Una nueva interpretación del ideal helénico en la educación y la exposición del más completo programa a este propósito es ofrecido por Platón sobre todo en La República, obra de plena madurez, y en Las Leyes, obra de la vejez, que ha llegado a nosotros en una redacción no perfectamente elaborada y que atempera muchos aspectos del extremismo teórico que aparece dominante en el otro escrito pedagógico político. La tonalidad ético religiosa de la concepción supera la dirección eminentemente ético racionalista de la doctrina socrática. Platón no investiga solamente un «método» para la adquisición del saber, sino que aborda positivamente a una visión compleja del universo de la que hace surgir una precisa orientación de la vida humana. En efecto, su ascetismo ético educativo, caracterizado por el concepto de que el alma está encerrada en una cárcel de la que desea huir y del consiguiente concepto de filosofar como un continuo deseo de morir, no es solamente negativo. La contemplación de las ideas, en lo que consiste según Platón el supremo bien del hombre, es también contemplación de la belleza superior. De este modo vienen a coincidir la educación intelectual con aquella moral y estética. Propósito de la actividad educativa es precisamente la realización, en el individuo y en la sociedad, de la divina armonía de la verdad, del bien y de lo bello, afirmando primeramente en cada individuo el predominio del alma racional sobre el alma irascible y concupiscente. Esta primacía garantiza en el individuo el triunfo de la justicia, virtud suprema que se expresa en el perfecto equilibrio interior, y en el Estado asegura la justicia social, que se obtiene cuando las tres clases sobre las que se apoya (filósofos, militares y productores) cumplen en sapiente armonía las funciones que les han sido confiadas.
La supremacía reconocida al alma racional en el individuo y a la clase de los sabios en La República, demuestra que Platón, aun cuando fijo en lo trascendente, expresa un altísimo culto por la razón, considerada como capaz de determinar la instauración de una sociedad justa porque está gobernada por los sapientes, es decir, por aquellos que han alcanzado una personal perfección interior. Por esto tiene una fe vivísima en la eficacia de la educación. De ella depende que el hombre se convierta en «un animal superlativamente divino» o en «el más feroz de cuantos animales produce la tierra». Si la sociedad va mal, la culpa es de la mala educación de los ciudadanos. En este sentido la educación debe ser, como para los espartanos, un fundamental oficio político, y debe entenderse el Estado como una organización ético-religiosa y pedagógica al mismo tiempo. Por esto puede decirse que, para Platón, la doctrina del Estado inspira la doctrina pedagógica tal como la obra política está sometida a la finalidad educativa, ya que el Estado mejor organizado es el que consigue dar a todos los ciudadanos una armonía y una fuerza moral más excelente.
No es este lugar para exponer en sus minuciosos pormenores el plan educativo platónico. Baste recordar que Platón se interesaba exclusivamente por la clase de los guerreros, de la cual, por sucesivas regulares selecciones, serán elegidos los regidores del Estado, los filósofos. Los jóvenes, terminado el período de la infancia, contrariamente a cuanto ocurría de hecho en Atenas, habrán debido pasar a las instituciones de Estado, y, aprendida la música y la gimnasia primero y luego las matemáticas, podían ser escogidos a los treinta años para el estudio de la dialéctica (filosofía), destinada solamente a aquellos que, particularmente dotados, tenían la intención de convertirse realmente en sapientes y magistrados de la República. La filosofía, caída en descrédito por los sofistas, readquirió con Platón su valor pedagógico. Pero mientras Sócrates la había hecho descender del cielo a la tierra y en cierto modo la había vulgarizado llamando a ella a todos aquellos a quienes se dirigía el magisterio de su arte educativa, Platón opinaba que la filosofía era privilegio de pocos, de aquellos que, poseyendo especialísimas disposiciones de ánimo, llegados a la madurez, han sido elegidos para ella después de un aprendizaje de estudios preparatorios y de formación espiritual.
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