domingo, 25 de julio de 2021

Nobleza y areté

El contenido de la educación es en todos los pueblos antiguos aproximadamente el mismo y es, al mismo tiempo, moral y práctico. Tal fue también entre los griegos. Reviste en parte la forma de mandamientos: honra a los dioses, honra a tu padre y a tu madre, respeta a los extranjeros; en parte, consiste en una serie de preceptos sobre la moralidad externa y en reglas de prudencia para la vida, transmitidas oralmente a través de los siglos; en parte, en la comunicación de conocimientos y habilidades profesionales, cuyo conjunto designaron los griegos con la palabra techné. Los preceptos elementales de la recta conducta respecto a los dioses, los padres y los extraños, fueron incorporados más tarde a las leyes escritas de los estados sin que se distinguiera en ellas de un modo fundamental entre la moral y el derecho. El rico tesoro de la tradición oral popular, mezclado con primitivas reglas de conducta y preceptos de prudencia, llegó por primera vez a la luz en la poesía rural de Hesíodo.

Es preciso distinguir las expresiones "educación", "formación" y "cultura". Lo fundamental en la educación es καλόν, es decir, la belleza, en el sentido normativo de la imagen, imagen anhelada, del ideal. En la educación, la utilidad es indiferente, o por lo menos no es esencial. La formación del hombre consiste en la creación de un tipo ideal. Y la cultura se ofrece en la forma entera del hombre, en su conducta y comportamiento externo y en su apostura interna.

Es un hecho fundamental de la historia de la cultura que toda alta cultura surge de la diferenciación de las clases sociales, la cual se origina, a su vez, en la diferencia de valor espiritual y corporal de los individuos. Cuando un cambio violento arruina o destruye a las clases dominantes, se forma rápidamente, por la naturaleza misma de las cosas, una clase directora que se constituye en nueva aristocracia. La nobleza es la fuente del proceso espiritual mediante el cual nace y se desarrolla la cultura de una nación. La historia de la formación griega empieza en el mundo aristocrático de la Grecia primitiva con el nacimiento de un ideal definido de hombre superior, al cual aspira la selección de la raza.

El tema inicial de la historia de la educación griega es el concepto de areté, que se remonta a los tiempos más antiguos. El castellano actual no ofrece un equivalente exacto de la palabra. La palabra "virtud" en su acepción no atenuada por el uso puramente moral, como expresión del más alto ideal caballeresco unido a una conducta cortesana y selecta y el heroísmo guerrero, expresaría acaso el sentido de la palabra griega. Este hecho nos indica de un modo suficiente dónde hay que buscar su origen. Su raíz se halla en las concepciones fundamentales de la nobleza caballeresca. En el concepto de la areté se concentra el ideal educador de este periodo en su forma más pura. El más antiguo testimonio de la antigua cultura aristocrática helénica es Homero y las dos grandes epopeyas: la Ilíada y la Odisea. Es para nosotros, al mismo tiempo, la fuente histórica de la vida de aquel tiempo y la expresión poética permanente de sus ideales.

El concepto de areté es usado con frecuencia por Homero, así como en los siglos posteriores, en su más amplio sentido, no sólo para designar la excelencia humana, sino también la superioridad de los seres no humanos, como la fuerza de los dioses o el valor y la rapidez de los caballos nobles. El hombre ordinario, en cambio, no tiene areté, y si el esclavo procede acaso de una raza de alta estirpe, le quita Zeus la mitad de su areté y no es ya el mismo que era. La areté es el atributo propio de la nobleza. Señorío y areté se hallaban inseparablemente unidos. La raíz de la palabra es la misma que la de ἄριστος. Sólo alguna vez, en los últimos libros, entiende Homero por areté las cualidades morales o espirituales. En general designa, de acuerdo con la modalidad de pensamiento de los tiempos primitivos, la fuerza y la destreza de los guerreros o de los luchadores, y ante todo el valor heroico considerado no en nuestro sentido de la acción moral y separada de la fuerza, sino íntimamente unido. Así, aunque con el predominio de su significación guerrera, tiene un sentido ¨ético" más general: designan al hombre de calidad, para el cual, lo mismo en la vida privada que en la guerra, rigen determinadas normas de conducta, ajenas al común de los hombres. Por tanto, el código de la nobleza caballeresca tiene una doble influencia en la educación griega. La ética posterior de la ciudad heredó de ella, como una de las más altas virtudes, la exigencia de valor, cuya ulterior designación, "hombría", recuerda de un modo claro la identificación homérica del valor con la areté humana.

Característica esencial del noble es en Homero el sentido del deber. La lucha y la victoria son en el concepto caballeresco la verdadera prueba de fuego de la virtud humana. No significan simplemente el vencimiento físico del adversario, sino el mantenimiento de la areté conquistada. De ahí el goce inagotable de la narración poética. Incluso en la paz se muestra el placer de la lucha, ocasión de manifestarse en pruebas y juegos de varonil areté.

La Ilíada es testimonio de la alta conciencia educadora de la nobleza griega primitiva. Muestra cómo el viejo concepto guerrero de la areté no era suficiente para los poetas nuevos, sino que traía una nueva imagen del hombre perfecto para la cual, al lado de la acción, estaba la nobleza del espíritu, y sólo en la unión de ambas se hallaba el verdadero fin. Y es de la mayor importancia que este ideal sea expresado por el viejo Fénix, el educador de Aquiles, héroe prototípico de los griegos. En una hora decisiva recuerda al joven el fin para el cual ha sido educado:

Para ambas cosas, para pronunciar palabras y para realizar acciones.

Los griegos posteriores vieron en estos versos la más vieja formulación del ideal griego de educación, en su esfuerzo por abrazar lo humano en su totalidad.

La palabra areté, que equivalió en su acepción originaria y tradicional a destreza guerrera, no halló obstáculo para transformarse en el concepto de la nobleza, que se forma de acuerdo con sus más altas exigencias espirituales, tal como ocurrió en la ulterior evolución de su significado.

Representación de Aquiles en combate

Íntimamente vinculado con la areté se halla el honor. En los primeros tiempos era inseparable de la habilidad y el mérito. Según la explicación de Aristóteles, el honor es la expresión natural de la idea todavía no consciente para llegar al ideal de la areté, al cual aspira.

Para Homero y el mundo de la nobleza de su tiempo la negación del honor era la mayor tragedia humana. Los héroes se trataban entre sí con constante respeto y honra. En ello descansaba su orden social entero. Es natural y se da por supuesto que los más grandes héroes y los príncipes más poderosos demandan un honor cada vez más alto. Nadie teme en la Antigüedad reclamar el honor debido a un servicio prestado. La exigencia de recompensas es para ellos un punto de vista subalterno y en modo alguno decisivo. El elogio y la reprobación son la fuente del honor y del deshonor. Pero el elogio y la censura fueron considerados por la ética filosófica de los tiempos posteriores como el hecho fundamental de la vida social, mediante el cual se manifiesta la existencia de una medida de valor en la comunidad de los hombres. En verdad, entre los griegos no hay un concepto parecido al de nuestra conciencia personal. El afán de distinguirse y la aspiración al honor y a la aprobación parecen, desde el pensamiento cristiano, como vanidad pecaminosa de la persona. Sin embargo, en cierto modo, es posible afirmar que la areté heroica se perfecciona sólo con la muerte física del héroe, y se perpetúa con la fama adquirida en vida.

El pensamiento ético de Platón y de Aristóteles se funda en muchos puntos en la ética aristocrática de la Grecia arcaica. De hecho, los griegos de todos los tiempos tienen con frecuencia los ojos fijos en Homero y desarrolla sus conceptos de acuerdo con su modelo. Así, el pensamiento ético de los grandes filósofos atenienses permanece fiel a su origen aristocrático al reconocer que la areté sólo puede hallar su verdadera perfección en las almas selectas.

Aquí aprehendemos la fundamental significación de la primitiva ética aristocrática para la  formación del hombre griego. En este concepto de la areté se funda el carácter aristocrático del ideal de la educación entre los griegos.

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