Los elementos materiales es otro aspecto a tener en cuenta para que faciliten las actividades escolares. La ausencia de condiciones materiales adecuadas (falta de espacio, material anticuado, etc.) dificulta la labor escolar, y por ello hay que tenerlas en cuenta. Ahora bien, no pensemos que adquiriendo un equipo costoso y muy atrayente mejoraremos por su solo uso el rendimiento escolar; facilitaremos, eso sí, un trabajo mejor, pero han de ser los elementos humanos quienes lo utilicen adecuadamente. ¡Quién no recuerda a un profesor que sólo con sus palabras y la tiza hacía vibrar a sus alumnos y los motivaba para un aprendizaje auténtico! Y en contraste con ello, veíamos una colección de aparatos científicos abandonada en unas estanterías llenas de polvo.
Por ello, todo centro escolar debe estudiar el modo de obtener el mayor rendimiento de los recursos disponibles y prever la rentabilidad de las posibles inversiones. Una norma de buena organización, antes de comprar un material, consistirá en conocer la capacidad de los profesores para utilizarlo educativamente y estudiar el beneficio que se espera obtener de él, así como disponer su ubicación en un lugar que permita utilizarlo en el momento oportuno. Así debería determinanrse, por ejemplo, si es mejor tener una gran biblioteca de centro o pequeñas bibliotecas de aula, o ambos tipos, estructurando la oportuna relación. Deberíamos preguntarnos: ¿Habrá un centro de medios audiovisuales, o varios aparatos distribuidos por las aulas? ¿Quiénes serán los responsables? ¿Quiénes cuidarán de las reparaciones? Etcétera.
Tanto los materiales de equipo como el mobiliario deben adaptarse a las necesidades de la escuela, su metodología, su estilo de trabajo, etc. No sirve el mismo mobiliario y material de clase para un aula tradicional, en la que el profesor explica y los alumnos escuchan o escriben individualmente en su banco, que para otra donde se trabaja en equipo o se sigue una enseñanza personalizada.
Podríamos hacer parecidas consideraciones referentes al espacio escolar. Nosotros damos forma a los edificios; luego ellos nos dan forma a nosotros. Y debería ser el programa lo que diera forma al edificio.
La flexibilidad sería la primera cualidad propia de un edificio escolar que hubiera de servir para la escuela de hoy y la del futuro.
Este espacio debería ser ampliable, convertible, polifacético y maleable. Ya no nos sirve el tipo de edificio que Mitchel llamaba de "celdas y campanas", con sus aulas para 30 alumnos, incomunicados entre sí, unidas por largos pasillos. El edificio actual debería tener aulas que permitieran acomodar grupos de diverso número de componentes, aulas unidas, espacios de uso común, centro de recursos didácticos, espacios abiertos, etc. Ello crearía otros problemas a resolver por los técnicos, como por ejemplo el de las paredes aislantes y comunicables a la vez, y sobre todo la forma de reducir el ruido.
El educador debe ser capaz de apropiarse del espacio escolar, modificarlo, personalizarlo y adaptarlo a las necesidades psicopedagógicas de cada momento. El problema actual del espacio ha de dejar de ser un problema cuantitativo (de metros cuadrados por niño) para centrarse en sus aspectos cualitativos.