lunes, 8 de septiembre de 2014

Crisis de la escuela

1. Sentido de la crisis de la escuela
Los sistemas escolares de nuestros días están atravesando un agudo período crucial, y esta crisis no es en modo alguno un fenómeno aislado, sino que es la consecuencia de las profundas crisis y transformaciones socioculturales del hombre y del mundo actual.
La educación sistemática, como todo bien de cultura, está también en crisis. No obstante, de ella se espera, en gran medida, que ayude al hombre contemporáneo para salir de la profunda y dilatada crisis en la que está inmerso, proporcionando, mediante una nueva educación de las generaciones jóvenes, las bases para un equilibrio social más auténtico.
Las instituciones escolares de nuestros días, a pesar de las profundas renovaciones didácticas que la sacuden, continúan guardando similitudes con los sistemas educacionales tradicionales en su organización y en su estructura fundamental.
La escuela, como toda institución social, es por naturaleza conservadora. Los cambios económicos, sociales, políticos y tecnológicos se reflejan en la escuela muy tardíamente, en razón de la influencia de las generaciones adultas, más reacias a las rápidas innovaciones.
Llegado este problema, ¿qué funciones tendrá que asumir la escuela en un futuro inmediato, y qué papel tendrá que desempeñar frente a las profundas transformaciones de hoy?

2. ¿Qué se entiende por crisis de la cultura y la educación?
En realidad, la crisis es algo inherente a la esencia misma de la existencia humana. La existencia crítica otorga al hombre su sentido de humanidad. Pero también es evidente que la conciencia permanente de crisis perturba y desorienta su existencia plena. No obstante, la distorsión y el derrumbe de antiguas pautas suelen por lo general ensanchar el campo a la innovación y a la aparición de nuevas estructuras y de nuevos ideales.

3. Papel de la educación frente a la "crisis de la personalidad" en el mundo actual
La escuela debe convertirse en una poderosa palanca que estimule el proceso de autoformación del hombre y su capacidad para comprender y adaptarse a la realidad sociocultural en la que le toca vivir. La educación ha de posibilitar asimismo la afirmación de la persona, de su más íntima y profunda individualidad, de su fuerza creativa, de sus más elevadas tendencias humanas.

4. La escuela como factor de movilidad social
La escuela ha de brindar el tipo de educación que reclama la sociedad en cada época; ella ha de atender a sus ideales y aspiraciones, intensificando sus puntos de contacto con la comunidad, con todas las instituciones sociales, con todos los tipos de actividad vital que la rodean.
Como observa Azevedo, si el cambio entra en la escuela, es que ya entró antes, de hecho o en forma potencial, en la sociedad, cuya evolución la escuela tiene que acompañar de cerca, si no quiere desarticularse del medio al que sirve y del complejo social en que se integró.
La escuela debe abandonar su antigua "torre de marfil" y preparar al hombre para actuar en el mundo en que vive. No ha de promover ella misma los cambios que no están ya en la sociedad, pero sí formar al hombre y encaminarlo para afrontar conscientemente, con plena responsabilidad, los cambios que ya están en el seno de la comunidad.
Mannheim se opone a que la escuela se convierta en un agente al servicio de fines políticos, imponiendo desde arriba el cambio.
Por otra parte, la escuela no puede nunca determinar el cambio por sí sola. Sus posibilidades como elementos de cambio son reales, pero limitadas, dentro del complejo dinámico de factores que interactúan. La escuela no actúa directamente sobre la totalidad de la vida social, sino sólo sobre algunos de sus aspectos. La escuela, por sí sola, no puede reedificar la sociedad.