SÓCRATES.- Porque es que es impresionante, Fedro, lo que pasa con la escritura, y por tanto se parece a la pintura. En efecto, sus vástagos están ante nosotros como si tuvieran vida; pero si se les pregunta algo, responden con el más altivo de los silencios. Lo mismo pasa con las palabras. Podrías llegar a creer como si lo que dicen fueran pensándolo; pero si alguien pregunta, queriendo aprender de lo que dicen, apuntan siempre y únicamente a una y la misma cosa; pero, eso sí, con que una vez algo haya sido puesto por escrito, las palabras ruedan por doquier, igual entre los entendidos que como entre aquellos a los que no les importa en absoluto, sin saber distinguir a quiénes conviene hablar y a quiénes no...
FEDRO.- Muy exacto es todo lo que has dicho.
SÓCRATES.- Entonces ¿qué? ¿Podemos dirigir los ojos hacia otro tipo de discurso, hermano legítimo de éste y ver cómo nace y cuánto mejor y más fuerte se desarrolla?
FEDRO.- ¿A cuál te refieres y cómo dices que nace?
SÓCRATES.- Me refiero a aquel que se escribe con ciencia en el alma del que aprende; capaz de defenderse a sí mismo y sabiendo con quién hablar y ante quiénes callarse.
FEDRO.- ¿Te refieres a ese discurso lleno de vida y de alma que tiene el que sabe y del que el escrito se podría decir que es el reflejo?
Platón, siguiendo a su maestro Sócrates, expresó sus pensamientos mediante el diálogo, pues opinaba que mientras los escritos y los discursos no nos permiten esclarecer las dudas y las aporías (dificultades) que en ellos se contienen, el diálogo, por el contrario, es una forma viva de filosofar que reproduce el dramatismo y el vigor de la dialéctica; el diálogo, mediante preguntas y respuestas, aclaraciones y refutaciones, matizando ciertas opiniones y rechazando otras, va conduciendo la investigación hasta el descubrimiento de la verdad; el diálogo, pues, constituye una especie de certamen intelectual que por medio de la discusión en común pone de manifiesto el esfuerzo lento y fatigoso del proceso científico.
En general, la mayoría de los diálogos de Platón comienzan enfocando una cuestión, un determinado tema o asunto; a continuación, se desarrolla un proceso negativo o refutación, mediante el cual se rechazan las opiniones falsas, esto es, se eliminan los errores y, por último, tiene lugar el proceso mayéutico, que se dirige al descubrimiento de la verdad.
Casi todos los personajes que Platón hace intervenir en sus diálogos son reales, aunque frecuentemente se recurre a situaciones anacrónicas al colocar unos en relación con otros, es decir, a muchos interlocutores se les sitúa en tiempos distintos a los que en realidad existieron. El protagonista principal es Sócrates, que, mediante una ingenuidad fingida (ironía socrática), va refutando las posiciones de sus interlocutores, frecuentemente de los sofistas, los "profesionales" de la enseñanza, que, a los ojos de Platón, no hacen sino confundir a la juventud con sus sofismas.
En la actualidad se atribuyen a Platón 42 diálogos; pero, por otra parte, este número es dudoso y, por otra, resulta muy difícil establecer la secuencia cronológica correcta entre ellos; de manera general, siguiendo a los tratadistas principales, podemos diferenciar cuatro periodos, a saber:
a) - Primeros diálogos o diálogos socráticos: En ellos se contienen de modo predominante preocupaciones éticas, entre éstos destacan Apología de Sócrates, Critón, Protágoras, Cármides y Eutrifón.
b) - Época de transición: Primeros diálogos de la Academia; continúan las cuestiones éticas, pero cobran también intensidad los problemas políticos, así como los temas relacionados con la preexistencia e inmortalidad del alma humana. Podemos considerar como los más importantes de este periodo Gorgias, Menón, Crátilo, Menéxeno ...
c) - Época de madurez o diálogos doctrinales: En éstos formuló la doctrina de las ideas como fundamento de las teorías éticas y políticas; destacan El banquete, Fedón, La República y Fedro.
d) - Diálogos de vejez o diálogos críticos: En ellos Platón sometió a revisión sus propias ideas anteriores; podemos señalar como los más importantes Teeteto, Parménides, Sofista, Político, Filebo, Timeo y Leyes.
domingo, 22 de septiembre de 2013
sábado, 14 de septiembre de 2013
La complejidad climática de la Península Ibérica
Del variado tipo de masas y frentes que afectan a la Península, y de su peculiar configuración fisiográfica y situación entre mares de características distintas, se desprende la complejidad climática de ésta. Existe una Iberia húmeda y una Iberia seca. Y en ésta última, la diversidad de situaciones hídricas, pero sobre todo térmicas, obligan a diferenciar el dominio de varios subconjuntos.
1. La Iberia húmeda
Comprende el litoral cantábrico y atlántico. Las características fundamentales que le definen como un conjunto biogeográfico son: no existe a lo largo del año ningún mes seco (menos de 30 mm); las precipitaciones son superiores a los 800 mm e inclusive 1.000 mm; el número de días de lluvia asciende a más de 150 y la humedad y nubosidad abundante. Elevadas precipitaciones y regularmente distribuidas dotan a este conjunto de una fuerte personalidad en una península mediterránea.
La moderación de las temperaturas es otra de sus características. La influencia marina y las borrascas estivales explican que en verano no se superen los 20º de media, aunque las masas tropicales, sobre todo las continentales, puedan elevar el termómetro hasta los 38º (Bilbao). El invierno es suave, con precipitaciones a veces níveas, y alguna helada.
El litoral portugués presenta características semejantes. Las únicas diferencias estriban en precipitaciones menores (500-750 mm) y en la existencia de meses secos (dos en el norte, tres en Lisboa). También las temperaturas son más elevadas.
2. La España interior
Se caracteriza, fundamentalmente, por los fuertes contrastes térmicos determinados por la existencia de un invierno riguroso y largo y de un verano continentalizado. Las precipitaciones, equinocciales, oscilan entre 300 y 500 mm; existe un mínimo estival muy acentuado con tres o cuatro meses secos. Dentro de este conjunto existen matices lo suficientemente importantes a tener en cuenta en el aprovechamiento agrícola. Así se pueden diferenciar:
a) Castilla - León: Con inviernos rigurosos en los que las temperaturas medias oscilan entre 2º y 4º (enero), pero donde son posibles hasta -18º. Invierno, por otra parte, largo ya que la mitad del año tiene temperaturas inferiores a los 10º y tres meses inferiores a 5º. Las situaciones anticiclónicas con cielos cubiertos, o de un azul claro y despejado, o nieblas persistentes, son los tiempos invernales.
b) Castilla - La Mancha: El rasgo diferenciador son los calurosos veranos. Bajo la influencia del anticiclón de las Azores, a menos altitud que Castilla-León, continentalizada, y sin la influencia de los frentes fríos estivales, presenta unos veranos en los que el termómetro alcanza de media los 23º-26º (julio); la temperatura se eleva a 38º por el día y puede alcanzar hasta los 52º (Mora de Toledo). La diferencia con los andaluces es que es un verano más corto, de dos o tres meses.
c) La depresión del Ebro: Se distingue por una aridez más acentuada. Las precipitaciones oscilan entre 300 y 400 mm y el número de meses secos alcanza los 8 o los 9 (Lérida, Zaragoza).
3. La España del Sur y Levantina
Se distingue por el caluroso, seco y prolongado verano. A latitudes meridionales y bajo la influencia del Mediterráneo, las temperaturas medias oscilan entre 23º y 28º. Son veranos, por otra parte secos, con más de tres e incluso cinco meses con precipitaciones inferiores a 30 mm (en julio y agosto se reciben menos de 5 mm). Existen también diferencias dentro del conjunto que obligan a hacer una triple distinción:
a) La España del Sur: Presenta un verano largo (seis meses con más de 20º) en que las temperaturas medias ascienden hasta 26º pero en el que las máximas alcanzan los 38º y los 55º, en la sombra, en la sartén andaluza (Écija, Sevilla, Córdoba). En la costa, los rigores son menos acusados por influencia del mar. Los inviernos son templados y húmedos; más de las tres cuartas partes de las precipitaciones se reciben en el semestre de otoño-invierno.
b) El Levante: Desde Barcelona hasta el cabo de La Nao, se diferencia del conjunto anterior en que el verano es menos riguroso y en que las precipitaciones son menores y con distinto régimen: los índices no superan los 500 mm y son lluvias equinocciales, sobre todo de otoño; la aridez aumenta hacia el sur (dos meses secos en Cataluña; siete en el Levante valenciano y murciano).
c) El Sureste árido: Destaca no sólo por el escaso índice de precipitaciones, sino porque éstas se reciben en muy pocos aguaceros; son lluvias torrenciales. Por ello los meses secos son superiores a nueve y el número de días de lluvia, inferior a 50. Las situaciones térmicas son similares a las levantinas o andaluzas.
1. La Iberia húmeda
Comprende el litoral cantábrico y atlántico. Las características fundamentales que le definen como un conjunto biogeográfico son: no existe a lo largo del año ningún mes seco (menos de 30 mm); las precipitaciones son superiores a los 800 mm e inclusive 1.000 mm; el número de días de lluvia asciende a más de 150 y la humedad y nubosidad abundante. Elevadas precipitaciones y regularmente distribuidas dotan a este conjunto de una fuerte personalidad en una península mediterránea.
La moderación de las temperaturas es otra de sus características. La influencia marina y las borrascas estivales explican que en verano no se superen los 20º de media, aunque las masas tropicales, sobre todo las continentales, puedan elevar el termómetro hasta los 38º (Bilbao). El invierno es suave, con precipitaciones a veces níveas, y alguna helada.
El litoral portugués presenta características semejantes. Las únicas diferencias estriban en precipitaciones menores (500-750 mm) y en la existencia de meses secos (dos en el norte, tres en Lisboa). También las temperaturas son más elevadas.
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Paisajes de Cantabria |
Se caracteriza, fundamentalmente, por los fuertes contrastes térmicos determinados por la existencia de un invierno riguroso y largo y de un verano continentalizado. Las precipitaciones, equinocciales, oscilan entre 300 y 500 mm; existe un mínimo estival muy acentuado con tres o cuatro meses secos. Dentro de este conjunto existen matices lo suficientemente importantes a tener en cuenta en el aprovechamiento agrícola. Así se pueden diferenciar:
a) Castilla - León: Con inviernos rigurosos en los que las temperaturas medias oscilan entre 2º y 4º (enero), pero donde son posibles hasta -18º. Invierno, por otra parte, largo ya que la mitad del año tiene temperaturas inferiores a los 10º y tres meses inferiores a 5º. Las situaciones anticiclónicas con cielos cubiertos, o de un azul claro y despejado, o nieblas persistentes, son los tiempos invernales.
b) Castilla - La Mancha: El rasgo diferenciador son los calurosos veranos. Bajo la influencia del anticiclón de las Azores, a menos altitud que Castilla-León, continentalizada, y sin la influencia de los frentes fríos estivales, presenta unos veranos en los que el termómetro alcanza de media los 23º-26º (julio); la temperatura se eleva a 38º por el día y puede alcanzar hasta los 52º (Mora de Toledo). La diferencia con los andaluces es que es un verano más corto, de dos o tres meses.
c) La depresión del Ebro: Se distingue por una aridez más acentuada. Las precipitaciones oscilan entre 300 y 400 mm y el número de meses secos alcanza los 8 o los 9 (Lérida, Zaragoza).
El pino piñonero abunda en el sur y el este de la península, ya que se adapta muy bien a las condiciones de aridez estival mediterránea. |
Se distingue por el caluroso, seco y prolongado verano. A latitudes meridionales y bajo la influencia del Mediterráneo, las temperaturas medias oscilan entre 23º y 28º. Son veranos, por otra parte secos, con más de tres e incluso cinco meses con precipitaciones inferiores a 30 mm (en julio y agosto se reciben menos de 5 mm). Existen también diferencias dentro del conjunto que obligan a hacer una triple distinción:
a) La España del Sur: Presenta un verano largo (seis meses con más de 20º) en que las temperaturas medias ascienden hasta 26º pero en el que las máximas alcanzan los 38º y los 55º, en la sombra, en la sartén andaluza (Écija, Sevilla, Córdoba). En la costa, los rigores son menos acusados por influencia del mar. Los inviernos son templados y húmedos; más de las tres cuartas partes de las precipitaciones se reciben en el semestre de otoño-invierno.
b) El Levante: Desde Barcelona hasta el cabo de La Nao, se diferencia del conjunto anterior en que el verano es menos riguroso y en que las precipitaciones son menores y con distinto régimen: los índices no superan los 500 mm y son lluvias equinocciales, sobre todo de otoño; la aridez aumenta hacia el sur (dos meses secos en Cataluña; siete en el Levante valenciano y murciano).
c) El Sureste árido: Destaca no sólo por el escaso índice de precipitaciones, sino porque éstas se reciben en muy pocos aguaceros; son lluvias torrenciales. Por ello los meses secos son superiores a nueve y el número de días de lluvia, inferior a 50. Las situaciones térmicas son similares a las levantinas o andaluzas.
sábado, 7 de septiembre de 2013
La herencia cultural

La
adaptación de una especie a su ambiente
es el proceso principal que mueve y dirige la evolución biológica. La adaptación ocurre debido a la selección natural, es decir, debido a
la reproducción diferencial de las variantes
genéticas existentes en la
especie. En el ser humano, y sólo en él, la adaptación al ambiente se puede llevar
a cabo también por medio de la cultura. La
cultura es, de hecho, un método de adaptación considerablemente más eficaz que el mecanismo biológico por dos razones principales: por ser más rápido y por ser más poderoso. Una mutación genética favorable surgida en un individuo humano necesita de
gran número de generaciones para
poder ser transmitida a una porción considerable de la especie.
Por el contrario, un descubrimiento científico o técnico puede ser transmitido a toda la humanidad en una
generación o menos. El poder superior
de la adaptación cultural aparece cuando se
considera que durante los últimos milenios la humanidad
ha adaptado el ambiente a sus genes mucho más frecuentemente que sus genes
al ambiente. El descubrimiento del fuego y el uso del vestido y refugio han
permitido al ser humano extenderse por toda la Tierra sin necesidad de
mutaciones que le adaptaran.
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El profesor Francisco José Ayala en una conferencia celebrada en Valencia con motivo del Año Darwin. |
¿Continúa actuando la selección sobre la humanidad actual?
La selección natural es simplemente la
reproducción diferencial de variantes
alternativas. Por tanto, actuará sobre la humanidad si los
portadores de ciertas constituciones genéticas tienen mayor
probabilidad de dejar más descendencia que los
portadores de otros genotipos. Es posible que la selección natural disminuya de intensidad en el futuro, pero no
desaparecerá del todo. Los cambios
culturales -como el desarrollo de la agricultura, la migración del campo a la ciudad y de país a país, la contaminación ambiental y otros muchos- crean nuevas presiones de
selección.
¿Cuál es el futuro biológico de la humanidad? La
evolución biológica está guiada por la selección natural. La selección natural no tiene objetivos,
pero el hombre sí los tiene. La humanidad es la
única especie biológica consciente de su evolución y tiene, además, el poder de moldearla de
acuerdo con sus propios intereses. La dirección de su evolución constituye una cuestión ética de gran importancia para la humanidad actual.
lunes, 26 de agosto de 2013
Los Juegos Olímpicos
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El Discóbolo, de Mirón (460 - 450 a.C.) |
Los Juegos se celebraban cada cuatro años, en honor a Zeus, en la antigua ciudad griega de Olimpia.
En un principio sólo participaban atletas griegos; luego, en sucesivas celebraciones, se fueron incorporando atletas de toda la zona mediterránea. Únicamente competían hombres, y se disputaban pruebas de carreras, saltos, lanzamientos de disco y de jabalina, hípica y lucha, al tiempo que se celebraban ceremonias religiosas y concursos de poesía y oratoria.
Duraban cinco días: en el primero, la multitud desfilaba ante una gigantesca estatua del dios; en el último tenía lugar una solemne procesión y se celebraba un banquete. Durante los juegos se establecía una tregua sagrada en la que no había guerras, para que todos los griegos libres pudiesen participar sin problemas. Los vencedores recibían una corona de laurel, y su estatua era colocada en Olimpia.
martes, 20 de agosto de 2013
Expansión de los reinos cristianos. Siglos XI-XII
Desde principios del siglo XI, a raíz de la muerte de Almanzor (1002) y sobre todo después de la desintegración del Califato de Córdoba (1027), Al-Andalus perdió la supremacía militar que hasta entonces había detentado. La España musulmana quedó dividida en un mosaico de pequeños reinos, denominados reinos de taifas. En cambio, los núcleos cristianos, considerablemente fortalecidos, iniciaron una ofensiva militar en gran escala. A partir de esta época, las campañas de los cristianos contra los musulmanes tienen un doble sentido, de reconquista, es decir, de recuperación de un territorio al que se cree tener derecho, y de cruzada contra los infieles.
1. Los reinos occidentales: del Duero al Tajo
En el occidente de la Península, el protagonismo reconquistador corrió a cargo de los reyes castellano-leoneses. El antiguo Condado de Castilla se convirtió en reino con Fernando I, fusionándose poco más tarde con el viejo reino de León (1037). Durante el reinado de su hijo Alfonso VI tuvo lugar la conquista de Toledo (1085). Era la primera gran ciudad de Al-Andalus que caía en poder de los cristianos.
La conquista de Toledo permitió apuntalar la zona de retaguardia, es decir, el territorio situado entre el Duero y el Sistema Central. Esta región, prácticamente desierta, tuvo que ser repoblada, concediendo a los que acudían al llamamiento amplias libertades, recogidas en una carta o fuero (por ejemplo, el de Sepúlveda, de 1076). La repoblación de este territorio se caracterizó por la creación de poderosos concejos (Salamanca, Segovia, Ávila, Sepúlveda...), que eran cabeza de un extenso término o alfoz. Estos núcleos eran auténticas ciudades-frontera, pues su función básica era de tipo militar y desde ellos se organizaban cabalgadas contra los musulmanes.
Los problemas que planteó la conquista de Toledo fueron diferentes. Allí había una abundante población musulmana, aparte de los cristianos mozárabes y los judíos. A los musulmanes que permanecieron en Toledo se les respetaron sus casas, sus propiedades y su culto, pero los bienes de los que huyeron fueron donados a los repobladores cristianos que llegaron a la ciudad.
La expansión militar castellano-leonesa fue detenida cuando aparecieron en tierras hispánicas los almorávides, musulmanes procedentes del norte de África que vinieron en socorro de los islamitas peninsulares e infligieron una severa derrota a Alfonso VI (Uclés, 1108). Por esos mismos años adquirió gran fama El Cid, un caballero castellano que se había enfrentado con su monarca, estuvo después al servicio de diversos señores, entre ellos el reyezuelo taifa de Zaragoza, y se convirtió en un personaje de leyenda.
2. Los reinos orientales: la conquista del valle del Ebro
En la región pirenaica la hegemonía había sido detentada durante el primer tercio del siglo XI por el reino de Navarra, dirigido por Sancho III, un monarca de signo europeizador. No obstante, el avance reconquistador fue protagonizado por el reino de Aragón (surgido el año 1037, con Ramiro I, hijo de Sancho III de Navarra) y por los condados catalanes. En el momento de su nacimiento, Aragón era sólo un pequeño territorio en la montaña pirenaica, con capital en Jaca. En la segunda mitad del siglo XI los aragoneses fueron ocupando las comarcas situadas al sur de las montañas: Barbastro (1064) y Huesca (1096). Pero el gran salto adelante se produjo en los primeros años del siglo XII, con el monarca Alfonso I, quien conquistó el valle medio del Ebro, incluida Zaragoza (1118). La población musulmana, que era muy densa en la zona, permaneció en sus lugares, excepto en el centro de los núcleos urbanos, que fue repartido a repobladores cristianos.
La región meridional de Aragón, próxima al Sistema Ibérico, fue organizada a base de ciudades-frontera, con fueros y una función militar (Alcañiz, Calatayud, Daroca...). La repoblación de esta zona contó con la aportación de un amplio contingente de mozárabes, llevados de Andalucía por Alfonso I.
Paralelamente, los condes catalanes prosiguieron su avance hacia el sur. Pero el paso decisivo, la incorporación del bajo valle del Ebro, fue posterior a la fusión del reino de Aragón y de los condados catalanes en la persona de Ramón Berenguer IV, quien conquistó Tortosa (1148) y Lérida (1149).
3. La reconquista en la segunda mitad del siglo XII
La desaparición, a mediados del siglo XII, del imperio almorávide, permitió a los cristianos reanudar su expansión. En el este se consolidó el avance aragonés con la ocupación de Teruel y la zona montañosa contigua. En el oeste los portugueses, una vez convertido en reino independiente el antiguo condado de Portugal, conquistaron, entre 1139 y 1147, Lisboa, Santarem y Setúbal. Por su parte, los castellanos y los leoneses, nuevamente separados desde 1157, avanzaron por la meseta sur. Cuenca era incorporada al reino de Castilla en el año 1177. No obstante, la presencia en la Península de los almohades, fundadores de un nuevo imperio en el norte de África, y las especiales condiciones de la región manchega y de Extremadura, obligaron a poner en práctica otros métodos de lucha, que tuvieron su protagonista en las Órdenes Militares (Santiago, Alcántara, Calatrava...).
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Cáliz de onix de la reina Doña Urraca, esposa de Fernando I, con quien el antiguo Condado de Castilla se convirtió en reino. |
En el occidente de la Península, el protagonismo reconquistador corrió a cargo de los reyes castellano-leoneses. El antiguo Condado de Castilla se convirtió en reino con Fernando I, fusionándose poco más tarde con el viejo reino de León (1037). Durante el reinado de su hijo Alfonso VI tuvo lugar la conquista de Toledo (1085). Era la primera gran ciudad de Al-Andalus que caía en poder de los cristianos.
La conquista de Toledo permitió apuntalar la zona de retaguardia, es decir, el territorio situado entre el Duero y el Sistema Central. Esta región, prácticamente desierta, tuvo que ser repoblada, concediendo a los que acudían al llamamiento amplias libertades, recogidas en una carta o fuero (por ejemplo, el de Sepúlveda, de 1076). La repoblación de este territorio se caracterizó por la creación de poderosos concejos (Salamanca, Segovia, Ávila, Sepúlveda...), que eran cabeza de un extenso término o alfoz. Estos núcleos eran auténticas ciudades-frontera, pues su función básica era de tipo militar y desde ellos se organizaban cabalgadas contra los musulmanes.
Los problemas que planteó la conquista de Toledo fueron diferentes. Allí había una abundante población musulmana, aparte de los cristianos mozárabes y los judíos. A los musulmanes que permanecieron en Toledo se les respetaron sus casas, sus propiedades y su culto, pero los bienes de los que huyeron fueron donados a los repobladores cristianos que llegaron a la ciudad.
La expansión militar castellano-leonesa fue detenida cuando aparecieron en tierras hispánicas los almorávides, musulmanes procedentes del norte de África que vinieron en socorro de los islamitas peninsulares e infligieron una severa derrota a Alfonso VI (Uclés, 1108). Por esos mismos años adquirió gran fama El Cid, un caballero castellano que se había enfrentado con su monarca, estuvo después al servicio de diversos señores, entre ellos el reyezuelo taifa de Zaragoza, y se convirtió en un personaje de leyenda.
2. Los reinos orientales: la conquista del valle del Ebro
En la región pirenaica la hegemonía había sido detentada durante el primer tercio del siglo XI por el reino de Navarra, dirigido por Sancho III, un monarca de signo europeizador. No obstante, el avance reconquistador fue protagonizado por el reino de Aragón (surgido el año 1037, con Ramiro I, hijo de Sancho III de Navarra) y por los condados catalanes. En el momento de su nacimiento, Aragón era sólo un pequeño territorio en la montaña pirenaica, con capital en Jaca. En la segunda mitad del siglo XI los aragoneses fueron ocupando las comarcas situadas al sur de las montañas: Barbastro (1064) y Huesca (1096). Pero el gran salto adelante se produjo en los primeros años del siglo XII, con el monarca Alfonso I, quien conquistó el valle medio del Ebro, incluida Zaragoza (1118). La población musulmana, que era muy densa en la zona, permaneció en sus lugares, excepto en el centro de los núcleos urbanos, que fue repartido a repobladores cristianos.
La región meridional de Aragón, próxima al Sistema Ibérico, fue organizada a base de ciudades-frontera, con fueros y una función militar (Alcañiz, Calatayud, Daroca...). La repoblación de esta zona contó con la aportación de un amplio contingente de mozárabes, llevados de Andalucía por Alfonso I.
Paralelamente, los condes catalanes prosiguieron su avance hacia el sur. Pero el paso decisivo, la incorporación del bajo valle del Ebro, fue posterior a la fusión del reino de Aragón y de los condados catalanes en la persona de Ramón Berenguer IV, quien conquistó Tortosa (1148) y Lérida (1149).
3. La reconquista en la segunda mitad del siglo XII
La desaparición, a mediados del siglo XII, del imperio almorávide, permitió a los cristianos reanudar su expansión. En el este se consolidó el avance aragonés con la ocupación de Teruel y la zona montañosa contigua. En el oeste los portugueses, una vez convertido en reino independiente el antiguo condado de Portugal, conquistaron, entre 1139 y 1147, Lisboa, Santarem y Setúbal. Por su parte, los castellanos y los leoneses, nuevamente separados desde 1157, avanzaron por la meseta sur. Cuenca era incorporada al reino de Castilla en el año 1177. No obstante, la presencia en la Península de los almohades, fundadores de un nuevo imperio en el norte de África, y las especiales condiciones de la región manchega y de Extremadura, obligaron a poner en práctica otros métodos de lucha, que tuvieron su protagonista en las Órdenes Militares (Santiago, Alcántara, Calatrava...).
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Las Órdenes Militares actuaban con notable éxito en la lucha contra el Islam. La de Calatrava se asentó en tierras de La Mancha, estableciéndose en una fortaleza casi inexpugnable. |
lunes, 12 de agosto de 2013
Problemas de la cultura en la sociedad industrial
La cultura de una sociedad no se puede entender
de un modo estático. Es prácticamente imposible encontrar una sociedad
en la que no existan interferencias emanantes de afuera. Pero esto que sucede
hasta en las sociedades a las que se califica de más atrasadas y que viven en
los lugares y situaciones más aisladas, se manifiesta en un grado
insuperablemente mayor en el caso de la sociedad industrial en la que el
constante cambio no sólo es una de sus características, sino también uno de los
valores culturales más significativos de ese tipo de sociedad.

Pero, como observa Linton, aún en las
culturas más sencillas y en las sociedades más simples el contenido de la
cultura es lo suficientemente rico para que en ningún individuo se comprendan
todos los elementos. Los patrones de división y de especialización en las
actividades hacen posible que el individuo funcione con éxito como miembro de
su sociedad sin necesidad de ese conocimiento completo. Aprende y emplea
ciertos aspectos de la cultura total y deja el conocimiento y ejecución de
otros aspectos a otros individuos, aunque al mismo tiempo todo individuo está
familiarizado con elementos de la cultura de su sociedad a pesar de que nunca
tenga que expresarlos en términos de acción. Esta familiarización con aspectos
de la cultura sólo participados por una parte de la sociedad es la que da el
valor de compartido que los antropólogos establecen como uno de los requisitos y
características esenciales de la cultura.
Los sociólogos, más que los antropólogos, aunque tampoco sea ajeno a estos, han
acuñado el concepto de subcultura. Del mismo modo que una sociedad se
divide en grupos y subgrupos se estima que pueden existir, aunque no
necesariamente, subculturas propias de todos o de algunos de los grupos
parciales en los que se divide la unidad total. Corresponden a las
especialidades de la cultura en los diversos grupos regionales, locales, clases
sociales, etc.
Sin embargo, es necesario que las diversas subculturas entre sí, y sobre todo
cada una de ellas con respecto a la total, mantenga un suficiente grado de
coherencia que los haga compatibles. De otro modo se trataría de culturas
coexistentes en el tiempo y en el espacio pero no de subculturas. El elemento
principal que se requiere para que una serie de rasgos y complejos compartidos
por la totalidad de un grupo social pueda ser calificada como de subcultura,
es el que esté influenciada por la situación dominante en el resto.
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Oscar Lewis (1914 - 1960) |
En los últimos tiempos la Antropología Social ha buscado
nuevos derroteros, y uno de los campos hacia los que ha dirigido la actuación
ha sido el del estudio de las diversas subculturas urbanas y principalmente el
de la pobreza, guiado principalmente por la influencia de Oscar Lewis. Como señala este autor, la pobreza viene a ser el factor dinámico que afecta la cultura nacional creando una
subcultura por sí misma. Uno puede hablar de la cultura de la pobreza,
ya que tiene sus propias modalidades y consecuencias distintivas, sociales y
psicológicas, para sus miembros.
Oscar Lewis da una serie de rasgos como
propios de los integrantes de la pobreza en México, lugar que, junto con Puerto
Rico, ha constituido el centro de los estudios de este autor, pero, en su
mayoría, estos rasgos pueden ser encontrados en otras partes del mundo
afectadas por este mismo fenómeno social.
“Los
rasgos económicos más característicos de la cultura de la pobreza incluyen la
lucha constante por la vida, períodos de desocupación y de subocupación, bajos
salarios, una diversidad de ocupaciones no calificadas, trabajo infantil, ausencia
de reservas alimenticias en casa, el sistema de hacer compras frecuentes de
pequeñas cantidades de productos alimenticios muchas veces al día a medida que
se necesitan, el empeñar prendas personales, el pedir prestado a prestamistas
locales a tasas usuarias de interés, servicios crediticios espontáneos e
informales (tandas) organizados por vecinos, y el uso de ropas y muebles de
segunda mano”.
“Algunas
de las características sociales y psicológicas incluyen el vivir incómodos y
apretados, falta de vida privada, sentido gregario, una alta incidencia de
alcoholismo, el recurso frecuente a la violencia al zanjar dificultades, uso
frecuente de la violencia física en la formación de los niños, el golpear a la
esposa, temprana iniciación en la vida sexual, uniones libres o matrimonios no
legalizados, una incidencia relativa alta de abandono de madres e hijos, una
tendencia hacia las familias centradas en la madre y un conocimiento mucho más
amplio de los parientes maternales, predominio de la familia nuclear, una
fuerte predisposición al autoritarismo y una gran insistencia en la solidaridad
familiar, ideal que raras veces se alcanza. Otros rasgos incluyen una fuerte
orientación hacia el tiempo presente con relativamente poca capacidad de
postponer sus deseos y de planear para el futuro, un sentimiento de resignación
y de fatalismo basado en las realidades de la difícil situación de su vida, una
creencia en la superioridad masculina que alcanza su cristalización en el
machismo, o sea el culto de la masculinidad, un correspondiente complejo de
mártires entre las mujeres y, finalmente, una gran tolerancia hacia la
patología psicológica de todas clases”.
“Los
que viven dentro de la cultura de la pobreza tiene un fuerte sentido de
marginalidad, de abandono, de dependencia, de no pertenecer a nada. Son como
extranjeros en su propio país, convencidos de que las instituciones existentes
no sirven a sus intereses y necesidades. Al lado de este sentimiento de
impotencia hay un difundido sentimiento de inferioridad, de desvalorización
personal”.
“Los
que viven dentro de una cultura de la pobreza tienen muy escaso sentido
de la historia. Son gente marginal, que sólo conocen sus problemas, sus propias
condiciones locales, su propia vecindad, su propio modo de vida. Generalmente
no tienen ni el conocimiento ni la ideología para advertir las semejanzas entre
sus problemas y los de sus equivalentes en otras partes del mundo. En otras
palabras, no tienen conciencia de clase, aunque son muy sensibles a las
distinciones de posición social. Cuando los pobres cobran conciencia de clase,
se hacen miembros de organizaciones sindicales, o cuando adoptan una visión
internacionalista del mundo ya no forman parte, por definición, de la cultura
de la pobreza, aunque sigan siendo desesperadamente pobres”.
Otra
variante de las subculturas en la sociedad industrial es la emanante de
determinado tipo de vida en los llamados “bajos fondos”. La delincuencia o la
conducta desviada no son en modo alguno una secuela del momento histórico por
el que atraviesan las sociedades de mercado con un alto nivel de evolución
tecnológica. Aparece también en los pueblos que han adoptado el socialismo como
forma de organización político-económica, en las naciones del Tercer Mundo, en
los países más atrasados desde el punto de vista industrial, y hasta en el polo
opuesto de la sociedad postindustrial, que son las sociedades “primitivas”.
Como también apareció en otros momentos de la historia, a pesar de que se pueda
dar el ejemplo de varias sociedades cuyas culturas han establecido mecanismos
de control social lo suficientemente fuertes como para anular, al máximo
posible, estas anomalías de los patrones tradicionales colectivamente aceptados
y aprobados por el grupo. Pero la particularidad del momento presente, en lo
que respecta a este tipo de conductas, es que afecta a un mayor número de
personas. Las sociedades son mucho más numerosas por un lado y, por otro, el
proceso de urbanización, los constantes cambios y el resultado de que sea una
sociedad que vaya más dirigida a crear necesidades que a solucionarlas, llevan
consigo la consecuencia de la existencia de grupos no ya pobres sino
marginados, en donde la delincuencia, como manifestación de la conducta
desviada, hace su reino.
Estos grupos, viviendo al margen de la sociedad, crean estructuras peculiares
en su organización social, con la consiguiente y peculiar asignación de roles y
estatus, y sistemas de valores propios que los diferencian del resto de la
sociedad. Su jerga, el internacionalmente denominado “argot”, a veces, como en
el caso de los “quinquis” españoles, constituye en la práctica un idioma
aparte.
Por
todo esto podemos concluir que en dichos sectores sociales se da la existencia
de unos comportamientos generalizados, dentro de cada grupo, institucionalizados,
compartidos y transmitidos a los mismos miembros cuya incorporación se suele
hacer generalmente por adscripciones que poseen las características de una
subcultura.
En la actualidad, industrialización y proceso de urbanización están íntimamente
ligados. La sociedad industrial es urbana, pero la evolución de la humanidad ha
partido de la aparición de la agricultura, como uno de los sucesos más
importantes en la lucha del hombre contra la naturaleza. Producto de esta
situación ha sido la aparición de la dialéctica campo-ciudad.
Esta división en sociedad y cultura urbana y sociedad y cultura rural
ha sido sustituida en la titulación de esta segunda por el nombre de tradicional
y también por el de folk, más popularizado en los medios antropológicos,
principalmente norteamericanos, y por otro lado menos contaminado de las
restricciones que general y vulgarmente se asignan en muchos países a lo
tradicional y a lo rural. Tanto la sociedad folk, como la urbana,
de las que se derivan sus correspondientes culturas, las definiremos a
continuación a través de sus características, según los estudios de Palerm.
![]() |
Construcción de un granero por una comunidad amish |
La
sociedad folk tiene las siguientes cualidades:
1ª.
Pequeño tamaño.
2ª.
Sus miembros poseen conciencia de pertenecer a una misma comunidad. Se da la
existencia de un sentimiento de pertenencia al grupo.
3ª.
Es homogénea; las actividades y los estados mentales de cada individuo se
repiten en los demás y se reproducen de generación en generación.
4ª.
Autosuficiente en una buena parte de aspectos y principalmente en el económico.
Es esta característica una de las que principalmente se altera cuando comienza
a afectar el proceso de industrialización y a urbanizarse las comunidades
rurales.
5ª.
Las relaciones sociales son predominantemente directas y personales.
6ª.
La tecnología es simple.
7ª.
La división social del trabajo es escasa y frecuentemente circunscrita a
algunas tareas. Sin embargo, sí suele existir una rígida división sexual del
trabajo.
8ª.
Es muy fundamental en la estructura y estabilidad de la sociedad folk el
papel desempeñado por la familia y el parentesco.
9ª.
Las sanciones que gobiernan la conducta son predominantemente de carácter
sagrado y sobrenatural. El delincuente suele ser considerado un pecador y el
pecado es asimilado al delito.
10ª.
La estabilidad tiene un carácter predominante. Las transformaciones y los
cambios se producen a un ritmo muy lento.
11ª.
La conducta de los individuos está determinada por la tradición.
En
líneas generales se puede afirmar que las características de la cultura y de la
sociedad urbana son los polos opuestos de lo manifestado como típico en
la sociedad y cultura folk. Por lo tanto, tendrá carácter de urbano lo
que participe de las siguientes notas:
1ª.
Gran tamaño.
![]() |
Transporte metropolitano en Japón |
2ª.
Los diversos grupos e individuos que los integran se encuentran ligados por una
estrecha interdependencia, derivada de la gran división social del trabajo y de
la especialización de las funciones.
3ª.
Las relaciones entre los miembros son impersonales. Se da la existencia de
numerosos instrumentos que vehiculizan las relaciones sociales, siendo el
dinero y la mercancía uno de los principales.
4ª.
La tecnología es diversa, compleja y en constante desarrollo. La cultura
material es muy amplia.
5ª.
Diversas instituciones sociales, pandillas, grupos sociales, categorías
profesionales y ocupacionales, partidos políticos, clubs, etc., han reemplazado
en parte a la familia y a veces ejercen el primordial papel en el proceso de
socialización.
6ª.
La vida social y cultural se ha secularizado, lo mismo que las sanciones y los
instrumentos para solucionar los conflictos.
7ª.
Está en constante cambio, y frecuentemente sus transformaciones son tan rápidas
e intensas que los individuos apenas pueden ajustarse a ellas. Una buena parte
de efectos patógenos, como el elevado número de neurosis, es debido a esta
característica.
8ª.
Los medios de comunicación social cobran una gran importancia.
Como han puesto de relieve algunos antropólogos, tanto en sociedades eminentemente
urbanas podemos encontrar rasgos de cultura folk, como también sucede lo
contrario. Pero, en cualquier caso, siempre habrá el predominio de uno u otro,
y esta predominancia señalará un modo de vivir y comportarse diferente al que
se percibirá si el predominio fuera de otro tipo.
Es innegable que el marco de determinadas culturas o subculturas no queda
constreñido a las fronteras de una sola nación, pero no es menos innegable que
hoy los individuos socializados dentro de una misma nación comparten una
tradición específica y poseen regularidades de conducta culturalmente
integradas a pesar de que mantengan disparidades lo suficientemente
significativas.
Este factor de la imposición “desde arriba” de los modos de vida, valores,
aspiraciones y hasta angustias, es algo que no representa una novedad del
momento presente, ni es un producto de la sociedad industrial. En el transcurso
de la historia la dominación de unos grupos por otros ha sido una constante, y
hasta se puede afirmar que también el motor que ha generado la evolución hasta
la presente “civilización técnica”. Marx
puso de relieve que las ideas y creencias predominantes en una sociedad son las
mismas ideas y creencias de la clase dominante; de la clase que directa o
indirectamente ejerce el poder. La clase que domina materialmente, domina
también “espiritualmente”, pues dispone de los medios materiales y de los
medios culturales. Los valores de la clase dirigente no tiene por qué ser
forzosamente los únicos que persisten en ese momento, pueden existir otros,
incluso en contradicción; pero sí son los únicos que se consideran válidos
y universales. Los otros son irregularidades, desviaciones, delitos o
pecados, ingenuidades o productos de la ignorancia, pero nunca será la verdad,
lo mejor, lo bueno o lo adecuado. El instrumento de jerarquizar lo tienen los
que dominan –a través de ellos se decide lo que es bueno o malo, deseable o
indeseable.
En
la actualidad se considera que las sociedades son mucho más libres, que los
individuos tienen autonomía para generar los cambios que marcan el ritmo
dinámico de la sociedad. La novedad, como la libertad, son dos valores
espoleados constantemente. La sociedad moderna urbano-industrial ya no vive
sometida a las normas de sus mayores: a la tradición. Hoy las modas son
una parte externamente relevante del contenido de las culturas y subculturas de
la sociedad de consumo.
Pero
en realidad los casos son bastante diferentes y el llamado “mundo libre” deja
bastante que desear, y no digamos ya los pueblos de la naciones “no libres” de
ese “mundo libre”. Como opinaba Linton “las llamadas sociedades libres no son
en realidad sino aquellas sociedades que estimulan a sus miembros para que
expresen su individualidad en cosas de poca importancia, aceptables desde el
punto de vista social, pero que al mismo tiempo obligan a los miembros a vivir
entre innumerables reglas y prescripciones, haciéndolo tan sutil y cabalmente
que apenas lo notan. Pueden elegir el color de coche que deseen en su elección
anual para cambiar de vehículo, que se les exige socialmente para mantener un
estatus en una sociedad en la que luchar por la jerarquía es un requisito de
supervivencia. Pueden votar -¡cuando pueden!- a partidos similares, y pueden
llegar a escoger, entre los varios cínicos que le ofrecen los grupos de
presión, un Presidente. También pueden poner 1, 2, x, en las quinielas y
llegar a ser millonario; y si no lo consiguen, elegir entre la Coca-Cola y la
Pepsi-Cola y seguir lavando con jabones todos ellos contaminantes y, muchas
veces, fabricados por el mismo grupo económico.
![]() |
Herbert Marcuse 1898 - 1979 |
Los
hombres ya no realizan colectivamente la cultura, ésta se les da hecha y se
conforman a ella; la libertad viene encajada. “El capitalismo moderno necesita
de hombres que se sientan libres e independientes, no sometidos a ninguna
autoridad o principio o conciencia moral” –dice Marcuse-, “dispuestos empero a
que los manejen, a hacer lo que se espera de ellos, a encajar sin dificultades
en la maquinaria social; a los que se puede guiar sin recurrir a la fuerza,
conducir sin líderes, impulsar sin finalidad alguna…”.
Es un principio básico del marxismo que la infraestructura,
o sea el modo de producción, determina la superestructura,
término que en el vocabulario marxista encierra la ideología, el arte, las
instituciones políticas… una serie de aspectos que bien coinciden con mucho de
lo que hemos considerado cultura, o tienen relación con ella, bien
influyéndola, bien determinando su curso. De acuerdo con este criterio de Marx
se pueden encontrar tantas culturas cuantas hayan sido las formas o
convicciones de producción que actuarán de modo preponderante, junto con otros
factores como el hábitat, clima, recursos, legado histórico, etc. que en
conjunto acaban dando la peculiar y específica forma final que adopta el modo
de vida en una sociedad.
Consecuentemente a la teoría marxista, con cambiar el modo de producción
cambiarían todo lo incluido en su terminología dentro de la superestructura,
pero ya reconoció el propio Marx “que la tradición de las generaciones
muertas pesa de un modo muy fuerte sobre el cerebro de los vivos”. Por otro
lado, no se puede menos que reconocer que diversos factores de “mentalidad”
pueden poner en peligro las realizaciones que se esperan de la infraestructura
y aún la implantación de un nuevo sistema productivo.
El término contracultura es
semánticamente inaceptable dentro de la perspectiva
socio-antropológica, no es posible una sociedad sin cultura, ni grupo
humano que no coparticipe de un conjunto de valores e instituciones comunes.
Sin embargo el contenido, origen y fundamento que ha servido para acuñar este
neologismo, sí está ligado con una serie de fenómenos sociológicos y
antropológicos.
Por
contracultura se entiende el
movimiento sostenido por un conjunto de individuos, principalmente jóvenes
aunque no necesariamente, que reaccionan contra el “modo de vida burgués”.
Aparecido principalmente, aunque tampoco exclusivamente, en los países
altamente industrializados del área capitalista, reviste una gama muy amplia de
versiones y variantes de acuerdo con las circunstancias y el lugar de su
aparición.
Pero
en cualquier caso, y aunque éste no sea el objeto ni el momento adecuado de
pasar a la crítica de estos movimientos, hay que tener en cuenta que si existe
una oposición, es una oposición dentro
de la sociedad a la que rechazan, y de cuya servidumbre no se liberan
totalmente, al menos en sus aspectos técnicos. Puede haber rechazo de un
sistema jerárquico, del trabajo organizado, del deseo de lucro o de la
superación por la competencia, de la ideología imperante o de un consumo
vinculante, pero al fin y al cabo no se rechaza la aspirina, el anticonceptivo
e infinidad de otros elementos producto de una sociedad y una cultura a la que
se manifiesta rechazar drásticamente. En cierto modo, los movimientos de
contracultura, interesante fenómeno sociológico de la sociedad más evolucionada
tecnológicamente pero muy estancada en muchos aspectos, no son más que una sociedad paralela permitida y fomentada
por la elasticidad inherente al sistema neo-capitalista, como un modo más de
evitar el conflicto y aminorar las tensiones que se manifiestan en su seno. En
realidad más que el prefijo contra
sería más justo usar el de aparte de
o fuera de, pero siempre junto con.
lunes, 5 de agosto de 2013
El helenismo
![]() |
Escultura helenística de Alejandro Magno (III a.C.) |
Este período se extiende desde las conquistas de Alejandro Magno hasta la muerte de Cleopatra.
Alejandro Magno ha sido una de las figuras más importantes de la historia. Discípulo del filósofo Aristóteles, destacó por su estrategia militar y sus continuas victorias desde que heredó el reino de su padre, a los veinte años de edad, hasta que murió a los treinta y tres.
Conquistó Persia y extendió sus victorias hasta Egipto y la India. Fundó nuevas ciudades y llevó la cultura helénica a los pueblos vencidos. La obra de Alejandro Magno fue, en realidad, la creación de un nuevo mundo, cuya base sería la civilización griega. La organización de su imperio fue un ejemplo que imitarían los romanos siglos más tarde.
El helenismo tiene unas características propias: nacen grandes ciudades, como Alejandría y Pérgamo, que compiten con la gloria de Atenas; en estas ciudades se crean grandes bibliotecas, museos y teatros.
Se desarrollan la filosofía y la ciencia en los nuevos territorios, mientras que la Grecia antigua se va acercando lentamente a la decadencia y el crepúsculo. También se crea un espacio unido políticamente que aglutina culturas y religiones muy diferentes, en perfecta convivencia; los matrimonios mixtos fueron impulsados desde el gobierno.
La muerte de Alejandro ocasiona la división de su vasto imperio entre sus generales (los diádocos), creándose nuevas monarquías: los Ptolomeos, en Egipto; los Seléucidas, en Persia; etc.
A partir de aquí entrará en escena Roma, que logrará conquistar Grecia al mismo tiempo que se enriquecerá de toda su cultura.
lunes, 29 de julio de 2013
Platón
Platón nació en Atenas, en el seno de una familia perteneciente a la oligarquía. En sus comienzos fue discípulo del heracliteano Crátilo, quien le enseñó la teoría del eterno fluir de todas las cosas; pero a los 21 años entró a formar parte del círculo de Sócrates, produciéndose, en consecuencia, un profundo cambio en sus orientaciones filosóficas. En 399 murió Sócrates, y Platón, temiendo la predisposición de los atenienses contra los discípulos de aquél, se refugió en Megara durante un corto período y, probablemente, en esta ciudad comenzó a escribir sus diálogos filosóficos.
Posteriormente, durante diez años viajó por Egipto y otros lugares del norte de África e Italia; en la Magna Grecia trabó amistad con el pitagórico Arquitas de Tarento y conoció las ideas de los eléatas seguidores de Parménides; en Sicilia intentó influir en la política del tirano Dionisio I, estratega de Siracusa; pero éste, molesto por sus ingerencias y sus críticas, le hizo vender como esclavo.
De esta penosa situación, salió gracias a la intervención de un rico personaje, Aníceris de Círene, quien habiéndole reconocido, le compró y le devolvió la libertad. Se cuenta que, una vez vuelto a Atenas, Platón intentó reintegrar el dinero de su rescate; pero Aníceris rehusó aceptar el dinero y con este importe nuestro filósofo compró una finca en las afueras de Atenas, en un lugar próximo a la estatua del héroe Academos, fundando allí un centro dedicado a la actividad filosófica y cultural, la Academia, en donde impartió las enseñanzas durante el resto de su vida.
Sus discípulos y otros escritores contemporáneos recopilaron abundantes noticias y documentos sobre su vida y su obra, pero casi todos ellos se han perdido, de tal manera que, en la actualidad, sus propios escritos (diálogos y cartas) junto con algunos testimonios de Aristóteles y Diógenes Laercio son la fuente principal que poseemos para conocer sus actividades y su pensamiento.
1. La Guerra del Peloponeso
Las dos ciudades principales de la Grecia clásica fueron Atenas y Esparta. Atenas, capital del Ática, fue el principal foco de las ciencias y las artes. Esparta, por el contrario, destacó por la sobriedad de su carácter, su disciplina y su organización militar.
Como consecuencia del triunfo de los griegos en las Guerras Médicas, Atenas adquirió la hegemonía económica, cultural y política de la Hélade; las instituciones atenienses, bajo la dirección política de Pericles, fueron imitadas por el resto de las polis, el comercio marítimo floreció entre la multitud de colonias distribuidas por los diferentes lugares del Mediterráneo y una época de paz y prosperidad se extendió desde el año 446 hasta el 431 a.C.
Pero a partir del año citado, por una parte, los recelos y rivalidades surgidos entre varias ciudades asociadas con Atenas y, por otra, la pugna interna entre las tendencias democráticas y oligárquicas en muchas de ellas dieron origen a las Guerras del Peloponeso. Las distintas ciudades griegas, agrupadas en torno a Atenas y Esparta, se enfrentaron entre sí en una guerra confusa, de la que finalmente Esparta resultó vencedora tras derrotar a los atenienses en la batalla de Egospótamos (año 404 a.C.). Tras esta batalla, la hegemonía de Atenas fue sustituida por la de Esparta, que, apoyándose en su alianza con Persia, procuró anular las inclinaciones democráticas y favorecer las oligarquías, imponiendo en Atenas el régimen de los Treinta Tiranos.
La guerra del Peloponeso fue esencialmente una lucha entre Atenas y Esparta. Tucídides nos ha dejado la historia en su mayor parte y esta obra inmortal constituye la ganancia absoluta que la humanidad ha obtenido de aquella lucha. Atenas se dejó arrastrar a las descabelladas empresas de Alcibíades, y, muy debilitada por ellas, sucumbió a los espartanos... Atenas no fue vencida por la virtud de Esparta, sino porque ésta cometió una vil traición; insegura de triunfar por sí misma, provocó la intervención extranjera en el litigio griego, haciéndose apoyar por el rey de Persia. Por segunda vez Esparta obró vil y traidoramente contra Grecia aboliendo la constitución democrática en los Estados con la introducción de un poder oligárquico. También en Atenas impuso Esparta la oligarquía por algún tiempo. Las facciones que deseaban la oligarquía, y a las cuales los espartanos dieron la preponderancia, no eran en Atenas bastante fuertes para sostenerse por sí mismas y necesitaron el apoyo de Esparta. Ésta se halló, pues, a la cabeza de Grecia; pero para ella las ciudades no fueron aliadas, como para Grecia antaño, sino sometidas.
Posteriormente, durante diez años viajó por Egipto y otros lugares del norte de África e Italia; en la Magna Grecia trabó amistad con el pitagórico Arquitas de Tarento y conoció las ideas de los eléatas seguidores de Parménides; en Sicilia intentó influir en la política del tirano Dionisio I, estratega de Siracusa; pero éste, molesto por sus ingerencias y sus críticas, le hizo vender como esclavo.
De esta penosa situación, salió gracias a la intervención de un rico personaje, Aníceris de Círene, quien habiéndole reconocido, le compró y le devolvió la libertad. Se cuenta que, una vez vuelto a Atenas, Platón intentó reintegrar el dinero de su rescate; pero Aníceris rehusó aceptar el dinero y con este importe nuestro filósofo compró una finca en las afueras de Atenas, en un lugar próximo a la estatua del héroe Academos, fundando allí un centro dedicado a la actividad filosófica y cultural, la Academia, en donde impartió las enseñanzas durante el resto de su vida.
Sus discípulos y otros escritores contemporáneos recopilaron abundantes noticias y documentos sobre su vida y su obra, pero casi todos ellos se han perdido, de tal manera que, en la actualidad, sus propios escritos (diálogos y cartas) junto con algunos testimonios de Aristóteles y Diógenes Laercio son la fuente principal que poseemos para conocer sus actividades y su pensamiento.
1. La Guerra del Peloponeso
Las dos ciudades principales de la Grecia clásica fueron Atenas y Esparta. Atenas, capital del Ática, fue el principal foco de las ciencias y las artes. Esparta, por el contrario, destacó por la sobriedad de su carácter, su disciplina y su organización militar.
Como consecuencia del triunfo de los griegos en las Guerras Médicas, Atenas adquirió la hegemonía económica, cultural y política de la Hélade; las instituciones atenienses, bajo la dirección política de Pericles, fueron imitadas por el resto de las polis, el comercio marítimo floreció entre la multitud de colonias distribuidas por los diferentes lugares del Mediterráneo y una época de paz y prosperidad se extendió desde el año 446 hasta el 431 a.C.

La guerra del Peloponeso fue esencialmente una lucha entre Atenas y Esparta. Tucídides nos ha dejado la historia en su mayor parte y esta obra inmortal constituye la ganancia absoluta que la humanidad ha obtenido de aquella lucha. Atenas se dejó arrastrar a las descabelladas empresas de Alcibíades, y, muy debilitada por ellas, sucumbió a los espartanos... Atenas no fue vencida por la virtud de Esparta, sino porque ésta cometió una vil traición; insegura de triunfar por sí misma, provocó la intervención extranjera en el litigio griego, haciéndose apoyar por el rey de Persia. Por segunda vez Esparta obró vil y traidoramente contra Grecia aboliendo la constitución democrática en los Estados con la introducción de un poder oligárquico. También en Atenas impuso Esparta la oligarquía por algún tiempo. Las facciones que deseaban la oligarquía, y a las cuales los espartanos dieron la preponderancia, no eran en Atenas bastante fuertes para sostenerse por sí mismas y necesitaron el apoyo de Esparta. Ésta se halló, pues, a la cabeza de Grecia; pero para ella las ciudades no fueron aliadas, como para Grecia antaño, sino sometidas.
Hegel, G.W.: Lecciones sobre la Filosofía de la Historia universal
Pero esta situación no logró establecer una paz duradera, pronto surgieron nuevos conflictos y hacia el año 371 a.C. (batalla de Leuctra) el dominio de Esparta fue sustituido por el de Tebas, y éste duró hasta finales de los años sesenta de aquel siglo.
Las continuas guerras llevaron al empobrecimiento de la Hélade y particularmente de Atenas, en donde la situación interna llegó a ser muy inestable y los problemas sociales y políticos contribuyeron a la pérdida de vigor de las instituciones, al empobrecimiento del démos y al desarrollo de tendencias individualistas, que en un plazo muy breve supusieron la desaparición de la pólis y el surgimiento del Imperio de Macedonia.
Macedonia, una región al norte de Grecia, no perteneciente a la comunidad helénica y, por tanto, bárbara, fue cobrando paulatinamente pujanza, hasta que en la segunda mitad del siglo IV a.C., se convirtió en gran potencia. Su rey, Filipo II, organizó un gran ejército y, aprovechándose de la débil organización militar y de las rivalidades entre las diferentes pólis, fue dejando sentir su influencia en todo el territorio helénico, hasta que, finalmente, en el año 338 a.C., tras la batalla de Queronea, se hizo dueño de toda Grecia y, de este modo, el régimen de la ciudad-estado desapareció para siempre.
2. La muerte de Sócrates
Quizá creéis, atenienses, que yo he sido condenado por faltarme las palabras adecuadas para haberos convencido, si yo hubiera creído que era preciso hacer y decir todo, con tal de evitar la condena. Está muy lejos de ser así. Pues bien, he sido condenado, ciertamente, no por falta de palabras, sino de osadías y desvergüenza y por no querer deciros lo que os habría sido más agradable oír: lamentarme, llorar o hacer y decir otras muchas cosas indignas de mí y que vosotros tenéis costumbre de oír a otros. Pero ni antes creí que era necesario hacer nada innoble por causa del peligro, ni ahora me arrepiento de haberme defendido así, sino que prefiero con mucho morir habiéndome defendido de este modo a vivir habiéndolo hecho de ese otro modo. En efecto, ni ante la justicia ni en la guerra, ni yo ni ningún otro deben maquinar cómo evitar la muerte a cualquier precio. Por cierto que muchas veces en las batallas se hace evidente que podría uno escapar a la muerte deponiendo las armas y recurriendo a suplicar a los perseguidores, y existen otros recursos en cada clase de peligros para evitar la muerte si uno se resigna a hacer y decir lo que sea. Y mucho me temo, atenienses, que lo difícil no sea rehuir a la muerte, sino que resulta mucho más difícil escapar a la maldad, que es cosa que corre más ligera que la muerte.
Quizá creéis, atenienses, que yo he sido condenado por faltarme las palabras adecuadas para haberos convencido, si yo hubiera creído que era preciso hacer y decir todo, con tal de evitar la condena. Está muy lejos de ser así. Pues bien, he sido condenado, ciertamente, no por falta de palabras, sino de osadías y desvergüenza y por no querer deciros lo que os habría sido más agradable oír: lamentarme, llorar o hacer y decir otras muchas cosas indignas de mí y que vosotros tenéis costumbre de oír a otros. Pero ni antes creí que era necesario hacer nada innoble por causa del peligro, ni ahora me arrepiento de haberme defendido así, sino que prefiero con mucho morir habiéndome defendido de este modo a vivir habiéndolo hecho de ese otro modo. En efecto, ni ante la justicia ni en la guerra, ni yo ni ningún otro deben maquinar cómo evitar la muerte a cualquier precio. Por cierto que muchas veces en las batallas se hace evidente que podría uno escapar a la muerte deponiendo las armas y recurriendo a suplicar a los perseguidores, y existen otros recursos en cada clase de peligros para evitar la muerte si uno se resigna a hacer y decir lo que sea. Y mucho me temo, atenienses, que lo difícil no sea rehuir a la muerte, sino que resulta mucho más difícil escapar a la maldad, que es cosa que corre más ligera que la muerte.
Platón, Apología de Sócrates
La muerte de Sócrates influyó de modo decisivo, casi traumático, en la vida y en la obra de Platón. Sócrates, todo un dechado de virtudes, prototipo de persona justa y virtuosa, fue condenado a muerte y dicha pena se cumplió; esta condena no fue fruto del capricho de un tirano, ni de la conspiración urdida por una oligarquía enemiga, sino que el filósofo fue sometido a un juicio en el que la culpabilidad y la sentencia fueron decididas por un jurado compuesto por 500 conciudadanos suyos, elegidos de forma aleatoria. El propio Platón, presente en dicho juicio, pudo comprobar que se cumplieron todos los requisitos legales de acuerdo con las normas de Atenas, esto es, en consonancia con las leyes que tanto él mismo como el propio Sócrates consideraban justas. Y sin embargo, a sus ojos esta condena era injusta, tremendamente injusta.
¿Cómo podían acontecer tales sentencias? Parece imposible encontrar una respuesta satisfactoria.
Sócrates fue condenado por 281 votos más de los que le absolvían; y estando deliberando los jueces sobre si era más justo quitarle la vida o imponerle una multa, Platón dijo que daría 25 dracmas. Eubilides dice que prometió 100. Pero viendo desacordes y alborotadores a los jueces dijo Sócrates "yo juzgo que debo ser condenado por mis operaciones a la pena de a que se me mantenga del erario público en el Pritaneo". Oído esto, se agregaron 80 votos a los primeros y lo condenaron a muerte. Prendiéronlo luego y no muchos días después bebió la cicuta, una vez que acabó un sabio y elocuente discurso que presenta Platón en su Fedón.
...Éste fue el fin de Sócrates, pero los atenienses se arrepintieron de tal modo que cerraron las palestras y los gimnasios. Desterraron a algunos de los jueces y sentenciaron a muerte a Melito. Honraron a Sócrates con una estatua de bronce que hizo Lisipo y la colocaron en el Pompeyo. Los de Heraclea echaron de la ciudad a Anito en el mismo día que llegó.
Diógenes Laercio, Vidas de los más ilustres filósofos griegos
Platón, tanto por su ascendencia familiar como por su propia vocación, estaba destinado a participar en las magistraturas públicas y en el gobierno de Atenas, pero la muerte de Sócrates le hizo cambiar el rumbo de su vida y, alejándose de toda actividad pública, se retiró a filosofar. No pretendía abandonar definitivamente la política, sino sólo provisionalmente, mientras meditaba, ponía en claro sus ideas, y averiguaba qué era el bien y qué el mal, qué era la virtud, cómo debe ser la justicia, qué organización debe adoptar la ciudad, quiénes deben dirigir los asuntos públicos, etc.
Se trataba, pues, de reflexionar sobre asuntos políticos; solamente cuando encontrase respuestas satisfactorias a estos problemas trataría de volver a la política activa, sólo cuando sus ideas políticas fueran suficientemente claras, intentaría intervenir en los asuntos públicos. Pretendía, pues, averiguar primero qué se debe hacer, para, en segundo lugar, poder llevarlo a cabo de manera correcta.
En este sentido, la obra de Platón puede ser considerada como una profunda meditación sobre cuestiones políticas, dos de sus obras más notables llevan por título La República y Leyes, y numerosos nombres de políticos y de personajes públicos aparecen en sus textos, de tal modo que podemos afirmar que las consideraciones ontológicas y epistemológicas, en último término, parecen orientadas a fundamentar las concepciones políticas, los ideales políticos, es decir, el hallazgo de una forma ideal de gobierno.
3. El diálogo como forma de filosofar
SÓCRATES. - Porque es muy impresionante, Fedro, lo que pasa con la escritura, y por tanto se parece a la pintura. En efecto, sus vástagos están ante nosotros como si tuvieran vida; pero si se les pregunta algo, responden con el más altivo de los silencios. Lo mismo pasa con las palabras. Podrías llegar a creer como si lo que dicen fueran pensándolo; pero si alguien pregunta, queriendo aprender de lo que dicen, apuntan siempre y únicamente a una y la misma cosa; pero, eso sí, con que una vez algo haya sido puesto por escrito, las palabras ruedan por doquier, igual entre los entendidos que como entre aquéllos a los que no les importa en absoluto, sin saber distinguir a quiénes conviene hablar y a quiénes no...
FEDRO. -Muy exacto es todo lo que has dicho.
SÓCRATES. -Entonces ¿qué? ¿Podemos dirigir los ojos hacia otro tipo de discurso, hermano legítimo de éste y ver cómo nace y cuánto mejor y más fuerte se desarrolla?
FEDRO. -¿A cuál te refieres y cómo dices que nace?
SÓCRATES. -Me refiero a aquel que se escribe con ciencia en el alma de que aprende; capaz de defenderse a sí mismo y sabiendo con quién hablar y ante quiénes callarse.
FEDRO. -¿Te refieres a ese discurso lleno de vida y de alma que tiene el que sabe y del que el escrito se podría decir que es el reflejo?
Platón, Fedro
Platón, siguiendo a su maestro Sócrates, expresó sus pensamientos mediante el diálogo, pues opinaba que mientras los escritos y los discursos no nos permiten esclarecer las dudas y las aporías (dificultades) que en ellos se contienen, el diálogo, por el contrario, es una forma viva de filosofar que reproduce el dramatismo y el vigor de la dialéctica; el diálogo, mediante preguntas y respuestas, aclaraciones y refutaciones, matizando ciertas opiniones y rechazando otras, va conduciendo la investigación hasta el descubrimiento de la verdad; el diálogo, pues, constituye una especie de certamen intelectual que por medio de la discusión en común pone de manifiesto el esfuerzo lento y fatigoso del proceso científico.
En general, la mayoría de los diálogos comienzan enfocando una cuestión, un determinado tema o asunto; a continuación, se desarrolla un proceso negativo o refutación, mediante el cual se rechazan las opiniones falsas, esto es, se eliminan los errores y, por último, tiene lugar el proceso mayéutico, que se dirige al descubrimiento de la verdad.
Casi todos los personajes que Platón hace intervenir en sus diálogos son reales, aunque frecuentemente se recurre a situaciones anacrónicas al colocar unos en relación con otros, es decir, a muchos interlocutores se les sitúa en tiempos distintos a los que en realidad existieron. El protagonista principal es Sócrates, que, mediante una ingenuidad fingida (ironía socrática), va refutando las posiciones de sus interlocutores, frecuentemente de los sofistas, los "profesionales" de la enseñanza, que, a los ojos de Platón, no hacen sino confundir a la juventud con sus sofismas.
En la actualidad, se atribuyen a Platón 42 diálogos; pero, por una parte, este número es dudoso y, por otra, resulta muy difícil establecer la secuencia cronológica correcta entre ellos; de manera general, siguiendo a los tratadistas principales, podemos diferenciar cuatro períodos, a saber:
a) Primeros diálogos o diálogos socráticos. En ellos se contienen de modo predominante preocupaciones éticas, entre éstos destacan Apología de Sócrates, Critón, Protágoras, Cármides y Eutrifón.
b) Época de transición. Primeros diálogos de la Academia; continúan las cuestiones éticas, pero cobran también intensidad los problemas políticos, así como los temas relacionados con la preexistencia e inmortalidad del alma humana. Podemos considerar como los más importantes de este período Gorgias, Menón, Crátilo, Menéxeno...
c) Época de madurez o diálogos doctrinales. En éstos formuló la doctrina de las ideas como fundamento de las teorías éticas y políticas; destacan El banquete, Fedón, La República y Fedro.
d) Diálogos de vejez o diálogos críticos. En ellos Platón sometió a revisión sus propias ideas anteriores; podemos señalar como los más importantes Teeteto, Parménides, Sofista, Político, Filebo, Timeo y Leyes.
Como antiguamente en la tragedia había sólo el coro, después Tepsis introdujo un actor; luego Esquilo la dio dos actores, Sófocles tres y de esta forma se fue perfeccionando la tragedia; así también la Filosofía versaba solamente sobre una parte, que es la física; después Sócrates añadió la moral y, últimamente, Platón inventó la Dialéctica.
Diógenes Laercio, Vidas de los más ilustres filósofos griegos
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