1. El Paleolítico
Durante el período denominado Paleolítico, el más extenso de la Prehistoria, la vida humana era muy difícil. La influencia de las condiciones naturales sobre el hombre fue muy acusada, siendo de destacar el papel de las glaciaciones. Los escasos grupos de habitantes asentados en la península Ibérica vivían de la recolección, la caza y la pesca. Eran nómadas, que se alojaban en campamentos o cuevas y se desplazaban en función de la búsqueda de alimentos. Lo que recogían pertenecía a la comunidad, dentro de la cual no había división del trabajo ni diferencia de riquezas de unos individuos a otros. En las comunidades, las relaciones de parentesco eran muy estrechas y el papel de las mujeres muy destacado. En cuanto al mundo espiritual todo quedaba reducido a ciertas prácticas de tipo mágico.
A lo largo del Paleolítico se pueden distinguir tres periodos bien diferenciados: inferior, medio y superior. El Paleolítico inferior, el más antiguo, estuvo protagonizado desde el punto de vista humano por los Pitecantrópidos, siendo una etapa de contacto con el norte de África. El Paleolítico medio, o Musteriense, se caracteriza por una relación estrecha con Europa. El tipo humano de la época es el hombre de Neanderthal, del que se han conservado restos óseos en Gibraltar y Bañolas (Girona). En el Paleolítico superior, época del Homo Sapiens, hubo en la península Ibérica una mayor diversidad de culturas, destacando la llamada Magdaleniense, que se extendió por la zona cantábrica.
2. El Neolítico
Este período fue una auténtica revolución en las condiciones de vida de las comunidades prehistóricas. La actividad agrícola suponía un aumento de los excedentes, lo que a su vez posibilitaba el crecimiento de la población, el desarrollo del comercio, la división del trabajo y la aparición de la propiedad privada. Todo este conjunto de transformaciones dio paso a su vez a la aparición de las ciudades y del poder político propiamente dicho. No obstante, en la península Ibérica este proceso fue mucho menos espectacular que en otras regiones del globo.
El vaso campaniforme, pieza de cerámica correspondiente al Neolítico peninsular, tuvo una enorme difusión por todo el occidente de Europa. |
En el período Neolítico, que conoció un importante aumento de la población, la base de la economía era la actividad pastoril y una agricultura incipiente. En general se practicaba la agricultura de azada. Los cultivos principales eran el trigo, la cebada, las habas, el mijo y el lino, mientras que la vid y el olivo crecían silvestres. En cuanto a los animales domésticos figuran el cerdo, las vacas, las ovejas y las cabras, pero no el caballo. Un importante paso adelante fue el trabajo del cobre, que se extraía fundamentalmente en la zona suroriental y en la suroccidental, y del que hay numerosos testimonios arqueológicos. Al parecer hay una estrecha relación entre la difusión del cobre, que se efectuaba por vía marítima, y los monumentos megalíticos.
Poblado de los Millares (Almería) Las excavaciones arqueológicas han permitido entrar en contacto con viejos núcleos de asentamientos prehistóricos que florecieron en el tercer milenio a.C. |
Pero desde la época del Bronce pleno, los enterramientos son individuales y las diferencias sociales notorias. En el Neolítico peninsular no había auténticas ciudades, aunque algunos poblados (por ejemplo, los Millares, habitado por unas 2.000 personas) fueron más tarde activados por la presencia de los pueblos colonizadores. Desde el punto de vista espiritual, en el Neolítico había prácticas y ritos relacionados con la fecundidad y la fertilidad. Las construcciones megalíticas eran la expresión de concepciones religiosas.
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