sábado, 14 de abril de 2012

El arte prehistórico

Del largo periodo que media entre los primeros pasos de los grupos humanos asentados en la península Ibérica y las vísperas de la conquista romana, hay numerosos testimonios de carácter artístico, que van desde las pinturas rupestres del Paleolítico Superior hasta la esculturas ibéricas de mediados del primer milenio a.C.


1. La pintura rupestre
La manifestación artística más importante de todo el Paleolítico es sin lugar a dudas la pintura rupestre, realizada por los hombres de aquella época en cuevas y abrigos naturales. Sigue siendo un misterio la interpretación de estas pinturas, aunque se supone que tenían un sentido mágico, ante todo en relación con la caza, fuente esencial de obtención de alimentos para el hombre del Paleolítico. En tierras hispanas se habla de dos regiones, Cantábrica y Levantina, bien diferenciadas no sólo geográficamente, sino también en los caracteres de la pintura rupestre de cada una de ellas.
En la zona cantábrica se han conservado pinturas, fechadas en el Paleolítico superior, en numerosas cuevas: S. Román de Candamo, El Castillo, La Pasiega, Pindal, etc. No obstante, las más destacadas son las de Altamira, en las proximidades de Santillana del Mar. En general se representan animales aislados (caballos, bisontes, ciervos...), aunque a veces aparecen figuras superpuestas. Las pinturas son policromas (especialmente rojo, negro y ocre), y de un pleno carácter naturalista. Para obtener los colores se disolvían materias colorantes en grasa de animal. Las irregularidades de las rocas eran hábilmente utilizadas para crear sensación de volumen.
Pinturas de la cueva de Cogul, Lleida
Algo posterior en el tiempo, pues parece corresponder a un periodo en el que la caza ya no jugaba un papel tan decisivo, es el desarrollo de la pintura de la región levantina, encontrada en abrigos naturales (Alpera, Cogul, cueva de la Araña...). Se trata de una pintura de carácter narrativo, con escenas de caza, guerra o danzas rituales. La pintura levantina no es policroma y destaca por su carácter estilizado.








2. Los monumentos megalíticos
A partir de la revolución neolítica se produjeron grandes transformaciones de tipo material y espiritual, entre las cuales cabe destacar la aparición de la arquitectura, una de cuyas manifestaciones más antiguas fueron los monumentos megalíticos. Estas edificaciones, erigidas a base de grandes bloques de piedra, estaban en estrecha relación con el desarrollo de las creencias religiosas y solían tener un sentido funerario. El megalito más común es el dolmen, formado por piedras verticales que sustentan a otras horizontales. Sobre la base de este sencillo esquema arquitectónico se crearon las llamadas cuevas de corredor (por ejemplo, las de Menga y Romeral, en Antequera).


Cueva de la Menga, Antequera
Naveta de Es Tudons, en Menorca
Muy importantes son también los megalitos de las Islas Baleares, de cronología algo posterior (corresponden a la Edad del Bronce) y que ofrecen un rico muestrario de formas: los talayots o torres defensivas; las navetas, sepulcros colectivos en forma de nave invertida; las taulas, enormes mesas de piedra que se encuentran en Menorca.




3. El arte ibérico
Se aplica este nombre a la producción artística de los pueblos que, en el primer milenio a.C., habitaban el sur y el este de la península Ibérica y mantuvieron un contacto muy directo con los pueblos colonizadores del Mediterráneo oriental. Fenicios y griegos dejaron en tierras hispanas algunas muestras peculiares de su arte. De los primeros son dignos de recuerdo el famoso sarcófago en forma humana hallado en Cádiz (entrada del pasado 5 de abril de 2012) y el conjunto de joyas que integran el tesoro de Aliseda (Cáceres). De los griegos se conservan interesantes esculturas y abundantes muestras de cerámica, especialmente gracias a las excavaciones llevadas a cabo en Ampurias. Para referirse a las manifestaciones artísticas de los pueblos del centro y oeste de la Península, mucho más modestas y de clara influencia europea, se habla de arte celta.


Exvoto ibérico que representa a un jinete
El arte ibérico es de clara inspiración religiosa y tiene su más brillante expresión en la escultura. En los santuarios (Castellar de Santisteban en Jaén, Cerro de los Santos en Albacete...) se han encontrado numerosos exvotos, de bronce u otro material. Suelen representar guerreros, jinetes o personajes en oración, muy toscos, pero con un gran sentido del movimiento.
Dama Oferente
Museo Arqueológico Nacional
de Madrid
Es famosa la Dama Oferente, que porta en sus manos un vaso y denota influjo griego, pero también un acentuado hieratismo.
Son notables los animales fantásticos, como la denominada Bicha de Balazote, toro tumbado con cabeza humana, de rasgos orientales.


Bicha de Balazote










No obstante, la escultura más conocida del arte ibérico es la Dama de Elche. Fechada en el siglo V a.C. y de indudable influencia artística helénica, representa al parecer a la diosa fenicia Astarté.


Dama de Elche
Museo Arqueológico Nacional de Madrid
En el año 1971 se ha descubierto otra escultura importante, la Dama de Baza. Probablemente es de fecha algo posterior (siglo IV a.C.) y aunque tiene similitudes con la Dama de Elche, es menos delicada de formas.


Dama de Baza
Museo Arqueológico Nacional de Madrid

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