domingo, 5 de mayo de 2019

La religión en Grecia

1. Introducción
La palabra religión significa "obligación" o "compromiso" de rendir culto a una divinidad. Los griegos y los romanos rendían culto a sus dioses desde que nacían. Para ellos, todo en la vida era motivo de culto religioso: el nacimiento, el crecimiento, el matrimonio, la salud, la cosecha, la muerte, etc.
La religión griega es fusión de otras dos: una religión mediterránea y otra indoeuropea. La influencia mediterránea de la religión griega se ve en las divinidades de la fertilidad de la tierra, y la indoeuropea, en los dioses celestiales y guerreros.
En un principio, los griegos adoraban las piedras como si fueran dioses. Después adoraron a los animales, como símbolos sagrados que representaban a un dios (como ocurre actualmente en la India, país donde la vaca es un animal sagrado, y el pueblo pasa hambre antes que matar a una de ellas). En Grecia, por ejemplo, la lechuza fue el símbolo de la diosa Atenea, y el caballo, el del dios Poseidón.
A continuación, los griegos adoraron a dioses con forma humana. La imaginación religiosas de los griegos elaboró una mitología poblada de muchísimas divinidades, todas ellas con forma o referencias humanas (religión antropomórfica), con las que crearon el panteón olímpico, que significa "todos los dioses que habitan en el Olimpo", el monte más alto de Grecia.

Estatua del dios Hermes, atándose la sandalia, obra de Lisispo
El primer dios era Zeus, padre de todos los dioses y de los seres humanos. Junto a su esposa Hera, fueron los dos primeros dioses que habitaron el Olimpo. La religión griega era además politeísta, es decir, de "muchos dioses". La forma de identificar a un dios era conociendo sus atributos. Los de Zeus eran el rayo y el trueno, y un Zeus airado hacía tronar los cielos, convirtiéndose en "Zeus tonante". Hermes, hijo de Zeus, era el dios mensajero, de los viajeros y de los ladrones, y entre sus símbolos destacan sus sandalias aladas.
Además de los dioses, había arpías, furias, sirenas, gorgonas, ninfas, demonios, la suma de los cuales era casi igual al número de personas que habitaban la Tierra.

  La religión como acto social

Una de las diferencias entre la antigua religión griega y nuestra religión actual es que los griegos practicaban sus cultos en su faceta de miembros de la comunidad, no como seres individuales. Entendían el culto religioso como un acto social, de participación en la sociedad. Un requisito fundamental para ser ciudadano griego era su participación en el culto a los dioses. Fue éste uno de los elementos que compartieron las polis griegas: una religión común. La existencia de un culto religioso común es uno de los factores que más poderosamente contribuyeron a mantener la unidad griega, si bien la adoración a una u otra divinidad servía para diferenciar las polis.
Los griegos no hacían nada sin consultar previamente a un dios. Y en el momento de marchar a la guerra, las tropas llevaban consigo la imagen de su dios protector.
La religión griega estaba jerarquizada, es decir, unos dioses mandaban más que otros, y al dios que se entrometiera en el terreno del otro le esperaba un buen castigo. Se trata de dioses con sentimientos humanos, que se pelean como los humanos, y que, también como ellos, luchan, se enfadan, se vengan y ceden a sus vicios. En este sentido, Zeus es un ejemplo extraordinario: por un lado, es el padre de todos los dioses y el más poderoso del Olimpo, pero, por otro, desata sus pasiones con múltiples mujeres, lo cual provoca terribles celos en su esposa Hera. Pero una cosa es la religión y otra la mitología.

2. Cultos privados y públicos
El culto a los dioses en Grecia era muy diverso; cada polis rendía culto a una divinidad particular. Por ejemplo, Atenas adoraba especialmente a Atenea, su diosa protectora, y Argos, a la diosa Hera. Delfos fue famosa por su templo en honor del dios Apolo. Y así sucesivamente.
Pero, independientemente de cuál fuera la divinidad elegida, todos los cultos presentaban rasgos comunes, y entre ellos hay que distinguir los cultos privados de los cultos públicos.

  Los cultos privados

Consisten en sacrificios. Cuando los griegos piden algo a los dioses, levantan las manos al cielo al tiempo que entonan una plegaria y hacen una ofrenda. El sacrificio puede ser cruento o incruento, es decir, con sangre o sin sangre. El sacrificio cruento es la matanza de un animal en honor de la divinidad. El sacrificio incruento es la ofrenda de diferentes productos como leche, miel o vino.
Los preparativos del sacrificio cruento obligaban a los participantes a tomar un baño de agua para purificarse, vestir ropa limpia, adornarse con guirnaldas y mantener abstinencia sexual.
Una vez hechos estos preparativos, empezaba una procesión, llamada pompa, que avanzaba al ritmo de una música. Era el momento de transportar el animal que iba a ser sacrificado y cuyos cuernos habían sido decorados con oro.
Lo primero que hacían los participantes era marcar un círculo. Todos se lavaban la cara con agua y luego se rociaba con ella el animal, que se revolvía agitando la cabeza. Esta reacción se interpretaba como un "sí quiero" del animal al sacrificio que le esperaba. Los participantes portaban una cesta llena de cebada, el cereal más antiguo, que tiraban por encima del animal y del altar. Debajo de la cebada se escondía el cuchillo, con el que asestaban un rápido corte al animal, que se retorcía y moría. Las mujeres gritaban de emoción, al tiempo que vigilaban que la sangre no salpicara el suelo; sólo debía salpicar el altar. Y aquí terminaba el sacrificio.
Después trinchaban el animal y le sacaban todos sus órganos. El corazón, aún latiendo, se disponía sobre el altar como ofrenda a la divinidad. Un sacerdote especializado, llamado arúspice, era el encargado de interpretar el futuro leyendo las líneas del hígado, que se correspondían -según ellos- con las estrellas del cielo. Naturalmente, no todos creían en las predicciones de los arúspices (algunos autores nos cuentan que, cuando dos arúspices se encontraban, se echaban a reír por cómo engañaban a la gente).
Una vez interpretadas las líneas del hígado, quemaban los órganos en honor del dios y consumían el resto en un banquete, cuyos gastos corrían a cargo del Estado.

  Los cultos públicos

Eran grandes fiestas. Consistían en juegos, competiciones deportivas, musicales, de teatro y grandes procesiones. Entre las competiciones deportivas, las más importantes eran los Juegos Olímpicos, celebrados en Olimpia en honor de Zeus.
Entre las procesiones, la de las Panateneas, en honor de la diosa Atenea, era la más famosa. Consistía en llevar un manto bordado al templo de la diosa, en la Acrópolis.
Entre los festivales, el que se celebraba en honor de Dionisos, dios del vino y del teatro, era el más afamado.

3. Otros cultos
Además de la religión oficial, había otras prácticas religiosas, que buscaban respuestas a problemas como la muerte, el más allá, etc. Eran las siguientes:

- Los misterios de Eleusis eran ritos secretos, cuya revelación era castigada con la pena de muerte. Tuvieron mucho éxito tanto en Grecia como en Roma (algunos emperadores se iniciaron en estos misterios, entre ellos el emperador Adriano). Se celebraban en Eleusis, en honor de la diosa Deméter y su hija Perséfone, diosas subterráneas.
- El orfismo ofrecía la esperanza de una vida inmortal, que podía alcanzarse con la práctica de unos determinados ritos. Se basaba en la lucha del bien y del mal en el corazón del ser humano.
- Los cultos dionisíacos consistían en orgías y danzas nocturnas en los bosques. Se despedezaba un animal, cuya carne se comía cruda, porque así entraban en una especie de éxtasis y en comunión con el dios Dionisos (Baco, como lo conocemos tradicionalmente por su nombre romano).

Con el transcurso del tiempo, los cultos tradicionales dejaron de satisfacer las necesidades de muchos, quienes buscaron respuestas en diferentes cultos procedentes de Oriente, sobre todo de Egipto y de Persia.
Entre ellos destacan el culto a la diosa Cibeles, el culto a la diosa egipcia Isis y el culto al dios persa Mitra.
Estos nuevos cultos orientales ofrecían algo que gustaba a los griegos y también a los romanos: su mezcla de misterio, orgía y tiro. Junto a ello, ofrecían además una promesa de inmortalidad.
Cuando el cristianismo intentó acabar con el paganismo, tuvo que luchar duramente para combatir tan numerosos ritos y cultos, que ya habían penetrado hasta lo más hondo de la sociedad.

4. La adivinación
Hemos mencionado antes a los arúspices, adivinos profesionales que interpretaban las líneas del hígado del animal sacrificado. Ésta fue una de las formas de adivinación que practicaban los griegos y los romanos. Pero había otra de enorme importancia.

  El oráculo

Consistía en una respuesta en clave que daba el dios a aquel que le consultaba. El más famoso era el oráculo de Delfos, en honor del dios Apolo.

Restos del templo de Atenea Pronaia en el santuario de Delfos
En el santuario de Delfos se encontraba una antigua gruta custodiada por la enorme serpiente Pitón. De ahí, las sacerdotisas recibieron el nombre de pitonisas con el que se las conocía (y que todavía hoy se utiliza para designar a las adivinas).
Durante el ritual, la sacerdotisa mayor, llamada Pitia, entraba en trance y pronunciaba unas palabras como respuesta a la pregunta. Muchas veces eran incoherentes o tenían un significado ambiguo que debía ser interpretado.
A Delfos acudieron importantes personajes de la historia griega, como fue la figura de Edipo.