jueves, 31 de mayo de 2018

La persona, un valor universalmente aceptado

Vivimos en una sociedad plural; los criterios morales y de todo tipo son muy variados. Pero hay un valor, originariamente moral y que fundamenta los restantes ámbitos de la vida humana, que es aceptado, en la actualidad, por todas las éticas occidentales: la persona.

1. Origen del concepto de persona
Aunque entre los estoicos (griegos y romanos) aparece cierta idea de igualdad entre todos los seres humanos dotados de razón, el concepto de persona, tal como nosotros lo concebimos, se incorpora a nuestra cultura de mano de la tradición judeo-cristiana.
En el judaísmo, todos los seres humanos hemos sido creados por Dios a su imagen y semejanza, con lo que se amplía el horizonte estoico, si bien no se utiliza todavía la palabra "persona".
Será en el cristianismo, al intentar los primeros teólogos explicar la revelación del Dios Trinitario, cuando el concepto de persona haga su irrupción en la historia: todos los seres humanos somos personas, pues hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios, que es tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; además, y puesto que Dios es Padre, todos los hombres son hermanos.


  Etimología 
La palabra persona traduce el mismo término latino, el cual, a su vez, proviene del griego πρόσωπον (prósopon), con el que los griegos designaban la máscara que los actores utilizaban en el teatro para representar a sus personajes y para dirigir adecuadamente la voz hacia los espectadores. Esta significación casi nada tiene que ver con la que nosotros le damos en la actualidad, salvo si la entendemos en el sentido de que todas las personas "representamos un papel" (el carácter que nos vamos forjando) a lo largo de nuestra vida.

2. Desde la antigüedad hasta nosotros
La primera definición de persona la da Boecio (Anicius Manlius Torquatus Severinus Boethius, 480-525 d.C.): "Sustancia individual de naturaleza racional". Dicha definición se mantiene, con ligeras variaciones formales, hasta la Ilustración, siendo entonces reformulada por Kant, para quien la persona es un fin en sí misma, dado que es un ser autónomo (capaz de darse a sí mismo normas morales); por esto precisamente, porque las personas somos autónomas y, por tanto, fines en nosotras mismas y dignas de respeto, es posible que la razón halle en la ética un imperativo moral incondicionado, es decir, que ha de ser cumplido por todos y siempre, si queremos que nuestra conducta sea moral. Esta norma moral incondicionada se fundamenta y justifica en el valor absoluto de todas y cada una de las personas, y Kant enuncia sí la segunda reformulación que da de ella en Fundamentación de la metafísica de las costumbres:

Obra de tal modo que trates la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio.

  La persona en el judaísmo 

Y dijo Dios:
- Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que ellos dominen los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles.
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo Dios:
- Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los vivientes que reptan sobre la tierra.
Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno.
Génesis (adaptado)

  La persona en el estoicismo   

¡Oh Tú, el más glorioso de los inmortales, de numerosos nombres, siempre omnipotente, Zeus, principio soberano de la naturaleza, que todo gobiernas de acuerdo con la ley, te saludo! Pues es lícito a todos los humanos invocarte de viva voz. Porque somos de tu estirpe, y somos los únicos que recibimos la imagen de la razón divina de todos cuantos seres viven y se mueven sobre la tierra. Por eso te celebraré en mi himno y tu poder siempre cantaré.
Cleantes, Himno a Zeus

  La persona en el cristianismo 

Ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón y hembra, pues vosotros hacéis todos uno, mediante el Mesías Jesús.
Gálatas
Dejad de mentiros unos a otros, ya que os despojasteis del hombre que erais antes y de su manera de obrar y os vestisteis de ese hombre nuevo que por el conocimiento se va renovando a imagen de su Creador; y aquí no hay más griego ni judío, circunsiso ni incircunciso, extranjero, bárbaro, esclavo ni libre.
Colosenses 

  La persona en Immanuel Kant 

Los seres racionales llámanse personas porque su naturaleza los distingue ya como fines en sí mismos, esto es, como algo que no puede ser usado meramente como medio, y, por tanto, limita en ese sentido todo capricho (y es un objeto de respeto). Éstos no son, pues, meros fines subjetivos, cuya existencia, como efecto de nuestra acción, tiene un valor para nosotros, sino que son fines objetivos, esto es, cosas cuya existencia es en sí misma un fin, y un fin tal, que en su lugar no puede ponerse ningún otro fin para el cual debieran ellos servir de medios, porque sin esto no hubiera posibilidad de hallar en parte alguna nada con valor absoluto; mas si todo valor fuere condicionado y, por tanto, contingente, no podría encontrarse por la razón ningún principio práctico supremo.
I. Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres

  La persona en Emmanuel Mounier (Filósofo francés, 1905-1950)  

La aventura de la persona es una aventura continua desde el nacimiento hasta la muerte. Así pues, la consagración a la persona, el amor, la amistad, sólo son perfectos en la continuidad. Éste no es un despliegue, una repetición uniforme como los de la materia o de la generalidad lógica, sino un continuo resurgir. La fidelidad personal es una fidelidad creadora.
El acto de amor es la certidumbre más fuerte del hombre, el cógito existencial irrefutable: "Amo, luego el ser es y la vida vale la pena de ser vivida."
E. Mounier, El personalismo (adaptado)