Tras la primera división administrativa de la zona conquistada, las tierras andaluzas quedaron incluidas en la denominada Hispania Ulterior (197 a.C.). Una división posterior efectuada por Augusto (27 a.C.) incluyó la mayor parte de Andalucía dentro de la provincia llamada Bética, con capital en Corduba (Córdoba).
Puente romano en la ciudad de Córdoba |
La importancia económica de la Bética se debió a la fertilidad de sus suelos, en cultivos tanto de secano (cereales, vid y olivo) como de regadío (hortalizas, árboles frutales, etc.), y a su abundante ganadería (vacuna, caballar, ovina y porcina), a su excelente pesca y a su riqueza minera (plata, cobre, mercurio y plomo). Todo ello generó un gran desarrollo de la industria artesanal alimentaria (salazones de pescados), la construcción naval y el comercio.
La actividad comercial, centrada en la exportación a Roma de materias primas y la importación de productos manufacturados, se vio favorecida por la construcción de calzadas que unían los centros de actividad económica más importantes. A Andalucía llegaban la Vía Augusta (que se dividía en dos ramas: una seguía la línea de la costa y otra discurría por el interior) y la Vía de la Plata.
Desde el punto de vista cultural, esta región aportó grandes figuras. A las ya mencionadas, Séneca y Lucano, hay que añadir el agrónomo Columela y el geógrafo Pomponio Mela.
Asimismo, se realizaron obras arquitectónicas de gran belleza, sobre todo en la ciudad de Italica, como viviendas decoradas con mosaicos y diversos monumentos y obras de ingeniería.
El cristianismo arraigó con fuerza, sobre todo en los núcleos urbanos, y desde el siglo III a.C. ya existían comunidades cristianas.