Es realmente muy difícil expresar todas las funciones susceptibles de ser comprendidas en un programa orientador. Partiendo del supuesto de que la orientación es una tarea de equipo de profesionales, entre los que deben incluirse como mínimo pedagogos, psicólogos, asistentes sociales, médicos y maestros, adjudicándose a cada uno una función previamente determinada y programada, podría asegurarse que las funciones generales serían conocer a la persona, ayudarla para que por sí misma y de modo gradual consiga un ajuste personal y social, e informar exhaustivamente en los ámbitos educativo, profesional y personal.
Para lograr esos objetivos, genéricamente expuestos, se requiere: crear servicios de diagnóstico -que permitan el estudio individualizado de los problemas personales-; proporcionar experiencias que faciliten el aprendizaje correcto; saber informar, guiar y aconsejar; saber escuchar; saber dónde derivar a las personas que precisen ayuda específica o tratamiento paraescolar; y, por último, conocer las técnicas de información escolar y profesional, aprovechando al máximo los recursos comunitarios.
Así pues, para orientar a alumnos, a profesores, tutores, administradores y directivos, a padres y a miembros de la comunidad, se precisan, como es obvio, unos verdaderos profesionales de la ayuda, que dominen una serie de conocimientos básicos y sepan emplear eficazmente unas técnicas adecuadas.