...), que eran cabeza de un extenso término o alfoz. Estos núcleos eran auténticas ciudades-frontera, pues su función básica era de tipo militar y desde ellos se organizaban cabalgadas contra los musulmanes.
Los problemas que planteó la conquista de Toledo fueron diferentes. Allí había una abundante población musulmana, aparte de los cristianos mozárabes y los judíos. A los musulmanes que permanecieron en Toledo se les respetaron sus casas, sus propiedades y su culto, pero los bienes de los que huyeron fueron donados a los repobladores cristianos que llegaron a la ciudad.
La expansión militar castellano-leonesa fue detenida cuando aparecieron en tierras hispánicas los almorávides, musulmanes procedentes del norte de África que vinieron en socorro de los islamitas peninsulares e infligieron una severa derrota a Alfonso VI (Uclés, 1108). Por esos mismos años adquirió gran fama El Cid, un caballero castellano que se había enfrentado con su monarca, estuvo después al servicio de diversos señores, entre ellos el reyezuelo taifa de Zaragoza, y se convirtió en un personaje de leyenda.

2. Los reinos orientales: la conquista del valle del Ebro
En la región pirenaica la hegemonía había sido detentada durante el primer tercio del siglo XI por el reino de Navarra, dirigido por Sancho III, un monarca de signo europeizador. No obstante, el avance reconquistador fue protagonizado por el reino de Aragón (surgido el año 1037, con Ramiro I, hijo de Sancho III de Navarra) y por los condados catalanes. En el momento de su nacimiento, Aragón era sólo un pequeño territorio en la montaña pirenaica, con capital en Jaca. En la segunda mitad del siglo XI los aragoneses fueron ocupando las comarcas situadas al sur de las montañas: Barbastro (1064) y Huesca (1096). Pero el gran salto adelante se produjo en los primeros años del siglo XII, con el monarca Alfonso I, quien conquistó el valle medio del Ebro, incluida Zaragoza (1118). La población musulmana, que era muy densa en la zona, permaneció en sus lugares, excepto en el centro de los núcleos urbanos, que fue repartido a repobladores cristianos.

La región meridional de Aragón, próxima al Sistema Ibérico, fue organizada a base de ciudades-frontera, con fueros y una función militar (Alcañiz, Calatayud, Daroca...). La repoblación de esta zona contó con la aportación de un amplio contingente de mozárabes, llevados de Andalucía por Alfonso I.
Paralelamente, los condes catalanes prosiguieron su avance hacia el sur. Pero el paso decisivo, la incorporación del bajo valle del Ebro, fue posterior a la fusión del reino de Aragón y de los condados catalanes en la persona de Ramón Berenguer IV, quien conquistó Tortosa (1148) y Lérida (1149).

3. La reconquista en la segunda mitad del siglo XII
La desaparición, a mediados del siglo XII, del imperio almorávide, permitió a los cristianos reanudar su expansión. En el este se consolidó el avance aragonés con la ocupación de Teruel y la zona montañosa contigua. En el oeste los portugueses, una vez convertido en reino independiente el antiguo condado de Portugal, conquistaron, entre 1139 y 1147, Lisboa, Santarem y Setúbal. Por su parte, los castellanos y los leoneses, nuevamente separados desde 1157, avanzaron por la meseta sur. Cuenca era incorporada al reino de Castilla en el año 1177. No obstante, la presencia en la Península de los almohades, fundadores de un nuevo imperio en el norte de África, y las especiales condiciones de la región manchega y de Extremadura, obligaron a poner en práctica otros métodos de lucha, que tuvieron su protagonista en las Órdenes Militares (Santiago, Alcántara, Calatrava...).

Las Órdenes Militares actuaban con notable éxito en la lucha contra el Islam. La de Calatrava
se asentó en tierras de La Mancha, estableciéndose en una fortaleza casi inexpugnable.