El problema hacia el que se orienta desde el primer momento
el pensamiento de Platón
es el problema del Estado. El propio Platón
califica La
República como su obra central, en la que convergen todas las
líneas de sus escritos anteriores. En esta obra, el autor elige como unidad
suprema de exposición no la forma lógica abstracta del sistema, sino la imagen
plástica del Estado, enmarcando en ella todo el ámbito de sus problemas éticos
y sociales.
La República no es una obra de derecho
político o administrativo, de legislación o de política en un sentido actual. Platón no parte de un pueblo histórico
existente, no se siente vinculado a un determinado suelo ni a una ciudad
determinada. La gran masa de la población, sus costumbres y su nivel de vida
quedan al margen del estudio platónico. Quedan eliminados como cosas
accesorias.
Es conveniente precisar, antes de
nada, en qué consiste su
método educativo: la dialéctica. En La República, la dialéctica es presentada como
la forma suprema de la actividad pedagógica. En su sentido más amplio, la
dialéctica incluye todo aquello que generalmente se designa con los nombres de
discusión, discurso, debate y argumentación. Para Platón
la dialéctica constituye el más importante y profundo de los métodos
educativos: es aquello que capacita a una persona a responder a las preguntas
de la forma más adecuada y científica.
“La
dialéctica es, por decirlo así, el coronamiento y el colmo de las demás
ciencias; que no hay ninguna que pueda colocarse por encima de ella (…). El que
se dedica a la dialéctica, renunciando en absoluto al uso de los sentidos, se
eleva, sólo mediante la razón, hasta la esencia de las cosas.” La República,
Libro VII
Todos los diálogos se refieren de alguna manera a la
dialéctica, y por otra parte, muchos de ellos tratan de la educación y algunos
–especialmente, La República- se ocupan explícitamente de la
educación en tanto que actividad dialéctica. En La República, Platón afirma que es peligroso enseñar a
los jóvenes las técnicas de la argumentación dialéctica porque es muy probable
que abusen de ellas y que se pierdan en meras querellas verbales o erísticas. Insiste
Platón en La República, en que no debe
enseñarse la dialéctica a personas de menos de treinta años:
“¿No
es una excelente precaución prohibirles la dialéctica cuando son demasiado
jóvenes? No ignoras, sin duda, que los jóvenes, cuando han recibido las
primeras lecciones de dialéctica, se sirven de ella como de un pasatiempo, y
tienen fruición en provocar controversias sin cesar.” La República, Libro VII
Los debates sobre la poesía y la música ocupan los libros II, III
y IV; el problema del valor de las ciencias abstractas se coloca en lugar
central en los libros V, VI y VII; y el libro X vuelve a examinar desde nuevos
puntos de vista el problema de la poesía. En los libros VIII y IX investiga las
formas de gobierno, y en el libro I expone el problema de la justicia.
Para comprender el punto de arranque de la obra de Platón debemos tener presentes en nuestro
espíritu las luchas libradas en torno al ideal de la justicia en los siglos
anteriores a Platón. La justicia era la
virtud política por antonomasia, la que resumía a las demás. Ahora cobra un
sentido distinto, más interior. Para el discípulo de Sócrates
no puede significar ya la simple obediencia a las leyes del Estado, la nueva
legalidad, que fuera en otro tiempo baluarte protector del estado de derecho
frente a un mundo de anárquicos poderes feudales o revolucionarios. El concepto
platónico de lo justo está por encima de todas las normas humanas y se remonta
a su origen en el alma misma. Es en la naturaleza más íntima de ésta donde debe
tener su fundamento lo que el filósofo llama lo justo.
El sentido del Estado, tal como lo revela Platón,
es, si nos fijamos en su superior esencia, educación. De este modo, la política
y la educación se convierten en los puntos cardinales de la obra de Platón.