domingo, 26 de enero de 2020

Posibilidades, límites y utilidad de la pedagogía comparada

La pedagogía comparada tiene indudablemente unas posibilidades y unos límites. No se trata de asignarle un papel superior al que debe corresponderle. Aunque resulta habitual que el especialista o investigador de cualquier disciplina pretenda presentarla como algo superior o más importante que cualquier otra rama de estudios, deben reconocerse las propias limitaciones. Asín, entendemos que el papel de la comparación y en general del análisis comparativo es más una función esclarecedora y orientadora que normativa, lo cual limita indudablemente su capacidad de aplicación. La extracción de conclusiones de tipo general y normativo como fruto de la comparación, podría inducir posiblemente a determinados errores o a la justificación de determinadas actitudes o medidas, a veces interesadas y defectuosas, por ejemplo en la planificación educativa. Por consiguiente, debe tenerse plena conciencia de la relatividad de aplicación de las conclusiones y resultados de la comparación.
Por lo tanto, conviene conocer las posibilidades reales de la pedagogía comparada y sus limitaciones. Esta disciplina puede y debe esclarecer los problemas pedagógicos, manteniendo una postura receptiva respecto a las cuestiones educativas nacionales e internacionales. Muchos problemas actuales de la educación coinciden extraordinariamente en los diferentes países, y la pedagogía comparada puede colaborar a un mayor entendimiento, debiendo utilizarse como instrumento básico de las reformas, de las innovaciones y de la planificación educativa en general. Pero no cabe establecer leyes ni considerar a la pedagogía comparada como si de una ciencia normativa se tratase. No puede dar normas sobre procedimientos educativos ni desarrollar una determinada filosofía o teoría de la educación.
Como señala Holmes, la educación comparada ha de estudiar la problemática comparada de la educación; es decir, destacar la importancia del estudio comparado de los diferentes problemas educativos.
En cuanto a la utilidad de la pedagogía comparada, muchos comparatistas se han ocupado de esta cuestión, desde Jullien, que ya señalaba a principios del siglo XIX que la educación comparada puede ofrecer medios para perfeccionar la ciencia de la educación y podía ser un factor de unión y paz entre los pueblos, hasta M. Sadler, I. Kandel, F. Schneider, P. Rosselló, G. Bereday, y sobre todo E. King.

Además de facilitar el conocimiento del propio sistema educativo, la utilidad de la educación comparada resulta incuestionable, aun considerando todas las limitaciones de esta disciplina. Ángel Diego Márquez (1923-2001) sintetiza debidamente esta utilidad con las siguientes líneas:

En todos los precursores de nuestra disciplina se encuentran ideas similares en cuanto a los beneficios que en el campo de la educación deparan los estudios comparados: permiten un mayor conocimiento y una mejor comprensión de los sistemas nacionales y de los factores que los condicionan; posibilitan detectar las fallas más notorias de los sistemas, y ofrecen información acerca de las soluciones adoptadas en otros países para subsanar iguales o similares fallas; contribuyen a la reforma de la educación y al constante perfeccionamiento de ésta; favorecen un más amplio entendimiento entre los pueblos y, por ende, facilitan la comprensión y la colaboración internacional y contribuyen al logro de la paz.
Ángel Diego Márquez (1972): Educación comparada. Teoría y metodología

viernes, 17 de enero de 2020

Etapas del análisis comparativo

Resulta frecuente en educación comparada que se considere como incluidos en su ámbito a un gran número de trabajos e informes que, aun sin dudar de su importancia e interés, no son en rigor propios de la investigación comparativa, sino más bien contribuciones cercanas o preliminares. Para que un trabajo pueda considerarse como propiamente comparativo, debe examinar dos o más cuestiones de parecida naturaleza. Las variables de la comparación pueden ser la resultante de diferencias geográficas, históricas, metodológicas, etc. Pero, en cualquier caso, para que pueda establecerse adecuadamente la comparación, debe conocerse: qué es lo que se compara -lo cual supone una pluralidad de sujetos-; dónde y cuándo se compara -es decir, una localización espacial y temporal-; cómo se compara -de forma descriptiva, causal, etc.-; y en qué sentido se compara -de forma sincrónica o diacrónica-. Sólo a partir de estas cuestiones será posible afrontar un análisis propiamente comparativo.
De entre los comparatistas que se han ocupado con amplitud y profundidad de las etapas específicas del método comparativo en educación, destacamos dos ilustres autores que pueden considerarse ya clásicos en pedagogía comparada: F. Hilker y G. Bereday.
Un extremo que llama poderosamente la atención es el extraordinario paralelismo o similitud entre los planteamientos metodológicos de estos dos ilustres comparatistas. Pocas diferencias les alejan, como no sea la mayor incidencia sociológica del polaco Bereday, frente a la inclinación más específicamente filosófica y pedagógica del alemán Hilker. Sin embargo, ambos coinciden plenamente en la denominación de las etapas del análisis comparativo -según Bereday-, o peldaños y grados de la comparación -según Hilker-:

Descripción: La descripción es el objetivo principal de los primeros balbuceos de la comparación. Sin embargo, el término descripción no refleja debidamente el contenido ni el sentido de este primero paso o nivel comparativo. Se trata aquí de conseguir un conocimiento amplio y lo más completo posible de aquello que se pretende comparar. No debe pensarse únicamente en la comparación de sistemas educativos extranjeros, sino que, en sentido amplio, los fenómenos educativos a comparar pueden ser de índole muy diversa: construcciones escolares, niveles educativos, métodos de enseñanza, libros de texto, programas, material escolar, teorías pedagógicas, y un largo etcétera, que nos ensancha considerablemente el abanico de posibilidades o aspectos educativos susceptibles de comparar.
La descripción será, pues, el primer estadio de la comparación. Bereday la refiere fundamentalmente a dos cuestiones principales: el examen de la información escrita y las visitas a escuelas. Se trata, por consiguiente, de una primera toma de contacto, un estudio llamémosle inicial, junto a una observación de los fenómenos que se pretende someter a comparación.
El estudio de la información escrita puede proceder de diversos tipos de fuentes, y aunque no vamos ahora a clasificarlas, sí que enumeramos algunas de ellas: anuarios e informes estadísticos, disposiciones legales, decretos de las administraciones y poderes públicos, acuerdos internacionales, informes oficiales, conferencias, libros, folletos, artículos de periódicos o revistas especializadas, diccionarios de pedagogía, películas, vídeos, estudios sociológicos o culturales, documentación histórica y literaria, etc.
El estudio de las fuentes indicadas, por supuesto referidas al ámbito pedagógico, establece el soporte fundamental para llevar a buen término la fase descriptiva.
Junto al estudio de la documentación y fuentes, el conocimiento personal -in situ- constituye el otro método de trabajo propio de la etapa descriptiva, y éste puede que sea de capital importancia en la mayor parte de las investigaciones educativas. Debemos pensar aquí en el interés que pueden tener en esta primera fase del análisis comparativo, por ejemplo en el caso de los estudios de área, los viajes para estudiar directamente los problemas educativos y cuestiones pedagógicas que se pretende someter a comparación; la realización de encuestas; la observación personal y directa; la posibilidad de estimar visualmente el alcance del problema sujeto a comparación; la verificación de posibles hipótesis de trabajo; y, en última instancia, el contacto directo y personal, es decir, lo que podríamos designar por información verbal.
Finalmente, en la fase de la descripción -que Bereday denomina como "geografía de la educación"- debe incluirse un trabajo de organización de todos los datos y material recopilados. El propio Bereday se muestra partidario de presentar estos datos en forma de tablas construidas según categorías analíticas preestablecidas.

Interpretación: Escaso valor tendría la etapa descriptiva si no se realizara de cara a un determinado propósito o finalidad. Por ello, debe destacarse la importancia de perfeccionar convenientemente los sistemas de clasificación de datos e informaciones para que la recogida sistemática de los mismos pueda llevarse a cabo con fluidez. No cabe duda de que el importante desarrollo de la tecnología permite en muchas ocasiones que la recopilación y almacenamiento de datos, así como la elaboración de taxonomías, pueda realizarse con celeridad y mayor eficacia.
La etapa de la interpretación podría considerarse como un serio examen de la fase anterior, que tiene por objeto sobre todo: por un lado, detectar y eliminar las incorrecciones y errores de los datos e informaciones recopilados previamente; y por otro lado, analizar adecuadamente e interpretar de forma pormenorizada estos mismos datos e informaciones. Es, sin duda, la complejidad de todos los fenómenos y hechos educativos la que nos obliga a realizar esta labor de interpretación, o si se quiere, de búsqueda de precisión.
En la etapa de interpretación, Bereday señala la necesidad de utilizar los diversos enfoques y métodos de las ciencias sociales, con objeto de indagar desde otros puntos de vista todos los datos e informaciones de carácter pedagógico que se han reunido en la fase anterior. Estos enfoques más o menos externos al ámbito propiamente educativo nos permiten el examen de las causas, relaciones e interrelaciones que nos conducirán a una correcta interpretación explicativa de los hechos educativos.
Por otra parte, la interpretación debe ocuparse del estudio de las diferentes causas y factores que se relacionan con distinta intensidad en los fenómenos educativos.
En síntesis, cabe afirmar que la interpretación es explicación y comprensión de factores y fuerzas que han intervenido y/o que inciden en el momento actual.

Yuxtaposición: Si la descripción y la interpretación son fases que pueden considerarse como preliminares en el análisis comparativo, no ocurre lo mismo con la yuxtaposición, que puede calificarse ya como una etapa propiamente comparativa.
En la yuxtaposición no interesan de forma individual los datos e informaciones a que aludíamos anteriormente. Se trata de una etapa de carácter eminentemente relacionante, en la que se confrontan diferentes estudios sobre aquello que se pretende comparar, a partir de lo que podríamos designar como conjuntos paralelos.
En la yuxtaposición se tiende hacia una formulación de hipótesis de signo homogeneizante o de conjunción. Y ello se debe esencialmente al hecho de que la yuxtaposición supone el estudio simultáneo de diversos aspectos educativos o variables a considerar, con objeto de establecer el adecuado marco de la comparación. En este sentido, debe considerarse que la etapa de la yuxtaposición es de por sí una etapa de comparación, en la que ya no sólo se observan semejanzas y diferencias, sino que la confrontación de los conjuntos paralelos nos lleva inevitablemente a una situación del problema propiamente comparativa. Por otra parte, la yuxtaposición nos facilita el conocimiento de las diferentes alternativas o soluciones que han sido planteadas en relación con el tema objeto de estudio. No obstante, es importante destacar que en ciertas situaciones estas alternativas o soluciones pueden haber sido aplicadas anteriormente con eficacia, y que en otras circunstancias parecidas puede que no gocen del mismo nivel de aplicación, y en determinados casos, que incluso deba hablarse de fracaso.

Comparación: La última etapa del análisis comparativo es la comparación propiamente dicha. Se trata de una fase de evaluación, de resultados, de consecución, etc., a la que se llega como consecuencia de los análisis realizados en las etapas anteriores, y en especial de la yuxtaposición. Es decir, si en la fase anterior se confrontaban los conjuntos paralelos y se establecía con claridad el cuadro de la comparación, ahora el objetivo principal es valorar y extraer conclusiones, separando lo fundamental de lo accidental. Puede señalarse que se trata más bien de una etapa de síntesis que de análisis.
La comparación es, pues, una etapa valorativa y de crítica, según lo que se ha dado en llamar tertium comparationis o "tercer término de la comparación". La necesidad de este tercer término, que algunos comparatistas han llamado "módulo", deriva del intento de comparar aspectos cualitativos, superando la mera distinción de las semejanzas y diferencias.
La comparación, entendida como medición y evaluación de los fenómenos o aspectos educativos, necesita de un denominador común que se corresponde con este tercer término. En este sentido, la educación comparada debe considerar todos los métodos y recursos que pueden brindarnos las ciencias sociales, y de forma especial la estadística como método de investigación aplicada.
Indudablemente, esta última fase del análisis comparativo es la que supone mayores riesgos y posibilidades de error, sobre todo en lo referente a la comparación de aspectos cualitativos y a los niveles de variablidad. En contrapartida o paralelamente a estos riesgos, es sin lugar a dudas en esta última etapa del análisis comparativo donde mayores rendimientos pueden obtenerse de la comparación, y donde el ejercicio del método comparativo nos demuestra sus posibilidades de aplicación y la utilidad que puede y debe tener el  desarrollo de esta disciplina, reconocida y prácticamente incorporada en todas o casi todas las universidades del mundo: la educación comparada.

martes, 7 de enero de 2020

El método comparativo aplicado a la educación

El método comparativo en el ámbito educativo no ha alcanzado todavía un nivel de desarrollo que podamos llamar concluyente. Sin embargo, algunos comparatistas se han ocupado ampliamente de los fundamentos teóricos del método comparativo en pedagogía, a fin de justificar su validez como método científico. El objetivo principal de esta fundamentación teórica es sobre todo aportar luz sobre la naturaleza de la comparación. El pedagogo alemán Franz Hilker apunta dos aspectos o formas de concebir la comparación.
Primeramente, la considera como una descripción en la que se unen diversas actividades de observación, de análisis y de coordinación. Todas ellas forman parte de un conjunto o sistema de interrelaciones, predominando unos u otros aspectos según sea el caso que nos ocupe.
El otro aspecto o forma de penetrar en la comparación es considerándola en su sentido dinámico, funcional; es decir, activo. En palabras del propio Hilker, la comparación sería una acción de "pensar en relación".
Este segundo aspecto o forma de concebir la comparación se corresponde con la filosofía y el espíritu de la "teoría de las corrientes educativas" del prestigioso Pedro Rosselló, el cual nos plantea en su obra el sentido de una educación comparada dinámica, entendiéndola como "el estudio de la vida de una corriente educativa, de su progreso evolutivo, de su tendencia al alza, a la estabilidad, o la baja". En este sentido, Rosselló nos indica el planteamiento descriptivo y explicativo de la educación comparada dinámica para llevar a cabo el estudio de las corrientes y el movimiento de las mismas.
La metodología comparativa viene definida por un amplio sistema de relaciones y de interrelaciones; y en educación, este sistema relacionante propio de la comparación se hace más complejo por las diversas variables que intervienen en el proceso educativo y en el análisis del hecho educacional.
El punto de partida de toda comparación presupone una concepción apriorística de desigualdad o diferencia. Es decir, en cualquier comparación se rechaza, o más bien no se admite, un planteamiento de mismidad.
Por otra parte, la comparación debe contar de forma indispensable con uno o más criterios, en función de los cuales sea posible ordenar y relacionar las diferentes variables que se pretenden estudiar. Por consiguiente, resulta absolutamente necesario conocer a fondo el término o criterio de la comparación, ya sea cuantitativo o cualitativo, o ambos al mismo tiempo.
La finalidad principal de la comparación educativa, además de afirmar la existencia de los sujetos de la comparación, es el descubrimiento de las semejanzas, diferencias y diversas relaciones que se pueden establecer. Por ello, cabe suponer una afinidad o proximidad geográfica e histórica para que sea posible la comparación educativa.

Otro aspecto de capital importancia en educación comparada es el conocimiento exhaustivo de la realidad social y cultural. Sería, pues, inimaginable un análisis comparativo de teorías pedagógicas, de planificación o programación, o de métodos de enseñanza, en el que no interviniera un juicio razonado de la realidad sociocultural en la que se pretende llevar a cabo el análisis comparativo.
En síntesis, podemos indicar que la educación comparada es por un lado y desde un punto de vista científico una metodología de trabajo de la pedagogía, a partir de la comparación de fuentes, situaciones, instituciones, etc.; y por otro lado, el estudio de los diferentes sistemas educativos en el mundo -teórica y prácticamente-, o parcelas o aspectos de los mismos.

sábado, 4 de enero de 2020

Precursores de la pedagogía comparada

A pesar de la múltiples discrepancias entre los comparatistas a nivel de enfoque metodológico, de planteamientos, de objetivos, etc., fácilmente se puede caer en la cuenta de que nadie pone en entredicho la paternidad de esta disciplina. Comúnmente se atribuye a Marc-Antonie Jullien, de París, el nacimiento de la pedagogía comparada, cuando en 1817 publica Esquisse et vues préliminaires d'un ouvrage sur l'éducation comparée. Casi un siglo y medio después, en 1962, el Bureau Internationale d'Éducation, con motivo de la XXV Conferencia Internacional de la Instrucción Pública, publica una edición facsímil de esta obra. A partir de entonces ya no caben dudas sobre quién era el fundador, padre o precursor de la pedagogía comparada: M.-A. Jullien (1775-1848).
Sin embargo, antes y después de Jullien, podemos encontrar diversos autores, procedentes de diferentes ramas del saber, que han sido considerados como antecedentes o precursores más o menos lejanos de esta disciplina. Así, Diderot y sobre todo Montesquieu con su magistral obra El espíritu de las leyes, pueden presentarse como ejemplos de lo que hoy llamaríamos política y derecho comparados. A partir del siglo XVIII, la comparación se nos muestra como un instrumento aplicado a diversos ámbitos del conocimiento científico, como la medicina, la literatura, el derecho, la historia y, posteriormente, la sociología, la antropología y otras ciencias o campos del conocimiento.
En la segunda mitad del siglo XIX se inicia una etapa de viajes y encuestas en la que se publican diversos informes de los viajeros que han recorrido distintos países, europeos generalmente, estudiando los sistemas de instrucción. Un buen ejemplo de los frutos de esta etapa lo constituye el informe de Victor Cousin, en 1831, sobre la instrucción en Alemania.
Posteriormente, y dentro de la primera mitad de nuestro siglo, encontramos un elenco de comparatistas que sistematizan y empiezan a sentar las bases de la educación comparada. También a ellos podemos considerarlos como precursores de esta disciplina: M.E. Sadler, I.L. Kandel, R. Ulich, N. Hans y F. Schneider, entre otros, son autores a quienes debemos en gran medida el importante desarrollo actual de la pedagogía comparada.