martes, 2 de mayo de 2017

Hacia una teoría de la educación como ciencia

1. Concepto de teoría
El término "teoría" ha sufrido no pocas variaciones semánticas que, en más de una ocasión, han supuesto cierta confusión a la hora de conceptualizar las teorías educativas. Aunque originariamente la filosofía hizo un uso frecuente del vocablo "teoría", hoy es habitual su empleo en el ámbito de las ciencias, así como también en el lenguaje común. Etimológicamente significó contemplación, de donde Aristóteles le confirió el valor de beatitud como algo opuesto a la actividad. El término teoría sirve también para designar el conjunto de creencias que de modo racional intenta explicar acontecimientos pasados, presentes o futuros. De manera más estricta, Ferrater Mora entiende la teoría como una construcción intelectual resultado de un trabajo filosófico y/o científico. Ahora bien, aunque esa construcción racional podemos concebirla como una descripción, una explicación, incluso como un mero simbolismo de la realidad, parece difícil reducirla al ámbito de la simple hipótesis.
Toda teoría supone, al menos, un conjunto de leyes y reglas sistemáticamente organizadas que son la base de una ciencia y sirven para relacionar y posibilitar la explicación de determinado número de fenómenos. Sin embargo, damos también el nombrre de teoría al conjunto más o menos sistemático de opiniones sobre algún tema o materias concretas; es precisamente esa polisemia del término teoría lo que lleva a O'Connor a definirla desde cuatro puntos de vista:

 1º)  Como un conjunto de hipótesis verificadas y concatenadas lógicamente. Las teorías científicas responden a ese criterio.
 2º)  Como un entramado conceptual, debidamente organizado y unificado en torno a un objeto común. En este sentido nos referimos, por ejemplo, a la teoría de los números.
 3º)  Como un conjunto de problemas relacionados entre sí o que mantienen unos vínculos lógicos de relación. La propia teoría del conocimiento responde a esta postura.
 4º)  Como un conjunto de prescripciones, normas o reglas cuyo objetivo reside en dirigir un determinado comportamiento. La teoría de la enseñanza es un buen ejemplo de este punto de vista.

Siguiendo al mismo O'Connor diremos que la teoría científica supone un conjunto de leyes relacionadas entre sí de manera lógica que permiten explicar el contenido de una hipótesis. Afirmación ésta que nos lleva a pensar que el carácter epistemológico de la teoría está más próximo al mundo de la filosofía que al de la ciencia; es casi filosofía, es filosofía de la ciencia.

2. Función e importancia de la teoría
En abierta oposición a los autores que, como por ejemplo Robert Boyle, evidencian un claro desprecio por las teorías y quieren reducir a nada su aportación al campo del conocimiento, diremos que las teorías o conjuntos de postulados a partir de los cuales podemos inferir enunciados acerca del hombre y el mundo son los que, en última instancia, posibilitan nuestro creciente conocimiento e incluso el dominio cognoscitivo del cosmos.
Son varias las razones que nos llevan a considerar la funcionalidad e importancia de las teorías:

 1º)  Al ser un conjunto de postulados abstractos, posibilitan otorgar significado a hechos que, de otro modo, no los tendrían. Parece obvio que los significados que alcanzarán importancia y proyección dependerán del contexto sociocultural.
 2º)  La teoría permite alcanzar una explicación de los fenómenos observables y otorga la justificación a las distintas posturas socioculturales que puedan darse en un contexto concreto.
 3º)  Si la teoría supone, al menos, una interpretación de los fenómenos observados, la confrontación de varias teorías implicará posiblemente abrir cauces para nuevas investigaciones y explicaciones.
 4º)  Ofrece normas conducentes a compaginar los elementos de la teoría con los hechos reales sobre los cuales han de incidir aquéllos.

Una de las funciones primordiales de toda teoría es la explicativa. Pero las teorías, además, nos adentran en el análisis del carácter genérico de los distintos hechos observados, lo que nos permite alcanzar una explicación total del fenómeno, al tiempo que, por no coincidir las explicaciones aportadas por las diferentes teorías, nos hace ver que el afán de objetividad conceptual es, simultáneamente, una necesidad, un deseo y un compromiso, máxime cuando, como en el caso de la educación, el hombre investigador se halla en el mismo plano que el hombre investigado.
Será también gracias a las teorías que la praxis cobrará su pleno sentido. Sólo después de una auténtica confrontación de las diferentes interpretaciones teóricas, la actividad devendrá en algo consciente e intencional. Cuando la actividad se halla respaldada por una teoría adquiere su máximo sentido y significado. Como dice Adams, "la teoría no es una simple descripción de la práctica, aunque éste es uno de sus objetos", ya que sabremos cuándo nos hallamos frente a una auténtica descripción si contamos con una teoría que le dé un significado.
Las funciones de la teoría variarán sustancialmente según sea la concepción que tengamos de la naturaleza de la ciencia. Aunque en la actualidad la teoría busca en esencia la descripción del objeto científico, lo cual es tanto como reafirmar la importancia de la observación, de la constatación de los hechos, no debemos pensar que sea ésta la única función de la teoría. Junto a esa moderna visión de lo teórico, es preciso recordar que la teoría tenía, en su concepción más clásica, una función predictiva de los hechos y las cosas que estaban por devenir. Lo teórico ha gozado de no poco prestigio en determinadas épocas o circunstancias históricas gracias a aque, de un modo más o menos exacto, ha sido capaz de explicar prospectivamente los hechos.
Ahora bien, la epistemología actual exige una tercer función: la explicativa. Aunque sea en el ámbito de la ciencia de la naturaleza donde se dé con mayor rigor la función explicativa, no resulta ilógico pensar que, por lo que tiene de saber científico, la teoría debe también recurrir a la explicación como medio de aprehender la realidad.
Si, como se afirma, la conciencia es fruto de la distancia con el mundo, si lo que permite conocer el mundo es la distancia del hombre respecto a aquél, será preciso adoptar la actitud teorética para evaluar cualquier descripción de la realidad, dado que en sentido estricto toda teoría se presenta bajo una imagen de modelo.

3. Concepto y fundamentación científica de la teoría de la educación
Respetuosos con las opiniones de los que afirman que la ciencia surgida en torno a la educación no es en sí misma un conocimiento científico, no constituye un hacer científico, pensamos, no obstante, que detrás de tal aseveración se esconde un claro convencionalismo y una conceptualización restringida de lo que es la ciencia. Nuestra ciencia de la educación es una ciencia humana, una ciencia del espíritu, que diría Dilthey, si bien, por las especiales características de su objeto de estudio -la educación-, tiende a la práctica y en ella encuentra su justificación. Esa doble naturaleza de su objeto puede haber influido, eso sí, en que la educación considerada como empresa científica tenga síntomas de cierta inmadurez, como afirma Kneller, pues existen todavía hoy pocas teorías de índole descriptiva.
Epistemológicamente afirmamos que un conocimiento cierto y racional acerca de la naturaleza de las cosas o sus condiciones de existencia, constituye una ciencia. Como decía Aristóteles, poseemos la ciencia de una cosa cuando creemos conocer la causa por la que es y que no es posible que la cosa sea diferente a como es. En este sentido, para alcanzar una primera aproximación a la noción de una ciencia es preciso delimitar lo que se ha dado en llamar su objeto material y su objeto formal. El objeto material de una ciencia lo constituye la realidad que estudia, es el objeto que pretende conocer, mientras que el objeto formal viene dado por el conocimiento mismo, por el tipo de conocimiento y la perspectiva desde la que se estudia el objeto material.


Así pues, en ese afán por conceptuar y fundamentar científicamente la teoría de la educación, podemos afirmar que su objeto material es la educación, mientras que el objeto formal lo constituye el conocimiento teórico-especulativo de la esencia, existencia, posibilidad, límites y axiología del fenómeno educativo. Ahora bien, la educación es una realidad que se da en el sujeto al margen de que éste pueda reflexionar acerca de ella y conceptuarla como algo que está más allá de su propia existencia o realidad histórico-cultural. De ahí que el objeto material de la teoría de la educación presente una doble perspectiva:

 a)  Como realidad educativa concreta, próxima a mí, que se opera en todo mi ser y a lo largo de toda mi existencia.
 b)  Como concepto, que para captarlo es preciso que yo sobrepase los límites de mi propia vivencia personal educativa y me abra a lo que de dialéctico y universal tiene la educación.

La teoría de la educación la concebimos pues como una ciencia especulativo-práctica, como una ciencia basada en la evidencia de los principios que regulan lo educativo y cuyo objetivo principal reside en el problema de los fines como ayuda para eficaz aplicación de los medios. La teoría de la educación partirá y se dará en el hombre concreto, pero se referirá al hombre universal; es una ciencia especulativa de carácter teleológico, aunque comprometida de lleno en la acción o aplicación de lo mesológico.
D. B. Gowin configura el ámbito de competencias de una teoría de la educación reduciéndola a cinco aspectos, áreas o consideraciones:

 1º)  Todo proceso educativo supone que el educador intente hacer algo por, con y para el educando.
 2º)  El proceso educativo supone una responsabilidad moral por parte del educador.
 3º)  Toda teoría educativa debe hacer referencia a lo que denominamos un acto educativo.
 4º)  Toda teoría educativa intenta justificar los actos educativos y por lo tanto supondrá una explicación de las relaciones interpersonales que se dan en el hecho educativo.
 5º)  Toda teoría educativa evitará caer, a través del acto educativo, en actitudes que supongan una manipulación sobre la persona educada.

A modo de conclusión diremos que toda auténtica teoría educativa debe buscar la precisión del conocimiento científico en los datos, pero sin olvidar o salir, por comodidad, del compromiso de unos valores y finalidades, dado que sin un elemento axiológico y un elemento ideal, el factor empírico queda desprovisto de su verdadero sentido educativo. En una teoría se deben conjugar, en feliz maridaje, lo empírico y lo conceptual, pues ambos se justifican y guían mutuamente. Al teórico de la educación le compete ser optimista, perfectivo; como decía Ortega del filósofo, no puede mantener una actitud pasiva, vegetativa, sino activa, de rumoroso actuar sobre el medio, transformándolo y realizando valores. Pensamiento y acción educativa son realidades que no pueden deslindarse, dado que en última instancia la raíz del pensar está en el mismo vivir.

4. Fuentes de la teoría de la educación
Es habitual, en todo análisis fenomenológico, hacer referencia a las fuentes de un conocimiento científico, máxime cuando en realidad son ellas las que han permitido la tarea de separar la ciencia verdadera y propiamente dicha, del denominado saber común. Si añadimos, por nuestra parte, que se nos antoja importante también la aportación o influencia de una ciencia en otra, así como el proceso de dialéctica interna que se establece en el seno de las mismas investigaciones científicas, tendrá plena lógica dedicar unas pocas líneas al tratamiento de las fuentes de la teoría de la educación, dando con ello fin a la fundamentación científica de esta disciplina pedagógica.
Las especiales características de la realidad educativa dan al concepto de fuente de la teoría de la educación un sentido muy amplio. El teórico de la educación -como hombre e investigador- no puede permanecer ajeno al fenómeno educativo y encuentra en su propia experiencia pedagógica la primera fuente de la teoría educativa. Estas fuentes internas o personales le comprometen en su personal concepción del mundo, de la vida, y en consecuencia influirán e incluso podrán determinar la teoría de la educación de ellas derivada. Ahora bien, al margen de estas fuentes internas, la teoría de la educación precisa del apoyo de otras que en contraposición a las anteriores llamaremos fuentes externas o materiales.
Siendo la educación, como decía Kant, el mayor y más difícil problema que puede ser planteado a los hombres, siendo una empresa sociofilosófica, muchas serán las fuentes de una teoría de la educación. En principio, por su carácter de ciencia humana, serán fuentes científicas de la misma las otras ciencias del espíritu, en especial la filosofía, la biología humana, la psicología, la sociología y la ética. Ahora bien, también devendrán en fuentes externas o materiales los datos de la realidad educativa que están fuera de mi propia experiencia interna. La lectura inteligente de los datos emanados de la realidad educativa es tarea necesaria al teórico de la educación, como también lo es el análisis de las fuentes de la historia de la educación, pues el carácter histórico del hombre y de su proceso perfectivo no puede reducir el conocimiento teórico al solo presente o futuro, sino que ambos son realidad o posibilidad gracias al pasado.
Si en la intimidad del hecho educativo hay unos problemas de naturaleza teórica, previos a toda actitud práctica, si por desgracia no siempre se tiene una conciencia problemática frente al tema de la educación, ello es debido, en parte, a que predominan, como afirma Mantovani, las mentes dogmáticas sobre las críticas. Para el espíritu crítico, indagador de la verdad, poco es lo que se sabe en materia educativa y mucho lo que debe resolverse. Las fuentes de la teoría de la educación, en su sentido más exhaustivo, harán posible que el educador practique la educación, al tiempo que facilitarán la reflexión acerca de ella, porque pensar posibilita modificar, confirmar o negar la acción.